Por Col. Lorenzo Fdez. Navarro. Articulo aparceido en El Español Digital el lunes 28 de marzo de 2022
El Español Digital tiene el honor y la satisfacción de ofrecer a sus lectores en primicia el texto de la disertación que nuestro querido y admirado colaborador, el coronel D. Lorenzo Fernández Navarro, impartió el pasado 2 de Marzo en la Sala de Cultura del Sporting Club Casino de La Coruña, en la que con el título de «El 23F, algunas piezas más para completar el puzle» se narran, a partir de su experiencia personal, hechos relevantes y desconocidos hasta el momento de aquel episodio histórico. Finalizando con unas conclusiones originales y novedosas. (Al final del texto insertamos el vídeo de la conferencia).
Teniente Coronel Antonio Tejero Molina
Unas consideraciones previas
Ya advierto que no voy a hacer ninguna revelación o gran descubrimiento. Simplemente, como reza el título de esta disertación, voy a exponer algunas piezas o elementos para completar el relato de lo que ya está virtualmente aclarado. Porque transcurridos cuarenta y un años del 23F se sabe ya lo ocurrido. Como decía mi madre q.e.p.d. Para verdades el tiempo. Para justicia Dios. La primera parte del aserto ya se ha cumplido. Falta ahora que la justicia divina enmiende la injusticia terrena, condenando al “elefante blanco” que no fue imputado por el golpe de timón. Aunque lo condenará la historia de España. Y ya está expiando sus culpas fuera de ella.
Porque gracias a un hombre de honor que aceptó su responsabilidad y tomó su cruz, en lugar de avenirse a la cómoda solución que se le ofrecía, se ha podido conocer definitivamente lo que sucedió el 23F de 1981. La verdad ya está establecida y la incógnita despejada. Lo que antes podía leerse entre líneas, ahora puede leerse a páginas llenas. Lo que antes eran fundadas sospechas, hoy son contrastadas certezas, basta con leer algunos libros esenciales. Falta solamente que de una vez, -el tiempo legal ya está más que concluido- se abran los archivos para tener las pruebas documentales que corroboran lo ya sabido. Todo ello, claro está, si como entra dentro de lo probable no han sido destruidos los documentos.
(De izq. a dch.) Col. Navarro (r), TCol. Tejero (s) y un irreductible patriota, español y gallego, Carlos Fernández Barallobre.
Vamos a reseñar algunos de esos libros, citándolos no por su importancia para conocer los hechos, sino por lo que en términos de teatro se conoce como orden de aparición en escena. Para el caso que nos ocupa la fecha de sus ediciones.
Pero antes de hacerlo, y como primer paso, se hace preciso decir que lo sucedido el 23 de febrero de 1981 en ningún caso puede llamarse “golpe de estado” sino en todo caso intriga. Pues según la definición del diccionario de la lengua española, intriga es manejo cauteloso, acción que se ejecuta con astucia y ocultamiento para conseguir un fin. Podría pues decirse, sin faltar a la verdad, que fue una intriga palaciega cuyo fin era defenestrar a Adolfo Suárez. Tratando además de dar un “golpe de timón” para corregir una peligrosa deriva que conducía a la nave del estado hacia la rompiente y el naufragio. Pero también tuvo por objetivo quitar de en medio a su antiguo amigo, cómplice y “colega” de aventuras, transformado ahora en enemigo o competidor. Pues Suárez, endiosado y llevado de su audacia y falta de escrúpulos, llegó a pensar que podría ser el presidente de la tercera república. Presidencia a la que sería elevado por una democracia de la que se creía artífice. El 23F fue pues una intriga, como la que años atrás se había utilizado para defenestrar a Carlos Arias Navarro.
Decir finalmente que el Rey echaba la culpa de la desastrosa situación de España en aquellas fechas a Adolfo Suárez, cuando había sido él precisamente quien lo había elegido para realizar la transformación que ahora generaba el problema, dándole al mismo tiempo las directrices para llevarla a cabo. Pero ahora, a la vista de las consecuencias, trataba de desmarcarse del resultado. Como también, y por idénticos motivos, había hecho el ideólogo de la “Transacción” Torcuato Fernández Miranda con la disculpa de que él se había limitado a realizar lo que el Rey me ha pedido. Por ello S.M. Juan Carlos I pensó en quitarse de encima a quien otrora había sido su amigo Adolfo Suárez. La criada le había salido respondona.
Y ahora vamos a analizar sucintamente los libros aludidos
CON LA VENIA. YO INDAGUÉ EL 23F de Pilar Urbano. Editorial Argos Vergara 1982.
Pilar Urbano había vivido el 23F, pues como advierte en la solapa del libro, El día 23F yo estaba en el Congreso de los Diputados y a continuación se “adorna” diciendo: Tuve una metralleta “cetme” a un palmo de mi cintura. No me tiré al suelo. Supe aquella noche, de un modo definitivo, que la libertad vale más que la vida”. Con independencia de tan heroica proclama, no cabe duda de que estaba más que justificado su interés por investigar los hechos, con la venia o sin la venia de quienes los habían juzgado. Pues en su investigación, pretendiendo aclarar los puntos oscuros, comprobó que había seguido pistas falsas encaminadas sin duda a apuntalar la “verdad oficial”. Por ello inició una oceánica labor de investigación entrevistando a personas que por su cargo tenían, o podían tener, información relevante. El fruto de ese trabajo ímprobo fue el libro La Gran Desmemoria cuya referencia se deja para el penúltimo lugar de acuerdo con su fecha de edición en el 2014 .
23F: NI MILANS NI TEJERO de Juan Alberto Perote. Editorial Foca 2001.
Juan Alberto Perote fue un destacado agente del CESID integrado en los equipos operativos. Por ello disponía de información privilegiada y documentos clasificados que por ley, al ser agente de la “Casa” no podía revelar. De hecho tuvo problemas legales al saberse que al dejar ¨los Servicios” ” se había llevado documentos clasificados. En su libro saca a la luz un informe interno crucial, que demuestra la implicación del servicio secreto en los sucesos de 1981 y narra con detalle las maniobras ilegales que sus mandos pusieron en marcha posteriormente para evitar el escándalo. También dice que la dirección del CESID ocultó todas las pruebas y pudo evitar que procesaran a los involucrados en la intentona.
Es conocido el adagio “una imagen vale más que mil palabras” Y en este caso, la imagen de la portada del libro unida al título, Ni Milans ni Tejero, resultan suficientemente explícitos. Tanto Milans como Tejero fueron marionetas de un manejo… pero no desvela quien o quienes movieron los hilos del guiñol. Par mi está muy claro. El comandante Cortina jefe de los grupos operativos del CESID, que fue el cerebro de la Operación De Gaulle. El general Armada, encargado de mover los hilos tras los bastidores… y el “elefante blanco” amigo personal de Cortina que dio el nihil obstat para la representación de esa función de guiñol que fue el 23F.
El Corona de Aragón en pleno incendio.
Yo siempre he sostenido que el 23F se comenzó a fraguar a raíz del atentado del Hotel Corona de Aragón en Zaragoza. Donde murieron casi cien personas. La mayor parte familiares de los cadetes que esa mañana juraban bandera en la AGM. Incluso estaba alojada en el hotel la familia de Franco, incluida Dña. Carmen Polo, su viuda.
Gutiérrez Mellado.
A primera hora de la mañana, ya en pleno incendio, llamó el Teniente General Gutiérrez Mellado al general director de la Academia conminándole para que no se permitiera decir que era un atentado de la ETA y ordenando que no se suspendieran los actos. Resulta evidente que en esos momentos era imposible confirmar o descartar la autoría del incendio. Pero la prevención pone en evidencia el interés de las altas esferas para que aquello no fuera a influir negativamente en el proceso político en marcha. Y en aquella ocasión no resultaba creíble dejar algún ejemplar del Corán en las proximidades de la churrería incendiada. Lo que sí se puede suponer es que el hotel tendría una vigilancia exhaustiva, habida cuenta de las personas que en él se alojaban. Por ello el procedimiento más fácil para ejecutar el atentado sin duda fue el elegido. Un artefacto incendiario conectado a un temporizador que podía haberse programado con días de antelación. Hoy ya está determinado que fue un atentado terrorista (aunque no se le haya dado mucha divulgación) sin determinar -al menos oficialmente- la autoría.
El caso es que, según lo ordenado, tuvo lugar la ceremonia militar con los cadetes formados en el patio de armas mientras muchos familiares perecían en el incendio. Tal es el caso del padre y hermano de Peñalosa. Y se considera oportuno citar el incendio del hotel Corona de Aragón, porque de haberse sabido que aquella salvajada era obra de la ETA, el 23F hubiera tenido lugar año y medio antes. Y con otro resultado. Esta es mi teoría, que parece confirmar lo manifestado por Perote cuando dice que un año antes del 23F Milans y San Martín ya estaban pensando en el golpe. Y se hace preciso recordar que el incendio tuvo lugar el 12 de julio de 1979 y el programado y fallido “golpe de timón” fue el 23 de febrero de 1981. Un año y medio antes.
APUNTES DE UN CONDENADO POR EL 23F del coronel José Ignacio San Martín. Espasa Calpe 2005.
Como ya advierte el autor no es una versión más de los trascendentes acontecimientos ocurridos en esa época, sino que enciende una nueva luz sobre una parte de la historia de España. Algo que sin duda conoce bien, pues estuvo destinado en el alto Estado Mayor, fue director general del SECED (Servicio Central de Documentación de la Presidencia del Gobierno creado por Carrero Blanco) antecedente del CESID. Tuvo una participación destacada en los sucesos del 23F como Jefe de Estado Mayor de la División Acorazada aunque en su opinión no fue un golpe de Estado ni participó en su concepción pero confiesa que se involucró movido por su amor a España y lo que creía mejor para ella.
El libro resulta interesante, pues aunque desde luego no desvela nada sobre las partes ocultas del “golpe de timón” hace una minuciosa descripción de las conversaciones telefónicas con -anotación de los horarios en que tuvieron lugar- que permiten entender muchas cosas al cotejarlas con otras informaciones. De hecho tengo el libro profusamente anotado. Si para algo resulta interesante, es para comprender como unos mandos tomaron decisiones según les dictaba su propio honor y espíritu y otros estuvieron indecisos mareando la perdiz toda la jornada.
LAS DOS CARAS DEL GOLPE Comandante Ricardo Pardo Zancada. Editorial Áltera 2006 al que califica José Oneto como “El libro más completo sobre el 23F” y dice en su prólogo Juan Luis Calleja: No voy a hablar mucho del 23-F Las dos caras del golpe. Mi admiración definitiva va en seis palabras: Creo cuanto dice, línea a línea. Ricardo Pardo agota minuciosamente su milimétrico archivo, mental y material, con datos precisos documentos indiscutibles, citas contrastadas…
En mi opinión es un gran libro sobre el 23F en el que yo también creo cuanto dice su autor. Nada tiene ello de extraño al estar escrito por un hombre cabal, un hombre de palabra, un hombre de honor. Que cuando todo estaba ya perdido tras la intervención del Rey en TVE, cumple con su compromiso y se presenta en el Congreso para acompañar moralmente a Tejero. Y le siguen sus subordinados, a los que previamente ha dejado libertad para decidir. Solamente por este rasgo de un verdadero hombre de honor, fiel a su palabra y compromiso, ya es suficiente para creer cuanto dice. Línea a línea. Por ello es muy recomendable su lectura.
Dedicatoria del Cte. Pardo Zancada al autor de este artículo
EL REY Y SU SECRETO Jesús Palacios. Editorial Libros Libres 2010.
Tras recomendar vivamente su lectura hagamos referencia a algunas de sus aportaciones ¿Por qué el 23F? ¿Cuáles fueron las razones que decidieron su puesta en marcha? ¿Por qué el Rey Juan Carlos consintió que se llevara adelante? ¿Por qué dio luz verde a la operación montada desde el CESID? ¡A mi dádmelo hecho les decía a los responsables del Servicio de Inteligencia, a Cortina a Armada…
Los tiros en el Congreso también fueron una total sorpresa para el Rey. “Eso no es lo que estaba previsto” frase que pronunció y que me confirmaría en diferentes ocasiones Sabino su secretario.
Este libro es la primera obra en la que se establece, de forma clara, que S.M. el Rey Juan Carlos había dado el preceptivo nihil obstat al “golpe de timón” materializado en la “Operación De Gaulle” diseñada por los Servicios de Inteligencia.
LA GRAN DESMEMORIA Pilar Urbano. Editorial Planeta 2014.
Tras escribir el libro CON LA VENIA, YO INDAGUÉ EL 23F comprendió su autora que había muchos puntos oscuros, que había seguido pistas falsas encaminadas a apuntalar la “verdad oficial” e inició una oceánica labor de investigación entrevistando a personas que por su posición podían tener información relevante. El fruto de ese trabajo ímprobo fue el libro que se reseña. Según circuló por internet el objetivo del libro era obligar a abdicar al Rey Juan Carlos. Dudo mucho que ese fuera el objetivo, aunque es más que probable que fuera su consecuencia. De hecho se pretendió secuestrarlo legalmente, denunciando ante la Justicia que la foto en la que pasea del Rey con Adolfo Suárez pasándole el brazo sobre su hombro, no contaba con el permiso de la familia. Sin duda fútil pretexto, pues esa foto ya había sido publicada en prensa. Se trató de un desesperado intento para evitar que el libro saliera a la luz. Ante ello, la editorial Planeta decidió adelantar varios días la fecha prevista para la distribución de la obra, pues de esta forma sería mucho más difícil retirar los ejemplares de los puntos de venta y distribución que hacerlo en la propia editorial.
En realidad el problema no estaba en la foto… sino en el pie de la foto. Demasiado explícito y contundente: Dos hombres caminan juntos hacia el fondo de la Historia. Suárez, caballero del Toisón del Olvido, se adormeció en la niebla de la desmemoria, el refugio manso de quien no debe recordar porque sabe demasiado y puede resultar un testigo de cargo peligroso. Esa gran desmemoria es la que le permite vivir una inocencia feliz, y al Rey le asegura dormir sin insomnios y seguir siendo Rey…
Finalmente este intento de secuestro de la obra, la única virtualidad que ha tenido es el que se haya suprimido en las siguientes ediciones la foto… porque hubiera “cantado” demasiado dejar la imagen pero cambiar el pie de foto por otro texto menos explícito.
Libertad Digital con fecha 30 de marzo del 2014 da cuenta detallada del avance del libro que había publicado el diario El Mundo, donde se afirma que Adolfo Suárez confesó a la autora que el Rey era el Elefante Blanco del 23F operación para quitar de presidente del Gobierno a Suárez con el que estaba teniendo grandes diferencias y poner de presidente al general Armada al frente de un gobierno de concentración nacional como forma de dar salida a la insostenible situación política. “Golpe de timón” que había sugerido incluso el propio Tarradellas.
En el libro se narra como el Rey y Suárez, antiguos amigos, casi llegan a las manos hasta el punto de que el perro del Rey se abalanza sobre Suárez. También de las palabras gruesas que le dedica el Monarca ¿me estás amenazando so cabrón? y que el ambicioso Suárez llega a soñar con ser el presidente de la tercera república. Aunque Pilar Urbano toma partido por Suárez en la confrontación entre ambos personajes, queda en evidencia que su ambición y audacia no tenía límites. Decir finalmente que la famosa periodista, tras la publicación de este libro, ha desaparecido de los medios culturales y periodísticos.
TEJERO UN HOMBRE DE HONOR. Álvaro Romero SND Editores (Sierra Norte Digital) Febrero del 2021.
Se cita este libro por ser el último aparecido, aunque como en él se especifica, no quiere ser un libro más sobre el 23F sus autores materiales e intelectuales. Lo que pretende es acercarse a la figura de Antonio Tejero Molina y hacerlo desde el respeto y la veracidad. El tiempo evidenciará que Tejero es un hombre de honor que el 23F cumplía fielmente con las órdenes recibidas hasta que percibió el engaño que se pretendía y se negó a seguir adelante, guiado precisamente por su código de honor.
Golpe de estado NO: Golpe de timón o intriga.
Y tras hacer las reseñas de estos libros, se hace preciso aclarar porque se dijo anteriormente que el 23F no fue un golpe de estado. Un golpe de estado comienza por reclutar el mayor número de voluntades posibles para su ejecución. Cosa que en absoluto se hizo al contar con la seguridad de que no se iba a actuar contra la cabeza visible del Estado, sino siguiendo sus directrices, o al menos contando con su beneplácito para reconducir una situación de emergencia nacional. Por ello no fue un golpe de estado sino un intento de dar un “golpe de timón” para reconducir la nave del estado apartándola de unos escollos que la llevaban al naufragio. Así pues el 23F fue un fallido golpe de timón, o si se prefiere un “autogolpe” diseñado por los Servicios de Inteligencia del Estado, contando con el preceptivo nihil obstat de quien se consideraba con capacidad para otorgarlo.
Banderín de la PM 82º
Voy a exponer las razones por las cuales, desde que sucedieron los hechos, tuve esa certeza.
Yo era el capitán jefe de la compañía de Policía Militar Nº 82 que dependía orgánicamente del Gobierno Militar de la Coruña y por ello estaba a las órdenes directas del general de división D. Luis Torres Rojas uno de los participantes o implicados en el golpe de timón. Mi incorporación a la Policía militar había tenido lugar el uno de julio de 1980 y el general Torres Rojas había tomado el mando del Gobierno Militar poco antes, tras ser cesado en el Mando de la División Acorazada por haber dicho, no como amenaza, sino como indeseable posibilidad, que si no se ponía coto a los atentados de la ETA llegaría un momento en que sería necesario sacar los carros se combate a la calle. Por otra parte yo llegaba desde mi anterior destino en Vitoria, donde había vivido los atentados y funerales de los llamados “años de plomo”.
General. Torres Rojas.
Desde mi presentación hubo una mutua comprensión y afecto. Lo que en términos militares se define como comunidad de doctrina. Por ello el general tenía plena confianza en mi absoluta lealtad y sabía que pensaba lo mismo que él sobre la deriva de España. Pues bien, lo lógico en un golpe de estado, es que el general Torres Rojas hubiera contado con mi participación informándome de lo que se estaba preparando y asignándome alguna misión.
Si por el secreto de la operación no hubiera querido hacerlo, siempre podía haberme dicho antes de irse a Madrid que en un cajón de la mesa de su despacho me dejaba un sobre cerrado con instrucciones. Que estuviera al tanto a las noticias y cuando se produjera un hecho inusual lo abriera y ejecutara lo que en él se disponía. Y sin embargo mi sorpresa fue absoluta al enterarme de la entrada de Tejero en el Congreso de los Diputados como le sucedería a la mayor parte de los cuadros de mando del ejército en toda España, excepto unos pocos de las guarniciones de Madrid y Valencia que estarían enterados de lo que se estaba preparando porque eran actores en la representación del sainete. Sin duda este desconocimiento resulta sorprendente, por cuanto había muchísimos mandos del ejército dispuestos a tomar parte en el golpe. Tanto si se les hubiera dicho que era un golpe de timón para enderezar el rumbo, como que se trataba de un golpe de estado para solucionar definitivamente la deriva.
Coronel San Martín.
Esto se corrobora en varios de los textos citados, como en el del coronel San Martín jefe de EM de la DAC donde da cuenta de las reticencias y frustración de los mandos intermedios que habían salido con las unidades a la calle, cuando recibieron la orden de regresar a los cuarteles. También lo prueba, porque para muestra vale un botón, la entrada en el Congreso del Comandante pardo Zancada seguida de los capitanes. Y también la comida que se les dio en su unidad a los participantes en la “Operación De Gaulle” para despedirlos. Cuando fracasada esta fueron arrestados y a nadie se le ocultaba que era el primer paso para comparecer ante la justicia. En tal comida, según el testigo que me lo refirió, el ambiente parecía el de un velatorio. Pero los cabizbajos y deprimidos eran quienes al final no habían participado, al haberse inhibido sus jefes. Por el contrario, quienes se mostraban exultantes y orgullosos, eran quienes habían tomado parte en el intento… aún siendo conscientes del negro porvenir que les esperaba.
Y volviendo a la sorpresa que el 23F produjo en los cuadros de mando del Ejército, yo mismo fui uno de ellos en La Coruña. Por la mañana, como un día cualquiera, la compañía de policía militar Nº 82 había realizado su programa diario de educación física e instrucción, además de prestar los servicios asignados en esa jornada. Por la tarde me acerqué al parque de artillería con uno de los tenientes para recoger unos subfusiles que habíamos llevado para pavonar. Mientras esperábamos para recibir el armamento, uno de los operarios civiles del establecimiento comentó: ¡vaya jaleo se ha montado en Madrid! Han entrado a tiros en el Congreso de los Diputados. No hice comentario alguno, si bien supuse que habría sido la ETA y en mi fuero interno pensé, ¡bueno! No van a ser siempre las víctimas guardias civiles, policías y militares…. Que prueben un poco de la medicina que prescriben en cada nuevo atentado con el argumento de que no hay que caer en la trampa de la provocación.
Serían pasadas las 19 horas, ya en la residencia militar de Zalaeta donde vivía por estar soltero, tras asearme y vestirme de paisano, donde al poner la radio supe que quien había entrado en el Congreso era la Guardia Civil. La cosa cambiaba radicalmente. De inmediato metí en una bolsa uniforme, botas y armamento y subí a la compañía cuyo alojamiento estaba en el Cuartel de San Amaro. Ordené que se incorporaran todos los mandos llamando a sus casas, y tras repartir armamento y munición a los policías militares, me dispuse a esperar acontecimientos y a la espera de recibir órdenes. Al llamar al Gobierno Militar para hablar con mi inmediato superior, el General Torres Rojas, supe que se había ido a Madrid, no sabiendo si esa mañana o la víspera, aunque sin tener la más remota idea de que el motivo de tal viaje eran los acontecimientos que se estaban desarrollando.
Ya por la noche me llamó el ayudante, el comandante Cobos, para decirme que llegaba en avión desde Madrid el general Torres Rojas y que mandara a un policía militar de confianza, vestido de paisano, al aeropuerto para recibirlo. Designé al competente y leal cabo primero Jesús Martínez Martinena quien según me refirió, al bajar el general la escalerilla del aparato y en encontrarse con el comandante Cobos en la pista de aterrizaje le dijo: Guillermo la ha cagado.
Carros de combate circulando por Valencia.
Pasamos la tarde pendientes de las noticias y esperando unas órdenes que no llegaban. Por la noche, ya con el general Torres Rojas en La Coruña, si no me llamaba ni me daba órdenes no era procedente llamarle yo. Pues resultaba evidente que fuera cual fuera el motivo de su viaje a Madrid ahora quería permanecer al margen de los acontecimientos.
Al saber que en Valencia habían salido las unidades a la calle, llamé insistentemente al capitán de la PM del Gobierno Militar pero fue imposible establecer comunicación. La línea estaba saturada o cortada. Ante la falta de órdenes decidí dar una vuelta por la ciudad para comprobar si había algún movimiento. Lo hice en mi coche particular acompañado por el subteniente Bernal. Leal, eficaz y valiente subordinado. La tranquilidad en La Coruña era absoluta. Ni un alma por las calles. Tampoco despliegue de Fuerzas de Orden Público en puntos sensibles; Gobierno Civil, Puente del Pasaje -punto obligado para entrar en la ciudad- estación del ferrocarril y ningún refuerzo de la seguridad en el exterior de los edificios militares. Regresamos al acuartelamiento donde permanecimos atentos a las noticias. Yo conocía sobradamente la Historia de la Cruzada de Joaquín Arrarás Iribarren que tengo en edición facsímil y no podía menos de relacionar cuanto se expone en los tomos III, IV y V relativos al Alzamiento Nacional del 18 de julio -que técnicamente sí había sido un golpe de estado- con la extraña tranquilidad de la situación que estábamos viviendo.
General. Díaz López.
Cuando a las 01:14h del 24 de febrero apareció ¡por fin! S.M. en la televisión, comprendí que fuera cual fuera el objetivo de la entrada en el Congreso de la Guardia Civil todo quedaba en agua de borrajas.
De madrugada conseguí por fin hablar con mi homólogo de la policía militar de Valencia. Al manifestarle que tras la intervención del Rey en televisión si había algo, quedaba desactivado y se podía dar por fracasado el intento de enderezar la situación de España, me dijo muy seguro de sus palabras que ellos en Valencia continuaban con lo previsto. Y que de hecho las unidades acorazadas seguían en la calle. Ante esta respuesta me trasladé al edificio del Gobierno Militar en la calle Veeduría donde se ubicaba el Cuartel General de la BRILAT. En su despacho estaba, sentado tras la mesa, el general jefe de la Brigada de Infantería Ligera Aerotransportable D. Julián Díaz López el que hacía unos meses había sido mi querido y admirado coronel jefe del CIR Nº 11 en Araca, Vitoria. El humo del tabaco en el despacho asemejaba densa niebla y sus pronunciadas ojeras y habituales “bolsas” parecían descolgarse desde los ojos hasta la mesa. Sin duda llevaba muchas horas fumando un cigarro tras otro.
Le expuse sucintamente mi conversación telefónica con el capitán jefe de la policía militar de Valencia y de su respuesta de que “ellos seguían adelante”.
General. Fernández Posse.
Gracias por la información Navarro -me dijo- pero yo estoy esperando órdenes del Capitán General. Lo que no me dijo, aunque ambos lo suponíamos, es que el Capitán General, Fernández Posse estaba esperando órdenes del Rey. Y la espera terminó cuando S.M. compareció en televisión. Tal vez esa larga espera antes de que el Rey compareciera en televisión desautorizando la entrada en el Congreso se debió a que él también estuviera esperando a ver si los capitanes generales se decidían. Una vez más, unos por otros la casa sin barrer. Otra muestra más de la falta de coordinación de la “Operación De Gaulle”. O de la falta de decisión para llevarla a término.
Tras la infructuosa visita al general jefe de la BRILAT me dirigí a la Capitanía General para transmitirle al Jefe de su Estado Mayor lo que acaba de decirle al general D. Julián Díaz López. No recuerdo si es que no estaba en la plaza el general Jefe de Estado Mayor y en su ausencia ejercía el cargo, de forma accidental o interina, el coronel Agulló. Pero el caso es que esa madrugada del día 24 de febrero, cuando accedí al despacho del jefe de EM de la Capitanía de la 8ª RM era el coronel Agulló quien estaba en el. Entré sin llamar, como es preceptivo en el ejército tras abrir la puerta y solicitar permiso. Encontré al coronel Agulló tumbado en un diván. Estaba en camiseta pero puestas las botas y los pantalones del uniforme de campaña. De inmediato se puso en pie. Le informé de mi conversación con el capitán de la Policía Militar de Valencia y de su respuesta de que ellos continuaban con lo previsto y que las unidades seguían en la calle. Recuerdo perfectamente sus palabras: Eso cambia las cosas.
General Milans del Bosch.
Me despedí sin saber si iba transmitirle al Capitán General la información sobre Valencia que acababa de darle. Aunque supongo que, de hacerlo, de nada serviría una vez que el Rey había hablado en televisión y como le diría a Milans del Bosch ya no puedo volverme atrás.
Tras esta segunda visita regresé al cuartel de San Amaro convencido de que si la entrada de la Guardia Civil en el Congreso, había tenido por objetivo el enderezar el rumbo de una España a la deriva, el intento había fracasado.
A las órdenes del general D. Luís Torres Rojas en La Coruña.
A continuación narraré hechos y circunstancias poco relevantes, pero que sirven para comprender el cómo y porque se desarrollaron los hechos de la forma en que lo hicieron. Son esas piezas del puzle, marginales, pero necesarias para concluirlo.
El general Torres Rojas era lo que suele llamarse una bellísima persona. Todo lo contrario a la imagen de “golpista” con la que se le quiere presentar. Se hacía querer de sus subordinados. Había sido jefe de la Brigada Paracaidista y luego de la División Acorazada. Mantenía una forma física increíble y su cercanía con las unidades era proverbial, como lo prueba el hecho de que tanto en la BRIPAC como en la DAC se presentara muchas veces a primera hora de la mañana ante alguna de las las unidades dispuestas para empezar la educación física, y dirigiéndose a su jefe le dijera: ¿me permites capitán que os acompañe esta mañana en la carrera? Nada tiene de extraño que con ese compartir la educación física con el capitán, oficiales, suboficiales y tropa de la compañía -a los que podía seguir “el ritmo” sin dificultad- se creara un fuerte vínculo afectivo con todas las unidades.
Ya de Gobernador Militar en La Coruña, solía ir corriendo a primera hora de la mañana desde el edificio del Gobierno Militar en la calle Veeduría hasta el estadio de Riazor, acompañado por el comandante ayudante. Allí en los vestuarios departía con los paisanos, a quienes no ocultaba su identidad ni el hecho de que había sido cesado en el mando de la División Acorazada por sus declaraciones. También les hacía partícipes de su preocupación por la situación de España. Nada tiene de extraño que este trato cercano con la población civil, pronto le granjeara el afecto de quienes a primera hora frecuentaban las pistas del estadio de Riazor. Y por razones obvias para el caso que nos ocupa, se prefiere utilizar el término cercano al de campechano.
El general Torres Rojas no llevaba, ni quería tener, escolta. En alguna ocasión me había dicho que si era víctima de un atentado moriría por España, pero no quería que por atentar contra él muriera el conductor, el escolta y su ayudante, llagando a proponer al Capitán General -según me dijo- ir en su coche particular conducido por él y que detrás fuera el coche oficial con el banderín y el ayudante. Supongo que el Capitán General no le autorizó idea tan peregrina… y peligrosa para su ayudante, el comandante Cobos.
El caso es que mientras estaba en el balneario de Archena había sido detenido un comando del GRAPO con información muy elaborada sobre sus actividades y movimientos. A su regreso me llamó el comandante ayudante para advertirme de ello, y de que el Capitán General le había ordenado llevar escolta. Así pues debería proporcionársela con la policía militar. Elegí para ello a dos policías que por sus características físicas, conocimientos y temperamento consideré como los más idóneos. Hice que se les comprara dos fundas sobaqueras para las pistolas de dotación en la unidad, pues solamente teníamos las fundas reglamentarias para llevar el arma en el uniforme.
La víspera de su primer servicio de escolta les llamé al despacho para darles instrucciones. A las ocho de la mañana deberían estar en el Gobierno Militar y seguir luego a prudencial distancia al general y al comandante Cobos en su carrera diaria al estadio de Riazor. Una vez allí, uno de ellos debería seguirlos en sus vueltas por la pista tratando de no guardar siempre la misma distancia. El otro, simulando que hacía estiramientos, debería estar atento a cualquiera de las personas que estuvieran en el estadio que siguieran con atención la carrera del general y del comandante ayudante “marcándolos” en el caso de que pretendieran aproximarse a ellos. Les advertí que no tendrían fácil el prestar la seguridad pues al general le gustaría hablar con ellos. A medio día volví a llamarlos al despacho para que me contaran como les había ido el primer día del servicio de escolta. No muy bien mi capitán -me dijeron- porque el general nos llamó a los dos y nos puso a hacer flexiones en el césped mientras contaba cuántas hacíamos. Sin comentarios… Pero esto no fue todo. Me llamó el comandante Cobos y me dijo que el general no quería que llevaran pistola -sin duda se dio cuenta cuando la sobaquera se les “descolgaba” del chándal durante las flexiones- y que les comprara unos spray defensivos.
No mi comandante, yo no les compro a los soldados unos espray antiviolación. Si van a insultar o agredir al general, tienen conocimientos y capacidades suficientes para hacer entrar en razón a media docena de agresores… pero si se trata de un atentado deben anticiparse utilizando sus armas.
-Te entiendo Navarro, pero yo ya te lo he dicho- fue su respuesta.
Por supuesto que al día siguiente volvieron a llevar las pistolas… pero el general no consideró oportuno volver a ponerlos a hacer flexiones. Muy posiblemente por suponer que no se habría cumplido la orden. Y viene a cuento esta anécdota de los “espray antiviolación” porque según me manifestó el propio general cuando el día 24 de febrero fui a verlo, ya en arresto domiciliario al pabellón, me confesó que había ido a Madrid provisto de un espray. Sin duda un “arma” suficientemente letal y resolutiva como para dar un “golpe de estado”.
Hacía tiempo que un día, mientras estaba sentado despachando con el general, me preguntó: Navarro ¿qué munición tienes en la compañía? nueve milímetros parabellum mi general, para las pistolas y subfusiles porque no tengo CETMES en la dotación -le respondí- Es que tengo una pistola que hace más de diez años que no utilizo y no sé cómo estará. Pues si me la deja la reviso y se la pongo a punto. De inmediato se levantó y entrando en el pabellón -el despacho tenía acceso directo- apareció en breves momentos con una pistola Walter P-38 alemana entregándomela. Me la llevé a la residencia y tras desmontarla y limpiarla concienzudamente al día siguiente la probé en la galería de tiro de Punta Herminia… funcionaba como un longines. Cuando se la devolví le dije en tono de broma; si un día quiere hacerme feliz, ya sabe lo que puede regalarme. Al mismo tiempo que le entregaba dos cajas de cincuenta cartuchos de munición 9mm Pb pues también me había pedido munición.
Sólo después del 23F relacioné todo aquello con la preparación del “golpe de estado” y lo que posteriormente supe sobre su intervención en Madrid adonde había ido para sumarse al “levantamiento” de la División Acorazada. Con tan poca convicción y energía como para llevarse finalmente, en lugar de la pistola Walter P-38, un espray defensivo. Definitivamente si el 23F fue un golpe de estado, fue un golpe de estado muy “blando”. Como correspondía a un intento de dar un golpe de timón en el que por disponer del nihil obstat y todas las bendiciones, no se esperaba que surgiera ninguna dificultad. Como veremos más adelante, en las indecisiones del general Juste -jefe de la DAC- y el general Torres Rojas, su anterior y carismático jefe, todos cuantos se sumaron a la intentona tenían el convencimiento de que la “operación” era deseada y estaba avalada por el Rey.
Muchas veces me había dicho el general Torres Rojas: Yo respeto la Constitución, aunque no me gusta, porque no contempla a Dios -precisaba- pero es la Norma Superior del Estado y hay que respetarla. Luego ya, tras el fracaso del 23F me decía: Yo no he tomado parte en ningún golpe de estado: Cuando se me dijo que aquello era deseo y voluntad del Rey, colaboré. Cuando el Rey lo desautorizó de inmediato obedecí.
En el epígrafe el general Torres Rojas en Madrid veremos su escasa o nula participación en los hechos.
Tejero en el Congreso de los Diputados. Llega el general Armada.
Lo que a continuación se narra no pretenden ser “revelaciones” sino esas pequeñas piezas del puzle que sirven para completar definitivamente una imagen. Como creo haber apuntado ya, desde mis visitas al teniente coronel Tejero en el Castillo de la Palma en la entrada a la ría del Ferrol del Caudillo, tuve la seguridad de que estaba hablando con un hombre de honor. En cuya palabra podía confiar de manera absoluta. Igual podría decir de una o dos visitas que le hice cuando ya se encontraba en el Servicio Geográfico del Ejército a la espera de que se iniciara el juicio.
Con independencia del hecho de que desde nuestro primer encuentro hubo ese acuerdo moral, o comunidad de doctrina, que surge de forma espontánea entre hombres cuya palabra es sagrada, ¿Qué razones podría tener Tejero para falsear los hechos ante un simple capitán de infantería? ¿Qué motivos podía tener yo para dudar de sus palabras? Todo lo que después he sabido me ha confirmado que aquella confianza estaba plenamente justificada. Mi primera impresión se ha corroborado. Estaba ante un hombre de honor. De los que su palabra es oro de ley… en contraposición a tantos felones y falsos que faltan a su palabra. E incluso a sus solemnes juramentos.
El primer instante: Tejero cuando entró solo en el Congreso.
Para entrar Tejero en el hemiciclo tuvo que atravesar una estancia donde se hallaban los escoltas de los diputados, todos ellos, obviamente, con sus armas. Cualquier duda podía ser fatal para el éxito de la misión, si alguno de ellos se interponía o trataba de cortarle el paso. Tejero conocía el itinerario para acceder al hemiciclo… pero no así la fuerza que le seguía. Esto dio lugar a que apresurara el paso para atravesar con decisión la sala de los escoltas, sin darse cuenta que la fuerza que debía seguirle se quedaba rezagada. Por ello, cuando Tejero entra en el hemiciclo se vuelve y comprueba que está solo, por lo que retrocede para ver donde han quedado los guardias civiles que debían seguirle. Este pequeño e inevitable contratiempo, da lugar a que la presencia de Tejero, en solitario, pistola en mano, produzca en sus señorías la lógica sorpresa seguida de un murmullo que pronto adquiere tintes de abucheo. Algo que desde luego no habría ocurrido de haber entrado todo junto, y en bloque, el nutrido contingente de guardias civiles. Sucede que cuando estos entran ya se ha producido un primer revuelo que es preciso cortar de raíz. Unos disparos al techo tienen como consecuencia inmediata -e inevitable- que sean seguidos por los de otras armas en manos de hombres sometidos a la lógica tensión del momento. La sonoridad del recinto, unido a lo poco habituados que están sus señorías a escuchar el lenguaje de las armas de fuego, hace que de inmediato entren en razón… y el incipiente abucheo desaparezca como por ensalmo. Lo que no había conseguido el ¡¡¡quietos todo el mundo!!! lo consiguen ahora las detonaciones. Hay alguna excepción: sin duda de quienes “estaban en el ajo” de la representación que iba a tener lugar en el templo de la soberanía nacional. Pero que se sorprenden e indignan al oír unos disparos que no estaban en el guión de aquella representación teatral. De la que curiosamente, una inadvertida cámara de televisión, debía permitir que toda España pudiera verla, para que así “el pueblo soberano” aplaudiera al concluir la representación. Felicitando al autor o autores del libreto.
Armada llegando al Congreso.
El general Armada entra en el Congreso para rematar la faena.
El teniente coronel Tejero había dicho a los guardias civiles que custodiaban la entrada: Cuando llegue un señor que de la contraseña duque de ahumada me avisáis para que salga a recibirlo. Cuando Tejero recibe el aviso, sale a recibirlo, y muy ordenancista le dice cuadrándose: sin novedad en el Congreso mi general…. y en ese momento está a punto de iniciarse el principio del fin de la representación teatral. El general Armada le dice:
-Muy bien, no hay ningún herido ¿verdad? No mi general -responde Tejero-
-Está bien, saca a la fuerza del hemiciclo.
-¿Pero como mi general? no se puede sacara a la fuerza hasta que esto no esté concluido.
-Tienes que sacarla, no se puede proceder a leer el nuevo Gobierno bajo la amenaza de las armas.
-¿Pero de qué Gobierno me está hablando mi general? ¿De un Gobierno con socialistas y comunistas? ¿Con Carrillo y la Pasionaria?
-No, hay socialistas y comunistas, pero moderados, como Felipe González, Solé Turá y Ramón Tamames
-Pues entonces me han engañado mi general… a mi me han dicho que esto era para hacer un directorio militar…. Y yo no paso a la historia de España como la persona que ha metido en el Gobierno a socialistas y comunistas. Para hacer esta chapuza que no hubieran contado conmigo.
Y a continuación tiene lugar el desenlace. Porque Armada, por nervios o prepotencia, pero en cualquier caso olvidando que tiene delante un hombre de acción y de honor, alejado de su acomodaticio maquiavelismo, le espeta:
-Pues esto es lo que hay, o lo aceptas o treinta años de cárcel.
-Yo sí… ¡¡¡y tu también cabrón!!! Le responde Tejero al tiempo que le estrella el dorso del puño en el pecho con tanta violencia que le hace retroceder.
A alguien le puede parecer surrealista e increíble esta escena en que un disciplinado teniente coronel de la Guardia Civil le falte así el respeto a un general del ejército… pero así me lo contó Tejero y así lo cuento. Porque como ya he dicho, siempre he creído en lo que me contaba. Además sé lo que siente un hombre valiente y de honor, cuando tras comprender que ha sido engañado, se ve amenazado por quien lo hizo víctima del engaño. Finalmente tampoco debe resultar sorprendente o increíble esta violenta reacción pues hacía tan sólo unas pocas horas que había zarandeado y tratado de tirar al suelo a todo un teniente general vicepresidente del Gobierno, cuando este trató de interferir en el cumplimiento de la misión que tenía encomendada.
Hago un pequeño paréntesis para decir que aunque se ha escrito que Tejero vio el listado de los ministros que iban a formar un Gobierno -que al ser aprobado por la Cámara debería ser legal- según me manifestó, él nunca vio la lista. Pero el general Armada se dio con la mano en el bolsillo donde llevaba un papel, diciéndole: aquí tengo la composición del Gobierno.
Y hecha esta digresión volvamos al desenlace del duro enfrentamiento entre Tejero y Armada. Tras el empellón, y ya con el general Armada completamente achicado, le dijo Tejero:
-Además yo solamente obedezco al general Milans, que desde luego no traga con esta chapuza.
-Pues llámale y verás que apoya esta solución
-No puedo llamarle porque han cortado las líneas telefónicas
-Pero han vuelto a darlas cuando yo he entrado
-….Veo mi general que tiene mucha mano ahí fuera.
Milans con el rey Juan Carlos
Tejero llamó entonces al general Milans a Valencia quien le dijo que en la situación en que se encontraban no había otra solución que la propuesta por Armada.
Tejero tuvo entonces un momento de duda, y de haberse avenido al “enjuague” el 23F hubiera salido adelante pero ello habría supuesto que, o bien Tejero hubiera tenido que irse de España -bien remunerado- como chivo expiatorio de la entrada en fuerza en el Congreso… o bien que el elefante blanco y todos los implicados en la “Operación De Gaulle” (incluidos quienes se habían comprometido a formar parte de ese Gobierno de Concentración Nacional) hubieran admitido su participación. Y como esto nunca habría sucedido, Tejero habría sido el pagafantas de la Operación De Gaulle. Pero en un caso dudoso, como era aquel, eligió lo más propio de su honor y espíritu negándose a participar en aquel enjuague… ¡y acertó!
El caso es que tras hablar con Milans, Tejero se mantuvo firme en su postura de negarse a facilitar la “Solución Armada” (en realidad a que se culminara la Operación De Gaulle) diciéndole lo mismo que ya había dicho al general Armada:
-Me han engañado mi general, si esto es lo que se pretendía hacer, que hubieran buscado a otra persona para entrar en el Congreso.
Pidió entonces Milans hablar de nuevo con Armada, y Tejero pudo oír que Armada le decía a Milans:
-No hay nada que hacer, está dispuesto a reeditar el santuario de Santa María de la Cabeza.
El 23F estaba ya definitivamente fracasado. Sólo faltaba para el desenlace que S.M. el Rey lo certificara con su aparición ante las cámaras de TVE, ordenando a Milans que retirara el bando y que las unidades regresaran a sus cuarteles.
Francisco Laina García.
Otro hecho digno de conocerse es que el subsecretario, Francisco Laína García, Director de la Seguridad del Estado, como más antiguo de los subsecretarios, se erigió en presidente en funciones de un gobierno provisional o “gobierno de subsecretarios” al estar todos los ministros confinados en el Congreso. Lo que se dio a conocer a las 21 horas mediante un comunicado del Ministerio del Interior. Y nada más asumir la jefatura de ese Gobierno Provisional de Subsecretarios, no se le ocurrió mejor cosa a Laína, que la “machada” de llamar a Tejero para decirle que si en media hora no se había rendido, saliendo del Congreso, lo asaltaría con los GEOs, que ya habían salido de Guadalajara.
La respuesta de Tejero fue lacónica pero determinante: «asáltelo con lo que quiera, defenderé el Congreso haciendo barricadas en las ventanas con los cuerpos de los diputados».
Y los GEOs que ya habían salido de Guadalajara -o habían recibido la orden de prepararse para hacerlo- recibieron la contraorden. No hay nada más eficaz que unas palabras oportunas empleadas por un hombre que transmite determinación.
Me contaba Tejero la angustia de Carmen, su mujer, porque precisamente en los GEOs estaba destinado como teniente el marido de una de sus hijas y pensaba en el drama que para ella y para su hija supondría el enfrentamiento armado entre yerno y suegro algo que no llegó a darse por una respuesta que puede emular a otras históricas.
Porque esta amenaza, y la rotunda respuesta, que ya está inscrita en la reciente historia de España, recuerda a aquellas otras de la Guerra de la independencia: ante la oferta de paz y capitulación la respuesta; ¡¡¡guerra y cuchillo!!! O ante la pregunta de a dónde retirarse en caso de fracasar la misión, la respuesta terminante ¡¡¡al cementerio!!! Viene esto al caso para acreditar que la raza española -aunque lo parezca- no ha desaparecido de la Piel de Toro.
Ya con todo perdido, Tejero “aguantó el tipo” toda la noche y la mañana siguiente para capitular. Logrando así que no se exigieran responsabilidades a suboficiales y números de la Guardia Civil.
Antológicas del honor y la lealtad, son las imágenes de Tejero estrechando las manos de los guardias civiles en la acera del Congreso una vez abandonado el recinto. Guardias civiles que la víspera eran ajenos a su mando, pero que tras unas horas recluidos con él en el Congreso, eran ya “sus guardias civiles”. Cierto es que alguno había tenido la debilidad de salir por la ventana. Debilidad disculpable, pero incluso ni a ellos les negó la mano. Tampoco ellos la rehusaron. Dotes de mando del teniente coronel Tejero que había acreditado durante toda su vida militar. Virtud militar suprema, basada en la mutua lealtad entre el que manda, y quien obedece de buen grado, porque tiene plena confianza en la lealtad que le profesa su jefe.
¡Qué comportamiento tan diferente con el del general Armada! que tras embarcar en la aventura a los participantes -cual capitán araña- trató de cubrir sus responsabilidades presentándose como el remedio de lo que él mismo había tramado. Por ello es que había tomado la precaución de no asistir a ninguna reunión preparatoria en que hubiera más de una persona. Solamente se entrevistaba individualmente, para que llegado el caso fuera la palabra del interlocutor contra la suya. Solamente esta “precaución” evidencia ya el dolo de su conducta.
Comandante. Ricardo Pardo Zancada.
A media noche llegó el comandante Ricardo Pardo Zancada con los oficiales y soldados de la Policía Militar. Según me contaba Tejero pensó que no sabía que la “operación” había fracasado y le aconsejó que no entrara en el Congreso. Pero comprobó que aún sabiendo que todo estaba perdido, quiso cumplir su compromiso de sumarse al intento acompañándolo en aquel trance. E igualmente hicieron los oficiales que le acompañaban, a los que antes de salir de la DAC dejó en libertad para seguirle o no. Pero esos sí, advirtiéndoles que una vez tomada la decisión de acompañarle no toleraría deserciones.
El Comandante. Pardo Zancada llega con su unidad al Congreso.
Estas actuaciones, y el exigir salir armado del Congreso de los Diputados, ponen en evidencia su talla de magnífico soldado.
A la mañana siguiente entró en el Congreso el teniente coronel Astilleros -creo recordar que este es el nombre que me dijo Tejero- Cuando avisado de su llegada, salió a recibirlo saludándolo, este le respondió displicente: ¡Yo no hablo con sediciosos! ¿No? ¡Pues a la calle! que este sedicioso es el que sigue mandando aquí. Indicando a los guardias que lo sacaran. Cuando vio que dos números lo sujetaban de los brazos para llevarlo fuera, amainó su actitud prepotente y se avino a tratar del asunto para el que había entrado. Acordar los términos de la salida del Congreso.
Otro que no se había dado cuenta de con quien “se jugaba los cuartos” y de que Tejero podía haber perdido la partida…. Pero ni el mando ni su dignidad.
El general Torres Rojas en Madrid.
General. Juste Fernández.
Buscando en Wikipedia una foto del General Juste, a la sazón el jefe de la División Acorazada el 23 de febrero de 1981 me encuentro con el siguiente texto: Juan Carlos I desvela al héroe callado del 23F. “El general Juste fue quien impidió que el Ejército creyera que yo estaba tras el golpe”. Pero como veremos a continuación en la siguiente pieza del puzle, esta “heroicidad callada” no se ajusta a la realidad de los hechos. ¿S.M. desconoce la actuación del general Juste aquel día? ¿O es pura retórica para afianzar una versión oficial que salva la responsabilidad del Rey? A continuación se expondrá un pasaje de aquella jornada que me refirió el capitán Carlos Álvarez-Arenas Pardinas en una visita que hice al Servicio Geográfico del Ejército donde estaban recluidos los implicados en el 23F a la espera del juicio. El Capitán Álvarez-Arenas Pardinas pertenece a la XXIX promoción de la AGM y yo a la XXX. Así pues habíamos coincidido en las academias y aunque sin contacto estrecho por pertenecer a promociones distintas, nos conocíamos. También influía el hecho de que el día de autos yo era el capitán jefe de la policía militar del Gobierno militar de La Coruña, y el jefe de una de las compañías de policía militar de la DAC. Todo ello, unido a que conocía mis ideas y a la cortesía de mi visita, hizo que me confiara un pasaje que, a mi entender, es del mayor interés para saber lo que sucedió aquel día… y lo que pudo haber sucedido.
Como ya se ha dicho, el general Torres Rojas había sido el general jefe de la DAC hasta su cese por haber hecho unas declaraciones consideradas improcedentes. Como también se ha dicho era un mando querido por sus subordinados y por ello tenía ascendiente sobre ellos. Implicada la División Acorazada en aquel “golpe de timón” que se estaba preparando para enderezar el rumbo de la nave del Estado que se dirigía irremediablemente a la rompiente -no olvidemos que en el intento participaban su jefe de Estado Mayor el coronel San Martín y el comandante Pardo Zancada integrante también del EM de la DAC- nada tiene de extraño que se contara con el general Torres Rojas… si es que los preparativos del 23F no se habían iniciado ya durante su mando.
Por ello nada tiene de extraño que el general Torres Rojas se desplazara a Madrid para apoyar con su presencia el cumplimiento por parte de la División Acorazada de las misiones que, llegado el caso, se le asignarían a la unidad más potente del Ejército. Unidad considerada resolutiva, tanto por su potencia y carisma como por su despliegue en la capital de España.
Veamos ahora, siguiendo lo referido por el capitán Arenas Pardinas unos momentos estelares en la tarde del 23F en el Cuartel General de la DAC.
Como es lógico, el general Torres Rojas esperaba que la orden de salir los carros de combate a la calle la diera quien era el jefe de la unidad, el general Juste. Pero este no se decidía al no tener constancia de una orden superior para ello, a pesar de saber que en Valencia ya estaban los carros de combate en las calles. En este tira y afloja para ver quien asumía la responsabilidad de dar la orden de salir, iba pasando el tiempo. Y el general Juste le dijo al general Torres Rojas que él, sin órdenes concretas, no asumía la responsabilidad. Que fuera personalmente Torres Rojas quien diera la orden de salir a los coroneles de los regimientos. Yo me estaba poniendo de los nervios al ver la indecisión y como se pasaban la pelota de uno a otro -me decía el capitán Arenas- así que en un momento determinado llamé a los coroneles de los tres regimientos de infantería (El Saboya, el Asturias 31 y el Wad Ras).
Mi coronel, le va a hablar el general Torres Rojas. Mi general, el coronel del Saboya al aparato. Y cuando vi que el general Torres Rojas le decía al coronel -llamándolo por su nombre, pues los conocía ya que había sido su jefe hasta hacía poco- ¿Qué te parece? ¿Salimos? Comprendí que no había nada que hacer. Esta llamada se repitió con los dos coroneles de los otros regimientos, que obviamente, ante una pregunta que ponía en evidencia la poca o nula decisión del general Torres Rojas, y que además, por no ser su mando orgánico no estaba capacitado legalmente para dar la orden, era lógico que no tuviera ninguna respuesta afirmativa por parte de los coroneles. Me decía el capitán Arenas que en su desesperación había llegado a pensar en ofrecerse al general Torres Rojas para encerrar al general Juste en una habitación, dejándole el campo libre para que asumiera el mando de la DAC. Pero que a la vista de las dudas que había manifestado al hablar con los coroneles, no hubiera servido para nada.
Constitución de 1966 abolida en flagrante perjurio.
Ya no eran los tiempos de 1936, en los que oficiales de graduación intermedia habían depuesto del mando, pistola en mano, a generales indecisos. Pues aunque ciertamente el terrorismo de ETA había derramado mucha sangre, el Ejército había vuelto del Sahara sin foguear y con el rabo entre las piernas. A diferencia de lo sucedido tras la guerra de Marruecos. Muy posiblemente, en la entrega ignominiosa del Sahara a Marruecos, además de otras consideraciones como eran los designios de los EE.UU -o mejor dicho de su poderosa minoría- había influido la posibilidad de que un ejército fogueado no hubiera consentido que en la Transacción tuviera lugar el gran perjurio y la demolición con malas artes de la Constitución de 1966. Cuyo Orden Institucional habían jurado defender todos los cuadros de mando del Ejército. Muerto Franco se había entregado la soberanía de España a cambio de la tutela para la nueva etapa que se iniciaba.
Sabino Fernández Campo.
Como tantas veces en la historia, las animadversiones personales tienen una influencia determinante en los acontecimientos. Sabino Fernández Campo se llevaba mal con el general Armada. Como Secretario General de la Casa del Rey, consideraba improcedente que el general Armada, debido a su gran confianza con el Monarca -había sido su preceptor- se permitiera ir a verlo “por libre” sin contar con él para solicitar la preceptiva audiencia. Por ello no le permitió acceder a la Zarzuela el 23F y cuando el general Juste llamó por teléfono para saber si estaba allí el general Armada, la famosa respuesta de “ni está, ni se le espera” fue determinante para que quienes como el general Juste habían confiado en que Armada les había transmitido la voluntad de S.M. se inhibieran de apoyar el golpe de timón.
Wikipedia inserta un cuadro con los capitanes generales de las nueve Regiones Militares más Baleares y Canarias, con el supuesto posicionamiento de sus jefes, asignando a unos la lealtad al Rey y a la Constitución, a otros la sublevación, y al resto estar a la espera de los acontecimientos o que hubieran seguido lo que hicieran los Capitanes Generales de las Regiones Militares vecinas. Lo cual es falso de toda falsedad, pues ninguno de ellos se sublevó o estuvieron dispuestos a hacerlo. Simplemente esperaron a que S.M. el Rey les diera personalmente el visto bueno a la “Operación De Gaulle” que obviamente conocían. Por ello se mantuvieron a la expectativa -o al pairo en términos marineros, en consonancia con un golpe de timón– esperando la orden de S.M. de apoyar la “solución Armada” Al no ser posible por impedirlo Tejero -como ya hemos visto- y una vez que el Rey apareció en televisión a las 01:14 horas en la madrugada del día 24 de febrero diciendo:
Al dirigirme a todos los españoles con brevedad y concisión, en las circunstancias extraordinarias que en estos momentos estamos viviendo, pido a todos la mayor serenidad y confianza y les hago saber que he cursado a los Capitanes Generales de las Regiones Militares, Zonas Marítimas y Regiones Aéreas, la orden siguiente:
Ante la situación creada por los sucesos desarrollados en el Palacio del Congreso, y para evitar cualquier posible confusión, confirmo que he ordenado a las Autoridades Civiles y a la Junta de Jefes de Estado Mayor, que tomen las medidas necesarias para mantener el Orden Constitucional dentro de la legalidad vigente.
Todos los Capitanes Generales mantuvieron la lealtad al Rey. Así pues ningún Capitán General quebró esa lealtad, ni se “sublevó” -ni estuvo dispuesto a hacerlo- contra el Rey o contra la Constitución y acataron de inmediato y sin reservas lo que entendieron como una contraorden. Fue solamente El Teniente General Milans del Bosch, el más leal al Rey, pero también el que más se había involucrado al sacar los carros de combate a la calle, el que se lamentó de aquella contraorden que en tan mal lugar le dejaba. De ahí la disculpa del monarca: Ya no puedo volverme atrás. También la duda expresada en La Zarzuela por el Rey a Sabino Fernández Campo ¡mira que si nos hemos equivocado! donde no queda claro si la equivocación había sido el dar luz verde al golpe de timón… o el haber abortado la maniobra. (AQUI “EL NAUFRAGIO DEL 23F”).
Consideraciones finales.
1. Presidente: Alfonso Armada 2. Vpdte. Felipe González (PSOE) 3. Vpdte. Económico: José María López Letona 4. Asuntos Exteriores: José María de Areilza (Coalición Democrática) 5. Defensa: Manuel Fraga (Alianza Popular) 6. Justicia: Gregorio Peces Barba (PSOE) 7. Hacienda: Pío Cabanillas (UCD) 8. Interior: Manuel Saavedra Palmeiro (Gral. Div.) 9. Obras Públicas: José Luis Álvarez (UCD) 10. Educación y Ciencia: Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón (UCD) 11. Trabajo: Jordi Solé Tura (PCE) 12. Industria: Agustín Rodríguez Sahagún (UCD) 13. Comercio: Carlos Ferrer Salat (presidente CEOE) 14. Cultura: Antonio Garrigues Walker (empresario) 15. Economía: Ramón Tamames (PCE) 16. Transpotes y Comunicaciones: Javier Solana (PSOE) 17. Autonomías y Regiones: José Antonio Sáenz de Santamaría (Tte. Gral.) 18. Sanidad: Enrique Múgica Herzog (PSOE) 19. Información: Luis María Anson (periodista, presidente de la Agencia Efe)
La prueba más evidente, irrefutable, de que el 23F fue un golpe de timón fallido organizado por el CNI autorizado por S.M. el Rey y con el consentimiento de la clase política, lo corrobora la composición del Gobierno que iba a nombrarse y que puede encontrarse en internet. No es cierto que Tejero viera la relación de los ministros, ni que nadie dentro del Congreso la escuchara cuando fue leída en una conversación telefónica. La razón es que como dice el refrán, secreto entre dos difícil de guardar. Pudiendo añadirse: entre diecinueve ¡imposible! máxime cuando muchos de los propuestos ya habrían informado a sus mujeres o amigos íntimos de su próximo nombramiento. Porque “nadie es ministro a la fuerza” ¿Se imagina alguien, tras una preparación tan minuciosa para “reconducir” el “golpe de estado” que al leer el general Armada desde la tribuna la composición del nuevo Gobierno, alguno de los nombrados rehusara el alto honor que se le hacía? Es evidente que esa situación, que echaría por tierra todo el golpe de timón de la “Operación De Gaulle” -que hasta el mismo Tarradellas había pedido o sugerido- no podía darse. Así pues todos los nombrados había dado previamente su conformidad para formar parte del “Gobierno de Coalición”
Todo estaba estudiado y controlado. Se habían previsto todas las contingencias. Incluso parece ser que se había informado de la “operación” a la embajada de EE.UU y a la Santa Sede, recibiendo los placet y nihil obstat respectivamente. Pero según el adagio “por un clavo se perdió un reino” en esta ocasión, el no contar con la posible reacción de Tejero al sentirse engañado, dio al traste con la operación.
¿Qué hubiera pasado de haber triunfado el 23F?
Historia magistra vitae. En el caso de haber triunfado el golpe de timón, se habría repetido, paso por paso, el golpe de estado del general Primo de Rivera en 1923 con el visto bueno de S.M. el Rey Alfonso XIII. Socialistas y comunistas -la izquierda en general- tras la primera alegría de haber por fin “cogido cacho” habrían vuelto a las andadas. A su nunca olvidado e irrenunciable proyecto republicano. También en el ejército los compañeros del nuevo Presidente del Gobierno, el general Armada, hubieran empezado a cuestionarlo. Como le pasó al general Primo de Rivera. Ya había existido alguna reticencia en el caso del Capitán General de Canarias, González del Yerro, que por ser el más antiguo de los capitanes generales consideraba que era a él a quien le correspondía la Presidencia del Gobierno que se iba a implantar, y no a un General de División como era Armada.
General Gonzalez del Yerro.
A este respecto conviene llamar la atención sobre el hecho de que el Teniente General Milans del Bosch, Capitán General de la III Región Militar y también muy puntilloso en cuanto a la inveterada norma del ejército, según la cual la antigüedad es un grado, no había puesto ninguna “pega” a que el Jefe del previsto Gobierno fuera Armada un general de división, a quien debería estar supeditado. Esto sólo puede explicarse por el hecho de que Milans, de acrisolada lealtad al Rey, acataba la elección que para la Presidencia del Gobierno había hecho S.M. Sin duda se sumaba a ello que Milans era un militar de los pies a la cabeza, sin ninguna veleidad política.
El General Armada con el rey.
Recordemos que tanto el acoso y derribo de las izquierdas, como la desafección de sus compañeros de armas, fueron la causa de que el Rey Alfonso XIII retirara su apoyo a Primo de Rivera que tuvo que exiliarse en París. Igual le hubiera pasado al General Armada, que habría sido “borboneado” por S.M. Juan Carlos I en cuanto hubieran surgido las primeras dificultades en el Gobierno.
Se hace preciso decir, no obstante, que había sustanciales diferencias entre el golpe de estado de Primo de Rivera y el “golpe de timón” del 23F. La diferencia era que el nuevo Gobierno, al será aprobado por el Congreso de los Diputados representantes de la Soberanía Nacional, habría tenido un baño de legalidad democrática… o al menos así lo habían concebido los artífices del “apaño” con el que se pretendía corregir los garrafales errores de la Transacción. Pero nadie debe albergar duda alguna que estas diferencias entre el golpe de estado del general Primo de Rivera, y el golpe de timón del general Armada, a la postre hubieran tenido el mismo desenlace. Para ambos generales, para ambos monarcas… y para el pueblo español.
Que el general Armada hubiera sido borboneado no ofrece duda alguna… de hecho lo fue durante el juicio, cuando el Rey no accedió a su petición de autorizarle para alegar datos que podían ser cruciales en su defensa, pero que perjudicarían al Monarca. Tras el fracaso del 23F Suárez intentó invalidar su forzada dimisión y volver a asumir la jefatura del Gobierno. De haberlo logrado hubiera intentado -y posiblemente conseguido- echar al Rey postulándose como presidente de la tercera república tras pasarse oportunamente a las filas del PSOE en un nuevo salto ideológico, como el que había realizado desde sus tiempos de Ministro-Secretario general del Movimiento y luego Vicesecretario general del Movimiento. Su audacia y amoralidad sin límites, avalan la suposición. A mí me recuerda muchísimo al actual Presidente del Gobierno Pedro Sánchez.
Así pues el fracaso del 23F fue providencial, y los laureles corresponden a Tejero que fue quien personal y únicamente lo abortó. Desde luego no al Rey Juan Carlos a quien se atribuye el mérito. La historia de España hará justicia y pondrá a cada uno en su sitio.
Lo que se pretendía hacer era una chapuza, como tan lúcidamente lo calificó Tejero. Con un golpe de timón se puede corregir una deriva… pero no la elección de una derrota equivocada. El triunfo del 23F sólo hubiera servido para acelerar la metástasis del cáncer del 78. Tan extendida ya que solamente podrá ser atajada con una terapia cultural, no política. Explicando a los españoles la historia de los tres siglos anteriores. Algo que no obstante resulta utópico cuando a los responsables del fracaso les va en ello la permanencia.
Porque es lo cierto que tras una triste y dolorosa intervención quirúrgica de tres años para extirpar el tumor histórico, seguida de una larga pero exitosa convalecencia de cuarenta años, el regreso a los hábitos nocivos que propiciaron la enfermedad, ha dado lugar a que el cuerpo social de España enferme de nuevo. Y bien podría decirse en referencia al cáncer del 78 aquello de ni contigo ni sin ti, mis males tienen remedio,
Al haberse perdido la ocasión histórica de una sanación definitiva, volviendo los ojos a un tiempo en el que imperaba el espíritu de Isabel y Fernando.
Los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetir… sus desastres.
Y para finalizar una curiosidad. En el apéndice I del libro TEJERO, UN HOMBRE DE HONOR (pag. 483) se recoge el prólogo del teniente general Jaime Milans del Bosch al libro de Julio Merino “Jaque al Rey” y en la página 494 del libro de Tejero un Hombre de Honor, podemos leer: Hemos deseado todos los procesados del 23F, todos, creo yo, menos tres. Si, si, que se iluminen todos los recónditos entresijos de entrevistas, contactos y visitas pasando -naturalmente- por Lérida, Valencia, Madrid etc. Todos, absolutamente todos los procesados y los defensores lo hemos pedido siempre, con la salvedad de los aludidos….
….¿Cómo se explica que se denegaran ¡¡¡el ochenta y nueve por ciento!!! de las pruebas?
Y prosigue con esta curiosa propuesta.
Para disipar esta duda -y no totalmente– la historia nos ofrece un remedio: a Santa Gadea.
Clara referencia al Cantar de Mio Cid: “En Santa Gadea de Burgos, do juran los fijodalgos, allí le toma la jura, el Cid a Rey Castellano” (de que no era responsable ni había tomado parte en la muerte de su hermano)
Y es oportuno llamar la atención sobre el hecho de que Milans consigna entre guiones y no totalmente pues sin duda quiere decir que quien hace un cesto hace ciento, y habiendo faltado Juan Carlos a lo jurado al ser nombrado sucesor y posteriormente al ser proclamado Rey, ninguna garantía podría tenerse de este nuevo juramento de inocencia. Por otra parte la posibilidad de tomarle juramento al Rey de ser ajeno al 23F, era una utopía. Porque muerto Franco no había ya en España ningún Cid Campeador y como tan acertadamente dice Vizcaíno Casas en su libro “Las Autonosuyas” a partir de 1975 los juramentos no sirven para nada.
Por otra parte como dijo López Montero, el letrado defensor de Tejero, a su defendido no se le estaba juzgando por lo que había hecho… sino por lo que no había dejado hacer.
Cuando el fiscal le preguntó al general Sanjurjo ¿Quién estaba con usted en el golpe de estado? respondió: «Como he fracasado, sólo mi hijo y mi ayudante… si hubiera triunfado todos: usted el primero».
Igual podría decirse en el juicio del 23F.
Nihil novo sub sole.
Algunas preguntas y sus posibles respuestas.
¿Fue la “Operación De Gaulle” diseñada por el CESID?
Desde luego. Por ello es tan oportuno el título del libro de Jesús Palacios “ EL GOLPE DEL CEDID”.
El cerebro gris de la Operación De Gaulle fueron el comandante Cortina, el general Armada y alguno más que no ha trascendido, porque “nadaron y guardaron la ropa”. El grupo operativo del CESID dio el apoyo a la entrada al Congreso proporcionando las transmisiones imprescindibles para la coordinación y guiando a los autobuses que llevaban a los guardias civiles. ¿Cómo no tenía vigilado el CESID a Tejero, tras el intento de la Operación Galaxia? No sólo lo tenía vigilado, sino que lo consideró la persona más idónea por su decisión, valor y dotes de mando, para realizar el “trabajo sucio” de la entrada en el Congreso con el secuestro amañado de sus señorías. Cortina, Armada y algunos más, maquiavelos de vía estrecha, que no habían leído El Príncipe o no habían asimilado las enseñanzas de su maestro el autor del libro, cuando sentencia que no se debe confiar en el hombre al que no se pueda comprar… se entiende que para hacer algo reprobable.
¿Por qué fue absuelto el comandante Cortina?
Una de las grandes incógnitas del 23F
Incógnita que es fácil despejar. En el juicio se le aplicó por extensión el artículo 294 de delito de rebelión (Título IX Delitos contra la seguridad del Estado y de los Ejércitos) que en su disposición final establece: También quedarán exentos de pena los que hallándose comprometidos a realizar el delito de rebelión, lo denuncien antes de empezar a ejecutarse y a tiempo de evitar sus consecuencias. Algo que se deja al arbitrio del Tribunal. (Leyes Penales Militares de Rafael Díaz-Llanos 1968 9ª edición Pg. 272).
Se hace evidente que el comandante Cortina, jefe de los grupos operativos del CESID, si bien colaboró activamente en la preparación y ejecución del 23F, cuando se dio la orden de “abortar misión” tomó con diligencia las medidas oportunas para que el golpe no alcanzara su objetivo. Aunque como ya hemos visto, debería haber sido precisamente Tejero quien debió quedar exento de pena. Al haber impedido que se consumara el golpe de estado.
También pudiera ser debido a una advertencia -apócrifa- que se le atribuyó: Si salgo condenado, tiro de la manta y aquí se cae hasta el del cuadro. ¿Pudo influir también su conocimiento de temas oscuros sobre el magnicidio de Carrero Blanco? Imposible saberlo mientras no se desclasifique documentos que ya deberían estarlo, pero que no verán la luz -si no han sido ya destruidos- hasta que no mueran los protagonistas. Finalmente y como una de las razones más posibles, unida a las ya apuntadas, es que también tendrían que haber sido procesados todos cuantos iban a integrar el Gobierno de Coalición, porque todos habían dado su consentimiento al “apaño” que suponía el nombramiento de un nuevo Gobierno fuera de los cauces legales. Y Cortina los sabía perfectamente, por haber sido él personalmente quien les había ofrecido formar parte del Gobierno de Coalición, o por tener las pruebas de los contactos en los que se les ofrecían las carteras ministeriales y su aceptación de ser los ministros del nuevo Gobierno.
¿Sirvió de algo el 23F?
Esa pregunta habrá lacerado muchas veces la mente de los condenados. Pues bien, con sólo mirar la gráfica de los atentados de ETA, se puede comprobar que en tal aspecto tuvo un efecto salutífero, y por ello las personas que salvaron la vida se la deben a quienes pagaron tan alto precio por haber pretendido solucionar la sangría del terrorismo. De no haberse pretendido exclusivamente un golpe de timón, sino cambiar el rumbo, se podía haber dirigido la nave del Estado en demanda del puerto que le corresponde por su secular historia. Rumbo del que se había apartado por escuchar cantos de sirenas… y por olvidar la fábula del perro y el cocodrilo al seguir “del enemigo el consejo”
¿Quién abortó el golpe de estado o golpe de timón?
Ya se ha dicho, el teniente coronel Antonio Tejero Molina.
Pero no está de más el repetirlo una y mil veces. Fue Tejero y no S.M. Juan Carlos I quien abortó el 23F al no permitir que Armada pudiera presidir un Gobierno de Concentración Nacional que se había diseñado para defenestrar -borbonear- a Adolfo Suárez.
¿El triunfo del 23F hubiera solucionado el problema para el que fue concebido?
Rotundamente NO.
Ya se han explicado prolijamente las razones.
Hagamos pues referencia a la moraleja final de la obra Vida del Buscón Llamado Pablos donde dice Quevedo: y pasó a América, donde fuele peor, porque no mejora su estado quien muda solamente de lugar y no de vida y costumbres.
Igual podría decirse para los simples cambios de Gobierno. La solución requiere mayor calado.
EPÍLOGO.
Comandante Ricardo Pardo Zancada.
Se concluye reproduciendo lo consignado en el artículo «EL NAUFRAGIO DEL 23F» para resaltar la hidalguía de quienes, ya con el naufragio consumado, subieron a bordo.
Cuando el comandante Ricardo Pardo Zancada llegó al Congreso, Tejero le advirtió que todo estaba perdido, que no entrar. Pardo Zancada lo sabía… y a pesar de ello ¡entró!
Adoptó la decisión más propia de su honor y espíritu, como preconizan las ordenanzas ante los casos dudosos. Y quiso hacerlo porque como muchos otros, estaba comprometido en aquel golpe de timón. Que avalado por el general Armada, nadie ponía en duda que contaba con el preceptivo nihil obstat de quien podía darlo; S. M. el Rey Juan Carlos.
Por eso, cuando corrió la voz de ¡sálvese quien pueda! quiso confortar con su compañía al teniente coronel Tejero al que los organizadores de la «Operación De Gaulle» dejaban solo.
Capitán de Navío Camilo Menéndez
Y junto al comandante Ricardo Pardo Zancada lo hicieron también los oficiales que lo acompañaban. Como el capitán Carlos Álvarez-Arenas Pardinas que siguieron lealmente al jefe, aún sabiendo que tras la aparición de S. M. en televisión todo estaba perdido y los dejaban solos a bordo.
Pero lo demandaba su honor. ¡Y a él obedecieron!
También fue mártir de la lealtad el capitán de navío Camilo Menéndez, que sin estar comprometido a nada, se sintió unido al honor de aquella sufrida dotación de una nave a la que, interrumpido el golpe de timón en plena virada y con la mar de través, se la había convertido virtualmente en un pecio.
Cuando el tiempo entierre las miserias de la política, la historia resucitará, con admiración y gloria, a unos hombres que llevados de su honor y patriotismo fueron víctimas de ella.
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