14 DE ENERO DE 1980. ELORRIO (VIZCAYA). GUARDIA CIVIL FRANCISCO MOYA JIMÉNEZ.
Guardia Civil Francisco Moya Jiménez.
Hacia las tres de la tarde del 14 de enero de 1980, tres terroristas de ETA asesinaban a tiros en Elorrio al Guardia Civil FRANCISCO MOYA JIMÉNEZ, a cuatrocientos metros de la casa cuartel de esa localidad vizcaína.
Los pistoleros habían descendido de un vehículo, un SEAT Ritmo de color blanco, que había sido robado con anterioridad en la población de Vergara- y efectuaron a cara descubierta varios disparos de pistola sobre la víctima y una ráfaga de metralleta, por la espalda. Francisco, que se percató de las intenciones de los terroristas quiso huir pero no pudo, recibiendo catorce impactos de bala y muriendo en el acto.
El guardia civil se dirigía, como todas las tardes, a tomar café y a jugar una partida de cartas en el restaurante “Gamboa”. Su esposa, que venía de realizar unas compras, encontró en la plaza de Urruchaga tendido en el suelo el cuerpo de Francisco Moya sin vida, en medio de un gran charco de sangre. Intentó auxiliar a su esposo pero se lo impidieron varios compañeros del guardia civil asesinado, llevándosela del lugar entre sollozos y gritos y víctima de un ataque de nervios. El cuerpo de Francisco Moya fue trasladado al cuartel de la guardia Civil de Elorrio desde donde salió en dirección al cuartel de la Salve de Bilbao donde quedaría instalada la capilla ardiente y se celebrarían al día siguiente los funerales. En el lugar del atentado se encontraron catorce casquillos de bala.
A las once y media de la mañana, en las dependencias de la 541 Comandancia de la Guardia Civil, cuartel de La Salve, en Bilbao, se celebró, casi de tapadillo, la misa funeral por Francisco Moya Jiménez. Minutos antes de la hora citada llegaba al cuartel de La Salve, procedente del hospital civil de Basurto, donde se le habla realizado la autopsia, el cadáver de Francisco Moya. Poco después, y a hombros de compañeros, el féretro fue subido hasta las dependencias del bar de la tropa, donde se habla improvisado un altar.
Frente a éste y sobre una tarima, fueron colocados los restos del guardia civil, cuyo féretro fue cubierto con una bandera Nacional, encima de la cual se depositó su tricornio. Al pie de la tarima, se colocaron varias coronas de los diferentes cuerpos armados y compañeros de la víctima.
Además de familiares, amigos y compañeros del guardia civil asesinado, asistieron al funeral el coronel accidental de la zona, desplazado desde Burgos, gobernador civil, gobernador militar, comandante de Marina y representantes de la Policía Nacional y Policía Gubernativa.
La misa fue oficiada por el capellán de la 541 comandancia, quien, en la homilía, señaló, entre otras cosas: “Estamos viviendo-en un momento en los que hechos como los ocurridos en Elorrio se manipulan”. “Qué la dialéctica utilizada es ambigua para oscurecer la verdad y que en lugar de llamar homicidio a lo ocurrido se utilicen otros términos que no se ajustan a la realidad”. Más tarde, y recordando el dolor que embargaba a los familiares y amigos de Francisco, dijo: “Dios nos causa el dolor pero lo tolera. El dolor entra en los planes de Dios y a Cristo le costó aceptar la cruz”.
Al término de la misa, los presentes cantaron el himno de la Guardia Civil y se dieron numerosos gritos de: “Viva España”, “Viva la Guardia Civil”, “ETA asesina”.
Francisco Moya Jiménez, de 42 años, era natural de la localidad de Alcaudete (Jaén). Estaba casado y tenía tres hijos: un chico de 18 años y dos niñas de 10 y 3 años. Estaba destinado desde hacía siete años en Elorrio. Al parecer pensaba abandonar Vascongadas, tras haber recibido amenazas, y había comprado un piso en otra ciudad.
De acuerdo con el Real Decreto 1404/2000, con fecha 19 de julio de 2000, se le concedió la Gran Cruz de la Real Orden de Reconocimiento Civil a las Víctimas del Terrorismo a título póstumo. Además, en resolución fechada el 18 de marzo de 2005 (Real Decreto 308/2005), el Ministerio del Interior le concedió también el ascenso de empleo, con carácter honorífico y a título póstumo.
A día de hoy, el asesinato de Francisco Moya continua impune y sin ser juzgado.
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