14 DE MAYO DE 1984. FUENTERRABÍA (GUIPÚZCOA) CABO DE LA ARMADA JUAN FLORES VILLAR.
Cabo de la Armada Juan Flores Villar.
En la madrugada del día 14 de mayo de 1984, varios buzos de la organización terrorista, marxista y antiespañola ETA, colocaban en los bajos de una embarcación de Vigilancia de la Armada, anclada en el puerto de la villa marinera y guipuzcoana de Fuenterrabía, una potente bomba, cuya deflagración provocó su hundimiento y la muerte del cabo JUAN FLORES VILLAR, que junto a un Marinero Antonio Martínez, se encontraban a bordo en servicio de vigilancia. La embarcación de la Armada, que tenía como misión la vigilancia de la dársena y de la ría del Bidasoa.se hallaba anclada a unos treinta metros de la orilla, en la desembocadura del propio río Bidasoa, no muy lejos de la Comandancia Naval.
A las 3,25 horas hizo explosión el artefacto, de gran potencia, que produjo el hundimiento de la embarcación. El marinero Antonio Martínez Abella se lanzó al agua, mientras que el cabo Juan Flores falleció-ahogado en el interior de la embarcación atrapado en su camarote, y no por el efecto de la onda expansiva. Antonio Martinez conseguiría llegar ileso hasta tierra, donde recibió, en un primer momento, los cuidados de varios pescadores que a esa hora estaban preparando sus embarcaciones para hacerse a la mar.
La lancha de vigilancia de la Armada, era parte de una serie de otras 20 unidades, fabricada en fibra de vidrio, de seis metros de eslora, que vigilaban la ría fronteriza con Francia del Bidasoa. Estaba al mando de un Suboficial y tenía como dotación un cabo contramaestre, un maquinista y un timonel.
La potente bomba, colocada por los buzos etarras, llegados desde la orilla francesa, en uno de los ejes de la hélice, seccionó la popa del barco y lanzó trozos de la cubierta a centenares de metros de distancia.
Al día siguiente, compañeros de la Comandancia de Marina del Bidasoa, donde cumplía su servicio militar el cabo Juan Flores Villar, llevaron a hombros su ataúd, envuelto en la bandera Nacional, desde la Comandancia de Marina hasta la parroquia de María Magdalena, donde fueron oficiados los funerales por su alma, que fueron presididos por el ministro de Defensa, Narciso Serra. Junto a él se encontraban el jefe del Estado Mayor de la Armada, Almirante Saturnino Suanzes de la Hidalga; el capitán general de la Zona marítima del Cantábrico, Almirante Joaquín Contreras, gobernadores civil y militar, Diputado general de Guipúzcoa, Luis María Retolaza; alcalde de Fuenterrabía, los presidentes de las cofradías de pescadores de Fuenterrabía, el senador por el PSOE, García Ronda, y representantes de los Ejércitos de Tierra, Mar, Aire y Guardia Civil.
El párroco de Fuenterrabía dijo en la homilía que “se ha asesinado a un noble soldado que estaba cumpliendo con su misión y con su deber. Con estas muertes se están escribiendo las páginas más negras y denigrantes de nuestro pueblo”. “Quienes todos sabemos, son el auténtico Caín de nuestro pueblo» y añadió que «tienen la osadía de llamarse salvadores del pueblo euskaldún. Nunca podréis justificar un asesinato, aunque el asesinato fuera eficaz para justificar un fin político”.
Finalizado el funeral, el ministro de Defensa impuso sobre el féretro la Cruz del Mérito Naval con distintivo blanco, a título póstumo, y tras entonarse el Himno de la Armada y recibir honores militares, el cadáver salió con dirección al aeropuerto de Fuenterrabía, de donde partió con destino a Barcelona.
A la salida del funeral, el ministro Narcís Serra manifestó a los medios informativos que, como ministro, ratificaba las palabras del sacerdote, y dijo que “el teniente general Guillermo Quintana Lacaci, el comandante de Bermeo Martín Barrios y el cabo Juan Flores suponen para mí los nombres de un compromiso: Creo que debemos acabar de una vez por todas, y serenamente, con la violencia en nuestra querida España".
En señal de duelo por el atentado, los pescadores de Fuenterrabía decidieron no salir a faenar hasta finalizado el funeral.
El féretro con los restos de Juan Flores llegó a Barcelona a las 19:45 horas del 14 de mayo y la capilla ardiente se instaló en la comandancia de Marina de la ciudad Condal. En su honor y recuerdo tuvieron lugar unos actos de honor militar, a los que asistieron exclusivamente autoridades y familiares del fallecido. En las inmediaciones de la Comandancia se concentraron una gran cantidad de barceloneses, que profirieron gritos con ETA y el terrorismo.
El féretro del cabo Flores, cubierto con la enseña nacional, llevaba encima un Lepanto de la Armada, un Crucifijo y la Cruz del Mérito Naval con distintivo blanco. El féretro fue custodiado por un Guardia Civil, un Policía Nacional, un miembro de la Cruz Roja del mar y cuatro marineros de la Armada.
Tras la Misa, el féretro del Cabo Juan Flores, fue sacado a hombros de compañeros e introducido en un furgón funerario que lo trasladaría al cementerio de Montjuich donde sería cristianamente sepultado. Allí tras una carga de fusilería en su honor y la entonación del Himno de la Armada, las casi mil personas que acompañaron a los familiares del cabo asesinado, dieron vivas a España, y a la Armada Española.
Un grupo que se hacía llamar “Gatazka” (Lucha) facción de los Comandos Autónomos Anticapitalistas, reivindicó en una llamada a Radio Popular de San Sebastián, el atentado contra la lancha de Vigilancia de la Armada, manifestando su oposición al servicio Militar y al cerco policial que ejercían tanto España como Francia contra los patriotas euskaldunes.
Juan Flores Villar tenía 20 años. Era cabo mecánico y natural de Barcelona. Trabajaba en la hostelería, aunque por las noches estudiaba banca. Llevaba cumplido la mitad del servicio militar. Hizo la instrucción en Cartagena; posteriormente se le destinó a El Ferrol y, de ahí, a Fuenterrabía. Era el mayor de los hermanos de una familia formada por un matrimonio natural de Córdoba y seis hijos. Sus padres residían en Barcelona.
De acuerdo con el Real Decreto 1404/2000, con fecha 19 de julio de 2000, se concedió le la Gran Cruz de la Real Orden de Reconocimiento Civil a las Víctimas del Terrorismo a título póstumo. Además, en resolución fechada el 18 de marzo de 2005 (Real Decreto 308/2005), el Ministerio del Interior le concedía también el ascenso de empleo, con carácter honorífico y a título póstumo.
A día de hoy, el asesinato del Cabo de la Armada Juan Flores continúa impune.
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