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1936. La Checa del "Castillo" del barrio madrileño de La Guindalera.


Siervas de María asesinadas en al checa del Castillo o la Guindalera de Madrid.


En aquel siniestro Madrid de la guerra de Liberación Española, donde los asesinos y patibularios socialistas, comunistas, anarquistas y de otras facciones que formaban el llamado Frente popular, campaban a sus anchas, dejado terror, miedo, odio, sangre y crimen por doquier, se distinguió una checa llamada del Castillo o La Guindalera. Situada en el número 9 de la calle Alonso de Heredia, estaba integrada por elementos del partido Comunista.


Al fracasar el Alzamiento Nacional en Madrid, el día 20 de julio con el asalto por parte de las milicias izquierdistas al cuartel de la Montaña y la posterior matanza de sus defensores, el terror se instala en las calles de Madrid. La gran mayoría de los partidos de izquierdas, armados por orden del gobierno que presidida el boticario Giral, comienzan a incautarse de palacios, fincas, hoteles y chalets, a fin de destinarlos a sus respectivos cuarteles generales. Un grupo de comunistas se incauta de El Castillo, que al principio servirá de cuartel de una milicia, para convertirse luego en una espelúznante checa.


A primeros del mes de agosto y tras la reunión celebrada en el círculo de Bellas Artes madrileño, presidida por el Director General de Seguridad, diputado a Cortes por el Partido de Izquierda Republicana y miembro de la Masonería con grado 33, Manuel Muñoz Martínez, donde se crearía el Comité Provincial de Investigación Pública, que en colaboración con la propia dirección de Seguridad se encargaría de dirigir la política represiva en la capital contra los que eran considerados como enemigos facciosos o quinta columnistas.


Nacían si de esa forma y con carácter oficial las siniestras checas que se extenderían como un reguero de pólvora por todos los barrios de Madrid. El nombre de Checa provenía del apócope ruso “Chrezvichaianaia Komissa” CK, comisión extraordinaria traducida al español, creada en la Unión Soviética en 1917 por los bolcheviques, como primera policía política, para reprimir con dureza y terror todo acto contrario a la revolución de Lenin. El modelo de aquella siniestra instalación se exportó a la España roja y marxista en el verano de 1936. En ella, sin ningún tipo de ley, ni justicia, se detenía, interrogaba, torturaba, juzgaba, de forma sumarísima, con el único fin de asesinar a sospechosos de simpatizar con el bando Nacional, por sus creencias religiosas o simplemente por llevar sombrero.


1937. Plano de la Checa El Castillo de la Guindalera.


De aquella pequeña en dimensiones checa de la Guindalera, quedarían al mando una pareja de rusos, apellidado él Bherzensko, que acompañados de una comunista alemana que hablaba a la perfección el español, unos delincuentes comunes Jacinto Vallejo y Román de la Hoz Vesgas, sacados de la cárcel por la autoridades del Frente Popular y otro depreciable sujeto llamado Primo García, se convirtieron en los jueces que decidían sobre el derecho a vivir de numerosos españoles que tuvieron la desgracia de caer en su manos.


En el Castillo impusieron una férrea y feroz disciplina utilizando en los interrogatorios de los inermes e infelices detenidos todo tipo de malvados y refinados tormentos. Allí se aplicaron hierros candentes, arrancamiento con tenazas de uñas de las manos y pies y el sillón eléctrico, que causaría, al no aplicar bien la corriente, varias muertes por electrocución. Otra forma de asesinar fue la de, tras el interrogatorio brutal e inhumano, atar a la parte trasera de un vehículo al detenido. Ya en las afueras de Madrid, la indefensa víctima era arrastrada hasta hacerle perder la vida. Y si esto no sucedía, había siempre algún “valiente” voluntario para darle el tiro de gracia. También en la afueras de Madrid utilizaron otra “técnica” que consistía en aplastarle a los detenidos la cabeza con un gran piedra, dejando el cadáver en el mismo lugar del martirio sin documentación alguna, al serles robados todos los objetos de valor que llevaban encima, Algo que hacían sistemáticamente con la intención de que no fuesen identificados.


Incluso los dos rusos blandían un látigo de colas, instrumento de tortura importado de su país, que era manejado con gran destreza por las crueles manos de aquella pareja de criminales. Tanto abusarían del látigo que les llevaría a la perdición, al usarlo contra los propios comunistas integrantes de la checa. Uno de aquellos esbirros, al que había azotado con su látigo, se rebeló contra el soviético Bherzensko y le encañonó con su pistola mientras otros le daban una soberana paliza. El S.I.M silenció el asunto pero desde aquella agresión en la checa del Castillo se suprimió la utilización brutal de aquel método.


Cuando interrogaban y torturaban a los detenidos los sayones comunistas ponía a funcionar una potente radio que ahogaba y disimulaba los gritos de las indefensas víctimas. Aquellos infames marxistas, llenos de odio y rencor, celebraban con regocijo sus fechorías. Cada vez que torturaba a algún detenido jocosamente comentaban entre ellos “que había corrida de toros".


Además de dedicarse al pillaje y saqueo de los domicilios y palacios -con el de Larios-, a los que iban a buscar a sus detenidos, el 20 de noviembre de 1936 fue sacado de su domicilio el anciano de ochenta y cuatro años de edad, Augusto Enríquez, natural de El Guardo (Palencia). Este anciano se encontraba impedido y fue acusado por los milicianos del absurdo delito de hostigar con un arma de fuego a las milicias desde su domicilio. A rastras y empujones los sacaron de su domicilio para llevárselo a la checa donde le dieron una brutal paliza de resulta de la cual fallecería. De seguido cogieron su cadáver lo subieron a un camión y lo tiraron como un fardo en la parte de atrás de la iglesia del Pilar de La Guindalera. Uno de los milicianos le remataría de un tiro de gracia en la cabeza al comprobar que aún vivía.


Más pavorosa y malvada fue la detención de varias Religiosas de las Siervas de María de Pozuelo de Alarcón que asistían con su bondad, recabando las limosnas de los vecinos de los pueblos de la zona, un pequeño hogar infantil. Una partida de patibularios comunistas las detuvo y se las llevó a la checa del Castillo en la Guindalera. Eran Sor Aurelia López, nacida en San Lorenzo del Escorial, que contaba 86 años de edad. La vitoriana de setenta años de edad, Sor Aurelia Arámbarri, la navarra Sor Daría Andiarena Sagaseta, de 57 años de edad y la santanderina de 36 años, Sor Agustina Peña Rodríguez. Fueron encontradas en una casa particular donde se refugiaron. Ante los insultos, golpes y acusaciones de que eran monjas, Sor Daría, con gran entereza y valor se dirigió a su captores diciendo: “Somos en efecto religiosas pueden hacer lo que quieran de nosotras, pero yo les suplico, que a esta familia no les hagan nada, pues, al vernos sin casa y autorizados por el Comité de Pozuelo, nos recibieron en la suya por caridad”.


En el Castillo fueron vejadas, maltratadas, torturadas de manera perversa y brutal. Tras todo aquel calvario, en la noche del seis al siete de diciembre las subieron a un vehículo, sin apenas ropas y las condujeron a la zona de Aravaca. Allí, por odio a la Fe, las fusilarían de forma ignominiosa y cobarde.


El 13 de octubre de 2013, fueron Beatificadas en Tarragona, junto a otros 522 mártires, en una gran celebración que presidió el cardenal Ángelo Amato, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos y representante del Papa Francisco.


Otro siniestro episodio de aquellos chequistas de la Guindalera fue la detención, tortura y posterior asesinato y desaparición de la joven Carmen Cabezuelo López.


En 1936, Carmen Cabezuelo, una joven natural de Sigüenza, que contaba 25 años de edad, era una de las máximas dirigentes de la Sección Femenina de Falange Española de las JONS de la sierra madrileña, pues tenía su domicilio en San Lorenzo de El Escorial, Su padre Francisco Cabezuelo era en aquellos instantes administrador de la conocida marca de chocolates “Matías López”, Carmen mantenía un idilio amoroso con el dirigente falangista José María Alfaro.


Carmen Cabezuelo.


El 19 de julio de 1936, Carmen, tras una denuncia de un obrero de la fábrica de Matías López, de filiación marxista, llamado Carlos Vega, es detenida en El Escorial por una partida de milicianos que la trasladó al ayuntamiento de la localidad, donde por orden del alcalde, el socialista Dionisio Fernández- Salinero Ferro, fue interrogada. Gracias a las gestiones realizadas por los propietarios de la empresa chocolatera y del padre de la propia Carmen, esta es enviada a la cárcel del Escorial que se encontraba situada en el salón de coches del Monasterio. Allí Carmen, con la pasividad del alcalde Salinero, que conocía las técnicas empleadas en la prisión por los sayones socialistas, sería maltratada, vejada y amenazada, incluso de muerte, por un miliciano que llegó a colocarle el cañón de una pistola en la boca con intención de apretar el gatillo si no delataba a todos sus camaradas falangistas. Durante este tiempo fue sacada de la cárcel de madrugada, para darle el “paseo”, en varias ocasiones, haciendo el Alcalde Salinero la comedia de que por sus desvelos y gestiones la había salvado de la muerte.


En prisión, Carmen Cabezuelo, debido a unos problemas de estómago que padecía desde niña, fue ingresada en la enfermería del centro penitenciario. Allí estaría hasta el día 4 de octubre en que saldría en libertad por orden del alcalde Salinero, que bajo el pretexto de enviarla a un sanatorio en la capital, la instaló en una casa de la calle de Toledo nº 54, en el piso de unas tías suyas, volviendo a presentarse como su salvador, brindándole incluso su protección.


Pasados unos días, Carmen se tendría que presentar en el cuartel general de las Milicias de Guadarrama donde era reclamada y donde se le comunicó que estaba sentenciada a muerte. Sin embargo el mismo oficial que la había notificado la terrible noticia vino a comunicarle que esta había sido revocada y que podía irse libremente de nuevo a Madrid, regresando a la calle de Toledo donde gozaría en esos meses de octubre y noviembre de 1936 de libertad. En diciembre Carmen fue detenida de nuevo por un grupo de agentes de policía. Llevada a un cuartel comunista de la Carretera de San Francisco, allí estaría privada de libertad durante un mes.


Angustiada por tanta detención Carmen decidió pedir asilo en la embajada de Finlandia, situada en el número 21 de la calle de Zurbano, donde habían encontrado refugio un gran número de militares, falangistas y de otros partidos de derechas, que se encontraban acosados y perseguidos por las milicias populares y por los servicios de vigilancia del Frente popular. Todos los diplomáticos fineses habían huido del Madrid rojo y al frente de la legación quedó un sujeto llamado Francisco Cachero, que adquirió de motu propio el título de cónsul honorario del país del norte de Europa. Cachero, un canalla de tomo y lomo, preparó todo un siniestro teatro. Corrió por todo Madrid que en la legación de Finlandia se daba refugio a quienes huían de los sistemáticos paseos, sacas y otros desmanes realizados por las milicias socialistas, comunistas y anarquistas. Comerció de ese modo con la angustia, desesperación y terror de numerosos ciudadanos, a los que exigió para acogerlos en la embajada y en otros pisos que, al haber tanta demanda, Cachero y su banda habían abierto, bajo bandera de Finlandia, en diferentes lugares de la capital, unas importantes cantidades de dinero. En aquellos lugares se llegaron a hacinar más de 2000 personas, que proporcionaron al sinvergüenza de Cachero y sus compinches, todos ellos funcionarios del gobierno del Frente Popular, sustanciosos beneficios económicos.


El día 3 de diciembre la Consejería de Orden Público de la Junta de defensa de Madrid ordenó el asalto por la fuerza de las instalaciones diplomáticas finesas. Como excusa para tal violación del territorio de un país extranjero adujeron que desde uno de los balcones de la casa de la calle de Zurbano alguien había disparado a unos milicianos que se encontraban enfrente del edificio, Allí, además de Carmen Cabezuelo, serían detenidas 400 personas todas ellas de nacionalidad española, 185 mujeres y 345 hombres, algunos de ellos niños. Tras el asalto muchos de los refugiados fueron enviados a la prisión de mujeres de San Rafael en Chamartín. Allí Carmen se encontraría con su madre también detenida.


A principios del mes de enero de 1937 Carmen Cabezuelo sale en libertad. Pero el día 20 de enero de 1937 un grupo de milicianos del Radio Este comunista de la Guindalera, que llevaban semanas siguiéndole los pasos a un grupo numeroso de falangistas y tradicionalistas que permanecían emboscados en la retaguardia madrileña, detienen en plena calle de Alcalá a Carmen a la que conducen a la checa de la Guindalera “El Castillo” en la calle de Alonso de Heredia.


En el castillo, Carmen permanecería hasta principios de marzo de ese año 37. Allí, donde sería maltratada y torturada por los chequistas, tomaría contacto con varios miembros de la organización quintacolumnista” Antonio del Rosal o España única” que acababa de ser desmantelada por el SIM, entre ellos su máximo líder, el también falangista, teniente de complemento, Antonio del Rosal. España Única era una pequeña organización de aquella heroica, intrépida, y nunca bien valorada quinta columna, que actuó con desmedida audacia y desprecio de su vida en aquel siniestro Madrid rojo. La organización Antonio Del Rosal, junto al Auxilio Azul de la Sección Femenina de la Falange Española, fueron las primeras organizaciones que ampararon, escondieron en embajadas, consulados y pisos particulares, y ayudaron a pasar a zona Nacional a numerosos españoles, salvándoles de una muerte segura.


Carmen, durante los casi dos meses que estuvo detenida en la Guindalera, mantuvo contacto con Del Rosal, a los que su verdugos propinaban tremendas palizas. Del Rosal será fusilado en Paterna en septiembre de 1937.


A primeros de marzo de 1937, entre los días 3 y 5, Carmen Cabezuelo salió de la checa del Castillo y se le perdió para siempre la pista. Nunca más se le volvería ver. Finalizada la guerra de Liberación Española, el padre de Carmen declaró ante las autoridades Nacionales, que en su incesante búsqueda había conocido un rumor de que su hija se encontraba detenida en las dependencias del SIM (Servicio de Información Militar) frente populista en el Ministerio de la Marina de Madrid. Incluso a sus oídos llegó también una noticia de que Carmen había sido trasladada a la cárcel de Montjuich de Barcelona. En ningún lugar quedó constancia de ella. Nadie dio con su paradero. De aquella desaparición, que tuvo que llevar aparejada su asesinato, nada se supo. En los archivos manejados por la Sección Femenina de Falange Española figura que Carmen Cabezuelo fue asesinada entre los días 3 y 5 de marzo de 1937. El desconocimiento total de su desaparición por parte de las autoridades frente populistas, quedó patente cuando en febrero de 1937, el juzgado nº 7 de Madrid emitió una providencia dirigida al director de la cárcel de San Rafael, en la que solicitaba que Carmen Cabezuelo se presentase en el mismo a fin de prestar declaración sobre una investigación que estaba llevando a cabo el propio juzgado. Los responsables de la prisión dirigieron al juzgado nº 7, con fecha 12 de febrero de 1937, un oficio donde se manifestaba que Carmen había sido puesta en libertad por parte de la Dirección General de Seguridad y ya no se encontraba en San Rafael.


1937. Octavilla contra los espías de la Quinta Columna Nacional.


Las incógnitas, el manto de silencio, la nula información no ayudaron a localizar nunca a Carmen. Incluso una vez finalizada la guerra de Liberación, un soldado republicano llamado Julio Iraola, denunció ante un tribunal de las autoridades Nacionales vencedoras, de que había conocido que una miliciana llamada Pilar Pérez Vidal, que se pavoneaba de ser ella la que había asesinado a Carmen Cabezuelo. Pilar, de 31 años de edad, estaba casada con el dirigente socialista, comisario del Ejercito Popular, Ángel Peinado, que había sido fusilado por las milicias comunistas del coronel Barceló, en los encarnizados combates acaecidos en las calles de Madrid, entre los días 6 al 12 de marzo de 1939, cuando el coronel Segismundo Casado, ayudado por el político socialista Julián Besteiro y el anarquista Cipriano Mera y su división militar, dieron un golpe de estado contra el gobierno del presidente Juan Negrín, apoyado por los comunistas.

Según declaración del soldado Iraola, Pilar Pérez Vidal le había dicho:” Estando yo de miliciana en la sierra y por falta de valor de los milicianos para asesinar a la señorita Carmen Cabezuelo López, tomé la decisión de hacerlo”. Pilar Pérez fue detenida en su domicilio de Madrid y llevaba ante las autoridades. Ali negaría haber asesinado a Carmen Cabezuelo. Desde aquella lejana fecha de 1937 Carmen nunca fue encontrada. Incluso defunción de Carmen nunca fue inscrita en el registro civil. Pero al tratarse de una joven falangista, los malvados socialistas con la de la Cabra a la cabeza -que vieja, fea y desmejorada está-, no moverán un dedo por encontrarla. Esa es la “reconciliación, magnanimidad y comprensión” que predica ese matón de sauna barriobajera, una autentico mangarrán despreciable y ridículo y su banda de traidores, mentirosos enemigos de España.


El dirigente falangista José María Alfaro, novio de Carmen Cabezuelo.


El comisario de policía del Frente popular, detenido una vez finalizada la contienda, Fernando Valentí Fernández, apodado “el Sherlock Holmes” de la retaguardia del Madrid rojo, donde daría caza y captura, desarticulando a varias organizaciones de la Quinta columna Nacional, en declaración prestada por él mismo, ante el consejo de guerra sumarísimo de urgencia 51.782 que se le instruyó en el Juzgado Especial de Contraespionaje manifestó :”que ignoraba que cuando se hizo cargo del local de Alonso Heredia (Checa del Castillo) estuviera detenida una señorita llamada Carmen Cabezuelo, si bien posteriormente y con motivo de la detención de la hermana de la misma llamada María, Víctor Ronda le dijo que la citada Carmen había sido “picada” por una brigada comunista y sospechando que fuera el mismo Víctor Ronda y su brigada quienes realizaron el asesinato.” Valentí Fernández sería declarado culpable de los delitos de asesinato y condenado a muerte y fusilado el 13 de diciembre de 1940.El agente de policía, miembro del partido comunista, Víctor Ronda Ortega, al que acusó Fernando Valentí de haber hecho desparecer a Carmen Cabezuelo, una vez finalizada la guerra de Liberación Española, logró exiliarse a Francia, siendo capturado por tropas alemanas durante la II guerra mundial, e internado en el campo de concentración austriaco de Mauthausen, donde conseguiría sobrevivir.


Carlos Fernández Barallobre.




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