1 de Mayo de 1973. Madrid. SUBINSPECTOR DE SEGUNDA DEL CUERPO GENERAL DE POLICÍA JUAN ANTONIO FERNÁNDEZ GUTIÉRREZ.
Subinspector del Cuerpo General de Policía Juan Antonio Fernández Gutiérrez.
Juan Antonio Fernández Gutiérrez, Subinspector de segunda del Cuerpo General de Policía, moría asesinado a puñaladas en la calle del Doctor Mata, esquina a la de Santa Isabel, en las proximidades de la calle de Atocha, cuando, en acto de servicio, acudía con otros compañeros a desarticular a unos manifestantes que esgrimían banderas rojas, con la hoz y el martillo, el funcionario fue derribado al suelo y apuñalado con saña. Recibió varían cuchilladas, una de ellas mortal de necesidad. Era la primera vez en la historia de España que hacía acto de presencia pública por medio de una acción violenta y terrorista, la siniestra banda marxista F.R.A.P (Frente Revolucionario antifascista patriótico), asesinando a un funcionario de policía.
Organizaciones izquierdistas clandestinas, encabezadas por el F.R.A.P. , habían convocado con motivo del 1 de mayo, a una manifestación ilegal que tendría como escenario la plaza de Antón Martín y zonas aledañas. La Policía había montado un dispositivo de Vigilancia y de protección. Minutos antes de la hora señalada comenzaron a aparecer en diversos puntos de la capital grupos de manifestantes, en especial por las calles de Santa Isabel. Lope de Vega y glorieta de Embajadores, entre otros. Concretamente en la calle de Santa Isabel en su confluencia con la del Doctor Mata, alrededor de unos ochenta manifestantes, que portaban banderas rojas y daban gritos y consignas de corte subversivo, atrajeron la atención de varios inspectores de Policía, los cuales acudieron con la intención de dispersarlos. Lamentablemente los funcionarios cayeron, en una emboscada, pues se el grupo al que perseguían se diluyó, desapareciendo.
El “piquete”, Integrado por gente muy joven, llevaba barras de hierro y cuchillos de monte, varios de los cuales iban atados, a modo de bayoneta, a uno de los extremos de las barras. Cuando los policías se encontraban a poca distancia, y sin que en ningún momento hicieran uso de sus armas, fueron agredidos con fatales consecuencias. El sub inspector Juan Antonio Fernández Gutiérrez recibía una cuchillada en el hemi- tórax izquierdo a la altura del corazón, mortal de necesidad de la cual fallecía a los pocos minutos de su Ingreso en la Ciudad Sanitaria Provincial Francisco Franco.
El señor Fernández Gutiérrez, de veintiún años de edad y uno y medio de permanencia en el Cuerpo, natural de León, hijo de un minero y estudiante de segundo curso de Medicina, fue atendido inmediatamente por el jefe de guardia del Servicio de Cirugía del mencionado centro hospitalario y por su equipo. Pese al masaje cardíaco que se hizo sin pérdida de tiempo y a la traqueotomía que se practicó el servidor del orden, este falleció en la mesa de operaciones.
En el mismo centro eran ingresados Bienvenido López García, inspector de tercera, que fue objeto en el quirófano de tres intervenciones, ya que había sido herido de arma blanca en la espalda, en el bajo vientre y en el brazo izquierdo; otros dos Inspectores que sufrían lesiones de menor importancia y el conductor, Policía Armado, Faustino Penabad Castro, quien, encontrándose en el interior del coche oficial, fue apuñalado por la espalda. Los Inspectores estaban adscritos a la Brigada Regional de Investigación Social de la Jefatura Superior de Policía de Madrid.
El ministro de la Gobernación, Tomás Garicano Goñi, y el director general de Seguridad, Eduardo Blanco Rodríguez, acudieron a la Ciudad Sanitaria Provincial Francisco Franco nada más tener conocimiento de los hechos para interesarse por el estado de los heridos.
El funeral por el joven inspector se celebró en el salón Canalejas de la Dirección General de Seguridad en la Puerta del Sol y fue presidido, dentro de una gran tensión, por el vicepresidente del gobierno Almirante Luis Carrero Blanco que impuso sobre el féretro del malogrado servidor del orden la medalla de oro al mérito policial. A la salida a la calle del ataúd que iba envuelto en la bandera Nacional, un clamor unánime se extendió por toda la Puerta del Sol ¡A hombros! ¡A hombros! Un furgón que estaba esperando para conducir el féretro a tierras leonesas se quedó vacío y el ataúd del inspector fue llevado a hombros por innumerables compañeros desde la Puerta del Sol a la Plaza de España.
Aquello se convertiría en una insólita manifestación, pues al llegar a la calle de Preciados, de súbito comenzaron a aparecer en las solapas de cientos de asistentes al sepelio las placas-insignias distintivas del Cuerpo General de Policía. Miles de ciudadanos se fueron sumando al cortejo y la repulsa a los asesinos y a la debilidad del gobierno fue en aumento con gritos contra el comunismo y a favor de Franco, las fuerzas del orden, Ejército con Arribas y Vivas a España. Se cantó varias veces el Cara al Sol y la manifestación se disolvió sin incidentes en la plaza de España donde el féretro de José Antonio Fernández fue introducido en un furgón que le llevaría por carretera hasta León donde sería enterrado.
De acuerdo con el Real Decreto 1404/2000, con fecha 19 de julio de 2000, se le concedió la Gran Cruz de la Real Orden de Reconocimiento Civil a las Víctimas del Terrorismo a título póstumo. Además, en resolución fechada el 18 de marzo de 2005 (Real Decreto 308/2005), el Ministerio del Interior le concedía también el ascenso de empleo, con carácter honorífico y a título póstumo.
1 de mayo de 1980.Pamplona. JOSÉ OYAGA MARAÑÓN y JESÚS VIDAURRE OLLETA
A las tres de la madrugada del 1 de mayo de 1980 y los vecinos de la calle San Antón, en el Casco Viejo de Pamplona, se despertaron por el estruendo de varios disparos. En la confluencia de la calle San Miguel y la plaza de San Francisco acababan de ser asesinados Jesús Vidaurre Olleta y José Oyaga Marañón.
José y Jesús habían estado tomando copas en el casco viejo de Pamplona. En torno a las tres de la madrugada charlaban en la plaza de San Francisco cuando se les acercaron tres desconocidos. Dos de ellos sacaron sus pistolas y les dispararon a quemarropa.
Los dos amigos quedaron tendidos en el suelo cerca de una hora, hasta que el juez ordenó el levantamiento de los cadáveres. Los forenses determinaron que habían fallecido a consecuencia de sendos tiros en la nuca y que habían muerto en el acto.
Dos días después de asesinar a José y Jesús, la banda terrorista difundió un comunicado en el que aseguraban que "nuestros esfuerzos se dirigirán a realizar ataques de advertencia sobre establecimientos de distribución y consumo de tales productos, así como a realizar ataques de eliminación física sobre miembros significados de este alienante y corrompido mundillo de la droga". Y a modo de justificación de porqué la banda tomaba la bandera de la lucha contra el mundo de la droga, en el mismo comunicado ETA definía estas sustancias como "un instrumento eficaz que sirve de arma complementaria a los diferentes aparatos de represión ideológica, política y económica, utilizados habitualmente por las clases dominantes contra los trabajadores vascos".
En esta "campaña" la banda terrorista se arrogaba, además, el derecho a acusar, juzgar y sentenciar. La misma táctica siniestra que utilizaban contra los, según ellos, "los enemigos del pueblo vasco", los confidentes o cualquier otro colectivo que, por el motivo que sea, molestaban en el perverso y marxista plan que habían trazado desde su nacimiento como banda asesina para las Vascongadas.
José Oyaga Marañón, de 49 años, era de la localidad navarra de Estella. Estaba casado y tenía tres hijos.
Jesús Vidaurre Olleta tenía 34 años. Estaba viudo y era padre de cuatro hijos.
Durante años, el doble asesinato quedó fuera de los listados de atentados terroristas: la ausencia de reivindicación por parte de ETA y la relación de las víctimas con los bajos fondos de la ciudad hizo que se manejaran todas las hipótesis. Sin embargo, la banda terrorista se atribuyó en documentos internos el doble crimen, que se produjo poco antes de que emitiera un comunicado anunciando que ampliaba sus “acciones” a personas relacionadas con el tráfico de drogas.
De acuerdo con el Real Decreto 1404/2000, con fecha 19 de julio de 2000, se le concedió la Gran Cruz de la Real Orden de Reconocimiento Civil a las Víctimas del Terrorismo a título póstumo.
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