POR CARLOS FERNÁNDEZ BARALLOBRE.
General Leopoldo Saro y Marín.
El día 8 de septiembre de 1925, tenía lugar el desembarco de la bahía de Alhucemas. Con aquella operación anfibia de desembarco masivo de tropas españolas, apoyadas por la Armadas de España y Francia, se iniciaba el final de aquella desdichada guerra que había supuesto para nuestra patria una tremenda sangría con la muerte de numerosos de sus hijos.
El general miguel Primo de Rivera, presidente del directorio Militar, consciente de que Alhucemas, era el centro neurálgico desde el que se organizaba la resistencia contra el ejército español y los ataques de los kabileños de Beniurriaguel y Tensamán, al mando del traidor Abd el Krim, preparó con la ayuda de Francia un desembarco en aquel estratégico lugar. Ya en 1922 el entonces comandante legionario Francisco Franco había escrito en su “Diario de una Bandera” lo que sigue: “Alhucemas en el foco de la rebeldía antiespañola, el camino de Fez y la salida corta al Mediterráneo. Allí está la clave de muchas propagandas que terminaran el día que sentemos el pie en aquellas costas.” No se equivocaba en nada el brillante y bravo jefe militar. Por ello, tras el desastre de Annual en 1921 y la retirada de Xauen en 1924, todas las miradas se clavaron en Alhucemas. Ahí estaría la resolución de tan sangriento conflicto bélico.
Se proyectó entonces una acción militar en la que participarían como fuerzas de desembarco dos Brigadas compuestas por seis batallones de Infantería, dos Banderas de la Legión, Infantería de Marina, varios Tabores de Regulares y Mehala Jalifiana, así como tres baterías de Artillería, unidades de ingenieros, Sanidad e Intendencia. Una de las Brigadas estaría al mando del General Leopoldo Saro y Marín y otra con el general Fernández Pérez a la cabeza. La Brigada de Saro partió desde Ceuta, haciendo lo propio la de Fernández Pérez desde Melilla. La fuerza que mandaba el General Saro Marín estaba formada por 4500 hombres al mando del Coronel Francisco Franco Bahamonde.
El desembarco de alrededor de trece mil soldados fue posible gracias a 24 barcazas tipo K que España había comprado a Gran Bretaña y que habían participado en el desembarco fracasado de la bahía de Galípoli, en 1915, dentro de las acciones bélicas de la Primera guerra mundial.
1925. Desembarco de Alhucemas, que pondría fin a la desdichada guerra Hispano-marroquí.
Aquella acción de Alhucemas, apoyada por numerosos buques de la Armada hispano-francesa y aviones de ambas naciones, supuso para España la primera operación anfibia en la que participaba en la era moderna.
La bahía de Alhucemas estaba situada entre los cabos de Morro Viejo y Morro Nuevo a la izquierda y Monte Malmusi al a la derecha. Entre ellos las playas de la Cebadilla e Ixdain.
A las doce menos veinte de la mañana de aquel 8 de septiembre, la columna que manda el coronel Franco pone pie en la orilla de las playas. Con el agua dándoles por el pecho, Legionarios y Regulares se lanzan por las planchas de desembarco sin vacilar hacia la playa. A la bayoneta calada se tomaron aquellas dos playas de la Cebadilla e Ixdain, dejando en ellas decenas de soldados muertos por el intenso fuego de ametralladoras, fusiles y artillería que emplearon los rifeños de Abd-El-Krim.
Por su destacada actuación en esa operación mereció el general Saro Marín ser ascendido a general de división, en el mes de octubre de ese año 1925, puesto que sus tropas ampliaron de seguido a fuerza de sangre y valor, la base de desembarco, ocupando el macizo de Yebel Malmusi y el Monte de las Palomas tras durísimos combates. En 1926 el Rey Alfonso XIII le concedió el título nobiliario de Conde de la Playa de Ixdain por su magnífica actuación en el desembarco de Alhucemas, una acción bélica que sentaría un precedente y que sería estudiada en profundidad y copiada a gran escala por el general Dwight D. Eisenhower, jefe supremo del mando Aliado para realizar el gran desembarco en las costas francesas de Normandía el 6 de junio de 1944.
Pero ¿quién era el general Leopoldo Saro Marín?
Hijo del coronel de Infantería Lesmes de Saro González y María Martina Marín de Almansa, Leopoldo nace en Morón (Cuba) el once de enero de 1878.
1898. Soldados españoles en la guerra de Cuba.
En 1893 ingresa en la academia de Infantería de Toledo, siendo promovido al empleo de segundo teniente en 1895. Destinada al Regimiento de Canarias participa con su batallón en la guerra de Cuba, en acciones en la provincia de Cienfuegos.
Al año siguiente su batallón fue destinado a la Habana donde Saro participa en las acciones militares de la trocha de Mariel y Punta Brava, donde caerían muertos el líder de la revolución cubana Antonio Maceo y su lugarteniente Panchito Gómez Toro. Es destinado al regimiento de Infantería de Saboya combatiendo en la zona de Colon en la provincia de Matanzas, donde es recompensado con una Cruz Roja al Mérito Militar. Siguió luchando en Matanzas, y ascendido por méritos de guerra a primer teniente.
Destinado a Puerto Príncipe (Camagüey) con el regimiento de Cazadores de Cádiz, Saro participaría, en 1898, dentro de la guerra hispano-yanqui en el ataque al campamento de Nueva Habana, residencia del gobierno insurrecto, encargándosele en el mes de abril la fortificación de Nuevitas, resistiendo al mes siguiente el bombardeo y ataque a esta plaza por la escuadra norteamericana.
Concluida la guerra con la pérdida de la isla de Cuba, Saro regresa a España incorporándose a la Zona de Reclutamiento de Madrid, recibiendo una segunda Cruz roja al Mérito Militar. En 1902 asciende a capitán, siendo destinado en 1904 al batallón de Cazadores de Madrid.
En 1906 se casa con Josefa Saro Moya, natural de Úbeda.
En julio de 1909, al estallar la guerra de Marruecos, el capitán Saro participa en sustitución de un capitán de baja por enfermedad, en la acción del barranco de Lobo, al mando de una compañía con la que consiguió replegarse en perfecto orden.
Toma parte también en el famoso combate de Taxdirt, por el que se le concedió Mención Honorífica; Hidum, ocupación de Nador y de la alcazaba de Zeluán, siendo por ello ascendido a comandante por méritos de guerra.
En 1911 regresa desde España a la zona de guerra en el norte de África, destinado al Batallón de Cazadores de Tarifa. Con él participara en numerosas acciones de guerra, siendo gravemente herido el 25 de diciembre al recibir una herida de bala en el brazo izquierdo al tratar de desalojar al enemigo del poblado de Bohuat, siendo premiado su comportamiento con la Cruz de María Cristina de 2.ª Clase.
1909 Desastre del barranco del Lobo.
Tras restablecerse de su herida regresa a su batallón, interviniendo el 19 de marzo de 1912 en el combate de Ulad Ganen, por el que se le recompensó con una Cruz roja al Mérito Militar, el 22 en el combate de Haduya y el 15 de mayo en la acción en que cayó muerto El Mizzián abatido por Fuerzas de Regulares, en los alrededores de la posición de Kaddur. En agosto de ese año, Leopoldo Saro es ascendido nuevamente por méritos de guerra a Teniente Coronel, siendo destinado al Regimiento de Asturias, de guarnición en Leganés (Madrid).
En 1918 ascendido ya a coronel toma posesión del mando del Regimiento Inmemorial del Rey con sede en Madrid.
Dos años después, en el acuartelamiento de ese histórico Regimiento, el Coronel Saro como Jefe del Regimiento tomaría juramento de fidelidad a la Bandera de España por parte del Príncipe de Asturias Don Gonzalo de Borbón. El Coronel Saro, tras esa importante ceremonia, acompañaría a Don Alfonso XIII a la Academia de Infantería de Toledo para depositar en su Museo la antigua bandera del Regimiento Inmemorial. En prueba de gratitud sería nombrado gentilhombre de cámara de su Majestad el Rey Alfonso XIII.
En 1921, un mes después del desastre de Annual, el coronel Saro se trasladó a Melilla al mando de un batallón de su regimiento Inmemorial del Rey, encuadrado en las columnas que mandaban los generales Cabanellas y Sanjurjo, desembarcando con sus hombres en la zona de la Restinga y conquistando posteriormente Nador. En el mes de octubre toma el mando de una media Brigada que se distinguirá en la ocupación a la bayoneta calada de Sebt. Con sus tropas Saro recuperará para España, el Gurugú, Zeluán, Monte Arruit y Taxuda.
En 1922 asciende a general de Brigada, ocupando el mando de la 1. ª Brigada de la 1. ª División.
En septiembre de 1923 el Capitán General de Cataluña Miguel Primo de Rivera da el golpe de estado y con la anuencia del Rey Alfonso XIII nace el directorio Militar. En él, el general Saro será nombrado, en 1924, Alto Comisario y jefe del Ejército de España en África, confiándosele, a su llegada a Tetuán, el mando de la Línea de Río Martín a Buixán y de las columnas que operaban en ella.
Junto a al entonces Teniente Coronel Francisco Franco, dirige la retirada y repliegue de Xauen, ordenada por el gobierno de Primo de Rivera, estableciendo una nueva alinea de posiciones tras cerrar por completo la comunicación de Tánger con Anyera.
1925. El presidente del Gobierno Teniente General Miguel Primo de Rivera, embarca para presenciar la operación del desembarco de la bahía de Alhucemas.
En el mes de junio de 1925 el general Saro toma el mando accidental de la Comandancia General de Ceuta, participando en junio de ese año en la conferencia de Madrid que posibilitó el entendimiento bélico entre España y Francia contra el enemigo común Abd –El-Krim, y donde acordaron el desembarco de tropas españolas en la bahía de Alhucemas con la cooperación y apoyo de una flota naval y aérea, de ambos naciones y a la que asistieron el presidente de Gobierno General Primo de Rivera, el mariscal francés Philippe Pétain, que coordinaría las operaciones del ejército francés; el general José Sanjurjo, que sería el jefe ejecutivo de la acción militar y otros altos mandos militares del ejército español, entre ellos el coronel Francisco Franco, cuya extraordinaria acción en el posterior desembarco le valdría el ascenso a general de Brigada en 1926, convirtiéndose con treinta y tres años en el general más joven de Europa, algo solo logrado en la historia, hasta aquella fecha, por Napoleón Bonaparte.
El general Saro sería el encargado de reconocer en agosto la zona de Alhucemas donde iba a realizarse la operación, trasladándose por ello al Peñón de Alhucemas, al haber sido nombrado como jefe de una de las columnas que realizarían el proyectado desembarco realizado el 8 de septiembre en las playas de Ixdain y la Cebadilla como hemos ya relatado.
En 1927 el general Saro toma posesión del Gobierno Militar de Madrid. Tras tres años en el cargo es nombrado capitán general de la séptima Región Militar, pasando en abril de 1931 a tomar posesión de la capitanía general de Sevilla, de donde sería fulminantemente cesado por las nuevas autoridades de la II república. Al quedar en situación de disponible fija su residencia en Madrid, pasando en el mes de julio de ese año 31, tras un viaje que realiza a Filipinas por cuestiones personales, a situación de segunda reserva.
En agosto de 1932 el General Saro fue detenido y separado del servicio, siendo posteriormente procesado por el Tribunal de Responsabilidades Políticas que le sentenciaría por un delito de alta traición, por su actuación en el pronunciamiento del general Miguel Primo de Rivera en septiembre de 1923, a la pena de seis años de destierro a doscientos cincuenta kilómetros de Madrid y a doce años de inhabilitación absoluta con pérdida de derechos pasivos, ingresando en prisión.
Con el triunfo en las elecciones de noviembre de 1933 de la coalición radical-derechista, el general Saro sería amnistiado en 1934, reingresando en el ejército y pasando a la situación de segunda reserva. Sería algo, como comprobaremos, que no le perdonarían los marxistas asesinos y sedientos de sangre. Leopoldo Saro estaba en posesión de las Grandes Cruces al Mérito Naval con distintivo rojo (1926), San Hermenegildo (1929), de la Corona de Italia (1924) y de la República Cubana (1930).
Grupo escultórico dedicado en Úbeda al General Leopoldo Saro.
Leopoldo Saro decide entonces irse a vivir a Úbeda, de donde era su esposa y donde poseía propiedades y a cuyo desarrollo había contribuido enormemente a través del apoyo que había prestado a la construcción de sistemas de riego, escuelas públicas, archivo y biblioteca, parador Nacional y sobre todo destacándose en su denodada luchó para que el tren de la línea Baena-Utiel pasase por la misma ciudad de Úbeda. En agradecimiento el pueblo de Úbeda, por suscripción popular, le dedicó una estatua, obra de escultor Jacinto Higueras, encargada por el Ayuntamiento en 1928 e inaugurada en 1930, y cuyo coste se elevó a 5.000 pesetas. Con la llegada de forma fraudulenta, y por el abandono del Rey Alfonso XIII, de la II república, el ayuntamiento de Úbeda, ya gobernado por republicanos, exige en mayo de 1931 a la familia Saro la retirada de la estatua. La familia obedece y retira la estatua, llevándosela a su finca de “El Teatino” donde quedará instalada.
En el mes agosto de 1936, el general Saro, que ese momento contaba 58 años de edad, se encontraba en su casa madrileña, adonde había llegado desde su residencia de Úbeda, para asistir en julio de ese año al multitudinario entierro del líder del bloque Nacional José Calvo Sotelo, asesinado vilmente en la madrugada del 13 de julio por un capitán de la Guardia Civil, Fernando Condés, miembros del Cuerpo de Asalto y pistoleros de la escolta particular del destacado dirigente socialista Indalecio Prieto, cuando una partida de patibularios milicianos entre los que se mezclaban gentes de la FAI (Federación Anarquista Ibérica) y de la JSU (Juventudes socialistas unificadas), entrando violentamente en su domicilio, procedieron a la detención del General por el único delito de ser miembro de la familia castrense, pues el general, al no vivir en Madrid, se había mantenido al margen de los preparativos y posterior alzamiento Militar de las tropas acantonadas en los cuarteles madrileños y en el céntrico cuartel de la Montaña, donde se encerró el general Joaquín Fanjul Goñi, que al final, tras innumerables dudas e incertidumbres, se hizo cargo de la sublevación en la capital de España con resultado adverso.
Estatua del General Leopoldo Saro en Úbeda. Se pueden ver perfectamente los impactos de las balas cuando la estatua fue fusilada por elementos anarquistas en el verano de 1936.
Es llamativo que mientras el general Saro era detenido en Madrid, milicias revolucionarias anarquistas lo buscaban en Úbeda. Un tropel de ellos, completamente desarrapados, asaltan la finca del “Teatino” y al comprobar que el general Saro no se encuentra en ella, fusila su estatua, la arrancan del pedestal, arrojándola a una alberca donde pasará los tres años de guerra hasta que las tropas Nacionales entren en Jaén al final de la contienda. La estatua de bronce quedaría marcada para siempre con el impacto de las balas disparadas por aquellos energúmenos asesinos.
Con la llegada de la paz de Franco, la estatua del general Saro volvió al centro de Úbeda. Con el fallecimiento del Generalísimo Franco y la llegada de la monarquía del Rey Juan Carlos y tras unas elecciones municipales, un alcalde socialista, aprovechando la irrisoria justificación de la construcción de un aparcamiento envió la estatua del general Saro a un almacén del olvido. Con la llegada en 1995 al consistorio como primer edil del popular Juan Pizarro, la estatua del general Saro Marín volvió a su emplazamiento, donde continua a día de hoy.
Retomando las vicisitudes del general Saro, este fue conducido a la cárcel de donde sería sacado el día 19 de agosto para ser enviado al paredón de fusilamiento sin ningún tipo de juicio. Las milicias que lo iban a fusilar presentaban un aspecto indecente. Sin afeitar, en camiseta, completamente desastrados. Ante ello, el general Saro, gallardamente, solicitó al oficial de mayor rango que mandaba el piquete de ejecución, la presencia de un general. El oficial contestó que no se podía cumplir el deseo del general a lo que Leopoldo Saro alegó “entonces yo que soy general del Ejército Español os ordeno que os uniforméis de forma reglamentaria como yo estoy uniformado, para proceder a mi fusilamiento.” Saro consiguió que aquella tropa de facinerosos se uniformara y de forma orgullosa y elegante se encaminó directo al paredón, rechazando una venda que le ofrecieron, indicando a sus verdugos que iba a morir mirándoles a los ojos y que su último deseo era como mando de mayor rango presente, dar la orden de fuego. El oficial al mando de aquella partida le respondió entonces: “excelencia, usted no puede dar la orden de su propia muerte”. De seguido, sin atender los ruegos del general, quien mandaba el pelotón dio la orden y una descarga de fusilería acabó con la vida del general Leopoldo Saro que había dado, con su ejemplo, una lección de valor, patriotismo y espíritu castrense inolvidable, que tanto impresionó a sus asesinos que algunos de los que formaban el pelotón de ejecución no fueron capaces de disparar contra uno de los héroes del famoso desembarco de Alhucemas, el General Leopoldo Saro y Marín.
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