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1936. La finca del Quinto en Canillas, perteneciente a la Checa “Campo Libre” de Madrid.


1936. Milicianos anarquistas de la FAI en la madrileña Puerta del Sol.


Uno de los lugares más tétricos del Madrid Rojo fue sin duda la finca del Quinto, situada en la carretera de Hortaleza a Canillas. Un lugar con mucha historia, pues no en vano, fue propiedad del Duque de Alburquerque, que construyó en ella un palacio en el siglo XVIII. Con la llegada del siglo XIX, el lugar pasa a ser propiedad de los marqueses de Santa Cruz, que lo venderían, finalizada la guerra de la independencia española, a Javier de Quinto, quien pondría a la finca su apellido. En ella, en 1836, con motivo del motín de la Granja de San Ildefonso o “de los sargentos”, el general Quesada, marqués de Moncayo, huyendo de sus perseguidores, encontraría la muerte a manos de un grupo de exaltados, antes de que las tropas de la Reina Isabel II, pudiesen proceder a su detención.


Con posterioridad la finca fue propiedad de los Duques de Híjar, y los de Valencia, pasando, en 1923, a convertirse en el colegio de Huérfanos de Telégrafos que estuvo en funcionamiento hasta el mes de julio de 1936. Tras el fallido alzamiento en Madrid y la caída del cuartel de la Montaña, fue incautado por milicias anarquistas. La finca constaba de varios edificios, jardines, granja, huerta y tierras de labor, cercados por un muro de unos tres metros de altura.


La finca quedó anexa a la checa de “Campo Libre”, que dirigía el camarero coruñés Eduardo Val, una de las más siniestras y sangrientas de aquel Madrid frente populista, situada en el antiguo colegio-convento de la calle Fuencarral 126, con un apéndice en la calle de Fernando III El Santo nº23, que estaba al mando de Antonio Rodríguez Sanz “El Antoñito”, un librero de viejo, que tenía su librería en la calle Juan Eugenio de Hartzenbuch nº19 Madrid, donde también editaba un periódico de propaganda social denominado “Campo Libre”. Eduardo Val había participado en la sublevación republicana de Jaca en diciembre de 1930, encabezada por los capitanes Fermín Galán García Hernández. Detenido tras el fracaso del movimiento, fue condenado a cadena perpetua, saliendo en libertad tras el advenimiento de la II República 14 de abril 1931.


De la finca “El Quinto” se hizo cargo un consejo de salvación formado por afiliados del PSOE CNT y PCE. Incautado el edificio por Basilio López, quedaría al servicio del Comité de Defensa de la Regional de la C.N.T. que lo utilizaría primero como cuartel, para pasar posteriormente a convertirse en un lugar de sadismo y crimen, la checa de “Campo Libre”.


1936. Eduardo Val, responsable de la checa madrileña de Campo Libre.


Del comité formaban parte, además de Eduardo Val, personajes como Felipe Sandoval “alias doctor Muñiz” y Santiago Aliques Bermúdez, responsables de la checa del Cinema Europa; Manuel Salgado Moreira de la checa de lo servicios especiales del ministerio de la guerra, o Antonio Rodríguez “el Antoñito”, responsable de la checa de la calle de Fernando III El Santo. En la finca “El Quinto”, cuya checa tomó el nombre del periódico que editaba Antoñito Rodríguez Sanz, “Campo Libre”, y concretamente en su granja que fue destinada a lugar de enterramiento de varias víctimas de la indiscriminada represión roja. Incluso en ella, como apuntábamos en el artículo referente al asesinato del General Milans del Bosch y Carrió, el “Antoñito” tuvo una porquera, donde arrojaba para comer a los cerdos, trozos de carne humana de algunos de los asesinados. La finca funcionaría como abominable lugar de sangre y atrocidad, desde la primavera de 1938 hasta la entrada de las tropas Nacionales en Madrid, el 28 de marzo de 1939.


En aquel patibulario y diabólico lugar se distinguieron también por sus fechorías, entre otros, Manuel Valcárcel Chaus y su hijo Manuel Valcárcel Mateo, Manuel Manteca Vega, Moisés Sánchez, Jaime “el Barbita”, las hermanas Concepción y Fernanda Casado, Josefina Flores, Julia Santos, alias “la Portuguesa” y Casilda Fontán, que se dedicaron a toda clase de espionaje, registros, saqueos, palizas, incautaciones y asesinatos.


Tras el final de la guerra de liberación, detenido el Antoñito, este declaró que al menos quince personas fueron asesinadas y enterradas en la finca del Quinto. Declaró también que para los asesinatos, todos ellos de personas de relieve social, él recibía órdenes de Eduardo Val y Manuel Salgado.


Una de ellas, cayó asesinada a manos de Santiago Aliques, que hizo cavar, fuera de la finca, una fosa al detenido, asesinándole después con un pico y quemando su cadáver con gasolina.


El Antoñito era el encargado de avisar a Pablo González Cubillo, otro miembro de la CNT, quien se encargaba del control de la finca y de recibir a los detenidos allí enviados. Tras un pequeño interrogatorio y después de regístralos y sacarles todo lo que de valor llevaban encima, los presos eran conducidos a la granja donde los asesinaba, obligando a Rosendo Martín a abrir las fosas que servirían de lugar de enterramiento. Según el propio Cubillo en su declaración realizada una vez finalizada la contienda, el 8 de abril de 1939, Cubillo asesino allí a seis personas, acusando a Gregorio Sánchez-Escribano, alias “El mangada” chófer del comité de defensa de asesinar a nueve presos más.


Por su parte el siniestro “doctor Muñiz” asesinaría a dos abogados del Sindicato único de técnicos de la CNT, entre ellos Florián Ruíz Egea, que ostentaba el carnet número 196 del sindicato único de técnicos de la CNT, creado por los funcionarios del Cuerpo Facultativo de Archiveros y Bibliotecarios.


1936. Milicianos rojos.


El bibliotecario Florián Ruiz Egea, doctor en filosofía y letras, se ocupaba de la biblioteca del barrio de Chamberí antes de estallar la Guerra de liberación Española. Tras el fracaso del alzamiento en Madrid, Ruiz Egea decidió continuar en la capital de España, a pesar de que en su fuero interno era un decidido partidario del bando de Franco. Las autoridades rojas le obligaron a peritar varias bibliotecas incautadas por las milicias. El sindicato socialista de la UGT le propuso ingresar en sus filas, algo que desechó. Ruiz Egea, comenzó entonces a trabajar en una quinta columna todavía muy en pañales, que poco a poco se iría convirtiendo en una gravísima amenaza para el frente popular. Por ello, intento por todos los medios no levantar sospechas y creyó oportuno afiliarse al Sindicato Único de Técnicos de la CNT, que había sido fundado por funcionarios del Cuerpo Facultativo de Archiveros y Bibliotecarios, en febrero de 1937, recibiendo el carnet nº 196.


En noviembre de 1936, Manuel Salgado Moreiras, tras la huida de Prudencio Sayagües y sus agentes, pasó a dirigir los servicios de inteligencia militar. Este recibió órdenes expresas desde el gobierno radicado en Valencia, por parte del coronel Vicente Rojo, de reestructurar la red de contraespionaje. Durante todo el año de 1937 caerían en manos de las autoridades frentepopulistas de Madrid, varias organizaciones quintacolumnistas. Poco a poco, gracias al trabajo del comisario Fernando Valentí, muchos afiliados infiltrados en los sindicatos marxistas fueron depurados por desafectos, Florián Ruiz Egea comenzó a levantar sospechas.


El 16 de agosto de 1938 Felipe Sandoval “alias doctor Muñiz” ordenado por Manuel Salgado Moreira, se pone al habla telefónicamente con Ruiz Egea, con el pretexto de citarle para que revise una nueva biblioteca requisada. Ruiz Egea fue recogido a la puerta de su propio domicilio por un vehículo conducido por Gregorio Sánchez “el Mangada” y en el que viajaban también Felipe Sandoval y Antonio Prieto. Tras recoger a Ruiz Egea, el vehículo se dirigió a la finca “El Quinto” donde nada más apearse del coche, Florián Ruiz, fue asesinado por la espalda y su cuerpo arrojado una fosa cavada en el jardín.

El propio Felipe Sandoval “doctor Muñiz” tras su detención, una vez finalizada la guerra de liberación española, y tras varios interrogatorios, pondría fin a su vida suicidándose, arrojándose por una ventana de la antigua comisaría de Policía, situada en la calle Almagro, 36, el día 5 de junio de 1939. Antes de ello, Sandoval había declarado que “en el jardín del mencionado edificio de la finca del Quinto, la Federación Local de la C.N.T. ordenaba enterrar a todos aquellos señores cuya eliminación era acordada por dicho Organismo y que esto le constaba de una manera fehaciente, ya que, él mismo, en unión de Antonio Prieto, llevó a dicho lugar para ser asesinado y con el pretexto de que iba a reconocer una biblioteca a un señor archivero que había ingresado en el Sindicato de Técnicos de la C.N.T. llamado Florián Ruiz Egea, asegurando que podría reconocer el sitio exacto en que se hallaba el cadáver de dicho señor, ya que lo vio colocado en la zanja que se había abierto para ello. Añadió que “esto sucedió a mediados del año 1938 y que por esa época habían realizado varios asesinatos y enterramientos en dicho lugar por estar efectuando entonces la citada Federación Local una “depuración” de todas las personas de derechas que se habían infiltrado en ella. Los encargados de llevar a cabo estas acciones eran dos elementos que vivían allí mismo, Moisés y Rosendo y que el primero le dijo cuándo llevó al Sr. Egea, que el jardín debía estar lleno de cadáveres y que iban a tener que empezar a enterrarlos fuera.”


1938. Florián Ruiz Egea.


El 7 de marzo de 1942 la viuda de Ruiz Egea, Dª María Forment Bona, dirigió un oficio al Fiscal de la Causa General, instruida por el Ministerio de Justicia para depurar todos los delitos dela España roja, En él Doña María Forment solicitaba la autorización pertinente para exhumar el cadáver de su esposa a fin de darle cristiana sepultura, El Fiscal Inspector señor Hernández Serrano, concedió dicha exhumación, llevándose a cabo en la finca del Quinto, donde se encontraron siete cadáveres que fueron trasladados al depósito de cadáveres del cementerio de Canillas para su reconocimiento por los forenses y su posterior identificación por parte de sus familias. Solamente el del señor Ruiz Egea fue identificado. Los siete cadáveres fueron trasladados el 27 de octubre de 1942 al cementerio de los mártires de Paracuellos del Jarama, donde quedaron, una vez inhumados, depositados en el cuartel primero de la zanja correspondiente a El Pardo y Canillas, ante la presencia del Fiscal Secretario de la Causa General y el Teniente de Infantería Rafael Yáñez Barnuevo en representación de la Asociación de Mártires.


Curiosamente algunos de aquellos patibularios de la checa Campo Libre y su finca “El Quinto” quisieron ser homenajeados por Manola Carmena, cuando ocupaba la alcaldía de Madrid, con la aquiescencia y favor del partido Socialista y por supuesto de Podemos, quien la había llevado como número uno en su lista electoral, como prueba de que la actual izquierda española, corrompida hasta el tuétano, llena de odio y sectarismo pretende, día sí y día también, justificar aquellos injustificables y malvados asesinatos. Sin duda asombroso el colocar en el mismo plano a víctimas y verdugos. Es sin duda canallesco.


Carlos Fernández Barallobre.

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