20 DE DICIEMBRE DE 1973: MADRID. ALMIRANTE DON LUIS CARRERO BLANCO, PRESIDENTE DEL GOBIERNO. INSPECTOR DE POLICÍA JUAN ANTONIO BUENO FERNÁNDEZ. JOSÉ LUIS PÉREZ MOGENA.CHÓFER OFICIAL DEL ALMIRANTE.
El 20 de diciembre de 1973 era asesinado en Madrid, víctima de un atentado perpetrado por la organización terrorista ETA, el presidente del gobierno, almirante LUIS CARRERO BLANCO. Su vehículo oficial, un Dodge Dart negro, volaba por los aires en la calle Claudio Coello de Madrid al detonar los terroristas de ETA unas cargas de explosivos ocultas en un túnel subterráneo construido al efecto.
En realidad, ETA ya había decidido atentar contra el presidente Carrero Blanco en 1972. El etarra José Miguel Beñaran Ordeñana “Argala” tuvo una cita en la cafetería del hotel Mindanao de Madrid el 14 de septiembre de aquel año con un hombre de unos 30 años, que vestía con gabardina y que estaba relacionado con el mundo del cine y de la televisión. El hombre de la gabardina entregó al dirigente etarra un sobre blanco con los itinerarios y costumbres cotidianas que realizaba el Almirante Carrero Blanco. Esa información, resultó vital para atentar y asesinar al almirante en diciembre del año siguiente.
Inspector de Policía Juan Antonio Bueno Fernández.
A las 9:28 horas del día 20 de diciembre, miembros del comando Txikia de ETA accionaron una potente carga explosiva colocada bajo la calle Claudio Coello de Madrid al paso del coche oficial en el que viajaban el presidente del Gobierno, almirante LUIS CARRERO BLANCO, el policía de escolta, Inspector JUAN ANTONIO BUENO FERNÁNDEZ, y el chófer oficial del Almirante, JOSÉ LUIS PÉREZ MOGENA.
José Luis Pérez Mojena, chófer del Presidente del Gobierno.
Aproximadamente una hora antes, el Almirante Carrero Blanco había salido de su domicilio en la calle Hermanos Bécquer para oír misa en la Iglesia de San Francisco de Borja. Era su rutina desde hacía treinta años. En el exterior, tres policías, de los ocho que formaban su escolta personal, le esperaban desde hacía algunos minutos. Sus nombres eran Juan Antonio Bueno Fernández, Rafael Galiana del Río y Miguel Alfonso de la Fuente. Juan Antonio Bueno y el chófer José Luis Pérez Mogena, entraron en el coche oficial, un Dodge Dart. Los otros dos policías se subieron a un coche de escolta en compañía de un tercero, Juan Franco.
Tras finalizar la misa, hacia las nueve y veinte, el presidente del Gobierno salió de la iglesia, junto a su escolta, para ir a desayunar a su domicilio en compañía con su esposa Carmen Pichot. A las diez de la mañana, tenía una cita en su despacho de Presidencia del Gobierno situada en el paseo de la Castellana número tres, con el ministro de Obras Públicas, Gonzalo Fernández de la Mora, y con el ministro de Trabajo, Licinio de la Fuente y de la Fuente
El Dodge Dart se dirigió por la calle Juan Bravo y giró hacia Claudio Coello. Cuando se encontraba a la altura del número 104 de esa calle se produjo la detonación de una gran carga explosiva. Miembros de la banda ETA habían excavado un túnel desde un semisótano del número 104 de la calle Claudio Coello y habían extendido un cable a través de la ventanilla del bajo. Cuando el vehículo blindado del presidente llegó a una señal roja pintada en la pared (que marcaba el punto exacto en el que estaba colocado el explosivo), uno de los terroristas (Argala según unos, Kiskur, según otras versiones) accionó el mando y la explosión alcanzó de lleno el objetivo.
El coche se elevó treinta y cinco metros y salvando la fachada posterior de la iglesia fue a caer a un patio interior de la residencia de los jesuitas de la Iglesia de San Francisco de Borja, donde quedó, casi encajado en el estrecho corredor que limitaba el muro y el pretil, convertido en pura chatarra. El coche de respeto, que viajaba a unos metros del Dodge Dart, perdió de vista el vehículo del presidente. Cuando el polvo y el humo provocado por la explosión empezaron a disiparse, contemplaron estupefactos un enorme cráter en la calle, pero ni rastro del coche de Carrero. Incluso uno de los agentes del coche de escolta se desplazó corriendo al domicilio del almirante con la esperanza de que allí estuviese aparcado. Otro de los agentes miró hacia arriba y vio la cornisa rota del colegio de los Jesuitas.
En el número 104 de Claudio Coello, un Morris 1300, de matrícula M-893.948, estacionado en doble fila ( que posteriormente se comprobó que estaba cargado de explosivos) estrechó el paso del automóvil presidencial que tuvo que virar ligeramente y con lentitud hacia la derecha para deslizarse por el hueco existente, exactamente donde estaban enterradas las cargas explosivas. Entonces la calle reventó saltando por los aires trozos del pavimento que golpearon fachadas, destrozaron vehículos e hirieron a varios transeúntes.
Del enorme agujero abierto en la calzada, de unos diez por siete metros de diámetro, causado por la explosión, comenzó a brotar agua y un irrespirable olor a gas. Ante la enorme confusión, se pensó en un primer instante que el automóvil del Presidente podía haber pasado o estar dentro del socavón inundado, pero el jesuita padre Jiménez Berzal, testificó que un coche había caído sobre la terraza interior, con dos personas dentro, a las cuales el mismo había dado la extremaunción. Suben la escalera los inspectores que iban en el automóvil de escolta, y entonces vienen los patéticos esfuerzos para extraer los cuerpos. Llegan los bomberos y las ambulancias. Carrero Blanco llega ya cadáver a la Ciudad Sanitaria “Francisco Franco”, presentando las siguientes lesiones: “Fractura de maxilar inferior, fractura de ambas clavículas, aplastamiento torácico, enucleación del testículo izquierdo, fractura abierta de tibia y peroné derecho, tercio medio inferior, fractura luxación abierta y enucleación del tarso en miembro inferior izquierdo, fractura conminuta de medio pie derecho y epistaxis traumática (flujo de sangre por la nariz)”. El inspector Bueno falleció en el acto al alcanzarle de lleno la onda expansiva de la explosión por aplastamiento craneal y torácico. El inspector Bueno llevaba como escolta del Almirante Carrero Blanco desde 1957.
Además de las tres víctimas mortales, en el atentado resultaron heridas numerosas personas, entre ellas los tres policías del coche de escolta, un taxista, la portera del inmueble del número 104 de la calle de Claudio Coello y su hija de corta edad.
La Dirección General de Seguridad, una vez cotejados los primeros indicios, hacía públicos los nombres y fotografías de los presuntos miembros del comando etarra autores del atentado contra el almirante Carrero Blanco entre ellos José Miguel Beñaran Ordeñana alias “Argala”, Ignacio Pérez Beotegui alias “Wilson”, Iñaqui Mújica Arregui, alias” Ezquerra”, Javier Larreategui Cuadra, alias “Atxulo”, José Antonio Urruticoechea Bengoechea alias “ Josu Ternera” y Jesús María Zugarramurdi alias “Kiskur”.
A las once de la mañana del viernes 21 de diciembre se celebraba, en la capilla ardiente instalada en el Palacio de la Presidencia del Gobierno, una misa de «córpore insepulto» por el alma del asesinado almirante Luis Carrero, oficiada por el cardenal arzobispo de Madrid y presidente de la Conferencia Episcopal, Vicente Enrique y Tarancón.
El Jefe del Estado Generalísimo Franco con una ligera afección gripal, no pudo asistir, por prescripción facultativa, a la misa, a la cual asistieron sus Altezas Reales los príncipes de España, que ocuparon un sitial a la izquierda del altar, ante el que había sido colocado un túmulo con los restos mortales del extinto presidente del Gobierno; a la derecha del altar se encontraban la viuda e hijos del finado. Una vez finalizada la misa Monseñor Tarancón y su secretario José María Martín Patino abandonaron el edificio por una puerta lateral donde un numeroso grupo de personas que les gritaron al unísono “Tarancón al paredón” “¡Queremos obispos católicos!”. La policía impidió que fueran agredidos metiéndoles en el coche y sacándolos de allí a toda velocidad.
A las cuatro de la tarde se celebró en el Paseo de La Castellana de Madrid el entierro solemne del Presidente del Gobierno, almirante don Luis Carrero Blanco.
Más de cien mil personas acompañaron el cadáver durante el recorrido oficial. Presidió la ceremonia el Príncipe de España, que representaba al Jefe del Estado Generalísimo Franco.
Minutos antes de las tres y media, el público, autoridades, informadores y la escuadra que velaba el cadáver, abandonaron la capilla ardiente, para que la familia del almirante Carrero Blanco, por expreso deseo suyo, pudiera despedirse a solas del finado.A continuación, entraron en la capilla ardiente el alcalde de Madrid, señor García Lomas; el primer teniente de alcalde de la villa, señor Suevos, y el concejal señor Puig Maestro-Amado. El señor García Lomas impuso al féretro la medalla de oro de Madrid.
Tres minutos antes de las cuatro de la tarde llegó a la Presidencia del Gobierno el Príncipe don Juan Carlos. Su llegada fue recibida con aplausos por parte de los miles de personas situadas en las inmediaciones del edificio. El Príncipe vestía uniforme de contralmirante de la Armada.
Mientras la banda y la música interpretaban el himno nacional, se oyeron gritos repetidos de “Franco, Franco, Franco”, «Viva el Príncipe» y otros.
A las cuatro y cinco minutos, una vez cerrado el féretro, éste fue llevado a hombros —por dos de los hijos del finado y varios ministros—, hasta la puerta principal de la Presidencia. A los acordes del himno Nacional, el ataúd —que iba cubierto con la bandera Nacional— fue depositado sobre un armón de artillería, mientras una guardia de honor presentaba armas y rendía honores de capitán general. Sobre la bandera que cubría el féretro estaba colocada la gorra del almirante.
Varios miles de personas con varias pancartas y numerosas banderas nacionales, de Falange y Tradicionalistas, dieron vivas a Franco, al Príncipe, a Carrero Blanco, a España, a la Policía y al Ejército. También entonaron varias veces el “Cara al Sol” y “Yo tenía un camarada”.
Una Batería de Artillería situada en el Parque del Retiro dispararía las 21 salvas de ordenanza.
A continuación se puso en marcha la comitiva oficial, integrada por: Una sección de motoristas de la Policía Municipal, que abría la marcha. Tres soldados del Ejército del Aire; el del centro portaba un crucifijo y los otros dos, a ambos lados, sendos cirios. Una representación del clero español, presidida por el cardenal arzobispo de Madrid, monseñor Enrique y Tarancón, el cual iba revestido de mitra pontifical y capa pluvial negra. Con monseñor Tarancón, figuraban el cardenal primado de España, monseñor Marcelo González Martín; el vicario general castrense, fray José López Ortiz; el obispo de Cuenca, monseñor Guerra Campos; el obispo auxiliar de Oviedo y secretario de la Conferencia Episcopal Española, monseñor Yanes, y los obispos auxiliares de Madrid, monseñor Blasco, Estepa, Echarren y Oliver. Durante todo el trayecto Tarancón seria durísimamente increpado por miles de personas, de nuevo con gritos de “Tarancón al paredón” “obispos rojos, traidores”
Setenta y dos soldados de los tres Ejércitos, en doce fi las de a seis, que portaban un total de setenta coronas mortuorias, remitidas por organismos y entidades públicas. Una banda de cornetas y tambores, seguida de la unidad de música de Infantería de Marina. Tres compañías de soldados, una por cada uno de los tres Ejércitos. El armón de Artillería, sobre el que iba el féretro, que lo tiraban tres pares de caballos negros. El ataúd estaba colocado sobre el ánima de un cañón. Del armón salían ocho cintas, en dos filas de cuatro, las cuales iban sujeta das por las siguientes personalidades: lado derecho, ministros de Justicia, Aire y Marina y él jefe del Alto Estado Mayor; lado izquierdo, presidente de las Cortes y los ministros del Ejército, subsecretario de la Presidencia y de Obras Públicas.
Rodeaban el armón y las autoridades antes mencionadas seis ujieres de la Presidencia del Gobierno y, más al exterior, siete infantes de Marina con las armas a la funerala, tres a cada lado del armón y uno detrás.
Dos ayudantes militares del Presidente fallecido, con sendos almohadones. Uno de los almohadones portaba el bastón de mando y la espada del Almirante y el otro las condecoraciones del presidente asesinado. El Príncipe de España, que representaba al Jefe del Estado.
Presidente en funciones del Gobierno español, acompañados por los jefes de las misiones extraordinarias extranjeras, entre los cuales se encontraban el presidente del Consejo de Ministros de Portugal, Marcelo Caetano; el vicepresidente de los Estados Unidos, Gerald Ford, y ministros de la República Federal Alemana, Gran Bretaña, Francia y Marruecos. Restantes ministros del Gobierno español. Miembros de las misiones extraordinarias extranjeras. Familiares del finado. Cuerpo diplomático acreditado en España. Miembros del Consejo del Reino. Cortes Españolas, Consejo Nacional del Movimiento. Tribunal Supremo. Consejo de Estado. Consejo Supremo de Justicia Militar. Alto Estado Mayor, así como todas las autoridades y comisiones civiles militares, judiciales y universitarias de la provincia. Cerraba la comitiva la Guardia de honor.
El recorrido oficial de la comitiva comenzó frente al edificio de la Presidencia del Gobierno, en el número tres del Paseo de la Castellana y subió dicho paseo hasta la Plaza de Gregorio Marañón.
Cubrían la carrera, a ambos lados de la calzada central del paseo, soldados del Ejército de Tierra, que rendían armas al paso del féretro. A partir del armón, números de la Policía Armada y de la Guardia Civil con las manos entrelazadas acordonaban el cortejo oficial.
Además de las personas situadas a ambos lados de la calzada, la mayor parte de la multitud que estaba frente a la Presidencia del Gobierno acompañó la comitiva hasta la Plaza de Marañón, bien por los flancos de la calzada, bien detrás del cortejo oficial en número de varias decenas de miles.
A paso lento, la comitiva llegó a las cinco de la tarde a la Plaza de Marañón, donde tuvo lugar la despedida oficial del duelo. Entre los constantes vivas y gritos, de la multitud congregada tuvo lugar la despedida oficial del duelo. Las coronas fueron depositadas en ocho furgonetas y el féretro fue introducido en un coche fúnebre.
El automóvil se dirigió a El Pardo, precedido por una escolta que integraban motoristas de la Policía Municipal de Tráfico hasta Puerta de Hierro y de la Guardia Civil de Tráfico desde allí, hasta el cementerio de El Pardo, y las carrozas fúnebres que portaban las coronas. A continuación, figuraba el automóvil del Príncipe de España, los vehículos de la presidencia oficial, vehículos de la presidencia familiar y acompañamiento.
Una vez que el, cortejo abandonó la Plaza de Gregorio Marañón, miles de personas allí congregados entonaron por tres veces el “Cara al Sol”, entre gritos de “¡Franco, Franco, Franco!”, vivas al Jefe del Estado, al Príncipe, España y el Ejército. También hubo aplausos para los soldados que habían participado en la comitiva fúnebre, cuando desfilaron con destino hacia sus acuartelamientos. El Consejero Nacional del movimiento, Blas Piñar, líder de Fuerza Nueva, se dirigió a los reunidos para criticar la pasividad del gobierno frente a la subversión terrorista. Precisamente el líder de Fuerza Nueva prohibiría una manifestación que iba a llevarse a cabo contra el cardenal Taracón.
Hacia las cinco y veinte llegaron los restos del almirante Carrero a la puerta del cementerio de El Pardo-Mingorrubio, en cuyo camino cubrían carrera las fuerzas del regimiento número uno de Infantería, Inmemorial con escuadra, bandera y música, que le rindieron honores de capitán general.
El féretro fue llevado a hombros desde el furgón hasta la capilla del cementerio, ante la cual fueron rezadas las preces por el vicario general castrense, fray José López Ortiz, arzobispo de Grado.
Los restos mortales del Jefe del Gobierno fueron inhumados en el panteón familiar a las seis de la tarde, al tiempo que se disparaban las 21 salvas de ordenanza. Nuevamente, el vicario general castrense rezó un responso por el eterno descanso del alma del almirante Carrero.
Las primeras paladas de tierra fueron echadas por el Príncipe de España y el Presidente en funciones del Gobierno, a quienes acompañaban los ministros y altas personalidades de la vida política, civil y militar española, ex-ministros y numeroso público.
En la tumba del almirante Carrero fueron finalmente depositadas 60 coronas, transportadas en ocho furgones. Grupos de personas permanecieron orando frente a la tumba del fallecido Presidente del Gobierno.
El sábado día 22, a las doce de la mañana, en la basílica de San Francisco el Grande, se celebraron las solemnes honras fúnebres por el eterno descanso del fallecido presidente del Gobierno, Almirante Luis Carrero Blanco, que fueron presididas por el Jefe del Estado y Generalísimo de los Ejércitos Francisco Franco.
Una misa «corpore insepulto» en sufragio del alma del Inspector de Policía Juan Antonio Bueno Fernández, muerto en acto de servicio en el atentado contra el presidente del Gobierno, tuvo lugar, en la mañana del día 21, en el salón «Canalejas» de la Dirección General de Seguridad y fue oficiada por el capellán de la Policía Armada, padre Torrente.
Al término de la misma el subsecretario de la Gobernación Luis Rodríguez de Miguel, impuso sobre la bandera Nacional que cubría el féretro de don Juan Antonio Bueno Fernández, la medalla de oro al Mérito Policial, concedida a título póstumo, por el Ministro de la Gobernación. Presidieron el duelo familiar, la esposa del policía fallecido, doña María Victoria Quirós Rivas, su hijo, Alejandro Bueno, y sus padres, y el duelo oficial, el capitán general de la I Región Militar, teniente general Ángel Campano López; subsecretario de la Gobernación, Luis Rodríguez de Miguel; el ex ministro Raimundo Fernández Cuesta; el director general de Seguridad, Eduardo Blanco, y el gobernador civil y jefe provincial del Movimiento, Jesús López Cancio. Acudió a testimoniar su pésame a la familia el alcalde de Madrid, Miguel Ángel García Lomas, altos cargos de los Ministerios de Gobernación, de Educación y otras numerosas personalidades, así como gran número de compañeros del malogrado policía.
Durante la noche habían acudido a la capilla ardiente instalada en la citada dependencia de la Dirección General de Seguridad los ministros de la Gobernación Carlos Arias Navarro, de Hacienda Antonio Barrera de Irimo, Agricultura Tomás Allende y García Baxter e Industria José María López de Letona, así como numerosas personalidades y compañeros del inspector asesinado.
Unas cinco mil personas aguardaban en la Puerta del Sol frente a la Dirección General de Seguridad la salida del féretro, que era portado por compañeros del inspector fallecido y, en tanto se constituía la presidencia del duelo, numerosos grupos de personas entonaron el “Cara al Sol”. La comitiva se dirigió inmediatamente por la calle Arenal hacía la iglesia de San Ginés, y ante la puerta del templo se rezó un responso. En Arenal esquina a la calle Hileras tuvo lugar la despedida del duelo. El público desfiló ante el féretro que contenía los restos mortales del inspector Bueno Fernández, que a continuación fueron introducidos en un coche fúnebre, el cual los trasladaría posteriormente hasta el cementerio de El Pardo donde tendía lugar el entierro que presidirían junto a la familia del servidor del orden público, los ministros de Gobernación, Arias Navarro; Justicia, Ruiz Jarabo; Marina, almirante Pita Da Veiga; Obras Públicas, Fernández de la Mora y Vivienda, Utrera Molina, así como el vicesecretario general del Movimiento, Gutiérrez Rubio, capitán general de la I Región Militar, Campano López, el director general de Seguridad, Blanco, alcalde de Madrid, García Lomas y el gobernador civil y jefe provincial del Movimiento de Madrid, López Cancio.
De acuerdo con el Real Decreto 1404/2000, con fecha 19 de julio de 2000, se concedió a Juan Antonio Bueno Fernández la Gran Cruz de la Real Orden de Reconocimiento Civil a las Víctimas del Terrorismo a título póstumo. Además, en resolución fechada el 18 de marzo de 2005 (Real Decreto 308/2005), el Ministerio del Interior les concedía también el ascenso de empleo, con carácter honorífico y a título póstumo.
El cadáver de José Luis Pérez Mojena, conductor del automóvil del presidente del Gobierno y que murió con él y con el inspector Bueno en el atentado, era inhumado en el cementerio de la Almudena. El señor Pérez Mojena contaba treinta y tres años de edad, había nacido en Madrid y estaba casado con doña María Grados, de la que tenía dos hijos: José Luis, de ocho años y Conchita, de cuatro. Le fue concedida a título póstumo, al igual que al policía asesinado, la medalla de oro al mérito policial. De acuerdo con el Real Decreto 1404/2000, con fecha 19 de julio de 2000, se le concedió la Gran Cruz de la Real Orden de Reconocimiento Civil a las Víctimas del Terrorismo a título póstumo.
Por los asesinatos del presidente del Gobierno, Almirante Carrero Blanco, el inspector Bueno Fernández y el conductor Pérez Mojena, nadie fue juzgado. La amnistía de 1977 dio la libertad a los etarras Ignacio Pérez Beotegui alias “Wilson” e Iñaqui Mújica Arregui, alias” Ezquerra”, detenidos en 1975. Ese magnicidio fue otro de los agujeros negros de la reciente historia de España que ha quedado sin aclarar, envuelto en numerosos enigmas, a pesar de que comienza a verse alguna luz, gracias al trabajo de varios investigadores, de que ETA tuvo una decisiva colaboración de otros, con formación y material militar, para llevar a cabo aquel asesinato.
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