15 DE MAYO DE 1980. SAN SEBASTIÁN. POLICÍAS NACIONALES JOSÉ MANUEL RODRÍGUEZ FONTANA, DIONISIO VILLADANGOS CALVO Y JESÚS HOLGADO SABIO.
Policía Nacional José Manuel Rodríguez Fontana.
Sobre las nueve y media de la mañana del 15 de mayo de 1980 un comando de la banda asesina, marxista y antiespañola ETA, asesinaba en San Sebastián a los Policías Nacionales JOSÉ MANUEL RODRÍGUEZ FONTANA, DIONISIO VILLADANGOS CALVO Y JESÚS HOLGADO SABIO.
Policía Nacional Dionisio Villadangos Calvo.
En el instante del atentado, los tres Policías Nacionales, tomaban unos cafés, en un establecimiento cercano a las oficinas del Documento Nacional de Identidad en el barrio donostiarra de Amara, donde habían finalizado su servicio de vigilancia.
Policía Nacional Jesús Holgado Sabio.
Los tres Policías, vestidos de uniforme, entraron por la parte trasera del Bar “Majusi”, que daba a la Plaza de Echeberri. Se colocaron en una de las esquinas de la barra y pidieron tres cafés con leche y dos paquetes de tabaco.
Unos minutos después, entró una persona madura, de pelo moreno, pobladas cejas, barba de días y con un anorak de color marrón oscuro. Se colocó relativamente cerca de los policías y pidió una cerveza. De seguido esgrimió una pistola y, a menos de un metro, comenzó a disparar contra los Policías Nacionales.
Uno de ellos, Juan Manuel Rodríguez Fontana, retrocedió unos pasos para protegerse tras unas cajas, al tiempo que Intentaba sacar su pistola reglamentaria. El agresor, que vio sus movimientos, se acercó más a él y le volvió a disparar, cayendo herido de muerte.
Una vez que los tres policías se encontraban en el suelo, el terrorista, junto a un compañero que le guardaba las espaldas, salió por la misma puerta por la que había entrado aprovechando la confusión que produjeron los disparos.
Apenas producirse los disparos, se produjeron escenas de pánico y desconcierto entre la veintena de clientes que había en aquellos momentos en el establecimiento. Algunos se arrojaron al suelo y otros salieron del bar por la puerta principal que daba a la calle Carlos I. A una clienta, uno de los proyectiles le alcanzó de rebote la taza de café, y a la empleada del bar fue necesario subirla a unas oficinas para atenderla de un shock nervioso. En el lugar del atentado se encontraron cinco casquillos del-calibre 9 milímetros parabellum, marcas SF y FN. En el establecimiento se encontraba también un inspector de Policía de paisano que iba desarmado, por lo que sólo pudo dar aviso de lo ocurrido a la comisaría de San Sebastián.
Escasos minutos-después de producirse el atentado, se personaron en el bar varios vehículos policiales que habían sido avisados de lo ocurrido. Inmediatamente comprobaron que Juan Manuel Rodríguez estaba muerto, mientras que Dionisio Vllladangos y Jesús Holgado aun respiraban, por lo que decidieron introducirlos en dos vehículos policiales y trasladarlos a la residencia sanitaria Nuestra Señora de Aránzazu.
En este centro ingresó cadáver el primero de ellos, mientras que Jesús Holgado pasó a los quirófanos para ser intervenido. Dionisio Villadangos presentaba dos impactos de bala, que le afectaban el corazón y el abdomen. Jesús Holgado fue alcanzado por dos Impactos, uno le afectó el abdomen y el otro el cuello, Interesándole vértebras cervicales y médula.
Hacia las diez de la mañana se personó en el bar “Majusl” el juez de guardia, quien ordenó el levantamiento del cadáver de José Manuel Rodríguez. La víctima presentaba dos impactos en el hemitórax izquierdo, otros dos en las piernas, que le afectaban el fémur, y un quinto en las fosas nasales.
Los autores del atentado huyeron en un turismo robado a su propietario a punta de pistola, ocurrido hacia las ocho y media de la mañana, en el barrio de Gros, cuando el dueño y conductor del «R-7» de color belge, se disponía a ponerlo en marcha. Tres Individuos le abordaron, pistola en mano, y se lo sustrajeron, advirtiéndole que no diera cuenta de los hechos hasta pasadas unas horas.
Según el propietario del vehículo, a quien los desconocidos dejaron atado a un pino existente en el barrio de Alza, en las afueras del casco urbano, éstos se identificaron como miembros de un comando de «ETA-M» y le indicaron que necesitaban el coche para llevar a cabo una acción armada. El propietario del automóvil consiguió desprenderse de sus ligaduras hacia las 12 ,3 0 de la tarde, y se dirigió a la Comisaría de Policía de San Sebastián, en donde presentó denuncia de lo ocurrido.
La capilla ardiente de los policías nacionales quedó Instalada en el Hospital Militar de Guipúzcoa.
El mismo día del atentado, la banda terrorista ETA se hizo responsable del asesinato de los tres agentes.
Al día siguiente, 16 de mayo, se celebraron los funerales en el Hospital Militar de San Sebastián, presididos por el delegado especial del Gobierno en el País Vasco, general Sáenz de Santamaría, delegado del Gobierno para el País Vasco y al que asistieron los gobernadores civil y militar de Guipúzcoa; jefe superior de Policía de Bilbao; alcalde de San Sebastián, así como otras autoridades civiles y militares, familiares de las víctimas que expresamente se habían desplazado desde sus localidades de origen y numerosos compañeros de las víctimas.
En la homilía el oficiante señaló que “los métodos para alcanzar una sociedad mejor deben ser humanos y humanizantes”. Añadió más adelante que “es necesario desarraigar de la sociedad todo lo que alienta el odio, el rencor, la mentira y la violencia». Hubo numerosos momentos de tensión, acentuados por las muestras de dolor de la madre de uno de los policías muertos, que repetía en voz alta el nombre de su hijo.
Terminado el funeral y tras el rezo de un responso, los féretros de los policías nacionales Dionisio Villadangos Calvo, José Manuel Rodríguez Fontana y Jesús Holgado Sabio, cubiertos con la bandera nacional, fueron bajados a hombros de sus compañeros hasta el patio central del hospital, donde fueron despedidos por las autoridades. Una vez Introducidos los féretros en los furgones mortuorios, que les conducirían al aeropuerto de Fuenterrabía, para ser trasladados por vía aérea a sus respectivos lugares de origen, el Teniente Coronel jefe de la Policía Nacional, tras dar la orden de firmes, pronunció gritos de ¡Viva España! y ¡Viva el Rey! y ¡Viva la Policía Nacional! que fueron contestados por todos los presentes, entonándose de seguido el himno de la Policía Nacional.
Por otra parte, Doña Florencia Calvo, madre de uno de los Policías Nacionales asesinados, afirmó, entre otras cosas a la prensa que; “Las últimas palabras que le escuché a mi hijo fueron: Madre, el día de San Isidro te vuelvo a llamar. Esto está muy feo. Nos enteramos de la muerte de Dionisio ayer por la mañana. Estábamos en Misa, y al salir vi un coche ante la puerta de casa. Entonces lo adiviné todo. Yo no siento odio. Pero tienen que acabar con todo esto. Ya está bien. Él estaba para defender a la patria. Ya se ha derramado mucha sangre y no sé hace nada por solucionarlo”. Los tres Policías Nacionales recibirían con posterioridad la medalla de oro al mérito policial.
Al pueblo leonés de Castrillo de San Pelayo, perteneciente al municipio de Villazala, llegó el féretro que contenía los restos mortales del Policía Dionisio Villandangos Calvo, donde tuvieron lugar los funerales por su eterno descanso. El pueblo en masa, además del de parroquias y municipios cercanos, profundamente consternado, se lanzó a la calle para acompañar hasta el cementerio a la víctima y a su familia que eran muy apreciados en la localidad.
Por su parte un avión militar trasladó hasta Almería el cadáver de José Manuel Rodríguez Fontana que fue llevado a la comisaría de Policía donde fue velado por compañeros durante la noche. A la mañana y tras el funeral fue enterrado en el camposanto de San José de la capital almeriense. Gran consternación y repulsa causó en esta ciudad el asesinato del policía nacional José Manuel Rodríguez Fontana.
José Manuel había sido destinado, hacía pocos meses a Vascongadas y pensaba contraer matrimonio en próximas fechas.
El padre del policía nacional asesinado, Antonio Rodríguez Segura, trabajaba como a como acomodador en un cine almeriense. Junto con su esposa, Dolores Fontana Campos, se trasladó a la capital donostiarra poco después de conocerse la noticia de la muerte de su hijo, para hacerse cargo de sus restos mortales.
José Manuel Rodríguez Fontana era natural de Almería. Tenía 24 años y estaba soltero, aunque tenía previsto casarse en agosto. Había ingresado en la Policía en septiembre de 1979 y llevaba apenas mes y medio en San Sebastián. Segundo de nueve hermanos, hijo de una familia modesta, ayudaba económicamente a sus padres con su sueldo de Policía Nacional. La preparación de su ingreso en el Cuerpo la realizó en la Academia especial de la Policía Nacional existente entonces en Badajoz. Una vez terminada su formación pidió destino voluntario a San Sebastián.
El ataúd de Jesús Holgado, también trasladado en un avión militar, llegó al aeropuerto de Málaga, donde le esperaban las primeras autoridades civiles y militares y desde donde se organizó la comitiva fúnebre que trasladó los restos del policía asesinado al pueblo de Jimena de Líbar donde recibirían cristiana sepultura, acompañado de prácticamente todos los vecinos de su localidad natal, donde cerraron todos los establecimientos en señal de duelo y protesta por el asesinato. .
Jesús Holgado Sabio, era natural de Carratraca (Málaga), tenía 27 años y estaba soltero.
Dionisio Villadangos Calvo, era natural de Villazala (León). Tenía 24 años y estaba soltero. Había ingresado en la Policía Nacional ocho meses antes de ser acribillado a balazos en San Sebastián.
Tras aquel atentado eran ya 52 los muertos en acciones terroristas en lo que se llevaba de año; 43 de los cuales habían sido asesinados en Vascongadas. De ellos, 24 eran agentes del orden público o militares.
En un comunicado ETA Militar informaba a los medios de comunicación vascos que se hacía responsable del atentado que había costado la vida a tres Policías Nacionales en un bar de San Sebastián. En los medios policiales sorprendió la celeridad con que la organización terrorista se responsabilizó del atentado, caso anormal en la actuación de ETA, que solía esperar a que el comando que realizaba un golpe se pusiese a salvo.
En 2005 tras aplicarse el Real Decreto 308/2005, de 18 de marzo, por el que se regulaba la concesión de ascensos honoríficos en el Cuerpo Nacional de Policía, a propuesta del Ministro del Interior, el Consejo de Ministros, en su reunión del día 18 de marzo de 2005, acordaba: “Conceder, con carácter honorífico y a título póstumo, el ascenso a la categoría inmediata superior a todos los miembros del Cuerpo Nacional de Policía asesinados por el terrorismo por tener la sociedad española una deuda contraída de permanente gratitud con las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, por su permanente labor en la garantía de los derechos fundamentales y de la seguridad pública”.
Dionisio Villadangos Calvo, José Manuel Rodríguez Fontana y Jesús Holgado Sabio, serían ascendidos a oficiales, De igual manera pasarían a formar parte de la Real Orden de Reconocimiento Civil a las Víctimas del Terrorismo.
A día de hoy, sigue sin saberse absolutamente nada sobre los autores materiales del mismo.
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