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1936. Los Diablos rojos de Vallecas. Sangre y asesinato.



Tras la caída del cuartel de la Montaña, a manos de los revolucionarios marxistas, y la creación a primeros de agosto del Comité Provincial de Investigación publica, que, en estrecho y permanente contacto con la propia Dirección General de Seguridad roja, habría encargarse, con grandes atribuciones, de dirigir la política represiva en la capital, contra los que eran considerados como enemigos facciosos o quinta columnistas. Se iniciaban así, por toda la ciudad, los “paseos” y matanzas indiscriminadas de todos aquellos, a los que se les consideraba enemigos del frente popular. Madrid, sus barrios y distritos, se llenaron de Checas, lugares siniestros y abominables, donde, sin ningún tipo de ley ni justicia, se detenía, interrogaba, torturaba, juzgaba, de forma sumarísima, con el único fin de asesinar a sospechosos de simpatizar con el bando Nacional, por sus creencias religiosas o simplemente por llevar sombrero, ser propietario del algún negocio o haber votado a las candidaturas de derechas.


En el Puente de Vallecas, un grupo formado por Julián García de la Cruz alias “El Gorgonio”; Vicente Pablo, Enrique Burgos alias “El Soso”, Gregorio García Sánchez, alias “Goyo”, socialista y afiliado a la UGT; Agustín González Dovar, alias «El Gallego», a los que se sumarian Emiliano Soriano y como conductores Víctor Merinero y otro individuo llamado Julio “El Corzo”, todos ellos miembros de la J.S.U. (Juventudes Socialistas Unificadas), compondrían una siniestra partida de asesinos patibularios, que se dieron el nombre de “Los cinco Diablos Rojos” conocidos también como los “Sin Dios”, y “Los del Amanecer”.


Julián “el Gorgonio” era miembro del Comité Revolucionario de Vallecas, Presidente de las J.S.U. de la barriada y durante la guerra llegaría a ostentar el grado de comandante en el Ejército rojo en la zona de Paredes de Buitrago y posteriormente destinado en un Batallón disciplinario, que operó en la Sierra madrileña. Por su parte Vicente de Pablo era Guardia Municipal de Vallecas. “El Soso” albañil de profesión se había enrolado, tras el fracaso del alzamiento del General Fanjul en el cuartel de la Montaña, en la Guardia de Asalto. Emiliano Soriano, fumista de profesión, que ingresaría también en la Policía roja, actuando en Madrid. Todos ellos tenían una gran afinidad con un siniestro sujeto, que comandaba la sangrienta checa de la calle de Fomento, y del que ya hemos escrito en el artículo sobre aquella abominable checa, publicado en el Correo de España el día 30 de agosto de 2020, Antonio Ariño Ramis alias “El catalán”, que tendría mucho que ver con aquellos asesinatos en la zona de Vallecas. Por sus sanguinarias y siniestras acciones, sería premiado por las autoridades del Frente Popular, y una vez disuelta la checa de Fomento, Ariño, pasaría a formar parte de Consejillo de Buenavista, que también realizaría una brutal represión. Sobre todo en la zona de Vallecas.


Antonio Ariño Ramis “El Catalán”.


Estos elementos se incautaron de un colegio, el del Ave María, donde establecerían una checa, donde se juzgaba directamente a los detenidos o se les enviaba desde allí a la Checa de Fomento.

Igualmente en Vallecas quedaría constituido el batallón “Pablo Iglesias”, más tarde 49ª Brigada, formado con milicianos del PSOE, entre ellos Víctor Lacalle Seminario; Amós Acero, alcalde socialista del Puente de Vallecas, Julián Vinagre Peinador “el Vinagre”; Domingo Mármol, sin oficio conocido, que se arrogaba las facultades de responsable general, nombrándose él mismo como comandante; Victoriano Buitrago, jefe socialista de la barriada; el sargento Elías León instructor de las milicias vallecanas. Estos se incautarían de otro colegio, el del Niño Jesús, en el que establecieron el cuartel del Batallón “Pablo Iglesias” y donde funcionaría otra checa. A estos dos lugares eran enviados los detenidos por orden de estos comités. La mayor parte de ellos, tras estar detenidos unas pocas horas, eran asesinados al llegar la noche. También estas partidas de facinerosos, se acercaban al centro de Madrid, donde detenían de forma indiscriminada a ciudadanos, conduciéndoles a sus centros de Vallecas para posteriormente asesinarlos.


En aquellas dos checas-otra tercera funcionaria en Vallecas, en la calle Ortuño, dirigida por los anarquistas-, se emplearon métodos de tortura como el “Empetao” en que la víctima desnuda era atada y colocada boca abajo, sobre un banco con las piernas a cada lado. Los interrogadores le introducían a la víctima el cuello de una botella por el recto, empujando hacia dentro del intestino, una vez introducida media botella tiraban de ella, la cual hacía ventosa y succionaba la víscera. Si la víctima era mujer realizaban la misma técnica por la vagina.


“La ratonera”: que consistía en colocar una rata dentro de una cacerola en la que sentaban a la víctima desnuda y atada para que no se pudiera levantar. Seguidamente con un infiernillo eléctrico procedían a calentar la olla, lo que provocaba que la rata quisiera salir de la misma al percibir el calor. La rata intentaba desgarrar un orificio a través del cuerpo de la persona para poder escapar.

Los diablos rojos tendrían una destacada participación en unos de los episodios más repugnantes y canallescos de aquella brutal represión. Los conocidos como asesinatos de los trenes de la muerte. Dos trenes, que partieron de Jaén los días 11 y 12 de agosto, llenos de presos en los que abundaban falangistas, religiosos, católicos y derechas, detenidos en la capital andaluza por su creencias y filiación política , tras el inicio del conflicto bélico y que se hacinaban en las cárceles jienenses, con destino a la cárcel de Alcalá de Henares. Fue la primera matanza en masa por parte del marxismo en la guerra de Liberación Española.


Uno de los trenes, en el que viajaban 322 presos, tras su llegada a la estación de Mediodía de Madrid, fue obligado, tras ponerse de nuevo en marcha con destino a Alcalá, a detenerse en el sector de Atocha, por orden del jefe de las milicias ferroviarias, Basilio Villalba Corrales. Del tren fueron obligadas a bajar once personas, entre ellas, José Cos Serrano, presidente de la Federación de Labradores de Jaén y antiguo diputado del Partido Agrario por Jaén; León Álvarez Lara, diputado por el Partido Agrario; Carmelo Torres Romero, jefe local de Falange en Jaén; dos sacerdotes y dos monjas, que fueron asesinados en una tapia cercana por unos milicianos, tras recibir órdenes de Basilio Villalba.


El segundo de los trenes con 245 presos a bordo, que iba escoltado, como el primero, por efectivos de la Guardia Civil, al llegar a la estación madrileña de Santa Catalina- Vallecas, un nutrido grupo de milicianos, entre los que destacaban miembros de la FAI y de las JSU, obligó al convoy a detenerse, desenganchando la máquina locomotora.


El jefe de estación se puso al habla con el director general de Seguridad, el masón Manuel Muñoz, informándole que los milicianos habían instalado unas ametralladoras en el Pozo del Tío Raimundo y si la Guardia Civil no se retiraba dispararían contra ellos. Ante la amenaza, el director general se lavó las manos, y autorizó a la Guardia Civil a marcharse del lugar, ante el temor que los propios guardias fueran arrollados por la chusma armada. A partir de ahí, el odio y la sangre se apoderaron del Pozo del Tío Raimundo. 193 presos fueron asesinados. Entre ellos el obispo de Jaén Manuel Basulto Jiménez, su hermana, el marido de esta y el vicario general de la diócesis giennense, Félix Pérez Portela. Los presos fueron ejecutados en grupos de 25. El Obispo murió de rodillas, perdonando a su ejecutor un tal Julián Sevilla Sáez, conocido como el “Mataobispos”, que disparó varias veces con contra el obispo.


La Causa General, instruida por el Ministerio de Justicia en 1943, para depurar todos los crímenes de la dominación roja en España, dice de forma textual sobre aquel asesinato: “La hermana del Sr. Obispo, que era la única persona del sexo femenino de la expedición, llamada doña Teresa Basulto Jiménez, fue asesinada individualmente por una miliciana que se brindó a realizarlo, llamada Josefa Coso "La Pecosa", que disparó su pistola sobre la mencionada señora, ocasionándola la muerte; continuando la matanza a mansalva del resto de los detenidos, siendo presenciado este espectáculo por unas dos mil personas, que hacían ostensible su alegría con enorme vocerío. Estos asesinatos, que comenzaron en las primeras horas de la mañana del 12 de agosto de 1936, fueron seguidos del despojo de los cadáveres de las víctimas, efectuado por la multitud y por las milicias, que se apoderaron de cuantos objetos tuvieran algo de valor, cometiendo actos de profanación y escarnio y llevando parte del producto de la rapiña al local del Comité de Sangre de Vallecas, cuyos dirigentes fueron, con otros, los máximos responsables del crimen relatado”. Finalizada la guerra de Liberación Española, se consiguieron exhumar y trasladar a sus diferentes lugares de origen, un total de 206 cadáveres entre ellos el del Sr. Obispo de Jaén Monseñor Manuel Basulto Jiménez, junto con su hermana Teresa y el Vicario General D. Félix Pérez Portela. En la catedral de Jaén, en varias lápidas de mármol se recuerdan los nombres de todos ellos.


1936. Obispo de Jaén Monseñor Manuel Basulto.


En aquella indiscriminada matanza tuvieron gran participación los siguientes milicianos marxistas: Julián Martínez Gómez, alias el Chepa, “conocido también por Antonio, elemento destacado del Partido Socialista y uno de los principales cabecillas revolucionarios de Vallecas.Tomás Rodajo Alcaraz, miembro del partido socialista, Jefe de un grupo de Milicias, el cual intervino en la mayoría de las detenciones y asesinatos cometidos en el pueblo de Vallecas, formando parte de los piquetes de ejecución de los presos del tren de Jaén, robándoles después los objetos de valor. Ángel Ocaña Prieto, alias “el Cenón”, miembro de la UGT. Mariano Hernández Sanz, alias “el Churrero”, miembro muy activo del grupo que dirigía Antonio Ariño “El catalán” Además de participar en los sucesos del ametrallamiento de los presos del tren de Jaén, intervino también en numerosos asesinatos, llevados a cabo, en una zona conocida como Carrantona, sobre todo de presos de la zona de Vallecas y otras sacados de la checa de Fomento.


Otro destacadísimo sujeto, participante en aquella matanza y en otros múltiples crímenes, fue Marcelo Hernández Sáez, alias “el Barbas”, carpintero de profesión, miembro muy destacado de la CNT y el más destacado asesino de Vallecas Fue el principal organizador de aquella indigna y despreciable matanza de los presos del tren de Jaén, sacando a las víctimas de los vagones y obligándolas, a punta de pistola, a situarse en un terraplén, donde serían fusiladas por el indiscriminado y constante fuego de tres ametralladoras, que los milicianos había emplazado en el lugar. Él mismo llegó a situarse en una de las ametralladoras y poseído disparó varias ráfagas contra las indefensas víctimas, Su “gloriosa y valiente acción “la finalizaría, buscando entre los cadáveres sortijas, cadenas y otras alhajas de las cuales se apropió. Muy valorado por aquellas autoridades frente populistas “El Barbas” llego a ser comandante jefe de la División de Milicias Confederales, integrada por la 59, 60 y 61 Brigadas Mixtas, Luis Garda Humanes, alias “el Tábano”, secretario del comité de las Juventudes Socialistas Unificadas. Julián García de la Cruz, alias el Gorgonio, ya anteriormente mencionado. Disparataría con su pistola del nueve corto contra los indefensos presos del tren. Juan Antonio Pintor Perucho, minero, afiliado a la UGT. Tendría una malvada y cobarde participación en aquellos masivos asesinatos, profanando cadáveres, entre ellos el de la hermana del Sr. Obispo de Jaén, a la que introdujo un palo por la vagina.


1936. Milicianas marxistas.


Las jóvenes milicianas María Álvarez Pastor, alias “la Chasquilla”, miembro de las JSU, al igual que Luisa Pulpón Montalvo, alias la “Hostión” y Tomasa Velilla. Las tres tuvieron también una destacada participación en aquellos abyectos sucesos y en otros del mismo corte criminal, pues La Chasquilla y la Hostion, pertenecieron a la partida asesina que dirigía Tomas Rodajo. Incluso Tomasa Velilla, disparó sobre la hermana del Obispo de Jaén, después de que lo hiciera Josefa Caso “La Pecosa”.


Para profundo conocimiento de aquella injustificable matanza, remito a los lectores al magnífico libro escrito por el licenciado en Historia y periodismo Santiago Mata, titulado “El Tren de la Muerte”. Igualmente a los trabajos realizados Juan E. Pflüger, publicados en este Correo de España.


Aquella banda de criminales degenerados del barrio de Vallecas participarían también en numerosos asesinatos, entre los que cabe destacar, para recuerdo y conocimiento de sus brutales actividades, el de las religiosas, Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul, Sor Dolores Caro, Sor Concepción Pérez y Sor Andrea Calle. Sor Dolores era natural de Granátula (Ciudad Real). Tenía 43 años de edad. Sor Concepción Pérez, madrileña de nacimiento tenía 49 años. Sor Andrea Calle González había nacido en Plasencia (Cáceres) y tenía 32 años, Las tres estaban cumpliendo su labor en la casa de la Misericordia de Albacete.


Obligadas por las autoridades frente populistas de Albacete a abandonar la casa de la Misericordia. Vestidas de seglares, con unas sencillas batas y pañuelos en sus cabezas, partieron en tren hacia Madrid. Escondidos llevaban unos Rosarios. Sor Dolores y Sor Concepción puestos alrededor de la cintura y Sor Andrea como collar. El día 3 de septiembre, al llegar a Madrid tomaron un tranvía con intención de esconderse en casa de un tío de Sor Concepción que vivía en Vallecas. Este al verlas no quiso recibirlas. Un grupo de milicianos de aquellos diablos rojos las detuvo en la calle. Por el Rosario que llevaba Sor Andrea como collar las reconocieron como monjas. “Sois Monjas?” les preguntaron. “Si somos Hijas de la Caridad” contestaron sin dudar y con valor. Entre insultos, bofetadas, patadas, empujones, incluso pedradas, fueron de seguido llevadas al Atenco Libertario de Vallecas, en donde sufrieron más vejámenes e inmorales provocaciones. Se les trasladó a continuación a una celda de una de las checas de la barriada, separando a las dos más jóvenes de Sor Concepción. Varios milicianos violaron a Sor Dolores y a Sor Andrea.


1936. Hijas de la Caridad, Sor Dolores Caro, Sor Concepción Pérez y Sor Andrea Calle.


Tras aquel sufrimiento, fueron trasladas a los toriles de la plaza de toros del puente de Vallecas, donde varios milicianos las torearon, agredieron y arrastraron. Acabaron con sus vidas de sendos disparos en la cabeza. Sor Dolores recibió un tiro en el parietal izquierdo y Sor Andrea un balazo en el izquierdo. Por su parte Sor Concepción, sería asesinada en el Pozo del Tío Raimundo con un ¡Viva Cristo Rey!, en sus labios. Enterradas en el cementerio de Vallecas, hasta 1941 sus cuerpos no pudieron ser rescatados y reconocidos. Las tres fueron Beatificadas por el Papa Francisco el 13 de octubre de 2013.

También aquellos patibularios de Vallecas participarían en el asesinato de las también religiosas Hijas de la Caridad, Sor Pilar Isabel Sánchez de 32 años y Sor Modesta Moro Briz de 35 años. Estas, escapando del acoso de las milicias marxistas, que las habían expulsado de una casa en Santa Cristina, encontraron refugio en la Casa Provincial de la orden en la calle Martínez Campos que se había convertido en hospital. Poco a poco la casa se fue llenado de refugiados y la Hermana Visitadora, ante tal situación, derivó a varias de las hermanas a pensiones situadas en varias calles de Madrid. Sor Pilar y Sor Modesta, se refugiaron en una pensión situada en la calle del Prado nº 12. Al tener conocimiento de que en la Casa Provincial se celebraba, a las noches, a escondidas Misa diaria, el día 31 de octubre al hacer la noche, decidieron salir de la pensión para celebrar la fiesta de Todos los Santos. Pero en el trayecto fueron detenidas por una partida de milicianos de Vallecas que las trasladaron hasta la carretera de Toledo donde las asesinaron.

Sin contar a las víctimas de los trenes de la muerte, en la zona de Vallecas y puente de Vallecas, serían asesinadas 516 personas, entre el 21 de julio de 1936 y octubre de 1937. Finalizada la guerra de Liberación Española, muchos de aquellos viles asesinos fueron condenados a muerte y ejecutados.


Carlos Fernández Barallobre.


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