13 DE JULIO DE 1983. SOPELANA (VIZCAYA) POLICÍA NACIONAL MANUEL FRANCISCO GARCÍA SAN MIGUEL.
Policía Nacional Manuel Francisco García San Miguel.
A las nueve menos cuarto de la mañana del 13 de julio de 1983, dos miembros de la banda terrorista, marxista y antiespañola ETA asesinaban, en las cercanías de la estación del ferrocarril de la localidad vizcaína de Sopelana, al Policía Nacional MANUEL FRANCISCO GARCÍA SAN MIGUEL.
La víctima, conductor de vehículos «Zeta» de la Policía Nacional, adscrito al parque móvil de la comisaría de Guecho, había acabado el servicio nocturno a las ocho de la mañana. Vestido con una camisa azul de manga corta, pantalón gris, zapatos negros y con una zamarra de color beige en la mano, tras despedirse del funcionario de guardia en la puerta de las dependencias policiales se dirigió a pie hasta la estación del ferrocarril de Algorta. Hacia las ocho y media —como habitualmente hacía cuanto tenía servicio nocturno— el policía nacional cogió el tren que, procedente de Bilbao, iba en dirección a Plencia. A las nueve menos veinte de la mañana, aproximadamente, Manuel Francisco se apeó en el andén de la estación de Sopelana. Con la zamarra en la mano, en la cual llevaba el revólver 'el policía nacional se dirigió a pie por la calle Landaba hacia su domicilio, situado en la calle Jaurízar. Manuel Francisco caminaba frente al número 6 de la citada calle Landabe, cuando fue abordado de forma repentina por dos jóvenes que le esperaban escondidos en el chaflán del inmueble.
Uno de los terroristas, vestido con ropa deportiva y armado con una pistola de calibre 9 milímetros efectuó tres disparos, prácticamente a quemarropa, contra el policía nacional. Manuel Francisco, mortalmente herido, cayó sobre la acera, junto a una farola, sin vida.
Algunas personas manifestaron, tras el atentado, haber visto a dos personas correr en dirección a la estación después de producirse los disparos.
Un hombre que trabajaba en un almacén próximo y el responsable de una pescadería fueron las primeras personas que auxiliaron a la víctima. Después de tomarle el pulso y comprobar que estaba muerto, avisaron a la Policía Municipal, que a su vez puso el hecho en conocimiento del comandante del puesto del cuartel de la Guardia Civil de Guecho.
Minutos después, efectivos de la Guardia Civil y de la Policía Nacional acudieron al lugar de los hechos; donde fueron recogidos tres casquillos «SF», calibre 9 milímetros «Parabellum». A las 10,25 de la mañana, el sacerdote de la localidad dio la absolución al fallecido. A las 10,30, la titular del ambulatorio de Sopelana certificaba la defunción del policía nacional, que presentaba dos impactos en el cuello y uno a la altura del corazón.
Manuel vestido de paisano se dirigió a la estación de Guecho para coger el tren de la línea Bilbao-Plencia con destino a la localidad costera vizcaína de Sopelana, donde vivía con su familia desde hacía dos meses. Era un trayecto de apenas cinco kilómetros. A las 8.45 horas, una vez apeado del tren y cuando se dirigía hacia su domicilio en la calle Zubike, dos jóvenes se le acercaron por la espalda y le dispararon dos tiros en la cabeza, provocándole la muerte casi en el acto. Cuando estaba ya en el suelo, los terroristas lo remataron con un tercer disparo. Manuel quedó tendido en el suelo, en mitad de un gran charco de sangre. En el lugar fueron hallados después tres casquillos marca SF, calibre 9 milímetros parabellum, munición habitualmente utilizada por ETA Militar.
El gobernador civil de Vizcaya, Julián Sancristóbal, hizo por radio una petición pública de colaboración ciudadana, y advirtió a los autores del atentado "que no descansaremos hasta localizarlos, que vamos a ir por ellos y que lo van a pagar sin ninguna duda".
La capilla ardiente quedó instalada en el acuartelamiento de la Policía Nacional de Basauri, donde al día siguiente se celebró el funeral por su alma con la asistencia del ministro del Interior, José Barrionuevo que estuvo acompañado por el director general de la Policía, el delegado del Gobierno en el País Vasco, el capitán General de la Región Militar y el general inspector de la Policía Nacional, entre otras autoridades, así como amplias comisiones del Ejército, Policía Nacional y Guardia Civil.
Durante el acto no se produjeron incidentes, pero varios policías hicieron numerosos comentarios críticos sobre su situación en el País Vasco y otros contra el discurso del ministro Barrionuevo. A su llegada al cuartel, el ministro del Interior visitó la capilla ardiente donde estaba el cadáver del Policía García San Miguel. En la capilla, Barrionuevo charló unos minutos con la esposa, el padre y tres de las cinco hermanas del fallecido. Entre lágrimas, la esposa, Milagros Fernández de San Miguel, dijo al ministro: "Hagan algo para que no sigan matando. Por él ya no se puede hacer nada, pero hagan algo por estos chicos que están aquí, tan jóvenes...". Igualmente, una de las hermanas comentó a Barrionuevo: "Ahora ha muerto éste, mañana otro, y así todos los días. Era el único hermano varón que teníamos. Hagan algo".
A mediodía se inició la ceremonia religiosa en el patio del acuartelamiento, donde estaban formadas tres compañías de la Policía Nacional, una sección de la Guardia Civil y una compañía del Ejército con unidad de música. En la homilía, el capellán de la Policía Nacional calificó a los terroristas de "grupo de fanáticos" y se dirigió a ellos con estas palabras: "No tenéis derecho a cortar unas vidas que Dios ha dado". En otro momento señaló: "Si es posible, aparta de nosotros este cáliz del terrorismo". Durante la ceremonia religiosa la viuda y otros familiares del policía asesinado tuvieron que ser atendidos de desmayos y crisis nerviosas. Con la interpretación de “La Muerte no es el final”, el toque de oración en nuestros ejércitos y el canto del Himno de la Policía Nacional finalizó la ceremonia religiosa. Los restos mortales de Francisco García San Miguel, acompañados por su viuda y familiares, partieron en dirección a Guitiriz, donde sería cristianamente sepultado.
Tras la ceremonia, el ministro se reunió en el bar del cuartel con varias decenas de policías, entre ellos alguno que se identificó como perteneciente al Sindicato Unificado de Policía (SUP), organización ilegal, aunque tolerada, de la Policía Nacional. En la mayoría de las intervenciones, los policías pidieron que fueran mejoradas sus condiciones económicas y profesionales, mientras el ministro, en unas breves palabras, les dijo que "el pueblo y el Gobierno están con la policía". “La mayoría de las gentes de España quiere que esto acabe”.
Barrionuevo también pidió un máximo esfuerzo para acabar con el terrorismo, y precisó: "Tenemos que contar con nuestras propias fuerzas, y nada más que con nuestras fuerzas".
Manuel Francisco García San Miguel era natural de Guitiriz (Lugo). Poco menos de un año antes había sido destinado a la agrupación de conductores de Bilbao y estaba adscrito al parque móvil de la comisaría de Guecho. De 27 años, estaba casado con Milagros Fernández y tenía una hija que había nacido poco antes de ser asesinado.
Manuel Francisco García había solicitado hacía unos meses el traslado a Galicia y al parecer la concesión estaba ya prácticamente prevista para el próximo mes de octubre. Hacia un año, García San Miguel había sido condecorado por haber rescatado de un piso en llamas a una mujer paralítica y a dos niños de corta edad.
De acuerdo con el Real Decreto 1404/2000, con fecha 19 de julio de 2000, se le concedió la Gran Cruz de la Real Orden de Reconocimiento Civil a las Víctimas del Terrorismo a título póstumo. Además, en resolución fechada el 18 de marzo de 2005 (Real Decreto 308/2005), el Ministerio del Interior le concedía también el ascenso de empleo, con carácter honorífico y a título póstumo.
A día de hoy, los asesinos del Policía Nacional Manuel Francisco García San Miguel se desconocen y por supuesto no han sido juzgados.
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