13 DE OCTUBRE DE 1978. BILBAO., POLICÍA ARMADO ELÍAS GARCÍA GONZÁLEZ. POLICÍA ARMADO RAMÓN MUIÑO FERNÁNDEZ.
Policías Armados Elías García González y Ramón Muiños Fernández.
El día 13 de octubre de 1978, desde tres lugares distintos, mediante una emboscada, pistoleros de ETA ametrallaban en Bilbao a un «jeep» do la Policía Armada, En el atentado, efectuado poco después de las dos de la tarde, participaron seis o siete individuos, que dispararon sus metralletas contra la parte trasera y ambos lados del «Land Rover», matrícula FPA-6117. , en el que viajaban los Policías Armados ELÍAS GARCÍA GONZÁLEZ y RAMÓN MUIÑO FERNÁNDEZ, que fallecerían en el acto, dejando gravemente herido al agente JOSÉ BENITO DÍAZ GARCÍA, que fallecería doce días después, el 25 de octubre.
Policía Armado Elías García González.
El «jeep» circulaba por la carretera que conducía al sanatorio antituberculoso de Santa Marina, en las estribaciones del monte Avril, uno de los que rodea Bilbao por la zona norte. En este centro los policías García y Díaz deberían hacer el relevo de dos compañeros que se encontraban custodiando a un preso común que allí se encontraba Internado.
Policía Armado Ramón Muiños Fernández.
La carretera era muy estrecha, con abundantes curvas y con pinares a ambos la dos. Por estas circunstancias, el vehículo de la Policía Armada circulaba a poca velocidad, por lo que fue un blanco fácil para los autores del atentado, que realizaron sus disparos des de ambos lados de la calzada y desde la parte trasera del «jeep policial.
El vehículo recibió numerosos impactos de bala en su carrocería y en los cristales, que resultaron rotos. Los policías Ramón Muiños Fernández y Elías García González resultaron muertos en el acto, mientras que su compañero José Benito Díaz, que viajaba en la parte trasera del vehículo, fue recogido por una ambulancia enviada desde el centro antituberculoso, situado a un kilómetro del lugar del atentado, y llevado al Hospital Civil de Bilbao, en estado gravísimo, y donde fue intervenido quirúrgicamente.
Al perder el conductor el dominio del vehículo, éste fue a estrellarse contra la parte izquierda de la calzada, en el sentido de la marcha. Elías García y Ramón Muiño consiguieron salir del Jeep, por su propio pie, aunque cayeron materialmente uno encima uno del otro junto a la puerta derecha, con el pecho y la cara cubiertos de sangre por los impactos recibidos.
En el interior del «jeep» quedó una bolsa de deportes de color verde y se podía observar cómo el micrófono de la emisora portátil estaba descolgado, por lo que supone que alguna de las víctimas intentó dar parte de lo ocurrido a sus superiores
Los cuerpos de los dos policías asesinados permanecieron tendidos en el lugar de los hechos hasta las tres y cuarto de la tarde, hora en que el juez ordenó el levantamiento de los cadáveres.
En el lugar de los hechos se recogerían posteriormente veinticinco casquillos de bala de diferentes marcas y cinco cartuchos de caza. Los terroristas huyeron, a continuación, en dirección a la carretera de Santo Domingo, a diez minutos del centro de Bilbao.
Hubo dos testigos presenciales del atentado. Por un lado, un joven que iba en su coche por la misma carretera, pudo ver a un grupo de seis u ocho personas armadas. Para evitar que diera aviso de lo ocurrido, uno de los terroristas disparó contra una de las ruedas del vehículo del testigo. Por otro lado, una chica que volvía del sanatorio después de visitar a un familiar, vio a uno de los terroristas con una metralleta en la mano en el momento en el que se montaba en el coche con el que emprendió la huida. La joven se dio la vuelta y regresó al centro sanitario para dar aviso de lo que había ocurrido.
Estos luctuosos hechos fueron el detonante y comienzo de un gravísimos incidentes que se iniciaron en la misma noche del viernes 13, en la capilla ardiente instalada en el cuartel de la Policía Armada de Basauri, horas después del ametrallamiento de los policías armados, Ramón Muiño y Elías García, ocurrido en las cercanías de Bilbao.
Un grupo de medio centenar de policías armados, que después llegaron a ser varios centenares, protagonizaron una sentada en el interior del cuartel, hasta más allá de las doce de la noche. La tensa situación se prolongó durante la madrugada, hasta la mañana del día siguiente, en que tuvieron lugar las honras fúnebres por los dos policías asesinados, quedando desatendidos bastantes servicios de los que habitualmente cubría la Policía Armada.
A las once y media de la mañana del día 14 se inició el funeral por los agentes muertos. El acceso al acuartelamiento estuvo rigurosamente limitado a las autoridades, familiares de las víctimas y miembros de las Fuerzas Armadas. El duelo oficial estuvo presidido por el general inspector de la Policía Armada, director general de Seguridad, gobernador civil de Vizcaya y jefe superior de Policía, contra quienes se centraron las iras y protestas de los policías armados presentes, unos vestidos de uniforme y otros de paisano.
El clima de tensión estalló al término del funeral, poco antes de las 12.30 del mediodía, después de que los féretros de los agentes asesinados, envueltos en la bandera Nacional, fueran introducidos en sendos furgones, para ser trasladados a sus pueblos de origen, en Salamanca y Lugo. Un numeroso grupo de policías profirieron diversos gritos de traidores, asesinos y cobardes, Insultos personales contra el inspector del cuerpo, general Timón de Lara, el gobernador civil de Vizcaya, Luis Salazar, y gritos de viva a España intentando salir fuera del cuartel. En la puerta del mismo lograron romper la barrera formada por cinco sargentos, agarrados de la mano, que trataban de impedir la salida del cuartel. Ya en la calle, se sumaron al grupo más policías los cuales zarandearon el coche del general Timón de Lara. Varios periodistas, que se encontraban fuera del cuartel y a quienes no se había permitido la entrada, fueron insultados y zarandeados por miembros de las fuerzas de orden público; un informador tuvo que ser protegido finalmente por otros policías armados.
A la vista del cariz que tomaban los acontecimientos, el director general de Seguridad convocó una reunión de altos mandos militares en el cuartel. Asistieron a la misma el general inspector de la Policía Armada, gobernador militar de Bilbao, comandante de Marina, y coronel jefe de la Guardia Civil, junto con la oficialidad de la Policía Armada.
La reunión se prolongó por espacio de dos horas y media, mientras en el patio del acuartelamiento continuaba el tumulto, al que se habían sumado unos cuatrocientos civiles, en su mayoría esposas de policías armados. El gobernador civil, Luis Salazar, no participó en la reunión, al parecer porque se le había querido dar un carácter eminentemente militar. Tampoco estuvo presente el jefe superior de Policía.
Poco antes de las cuatro de la tarde pudo restablecerse la normalidad en el patio del acuartelamiento, tras la intervención de la oficialidad del mismo. El director general de Seguridad salió inmediatamente para Madrid, a fin de informar al ministro del Interior.
Casi a la misma hora en que terminaba el funeral por los policías muertos -poco después del mediodía-, varios centenares de personas se congregaron en Bilbao ante el edificio del Gobierno Civil, profiriendo, entre otros, gritos de “Muera ETA”, “ETA asesina”, “Bandera a media asta”, “España unida, jamás será vencida” y “PNV culpable, gobierno responsable”. Los manifestantes, que acogieron con aplausos la presencia de una pareja de la Guardia Civil en la puerta del Gobierno civil, cortaron el tráfico hasta casi las dos de la tarde.
A la noche del mismo día de los gravísimos incidentes a Dirección General de Seguridad hizo pública en Madrid una nota oficial en la que daba cuenta de los incidentes ocurridos en el cuartel de Basauri y de las medidas ordenadas al general inspector de la Policía Armada. La nota decía textualmente: ”En la noche de ayer, y ante la capilla ardiente instalada en el cuartel de la Policía Armada de Basauri (Vizcaya), un grupo de policías armados iniciaron un movimiento de protesta en el interior del acuartelamiento, que se ha generalizado en la mañana de hoy a la terminación del funeral celebrado por los policías armados don Ramón Muiño Fernández y don Elías García González, asesinados en el atentado terrorista perpetrado, en el mediodía de ayer. Tanto el general inspector de la Policía Armada como diversos mandos de este Cuerpo y el gobernador civil de Vizcaya fueron gravemente insultados cuando con el director general de seguridad, gobernador militar y comandante de Marina, también presentes en el acto, permanecían en el cuartel ante la situación de alteración e indisciplina de mujeres y policías armados que habían asistido al acto religioso.
A la vista de estos hechos, el director general de Seguridad ha ordenado al general inspector de la Policía Armada lo siguiente:
1. º Que, en aplicación del artículo 519 del reglamento orgánico de la policía gubernativa, instruya la in formación preceptiva, por las trámites citados en el Código de Justicia Militar, para la resolución que proceda, previo informe del asesor jurídico militar y remisión de lo actuado a la autoridad judicial militar competente por presunto abandono de servicio de parte de la plantilla de Policía Armada.
2. º Disponga, con carácter inmediato, el traslado forzoso de parte de la guarnición de Bilbao a otras guarniciones.
3. º Organice los servicios de forma que los policías armados de reciente incorporación alternen, en turnos diarios, el servicio ordinario con prácticas de perfeccionamiento.
4. º Se incorporen, de forma inmediata., a la guarnición de Vizcaya dos compañías de la Reserva General de la Policía Armada, las cuales, junto con la Compañía de la Reserva destinada en Bilbao, se harán cargo de los servicios correspondientes. a los policías armados trasladados forzosos y de los que corresponden por la aplicación de la medida indicada en el punto anterior.
5. º Se modifiquen, a partir de mañana, todos los servicios ordinarios de la Policía Armada de Vizcaya, en orden a obtener una mayor eficacia y autoprotección en el desarrollo de los mismos.”
El incidente del acuartelamiento de Basauri, provocó una gravísima crisis en el seno de la Policía. Por un lado, se decidió el traslado inmediato de una parte de la guarnición de Bilbao –unos trescientos– a otros lugares, que tuvieron que ser sustituidos por dos compañías de reserva. Fueron expulsados del Cuerpo veinticinco agentes que habían participado en los incidentes.
Elías García González tenía 21 años. Estaba casado y tenía una hija de dos meses. Era natural de Fuenterroble de Salvatierra (Salamanca) y estaba destinado en la quinta compañía de la Policía Armada con base en Vizcaya. En el año 2012 el ayuntamiento de su pueblo dedicó a su memoria le nombre de un paseo de la localidad.
Ramón Muiño Fernández, conductor del vehículo policial tiroteado, tenía 30 años, era natural de Baleira, una aldea de Lugo, cerca de Fonsagrada (Lugo), donde los compañeros de Muiños, llevaron a hombros desde la minúscula capilla de la aldea hasta el contiguo cementerio el féretro del servidor del orden asesinado por la sinrazón terrorista. Centenares de personas de la capital lucense y ayuntamientos, parroquias y aldeas limítrofes con Baleira, quisieron acompañar a la humilde familia de Ramón.
En el momento de recibir cristiana sepultura las escenas de dolor se sucedieron entre familiares amigos y compañeros, uno de los cuales, embargado por la emoción sostuvo durante toda la ceremonia una bandera Nacional y la gorra de plato de Ramón Muiño bajo su brazo. Ramón Muiño estaba soltero, pertenecía a la tercera compañía de la Policía Armada, con sede en Vizcaya, y vivía en el barrio de Santuchu (Bilbao).
De acuerdo con el Real Decreto 1404/2000, con fecha 19 de julio de 2000, se les concedió la Gran Cruz de la Real Orden de Reconocimiento Civil a las Víctimas del Terrorismo a título póstumo. Además, en resolución fechada el 18 de marzo de 2005 (Real Decreto 308/2005), el Ministerio del Interior le concedía también el ascenso de empleo, con carácter honorífico y a título póstumo.
El asesinato de Elías García González y Ramón Muiño Fernández continúa, a día de hoy, impune.
Nota del Autor:
Por aquel suceso de Vitoria y por defender la memoria de aquellos Policías Armados, víctimas del aquel ignominioso atentado terrorista, me vi involucrado en un gravísimo asunto. Por aquellas fechas, octubre de 1978, escribí, en mi condición de Jefe Regional de Fuerza joven de Galicia, una carta al ministro del interior, el amoldable y chaquetero Rodolfo Martín Villa, en la que solicitaba su dimisión, debido al ametrallamiento y posterior asesinato en Vitoria de los Policías Armados, Ramón Muiño Fernández y Elías García González.
Entre los párrafos de la carta destacaba uno que decía textualmente: “Si usted no ha sabido o no ha querido detener la conspiración contra España y su sagrada unidad, es hora que deje en paz a miles y miles de españoles, presentando su dimisión”. Por esa frase, Martín Villa, inició contra mí, a través de los tribunales de justicia, un proceso por desacato, al seguir la política cobarde y miedosa de UCD a quien le molestaban profundamente aquellos muertos, que eran considerados como de tercera, escondiéndolos en entierros subrepticios, prácticamente sin honores, con funerales realizados a puerta cerrada sin la presencia de civiles, que podían con sus gritos y reproches afear la actitud amilanada del gobierno.
El delito de desacato estaba penado hasta con seis años de cárcel y 250.000 pesetas de multa. En 1981 fui juzgado en la Audiencia Provincial de Madrid. El fiscal llegó a pedir para mí, en sus conclusiones, una pena de tres años de cárcel y 150.000 pesetas de multa. Afortunadamente salí absuelto del proceso, debido sobre todo a la pericia de mi abogado, el entrañable amigo, Antonio Muñoz Perea, quien le recordó, -con pelos y señales-, al tribunal que me juzgaba, el pasado político del ínclito Martín Villa, perejil de todas las salsas, uno de esos seres que como reza el dicho popular, “van con los de la feria y vuelven con los del mercado”, para significar a aquellas personas que no tienen ningún tipo de escrúpulo o rubor para acomodarse a todas las circunstancias y épocas con tal de acentuar su medro personal.
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