16 DE NOVIEMBRE DE 1978. MADRID. JOSÉ FRANCISCO MATEU CÁNOVES, MAGISTRADO SUPLENTE DE LA SALA SEXTA DEL TRIBUNAL SUPREMO Y ANTIGUO PRESIDENTE DEL DESAPARECIDO TRIBUNAL DEL ORDEN PÚBLICO (TOP).
José Francisco Matéu Cánoves. magistrado suplente de la Sala Sexta del Tribunal Supremo.
A las diez menos veinte de la mañana del 16 de noviembre de 1978, un comando de ETA asesinaba en Madrid a JOSÉ FRANCISCO MATEU CÁNOVES, magistrado suplente de la Sala Sexta del Tribunal Supremo y antiguo presidente del desaparecido Tribunal del Orden Público (TOP).
En torno a las 9:30 de la mañana, José Francisco Matéu, como era habitual, salió a pie de su domicilio en la calle María de Molina, esquina a la calle de Claudio Coello para dirigirse a su trabajo. Apenas había recorrido doscientos metros cuando dos terroristas, que le esperaban escondidos y agachados entre dos coches aparcados en esa calle, se abalanzaron sobre él y le dispararon a quemarropa, provocándole la muerte en el acto.
Tras tirotear al magistrado los dos pistoleros etarras huyeron en dos motos, en las que les esperaban otros dos miembros de la banda marxista y antiespañola. Los terroristas como referirían testigos presenciales quisieron poner en marcha una de las motocicletas, que les falló en su arrancada y al no poder hacerlo, muy nerviosos por el acoso de varios transeúntes que comenzaron a gritarles "asesinos, asesinos", lanzarían una granada, que afortunadamente no explotaría, y tras conseguir poner en marcha la moto, emprendieron la huida. La Policía tardaría más de quince minutos en personarse al lugar del atentado, debido al intenso tráfico que había a esas horas en la capital de España.
El magistrado Matéu permaneció en el suelo en medio de un charco de sangre. Como relataría al día siguiente, en portada, el diario madrileño “El Alcázar” llevaba como prendedor de corbata una bandera de España con el escudo del águila de San Juan. En el lugar de los hechos se recogieron cinco casquillos de bala del calibre 9 milímetros parabellum, marca FN, y una granada sin explosionar, además de un cargador.
Tras la llegada de la Policía al lugar del atentado, José Francisco Matéu fue trasladado a la Ciudad Sanitaria La Paz, donde ingresó cadáver, siendo trasladado al pabellón de anatomía patológica del centro, donde le fue realizada la autopsia.
Por la tarde se instaló la capilla ardiente en el Salón de los Pasos Perdidos, en la sede del Tribunal Supremo. Antes del funeral, celebrado en la mañana del día 17, se ofició una Misa en el Palacio de Justicia, con asistencia de magistrados, jueces, abogados y funcionarios de la Administración de Justicia.
El funeral de corpore insepulto se inició poco después de las once de la mañana. A la llegada del féretro, conducido a la iglesia de Santa Bárbara por iniciativa de los hijos del finado, una gran parte del público que llenaba la iglesia y las personas que se encontraban en el exterior prorrumpieron en aplausos y pronunciaron diversos gritos en contra del gobierno y la organización terrorista ETA. Uno de los oficiantes pidió que se guardase silencio.
La viuda e hijos del magistrado asesinado ocuparon los primeros bancos, así como varios ex ministros de Justicia, entre ellos Raimundo Fernández-Cuesta. En lugar preferente del altar presidía el funeral el ministro de Justicia, Landelino Lavilla, acompañado de los altos cargos de su departamento. Al otro lado del altar se encontraban los miembros de la Sala de Gobierno del Tribunal Supremo, el presidente del Consejo General de la Abogacía, Antonio Pedrol, el fiscal del Reino. Juan Manuel Fanjul, y los presidentes de las audiencias Nacional, Territorial y Provincial, así como miembros de las carreras judicial y fiscal.
Entre el público asistente se encontraban varios militares de uniforme, entre ellos tres generales, algunos parlamentarios, representantes de partidos políticos, Blas Piñar, presidente de Fuerza Nueva, Sixto de Borbón, los ex ministros José Antonio Girón y José Utrera Molina, amigos personales del magistrado asesinado. Mientras tanto, los gritos de “Gobierno, asesino» y «Ejército, al poder», y el cántico, en varias ocasiones del Cara al Sol, de los miles de personas que se encontraban fuera de la Iglesia fueron en aumento durante toda la celebración religiosa.
Fue a la salida del funeral cuando se produjeron los momentos de mayor tensión. Un demudado y desencajado ministro de Justicia Landelino Lavilla, tuvo que salir por la puerta de atrás de la Iglesia, fuertemente escoltado por fuerzas policiales, pues varios de los asistentes intentaron agredirle, al igual que otras autoridades, sobre todo políticas, asistentes que abandonaron el templo, por una puerta lateral, fuertemente protegidas también por la fuerzas antidisturbios de la Policía Armada, entre los insultos y forcejeos con la policía de varias personas tratando de llegar hasta ellas.
Uno de los hijos de Francisco Matéu arrojó una corona de flores enviada por el partido comunista de España entre los aplausos de los asistentes.
Varias personas se acercaron al abogado Antonio Rato, un letrado que se distinguía por defender a gentes de izquierda, golpeándole e insultándole, siendo protegido por un policía de paisano adscrito a la Audiencia Nacional y por el abogado Antonio Muñoz Perea, yerno de Blas Pinar. Una gran cantidad de los asistentes al funeral aplaudieron el paso de los militares que salían del funeral, a la vez que gritaban “Ejército al poder”. Poco después, el senador de UCD por Madrid Manuel Villar Arregui, que también asistió al funeral, tuvo que ser protegido por más de una docena de policías armados, al ser reconocido por varias personas, quienes se dirigieron hacia él en forma amenazadora, gritando «fuera, fuera».
La tensión aumentó todavía más cuando el féretro con el cadáver del señor Matéu fue sacado del templo e introducido en el furgón que debía trasladarlo al cementerio de Nuestra Señora de la Almudena. Grupos de personas corrieron hasta el furgón y lo rodearon, mientras seguían con gritos contra el Gobierno, contra ETA y con Vivas y Arribas a España, iniciaron tras el furgón el recorrido a pie hasta la plaza de Colón, donde se despidió el duelo.
En el cementerio de la Almudena, donde el cadáver del magistrado señor Matéu recibió cristiana sepultura, volvieron a repetirse los gritos contra el Gobierno y los de «Matéu, presente» por parte de muchos de los asistentes. Un hijo del finado dio el grito de «Caídos por Dios y por España» que fue unánimemente consternado con “Presente” Tras el rezo de un responso, los asistentes entonaron el Cara al Sol.
El senador separatista catalán Lluís María Xirinacs, hizo unas lamentables declaraciones que dieron lugar a una investigación de la fiscalía, instada por el Ministerio de Interior, por posible apología del terrorismo, al señalar que la violencia que había sufrido el magistrado Mateu Cánoves al ser asesinado era cualitativamente inferior a la que habían sufrido las personas condenadas por el Tribunal de Orden Público que él había presidido.
Al día siguiente del asesinato, ETA reivindicó el mismo mediante llamada a diferentes medios de comunicación de Bilbao. En 1991 la Audiencia Nacional condenó a Henri Parot a 29 años de reclusión mayor por el asesinato de José Francisco Matéu Cánoves.
José Francisco Matéu Cánoves, de 58 años, era natural de Burjasot (Valencia). Estaba casado y tenía siete hijos. José Francisco Matéu Cánoves ingresó en la carrera judicial en 1947 y estuvo destinado en diferentes juzgados. Posteriormente, como miembro del cuerpo de Magistrados de Trabajo, estuvo destinado en Lugo, Mieres, Orense y la Audiencia Provincial de Lérida. Formó parte del Tribunal de Orden Público desde su constitución en 1964 y hasta su disolución en 1977, primero como juez y, desde 1968, como presidente. Cuando fue asesinado era magistrado suplente de la Sala Sexta del Tribunal Supremo.
De acuerdo con el Real Decreto 1404/2000, con fecha 19 de julio de 2000, se le concedió la Gran Cruz de la Real Orden de Reconocimiento Civil a las Víctimas del Terrorismo a título póstumo.
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