14 DE SEPTIEMBRE DE 1992. SAN SEBASTIÁN. POLICÍA NACIONAL RICARDO GONZÁLEZ COLINO.
Policía Nacional Ricardo González Colino.
A la una y cuarto de la madrugada del lunes 14 de septiembre de 1992, un miembro de la banda terrorista ETA asesinaba en San Sebastián (Guipúzcoa) al Policía Nacional RICARDO GONZÁLEZ COLINO, disparándole a bocajarro un tiro en la cabeza.
Ricardo, que estaba fuera de servicio y vestía de paisano, se encontraba a punto de comenzar una partida de cartas, en el Bar 19 de la calle Eguía de la capital donostiarra, del que era asiduo cliente. Junto a él, sentados a la mesa, estaban el dueño del bar y un amigo, cuando entró un encapuchado vestido con un chubasquero azul y, sin mediar palabra, le descerrajó un tiro en la nuca y escapó a pie, aprovechando la confusión de los compañeros de partida del agente asesinado. Ricardo falleció prácticamente en el acto, quedando la bala alojada en su cabeza. En la escena del crimen se recogió un casquillo del calibre 9 milímetros parabellum.
El atentado contra Ricardo se produjo a escasos doscientos metros de distancia del Bar El Puente, en el que en octubre de 1991 ETA había asesinado a dos guardias civiles. Pruebas de balística demostraron que el arma empleada para asesinar a Ricardo, se había utilizado anteriormente –el 17 de agosto de 1992- en el asesinato de otros dos guardias civiles, José Manuel Fernández y Juan Manuel Martínez, en el aparcamiento del hipermercado Mamut de Oyarzun.
Según informaron fuentes policiales tras el asesinato de Ricardo, en el atentado contra los guardias civiles en agosto de 1992 el modus operandi del asesino había sido ligeramente distinto, puesto que en esa ocasión iba a cara descubierta y el arma utilizada no había sido empleada en otros atentados hasta ese momento.
La Policía barajó la posibilidad de que el grupo responsable de dichos atentados contara con informadores en la zona. Tales informadores habrían sido los responsables de señalar las rutinas y los horarios de Ricardo González, quien solía mantener costumbres casi fijas.
La capilla ardiente por el policía asesinado quedó instalada en el Gobierno Civil de San Sebastián, adonde acudieron los padres del fallecido, que se desplazaron desde Zamora. El funeral se celebró el mismo día 14 en la Iglesia de la Sagrada Familia de San Sebastián. El director general de la Policía, Carlos Conde Duque, y el consejero de Interior, Juan María Atucha, fueron los encargados de presidirlo en un ambiente de tenso dolor. Al acto asistieron también el delegado del Gobierno, José Antonio Aguiriano; los tres gobernadores civiles de Guipúzcoa, Vizcaya y Álava, José María Gurruchaga, Daniel Vega y César Milano; representantes del PSE-PSOE y del PP; el alcalde de San Sebastián, Odón Elorza; así como otras autoridades civiles y militares, acompañando a los familiares y amigos de Ricardo González.
Minutos después de las cinco de la tarde partió del Gobierno Civil de Guipúzcoa el cortejo con el féretro cubierto con la Bandera Nacional que fue portado a hombros por sus compañeros. Precedían al cortejo varias coronas de flores y le seguían sus padres -que se trasladaron desde la localidad zamorana de Cerezal de Sanabria- y las autoridades. El funeral se celebró en la céntrica parroquia de la Sagrada Familia.
En la homilía, el oficiante leyó una nota del obispo donostiarra, monseñor José María Setién, en la que éste rechazaba y condenaba ese asesinato, ampliando el rechazo "a cualquier pretensión de utilizar la vida humana como precio de negociación de una estrategia calculada".
A la salida del funeral, la unidad de música del Regimiento de Infantería Sicilia interpretó la marcha “La Muerte no es el final” como homenaje al servidor del orden asesinado. Centenares de personas despidieron con grandes aplausos y gritos contra los asesinos de Eta, el féretro de Ricardo cuando fue introducido en un furgón fúnebre.
Los restos mortales de la víctima fueron trasladados a su localidad natal, Cerezal de Sanabria, en Zamora. Allí, al día siguiente, tuvo lugar otra misa funeral, teniendo que celebrarse en la plaza de la localidad, dado que las reducidas dimensiones de la iglesia no permitían albergar a la enorme cantidad de vecinos y familiares que fueron a rendirle su último adiós.
El párroco de Cerezal leyó unas palabras del Obispo de Astorga Monseñor Antonio Briva en la que condenó el terrorismo y la falta de respeto por la vida de un ser humano.
El párroco manifestó en su homilía que ese asesinato acrecentaba la degradación de los valores humanos.
A la salida del templo, los asistentes despidieron con una gran ovación y gritos de Viva a España y Viva la Policía Nacional, el féretro de Ricardo González Colino. Tras la despedida se procedió a dar sepultura al cuerpo sin vida de Ricardo González. En el entierro un hermano del policía nacional asesinado trató de agredir a algunas de las autoridades presentes. El incidente se produjo a la salida del cementerio, cuando varios de los familiares y amigos de la víctima tuvieron que sujetar al hermano, que intentó agredir a algunas de las personalidades presentes, entre las que se encontraban el delegado del Gobierno en Castilla León, Arsenio Lope Huerta; el consejero de Presidencia del Gobierno regional, César Huidobro y el Gobernador civil de Zamora, Ángel Gavilán.
El gobernador civil de Zamora manifestó que comprendía la actitud del familiar del policía asesinado, debido a su estado de dolor, mientras el delegado del Gobierno declinó hacer declaraciones a los medios de comunicación tras el entierro en Cerezal de Sanabria.
Los sindicatos policiales emitieron durísimas condenas del atentado cometido contra su compañero. La Unión Federal de Policía (UFP), lamentó que "haya declaraciones de políticos hechas tan a la ligera, sin sopesar los posibles resultados, como presumiblemente, en este caso, en que ETA demuestra su capacidad operativa poniendo cadáveres sobre la mesa". La Unión Federal de Policía pidió la cadena perpetua para los autores de delitos de terrorismo. Ese atentado era el cuarto que ETA cometía desde que ofreciera, el 10 de julio, una supuesta tregua a cambio de negociación con el Gobierno.
Las pruebas de balística realizadas con posterioridad por la Policía confirmaron que la misma arma que asesinó al agente Ricardo Colino sería utilizada, después en varias ocasiones: el 19 de enero de 1993, en el atentado mortal contra el empresario guipuzcoano, el ex jugador de la Real Sociedad de San Sebastián, José Antonio Santamaría y el 21 de enero de 1993, en el asesinato del funcionario de prisiones José Ramón Domínguez. Los investigadores vincularon los asesinatos de José Antonio Santamaría Vaqueriza y de José Ramón Domínguez, -que tuvieron lugar en San Sebastián en enero de 1993, a los terroristas etarras Juan Antonio Olarra Guridi, Valentín Lasarte y José María Iguerategui Gillisagasti. Juan Antonio Olarra Guridi fue condenado en 2007 a 28 años de prisión como autor material del asesinato de Santamaría, que habría realizado junto con otro etarra, José María Iguerategui Gilisagasti, alias Ijitu (Gitano), que moriría destrozado el 29 de marzo de 1994 en Vitoria al estallarle la bomba que llevaba en una mochila. Otro conocido miembro de ETA, Valentín Lasarte participó en el asesinato señalando a la víctima. Ese mismo año de 2007, Olarra sería también condenado a otros 28 años de cárcel por el asesinato del funcionario de prisiones José Ramón Domínguez.
Lamentablemente la Justicia no ha sabido vincular esos asesinatos con los del Policía Nacional Ricardo González Colino y los guardias civiles José Manuel Fernández Lozano y Juan Manuel Martínez Gil. A día de hoy el asesinato del Policía Nacional Ricardo Colino sigue sin esclarecerse.
En marzo de 2015 Valentín Lasarte, condenado a 400 años de cárcel por su participación en diez asesinatos entre ellos los de los políticos Gregorio Ordóñez del Partido Popular y Fernando Múgica del PSOE,—quedaba libre. Lasarte, etarra arrepentido, acogido a la vía Nanclares, y que ya había disfrutado de varios permisos penitenciarios, abandonaba definitivamente la cárcel alavesa de Zaballa tras haber cumplido 19 años de condena.
En la actualidad Olarra Guridi cumple condena en un penal de Vascongadas, tras ser trasladado a él en julio de 2022, desde la cárcel de Logroño. Ingresó en prisión el 26 de julio de 2010 y cumple una condena acumulada de 30 años por asesinatos, homicidios y delitos de atentado, terrorismo, estragos y tenencia de explosivos y depósito de armas. Cumplirá las 3/4 partes de la condena en enero de 2029.
Ricardo González Colino, de 38 años, estaba soltero y era natural de Cerezal de Sanabria (Zamora). Llevaba destinado en San Sebastián once años y en el momento de su muerte desempeñaba labores de radio patrulla en las unidades de seguridad ciudadana de esa ciudad, en la que estaba muy arraigado.
De acuerdo con el Real Decreto 1404/2000, con fecha 19 de julio de 2000, se concedió a Ricardo González Colino la Gran Cruz de la Real Orden de Reconocimiento Civil a las Víctimas del Terrorismo a título póstumo. Además, en resolución fechada el 18 de marzo de 2005 (Real Decreto 308/2005), el Ministerio del Interior le concedió también el ascenso de empleo, con carácter honorífico y a título póstumo.
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