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1936. El Teniente Coronel Teijeiro y el socorro a Oviedo de las Columnas Gallegas.



Teniente Coronel Jesús Teijeiro Pérez, liberador de Oviedo el 17 de octubre de 1936.


La figura del teniente coronel Jesús Teijeiro Pérez es fundamental para el estudio del Alzamiento Militar en La Coruña y el socorro que las columnas gallegas prestaron al Coronel Antonio Aranda Mata, Comandante Militar de Oviedo, sublevado en la ciudad de Principado, para la causa Nacional, en los primeros días del conflicto bélico. Oviedo, sufrió un terrible asedio que duró desde el 19 de julio de 1936, fecha en la que se inicia la sublevación, hasta el 17 de octubre del mismo año, en que las tropas gallegas rompen el cerco y entran en la capital asturiana.


En todas esas operaciones, va a tener un protagonismo principal el teniente coronel Teijeiro. Nacido en Baamonde (Lugo) un cinco de enero de 1892, sus primeros estudios se encaminan hacia el Seminario de Lugo donde cursa Humanidades. Convencido de que Dios no lo ha llamado para el sacerdocio, el 2 de septiembre de 1912 ingresa en la Academia de Infantería de Toledo. Tres años después ya como segundo teniente es destinado al regimiento de la Constitución nº 29. En 1916 entra por primera vez en combate contra el enemigo, cuando su Regimiento Wad-Ras, de guarnición en Tetuán, opera en la zona de Laucien.


El 10 de septiembre de 1917, ya como primer teniente, pasa a forma parte del Regimiento del Serrallo, de guarnición en Ceuta. Por espacio de dos años, hasta 1919, Teijeiro será agregado a fuerzas de Infantería de Marina que tiene como destino Fernando Poo, donde en octubre de ese año 19, le llega la noticia de su destino al Regimiento de Infantería Isabel la Católica, acantonado en el acuartelamiento de Atocha de La Coruña.


África le llama nuevamente y en 1921, de nuevo en el Regimiento del Serrallo, ocupa con sus fuerzas Robba y Ramíl, alejando del lugar a la Kabila de Beni Arós, distinguiéndose valerosamente en los combates y posterior toma del Fondak de Ain Yedida.


Con el nacimiento del Tercio de Extranjeros, obra cumbre del Teniente Coronel coruñés José Millán Astray y su lugarteniente, el comandante ferrolano, Francisco Franco Bahamonde y conociendo que muchos mandos de origen gallego se han alistado a la nueva unidad, solicita destino en la misma, siendo enviado a la IV Bandera, se encarga de XI Compañía que tomará parte en las operaciones de Monte Magán.

En 1922 Jesús Teijeiro sufrirá una herida de gravedad durante los sangrientos combates de Hayuna.


Restablecido y ya ascendido a capitán, se hace cargo de la I compañía de la IV Bandera, que se va a incorporar a la columna que manda el General Gómez Morato y que tendrá, en 1923, una destacada actuación en los durísimos combates de Tizzi Assa, donde Teijeiro y sus legionarios asaltan a la bayoneta calada las posiciones rifeñas. Por esa acción es condecorado con la con la medalla al mérito Militar.

En 1924, después de encarnizada pelea, participa en la ruptura del cerco de Tifarauin. La Comandancia Militar de Melilla, lo distingue en su orden del 14 de septiembre “por su entusiasmo, pericia, valor serenidad y excelentes dotes de mando”.

En mismo año, a las órdenes del Comandante Balcázar de la I Bandera de la Legión, participa en numerosas acciones de guerra. Su unidad es incorporada a distintas columnas que mandan Franco, Serrano, Castro Girona y Núñez de Prado.

Interviene en la famosa evacuación de Xauen, a las órdenes del entonces Teniente Coronel Francisco Franco Bahamonde, quien emite de Teijeiro este valioso juicio: “Teijeiro es un oficial valeroso, inteligente y de gran espíritu”. En 1925, con la V Bandera Legión, participa con su compañía en el célebre y decisivo desembarco de Alhucemas, desembarcando en la playa de la Cebadilla y distinguiéndose, junto con sus legionarios, en las operaciones de Yebel Malmusi y Monte Palomas. En 1926, asciende a comandante y se hace en propiedad con el mando de la V Bandera de la Legión.

Otros mandos del Ejército como José Millán Astray y Pablo Martín Alonso, emitirán los siguientes comentarios acerca de Teijeiro: “Jefe de ardiente espíritu militar”, dirá Millán. “Es muy valeroso y enérgico. Muy apto para difíciles misiones”. Por su parte, el que luego será ayudante del Rey Alfonso y ministro de Franco, apuntará sobre el militar gallego:“Tiene férrea disciplina, sólida instrucción y gran espíritu militar, así como su oficialidad. Posee grandes dotes de mando y extensos conocimientos profesionales”. Debido a este comentario, nacerá entre Martín Alonso y Teijeiro, una buena amistad, que se pondrá a prueba el día 20 de julio de 1936 en La Coruña con motivo del alzamiento Nacional.

En septiembre de 1928, Jesús Teijeiro, con treinta y seis años de edad, abandona la Legión y pide destino a la zona de Reclutamiento de Lugo. Allí va a contraer matrimonio con Luisa Revilla Vidal. De su matrimonio nacerán cuatro hijos, Conchita, Jesús, Mari Sol y Rosario.

Con la llegada al poder de la II república, y promulgada la famosa ley de Manuel Azaña, desde el ministerio de la Guerra, Jesús Teijeiro se acoge a ella y solicita el retiro a finales de julio de 1931. Desde Lugo se traslada a La Coruña, donde establece un negocio comercial. Pronto se granjeará Jesús, grandes amistades en la ciudad herculina, debido a su carácter afable y desinteresado.

Con la llegada al poder del Frente popular en febrero de 1936, el ambiente se carga de odio, rencor, anticlericalismo y antiespañolismo. Da comienzo entonces la primavera trágica que desembocará en la guerra civil más cruenta de la historia de España. El General Mola, destinado a Pamplona como Comandante Militar, inicia los preparativos del alzamiento con el sobrenombre de "El Director". En La Coruña, el encargado de coordinar los contactos con los oficiales de las diferentes guarniciones gallegas, es el teniente Auditor, destinado la 8ª división orgánica, Tomás Garicano Goñi.

Los conspiradores inician entonces una serie de reuniones clandestinas en diferentes lugares de la ciudad. En muchas de ellas participará Jesús Teijeiro, que se une a la conspiración de la mano del teniente coronel de Estado Mayor. Luis Tovar Figueras, al conocer que su gran amigo Pablo Martín Alonso, coronel del Regimiento de Zamora, va a encabezar la sublevación en la ciudad.

Caballeros de la Coruña.


En la mañana del 20 de julio y una vez conocidos los detalles de las detenciones de los generales Salcedo y Caridad, el comandante Teijeiro, se viste de uniforme y con su estrella de ocho puntas, se ofrece a su amigo Pablo Martín Alonso. Este le encargará organizar, con inusitada rapidez, unas milicias voluntarias coruñesas, creadas por los tenientes coroneles de la Guardia Civil, Florentino González Vallés y Benito de Haro, que van a llamarse “Caballeros de La Coruña”. Esta unidad voluntaria de policía y vigilancia, que se disolvió en 1937, con motivo del decreto de unificación de las milicias en la zona nacional, estuvo formada por conocidos coruñeses. Componían la milicia, gente entrada en años, por eso fueron popular y cariñosamente conocidos como “los mil ancianos”.

El Credo de Los Caballeros de La Coruña tenía seis apartados. El primero hablaba de las virtudes que han de tener Los Caballeros de La Coruña, “sin las cuales no se pueden alcanzar victorias, ni consolidar posiciones que den estabilidad a los anhelos Nacionales”.

“El Caballero de La Coruña ha de ser combativo, decidido y valiente. No importa que el enemigo esté situado en mejores posiciones, ni que su conquista sea peligrosa o difícil. Al enemigo hay que combatirlo donde y como se encuentre y llegar hasta él arrollándolo todo en un impulso definitivo y con un empuje varonil pleno de bizarría y valor”.

“El Caballero de La Coruña ha de ostentar como lema aquella valiosa frase pasada a la historia: “Sin trabajo no se llega al descanso y sin pelear no puede lograrse la victoria”. Sin sacrificio nada se consolida ni cimenta. Solo las razas seniles pueden manejar la palabra superfluo que por la osadía de su contenido no debe volver a conocerse en nuestra España”.

“Obediencia es renunciación de si mismo y entregarse a otro por disciplina”. “La obediencia es el eje de la disciplina y la suprema razón que ha de llevarnos al triunfo y a la gloria”.

“Espíritu de combate, de sacrificio, de disciplina, de compañerismo y de ciudadanía. He aquí el credo del CABALLERO DE LA CORUÑA”.

La unidad de Caballeros de La Coruña intentó desde el principio de su fundación paliar la escasez de tropas regulares en La Coruña.

Columnas Gallegas salen de La Coruña a liberar Oviedo, a finales de julio de 1936.

Uno de los lugares elegidos por la nueva unidad para hacer instrucción fue la Plaza de Toros. Vestían de traje y corbata, unas veces, y mono de color azul o gris, en otras ocasiones, con un brazalete que llevaba la leyenda "Caballeros de La Coruña”y en el que se distinguía una cruz de Santiago en Rojo. Su prenda de cabeza era un gorro cuartelero negro con cenefa roja. Algunos, en el frontal del gorro, le ponían las cinco flechas de Falange. Su cuartel estaba ubicado en la calle de Fonseca. Realizaban prácticas de tiro en Punta Herminia, tomaron parte en vistosos desfiles por las calles y participaron en cuantos actos de propaganda organizó el bando Nacional durante el tiempo que pervivió la unidad.

El requisito fundamental para inscribirse en esa milicia era no haber pertenecido a organizaciones del Frente Popular, ni haber militado en ningún partido de izquierdas. Mandos de los Caballeros fueron entre otros los Capitanes Méndez García, Enciso Gutiérrez; Tenientes: Navarro Gómez, Soto Quevedo. Se formaron cuatro compañías. Un centenar de Los Caballeros de La Coruña, se incorporaron a la columna del Teniente Coronel Teijeiro que logaría liberar Oviedo con el grueso de las columnas Gallegas el 17 de octubre de 1936.

Una vez pacificada la situación, desde varias ciudades gallegas, ente ellas La Coruña, se constituyen a finales del mes de julio, unas pequeñas columnas, cuatro en total, en las que proliferan, además de soldados profesionales, gran cantidad de voluntarios civiles. Una, al mando del Comandante Ceano López-Vivas, que se dirige a Oviedo por la costa lucense, ocupando Ribadeo, Vegadeo y Navia. En otra de ellas, la que operará desde Ponferrada vía Villablino, Puerto de Leitariegos, hasta el alto de La Espina, ya en el Principado de Asturias, y que está al mando del Comandante Vicente Gómez Iglesias, va un soldado voluntario de artillería, que se ha incorporado al alzamiento en la mañana del día 20 de julio en La Coruña. Su nombre Marcelino Fernández Montero. Mi padre.

En el mes de agosto, cae herido el Comandante Ceano López-Vivas, que mandaba una de las columnas de socorro a Oviedo. De La Coruña, sale para el frente, el Comandante Jesús Teijeiro para hacerse cargo de dicha unidad. Con Teijeiro al mando, los soldados gallegos liberan Otur, Luarca, Canero, Trevías y Paredes, entre vivas y aplausos de la población. y alcanzan el importante puerto de La Espina donde se unirán con la columna de Gómez Iglesias, para caer sobre sobre Salas. Desde ese momento la columna Teijeiro va a tener un enorme protagonismo en el difícil avance hacia Oviedo.

Las operaciones de las cuatro las columnas gallegas, bajo el mando supremo el coronel Martín Alonso, se escapan a este trabajo. Durante casi tres meses los nombres de Canero, Trevías, la Espina, donde confluirán tres columnas que serán ya mandadas por Teijeiro; Salas, Grado, Trubia, Puente de Peñaflor, Cabruñana, Cornellana y el Escamplero, quedarán grabados para siempre en el heroísmo y buen hacer de las tropas gallegas.

Soldados coruñeses en el Puerto de Leitariegos en dirección a Oviedo. Abajo a la izquierda mi querido padre Marcelino.


En septiembre, el comandante Teijeiro es ascendido a Teniente Coronel por méritos de guerra. Su columna será reforzada por la III Bandera de la Legión al mando del Comandante Ricardo Alonso Vega y por el III Tábor de Regulares del comandante Civantos.

En los primeros días de octubre, los combates son durísimos, con una climatología adversa con constantes aguaceros y profusa niebla. A duras penas, los soldados gallegos se abren paso hacia su objetivo final: Oviedo. Los defensores están extenuados. En iguales circunstancias se encuentran los liberadores que han sido reforzados por cuatro Tábores de Regulares más y dos de la Mehala Jalifiana. La III Bandera de la Legión ha sufrido más del 80% de bajas, entre acciones de indescriptible heroísmo.

Ante tan complicado panorama, Teijeiro se decide a variar la marcha, puesto que Trubia, magníficamente defendida por el enemigo, se ha convertido en un bastión inexpugnable. Hace retroceder a sus soldados y escoge para tal fin el antiguo camino Jacobeo que va desde Peñaflor, Santullano, Escamplero, para caer, por el monte Naranco, sobre Oviedo.

Los combates del Escamplero son reñidísimos. Se lucha cuerpo a cuerpo y el enemigo es desalojado de sus posiciones a la bayoneta calada. El día 15 de octubre, Teijeiro recibe el dramático mensaje del jefe de los defensores de Oviedo, el coronel Antonio Aranda:“Sólo nos resta morir como españoles”.


El teniente Coronel Teijeiro, es consciente de la terrible situación en que se encuentran las tropas defensoras y en sus decididas órdenes va a volcar su pericia y estrategia. En la noche de día 16 de octubre, Teijeiro ordena a una agrupación de fuerzas de Regulares, al mando del Comandante Gallego Muro, avanzar en completo silencio hacia posiciones enemigas. Ocupan por sorpresa las alturas del Monte Naranco, desde donde se divisa Oviedo, fijando al enemigo en San Claudio. La noche se ve envuelta en una espesa niebla.

Las Columnas Gallegas en Oviedo ya liberado.


A la mañana del sábado día 17 y una vez despejadas las condiciones climatológicas, Teijeiro ordena al capitán habilitado a comandante, Jacobo López García, avanzar sobre Oviedo. La columna la componen fuerzas de la Guardia de Asalto de La Coruña, voluntarios de Orense y de Puentedeume. Estos toman Villamar, la loma de Pando y las primeras casas del barrio de la Argañosa. A las seis de la tarde las tropas de López García, se presentan en la calle Uría, que está cerrada con parapetos. Se les hace nutrido fuego. ¡Viva España! ¡Arriba España! ¡Somos los gallegos!, gritan desesperadamente, ante la gran desconfianza de los sitiados al ver a tropas de asalto entre los que llegan. Una vez comprobado que, en efecto, son los liberadores, el comandante López García es llevado ante la presencia del coronel Antonio Aranda, que lo abraza efusivamente y le dice que tan sólo dispone de treinta hombres para acudir al fuego. El cerco ha sido terrible. Las tropas liberadoras reciben un rancho en frío y algo de sopa caliente.


A las nueve de la noche con un Oviedo completamente a oscuras, el coronel Martín Alonso y el Teniente Coronel Teijeiro, entran en la ciudad y se abrazan con Aranda. Teijeiro vestía un sencillo mono de color caqui. Los ciudadanos lloran y gritan de emoción y vitorean a los quinientos soldados gallegos que esa noche ya dormirán en la capital asturiana.

El cerco a Oviedo ha sido roto por los valientes “mariscos” gallegos, como gustaba a Teijeiro llamar a sus bravos soldados, debido a que muchas de las unidades combatientes tenían el dibujo de un centollo en sus escudos y parches de brazo. La entrada de los soldados de Teijeiro, significó un importante alivio para Oviedo que conseguiría, a partir de la fecha, quedar comunicada con el bando nacional que dominaba Galicia. Gracias a ello, se pudo nutrir de todos los medios a

la ciudad y evacuar a los heridos.


En la mañana del día 23 de noviembre de 1936, el teniente coronel Teijeiro paseaba plácidamente por la calle Uría, manteniendo una amena conversación con su ayudante, cuando la metralla de una bomba arrojada por aviones enemigos, hiere de muerte al valiente y legendario soldado. Cuatro días más tarde fallecería en la villa de Grado, adonde había sido trasladado con suma urgencia. Por expreso deseo del finado, su cuerpo fue enterrado en su Baamonde natal. Se le concedió a título póstumo una nueva medalla al mérito militar y fue ascendido a coronel con la antigüedad del día de su muerte.

Coronel Antonio Aranda Mata, defensor de Oviedo.


El funeral, que se celebró en Luarca, fue oficiado por el Obispo de Oviedo y contó con la asistencia de su viuda, hijos, familiares, así como numerosas autoridades civiles y militares.


Jesús Teijeiro había sido clave en la liberación de Oviedo. Durante años, la ciudad asturiana le rindió numerosos homenajes de gratitud y admiración. Una calle llevó su nombre y un monumento perpetuó su memoria hasta la llegada de la maldita ley de la memoria histérica. También en La Coruña el nombre de su calle en la Ciudad Jardín desapareció por culpa de los sectarios y malvados podemitas, socialistas y separatistas. Así paga el mal pueblo a sus héroes. Algún día resplandecerá la verdad y Jesús Teijeiro Pérez, volverá a ocupar el lugar que se merece, por méritos propios, en la historia de los valientes héroes de nuestra querida España.


Carlos Fernández Barallobre.


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