19 DE OCTUBRE DE 1993. MADRID. GENERAL DE DIVISIÓN DEL EJÉRCITO DEL AIRE DIONISIO HERRERO ALBIÑANA.
General de División del Ejército del Aire Dionisio Herrero Albiñana.
El martes 19 de octubre de 1993, a las 8:30 de la mañana, tres etarras con la cara cubierta asesinaban a tiros en Madrid al general de división del Ejército del Aire DIONISIO HERRERO ALBIÑANA, en un atentado en el que resultó gravemente herido el soldado conductor Alberto Pasamontes, de 23 años. El comando etarra hizo explosionar media hora después, frente a la sede del INI, el vehículo en el que huyeron
El general Herrero Albiñana, que desempeñaba el cargo de director de sanidad del Ejército del Aire, fue abordado por dos individuos que le tirotearon con saña a quemarropa y posteriormente le remataron en el suelo, causándole la muerte instantánea. El general acababa de abandonar su domicilio, en el número 101 de la calle Hermosilla situado a escasos metros de donde le esperaba al vehículo oficial camuflado, un Volkswagen Santana granate blindado, que le trasladaba todos los días a su puesto de trabajo.
Cuando el soldado conductor salió del vehículo para auxiliar al general, empuñando su arma reglamentaria, recibió un impacto de bala en el estómago disparado por el tercer terrorista. El chófer reaccionó rápidamente y volvió a cerrar la puerta del coche, cuyo blindaje evitó que fuera asesinado. En el lugar del atentado, la policía recogió 14 casquillos de bala SBP del calibre 9 milímetros parabellum, así como dos anoraks.
Los terroristas huyeron en un coche Opel Corsa gris metalizado, que había sido robado hacía unos días en Madrid y al que se le había colocado una matrícula falsa. Media hora después del atentado, abandonaron el vehículo en la plaza del Marqués de Salamanca, frente a la sede del Instituto Nacional de Industria, haciendo estallar por medio de un temporizador un artefacto compuesto por unos cuatro o cinco kilos de explosivo que destrozó el coche por completo. El comando etarra a empleaba de nuevo su habitual sistema de utilizar el coche en el que huían como cebo para las fuerzas de seguridad. De esta manera, intentaban causar más daño, provocar nuevas víctimas, y la confusión necesaria para garantizar su huida, borrando sus huellas del coche.
El general Herrero ingresó cadáver en el hospital Gregorio Marañón. Luego fue conducido al Instituto Anatómico Forense para serle efectuada la autopsia y posteriormente trasladado al salón de honor del Cuartel General del Aire, donde quedó instalada la capilla ardiente en la que se celebraría una misa por su alma a la que asistieron el teniente general José Rodrigo, y el jefe del Estado Mayor del Ejército del Aire, el teniente general Ramón Fernández Sequeiros.
El soldado herido, Alberto Pasamontes, de 23 años de edad, al que le quedaban dos semanas para licenciarse del servicio militar, fue intervenido quirúrgicamente en el hospital Gregorio Marañón, en estado muy grave con perforación del intestino delgado, el duodeno, el colon y el hígado.
Al día siguiente, a las 9:30 de la mañana, tenía lugar en la explanada de entrada al Cuartel General del Ejército se celebró el funeral oficial, de corpore insepulto, presidido por los ministros de Defensa e Interior, Julián García Vargas y José Luis Corcuera junto al secretario general del PP, Francisco Álvarez Cascos; el presidente de la Comunidad de Madrid, Joaquín Leguina; el alcalde de Madrid, José María Álvarez del Manzano; el fiscal general del Estado, Eligio Hernández, así como miembros de la Junta de Jefes de Estado Mayor del Ejército y otras personalidades civiles y militares.
El vicario general castrense, José Manuel Estepa, que ofició el funeral, señaló que el general Dionisio Herrero "dedicó, todas sus energías a la lucha contra la enfermedad y la muerte y rechazó la venganza, porque aumenta el mal y no lo cura".
El momento más emotivo tuvo lugar cuando las tropas que formaban en la Plaza de la Moncloa, entonaron la marcha “La Muerte no es el Final” en honor al general asesinado, y a quien el ministro de Defensa, Julián García Vargas, impuso en su féretro, la Gran Cruz al Mérito Aeronáutico con distintivo blanco, a título póstumo. Tras entonarse el himno del Ejército de Aire, el jefe del Estado Mayor del Aire, teniente general Ramón Fernández Sequeiros, hizo entrega a la viuda del general Herrero de la bandera nacional que cubría el féretro. En la zona del cuartel general del Aire se congregaron mas de mil madrileños que despidieron con grandes aplausos y gritos de viva España y viva el Ejecito el féretro con el cuerpo de Dionisio Herrero que fue escoltado por ocho miembros de la Policía Aérea, mientras dos compañías de la Agrupación de Tropas del Cuartel General le rindieron honores de ordenanza.
En un determinado momento del acto José María Ruiz Mateos, rompió el respetuoso silencio de los asistentes al gritando de "¡Felipe ríndete!". A las once de la mañana, en una ceremonia íntima a la que solamente asistieron familiares y allegados del finado, tuvo lugar el entierro en el cementerio de La Almudena.
En abril de 2003, la Audiencia Nacional juzgaba a Juan Luis Aguirre Lete, alias Isuntza, que gracias a las descripciones de los testigos oculares, la Policía identificarlo como uno de los tres terroristas que cometieron el atentado con el general Herrero. Fue condenado a 66 años y medio de prisión por los delitos de atentado terrorista, asesinato en grado de tentativa, robo de vehículo a motor, falsificación y tenencia de explosivos, considerándolo autor material del asesinato del general Herrero. El asesino etarra había sido detenido en noviembre de 1996 por la Policía francesa, en un peaje situado en las afueras de Bayona, en el País Vasco francés. En el año 2000 el Tribunal Correccional de París lo condenó a una pena de 10 años de cárcel por asociación con fines terroristas y en agosto de 2002 fue entregado temporalmente a España para que fuera juzgado por diversas causas, entre las que estaba el asesinato de Dionisio Herrero. En marzo de 2003 las autoridades españolas devolvieron a Aguirre Lete a Francia para que siguiera cumpliendo su condena en el país vecino y, en junio de 2004, fue definitivamente extraditado desde Francia a España. Durante el juicio por el asesinato del general, la principal prueba contra Aguirre Lete fue la presencia de huellas dactilares del terrorista en las placas de matrícula del coche empleado por los asesinos. La defensa de Aguirre Lete presentó un recurso argumentando que en base a eso no podía considerársele autor material del atentado, sino simplemente cómplice del mismo. En 2005 el Tribunal Supremo estimó parcialmente el recurso, sentenciando que "no era posible saber, por el contrario, si participó en la ejecución del atentado", por lo que el etarra vio rebajada su pena en 20 años.
En 2022 la secretaria de Instituciones Penitenciarias dependiente del indigno ministro del interior Marlasca, trasladó desde la cárcel de Soria a una de Vascongada a Aguirre Lete, que además de participar en el asesinato del general Herrero, fue uno de los terroristas que ordenaron el secuestro más largo de la historia de la banda, el de José Antonio Ortega Lara, que permaneció 532 días recluido en un angosto zulo en Mondragón.
Una de las pistolas utilizadas para asesinar al General Dionisio Herrero se utilizaría con posteriormente, en otros tres atentados: contra el general Juan José Hernández Rovira, en junio de 1994; contra el expresidente del Tribunal Constitucional Francisco Tomás y Valiente y contra el teniente coronel Jesús Cuesta Abril, en enero de 1997, todos ellos con resultado de muerte.
El General Dionisio Herrero Albiñana, natural de Segovia de 63 años, estaba casado desde hacía catorce años con Isabel Moya López y no tenía hijos. El general no llevaba escolta y su única protección era el vehículo blindado en el que diariamente le recogía su chófer. Iba a jubilarse próximamente.
El general Herrero había trabajado como internista en el ambulatorio del barrio de La Elipa. También había sido director del Hospital del Aire entre 1989 y 1991 y, posteriormente, subdirector de Asistencia Sanitaria de la Dirección de Sanidad del Mando de Personal del Ejército del Aire. En el momento de su asesinato era director de este mismo organismo. En 1989 le había sido otorgada la Gran Cruz de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo y en abril de 1992 fue ascendido del puesto de General de Brigada de Sanidad al de General de División de Sanidad.
De acuerdo con el Real Decreto 1404/2000, con fecha 19 de julio de 2000, se le concedió la Gran Cruz de la Real Orden de Reconocimiento Civil a las Víctimas del Terrorismo a título póstumo. Además, en resolución fechada el 18 de marzo de 2005 (Real Decreto 308/2005), el Ministerio del Interior le concedía también el ascenso de empleo, con carácter honorífico y a título póstumo.
19 DE OCTUBRE DE 1995. SAN SEBASTIAN. INSPECTOR JEFE DEL CUERPO NACIONAL DE POLICÍA ENRIQUE NIETO VIYELLA.
Inspector jefe del Cuerpo Nacional de Policía Enrique Nieto Viyella.
El jueves 19 de octubre de 1995, alrededor de las 22:45 horas, fallecía el inspector jefe del Cuerpo Nacional de Policía ENRIQUE NIETO VIYELLA, tras una agonía de más de cuatro meses que le había mantenido en estado de coma profundo. El inspector jefe Enrique Nieto había sido víctima de un atentado cuando un miembro de la banda terrorista ETA le descerrajó a bocajarro un tiro en la nuca en una calle del centro de San Sebastián.
El atentado se produjo a las 9 de la mañana del día ocho de junio, a la altura del número 15 de la calle Sancho el Sabio, del barrio donostiarra de Amara, cuando el inspector jefe se dirigía a pie desde su domicilio hacia el Gobierno Civil, que se encontraba a unos cientos de metros de su vivienda. Enrique Nieto había caminado unos veinte metros desde el portal de su casa cuando un individuo se le acercó por detrás y le disparó un único tiro en la nuca a corta distancia, dándose inmediatamente a la fuga a pie. Nieto quedó tendido en el suelo sangrando abundantemente. Un amigo del policía, que se encontraba en una parada de autobús próxima, fue de las primeras personas en llegar hasta donde se encontraba el herido. "Escuché el disparo y me acerqué” -manifestó ese compañero. Enrique se encontraba boca arriba, completamente pálido, rodeado de sangre. Una ambulancia medicalizada trasladó al herido a la residencia Nuestra Señora de Aranzazu, donde le fue apreciada una herida por arma de fuego con orificio de entrada y salida a nivel occipital, con pérdida de masa encefálica, aunque mantenía sus constantes hemodinámicas y respiración espontánea y regular. Tras los primeros exámenes, fue intervenido quirúrgicamente.
La intervención duró cerca de tres horas y quedó ingresado en la UCI con pronóstico muy grave. Los médicos responsables de la intervención manifestaron que aunque el herido había resistido bien la operación de limpieza de las esquirlas alojadas en el cráneo, así como la reparación de los vasos sanguíneos cerebrales, su estado era de extrema gravedad. El terrorista, tras cometer el atentado, se dio a la fuga a pie, con la pistola en la mano, hacia el parque de Amara, donde los testigos lo perdieron de vista. La policía sospechó que en ese punto le esperaba un cómplice con un coche para facilitarle la fuga. Según algunos testigos, el autor del atentado era un hombre de unos 35 o 40 años, grueso, moreno, de 1,70 de estatura, de poco pelo y que vestía una americana negra y vaqueros y que en su huida, se encaró con un transeúnte que lo observaba, apuntándole con su pistola le amenazó diciendo "¡tú! ¿Qué miras?".
En el lugar del atentado, la Ertzaintza encontró un casquillo de la marca SF-74, del calibre nueve milímetros parabellum, que fue entregado a la policía. Además del casquillo, a unos quince metros fue encontrado el proyectil que atravesó la cabeza del agente.
El domicilio de Enrique Nieto estaba situado a pocos metros de la Hacienda Foral, que en el momento del atentado estaba repleta de personas que tramitaban sus respectivas declaraciones de la renta. Según fuentes policiales indicaron que el agresor esperó la llegada del Inspector Jefe simulando que se encontraba haciendo cola ante la oficina de Hacienda. En el Bar Bizcacha, junto al portal donde residía la víctima, también se encontraban numerosas personas a la hora del atentado. Fueron precisamente los clientes del Bar Bizcacha los primeros en atender a Enrique Nieto mientras yacía tendido en el suelo en medio de un gran charco de sangre. Presentaba un orificio de entrada y otro de salida, ambos en la parte posterior de la cabeza, así como pérdida de masa encefálica.
Los compañeros de Enrique Nieto se mostraron alarmados por el hecho de que ETA hubiese podido localizar el domicilio del inspector jefe de la Brigada de la Policía Judicial de Guipúzcoa, apuntando la posibilidad de que la publicación de unas fotografías de Enrique Nieto hubiese tenido algo que ver con su señalamiento como víctima. El propio inspector jefe había solicitado, durante una rueda de prensa en diciembre del año anterior, que no se le tomaran fotografías o imágenes de televisión. Pese a esto, su imagen apareció publicada, tanto en periódicos como en televisión, al día siguiente de haber efectuado dicha petición.
A la tarde de ese día, el director general de la Policía, Ángel Olivares, visitó el hospital para interesarse por la evolución del inspector jefe Nieto. Allí aprovechó para destacar las cualidades profesionales de éste y explicó que el atentado había provocado un gran dolor entre sus compañeros del Cuerpo, expresando en referencia a la acción terrorista que "éste es un atentado muy especial, porque habíamos depositado muchas esperanzas en Enrique Nieto dentro de la lucha contra ETA en Guipúzcoa". También el gobernador civil de Guipúzcoa, Juan María Jáuregui, tuvo palabras de elogio para Enrique Nieto, explicando que era un colaborador directo suyo y que la noche anterior habían estado reunidos para tratar asuntos profesionales. Ana Iríbar, viuda de Gregorio Ordóñez que había sido asesinado ese mismo año y Consuelo Ordóñez, hermana del político asesinado, acudieron en varias ocasiones al hospital para visitar a Enrique Nieto y seguir su evolución.
Los exámenes periciales demostrarían posteriormente que el arma con la que Enrique Nieto había sido herido de extrema gravedad y que a la postre le causaría la muerte era la misma con la que ETA había asesinado previamente al presidente del Partido Popular de Guipúzcoa, Gregorio Ordóñez y al sargento de la Policía Municipal Alfonso Morcillo Calero.
Tras una agonía de más de 4 meses, Enrique Nieto falleció el 9 de octubre de 1995.
El ministro de Justicia e Interior, Juan Alberto Belloch, y otras autoridades civiles. Militares y policiales acompañaron en la mañana del día siguiente en San Sebastián a la viuda y a la madre del inspector de policía Enrique Nieto. El funeral por el eterno descanso de su alma, celebrado en la parroquia de la Sagrada Familia dio comienzo a las once de la mañana. El féretro del Inspector Nieto, envuelto en la Bandera Nacional y precedido por veinte coronas de flores, llegó al templo a hombros de compañeros y acompañado por la Unidad de música del Regimiento de Sicilia que interpretó una marcha fúnebre En la homilía el párroco leyó una carta del obispo Setién en la que pedía, "en el nombre de Dios”, a ETA que dejase de matar y exigía la inmediata liberación del empresario José María Aldaya.
Durante la Santa Misa el ministro de Justicia e Interior impuso la medalla de oro al mérito policial, a título póstumo, al inspector jefe asesinado, la cual prendió en su ataúd.
Una vez finalizado el oficio religioso, el féretro que contenía los restos mortales del inspector Jefe Nieto salió a la puerta de la Iglesia donde se le tributó una cerrada ovación por parte de los centenares de personas que se habían dado cita en el templo y en sus inmediaciones, una vez que la Unidad de música interpretase la marcha “La Muerte no es el Final” y el toque de Oración. Con gritos contra los asesinos de Eta y vivas a España y a la Policía Nacional, el féretro fue introducido en un furgón funerario que lo trasladaría a la localidad asturiana de Infiesto, donde recibiría cristiana sepultura en la intimidad familiar.
En marzo de 1996 el etarra Valentín Lasarte Oliden, de 32 años, era detenido en Oyarzun (Guipúzcoa) por la policía autonómica vasca. La captura del más caracterizado miembro del comando Donosti de ETA se produjo gracias a una llamada anónima que avisó a la Ertzaintza de su presencia en un hipermercado de la localidad. El vehículo en el que viajaba el etarra, en compañía de una mujer, Idoia Arrieta Eizaguirre, que también fue detenida, fue interceptado en el centro de la población por varios coches policiales. Al saberse acorralado, Lasarte salió corriendo y trató de obtener ayuda de los vecinos de ese municipio, uno de los feudos de Herri Batasuna, gritando "Valentín Lasarte naiz" ("Soy Valentín Lasarte"). Lasarte estaba acusado por la Policía de ser el asesino del inspector Jefe de Policía Enrique Nieto, de los políticos Gregorio Ordóñez del Partido Popular y Fernando Múgica del PSOE, así como del sargento municipal donostiarra Alfonso Morcillo y del brigada del Ejército Mariano de Juan Santamaría.
En diciembre de 1996 era detenida Aránzazu Barrenechea Bereziartúa, de 33 años, cuando trabajaba como empleada en la oficina del Censo del Instituto Nacional de Estadística (INE) en San Sebastián, organismo en el que estaba contratada desde 1988. Se le acusaba de haber facilitado a ETA datos personales sobre un centenar de potenciales objetivos, entre los que se encontraban el inspector jefe Enrique Nieto Viyella, el sargento de la Policía Municipal de San Sebastián Alfonso Morcillo, unos cincuenta guardias civiles del cuartel de Inchaurrondo, además del general de la Guardia Civil Enrique Rodríguez Galindo, el empresario, exjugador de fútbol, José Antonio Santamaria Vaqueriza y otras personas.
En el caso del inspector jefe Enrique Nieto, los datos suministrados por la informadora de ETA no sólo sirvieron para cometer el atentado que acabaría con su vida, sino también para planificar, anteriormente, un primer atentado contra el policía que no pudieron llevar a cabo.
Barrenecha había recibido instrucción en el manejo de armas en un monte de Navarra, pero finalmente su colaboración con la banda ETA se centraría en recabar información sensible sobre futuros objetivos, gracias a su puesto en el INE, que le permitía tener acceso a datos sobre personas de cualquier parte de España, como por ejemplo DNI, domicilio, formación, puesto de trabajo, etc. La colaboradora de ETA estaba siendo investigada por la Policía desde que en 1993 fuera desarticulado el grupo Txomin Iturbe. Por aquel entonces se localizó un piso en Pamplona donde fueron encontradas armas y documentación, así como una carta de Francisco Javier Chimeno Inza en la que mostraba su preocupación por lo que podría suceder si las Fuerzas de Seguridad detuvieran a Aránzazu Barrenechea, ya que ésta había hecho acopio de una gran cantidad de información que podría desembocar en una gran operación policial si ella era capturada. María Aránzazu Barrenechea acabaría siendo condenada a siete años de prisión por el Tribunal Supremo, por su colaboración con los grupos Donosti y Txomin Iturbe de ETA.
En enero 1998 la Audiencia Nacional condenó a 30 años y cuatro meses de prisión al etarra Valentín Lasarte por el asesinato del inspector Jefe Enrique Nieto Viyella, contemplando los delitos de atentado terrorista y de utilización ilegítima de vehículo de motor. El tribunal consideró probado que en mayo de 1995 Valentín Lasarte y dos miembros más del grupo Donosti de ETA "realizaron informaciones sobre las costumbres y el recorrido habitual de Nieto Viyella. Según el fallo, Lasarte y los otros terroristas se trasladaron al Hotel Orly de San Sebastián, donde uno de ellos se quedó esperando mientras Valentín Lasarte y el tercer terrorista volvían a la vivienda de Enrique Nieto y se situaron en el portal, esperando a que éste saliera de su casa. Valentín Lasarte "por la espalda y a corta distancia le disparó una sola vez a la cabeza con la pistola", lo que conllevaría la muerte del policía cuatro meses después de los hechos. Valentín Lasarte había intentado asesinar al inspector jefe de San Sebastián hasta en dos ocasiones anteriormente, según rezaba la sentencia de la Audiencia Nacional. La primera vez, el etarra tuvo que desistir porque no apareció la víctima; la segunda, porque pinchó la motocicleta en la que había planeado llegar al domicilio del policía Nieto Viyella. Esa misma sentencia condenaba al terrorista al pago de una indemnización de 300.500 euros. La madre del inspector fallecido, María Dolores Viyella, aseguro a los medios informativos que la pena del etarra "no debería acabar nunca". "No hay derecho a que haya destrozado de este modo una familia; no tiene perdón de Dios", declaró.
El 17 de marzo de 2015 Alba Nieto una de las hijas del Inspector Jefe de Policía Enrique Nieto, vivía uno de los peores días de su vida. El etarra Valentín Lasarte, el asesino de su padre, salía de la cárcel, tras cumplir 19 años de condena. "Es una injusticia; no vamos a perdonarle nunca lo que nos hizo", manifestó Alba a los medios de comunicación que la entrevistaron por tan lamentable decisión, debida a la anulación de la doctrina Parot.
Enrique Nieto Viyella era natural de Infiesto (Asturias) y tenía 46 años en el momento de su muerte. Estaba casado y tenía dos hijas de 18 y 20 años. Cursó sus primeros estudios en el colegio Loyola de Oviedo, en donde sus compañeros lo recordaban como una persona afable, abierta y extrovertida. Tras ello, se trasladó a Valladolid para iniciar la carrera de Medicina, que no terminó. Ingresó con tan sólo 23 años en el Cuerpo General de Policía en 1972 y desde 1990 era jefe de la Brigada Judicial de San Sebastián y responsable de la Unidad Territorial Antiterrorista de Guipúzcoa, una unidad puesta en marcha tres meses antes del atentado contra su persona, en el marco de la reestructuración de los servicios policiales llevada a cabo por el ministro Juan Alberto Belloch. Anteriormente Enrique había estado destinado en Madrid y Oviedo, y llevaba viviendo y trabajando en Vascongadas desde 1985. A lo largo de su brillante trayectoria profesional había sido objeto de unas cuarenta felicitaciones públicas y le había sido concedida la Medalla al Mérito Policial con distintivo rojo. En una carta enviada por su tía María Elena Viyella al diario La Nueva España de Oviedo en 2009, se refería a él como un joven simpático y cariñoso.
Nieto pertenecía a una familia estrechamente vinculada con las fuerzas de seguridad del Estado. Su padre, el coronel Enrique Nieto Tejedor, había desempeñado importantes cargos en la Guardia Civil desplegada en Asturias entre los años sesenta y setenta, en los que también fue consejero provincial del Movimiento.
En junio de 2000, según Real Decreto 1188/2000, le fue otorgada la Gran Cruz de la Real Orden de Reconocimiento Civil a las Víctimas del Terrorismo a título póstumo y en 2005, también a título póstumo y con carácter honorífico, según Real Decreto 308/2005 Enrique Nieto Viyella era ascendido al cargo de Comisario.
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