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HOY 20 DE SEPTIEMBRE:ASESINADOS POR EL TERRORISMO MARXISTA. ¡ESPAÑOL RECUERDA Y NO OLVIDES!

20 DE SEPTIEMBRE DE 1980, MARQUINA (VIZCAYA) GUARDIAS CIVILES ALFONSO MARTÍNEZ BELLAS, MIGUEL HERNÁNDEZ ESPIGARES, MARIANO GONZÁLEZ HUERGO Y ANTONIO GARCÍA ARGENTE,

Guardias Civiles Alfonso Martínez Bellas, Miguel Hernández Espigares, Mariano González Huergo y Antonio García Argente.


Pasaban unos pocos minutos de las dos y media de la tarde del 20 de septiembre de 1980, cuando un comando de la banda terrorista, marxista y antiespañola ETA asesinaba en la localidad vizcaína de Marquina, a los Guardias Civiles ANTONIO GARCÍA ARGENTE, MARIANO GONZÁLEZ HUERGO, MIGUEL HERNÁNDEZ ESPIGARES y ALFONSO MARTÍNEZ BELLAS, mientras se encontraban comiendo  en un restaurante cercano al cuartel de la Guardia Civil de la localidad.

Guardia Civil Alfonso Martínez Bellas,

El atentado tuvo lugar en el interior del bar-restaurante Arrieta, situado a unos doscientos metros del cuartel de la Guardia Civil. El establecimiento tenía una entrada principal y otra en la parte trasera. La principal solía cerrarse hacia las 14:30 horas, cuando los clientes habituales ya habían comido o lo estaban haciendo en esos momentos.

Guardia Civil Miguel Hernández Espigares.


Sobre las tres menos veinte se escuchó una llamada en la puerta trasera del bar – restaurante. Una hija del propietario, Laura Arrleta, de 15 años de edad, abrió la puerta y vio a dos individuos con barba, de unos 25 años de edad, uno de ellos con camisa a cuadros y cazadora, y el otro con un «anorak» de color negro. Iban armados y penetraron rápidamente en el local, por lo que la joven huyó a la cocina.

Guardia Civil Mariano González Huergo.


Uno de los guardias civiles levantó la mirada hacia los individuos y se puso Inmediatamente en pie al ver que bajo el anorak de uno de los jóvenes se veía una metralleta. El guardia en cuestión, Alfonso Martínez Bellas, nada pudo hacer, así como ninguno de sus compañeros, que no se habían dado cuenta.

Guardia Civil Antonio García Argente.


Los recién llegados sacaron metralletas de debajo de las ropas y dispararon de forma indiscriminada sobre los cuatro guardias civiles un total de 21 tiros, que les alcanzaron en la cabeza y en el tórax, principalmente. El guardia Alfonso Martínez cayó de espaldas contra la pared. Miguel Hernández se desplomó sobre la mesa, y sobre él cayó su compañero Mario González. Antonio García quedó sentado en la silla que ocupaba. El local se llenó de grandes manchas de sangre y de casquillos de bala.


Algunas de las vainas cayeron en los platos de macarrones que estaban comiendo los agentes, lo que demostraba que fueron ametrallados casi a bocajarro. En el interior del restaurante se recogieron más de veinte casquillos de bala del calibre 9 milímetros parabellum, marca SF, munición habitualmente utilizada por ETA.


El dueño del establecimiento, Anastasio Arrieta, declaró que se encontraba en la cocina en ese momento, junto con dos de sus hijos, de 10 y 7 años de edad, que comían con él. “Al oír las detonaciones” —precisó—, “cogí a mis hijos y subí por las escaleras hacia el interior de la vivienda, para protegernos”.


También se refugió la esposa del dueño del local, María Luisa Larreátegui, así como tres carteros de la localidad que comían en esos momentos también en el restaurante, que se protegieron bajo las mesas.


Una vez que cesaron los disparos, el dueño del local salió a la calle y relató lo sucedido a unos jóvenes, que pusieron el hecho en conocimiento de la guardia del Cuartel de la Benemérita, situado en  lugar próximo. Los terroristas, una vez consumada su cobarde y vituperable acción, abandonaron el restaurante, uniéndose a la salida un tercer terrorista que había permanecido en el exterior del restaurante, para cubrir la acción. Un cuarto etarra esperaba al volante de un coche tipo «Fiat 1430», en el que los integrantes del comando se dieron a la fuga. El vehículo matrícula SS - 2159-F, había sido robado en Elgoibar Su propietario sería encontrado atado y amordazado, en un monte cercano a la localidad guipuzcoana de Elgóibar por una de sus hijas.


Los guardias civiles se encargaban de la protección de las instalaciones de la empresa de armamento Esperanza y Cía.


A las ocho y media de la mañana del domingo 21 de septiembre, en la parroquia de Santa María de Gemein de Marquina tenía lugar el funeral por los cuatro guardias civiles asesinados. Los féretros envueltos todos ellos en banderas Nacionales con los tricornios de las víctimas encima, fueron trasladados desde el convento de El Carmen, donde se había instalado la capilla ardiente, hasta la iglesia parroquial. Una compañía de la Guardia Civil y la Unidad de Música del Regimiento de Infantería de Garellano rindieron honores. Las honras fúnebres por las almas de los cuatro servidores del orden público asesinados, fueron presididas por el director general de la Guardia Civil, Teniente General Aramburu Topete  el delegado especial del Gobierno en el País Vasco, los gobernadores civil y militar de Vizcaya y otras autoridades militares y civiles, además del alcalde de la localidad, del Partido Nacionalista Vasco (PNV) y representantes de UCD y AP, así como la viuda de Alfonso Martínez Bellas, el único Guardia Civil de los cuatro asesinados que se hallaba casado y familiares de las otras victimas.


Al término del funeral, los cuatro féretros fueron introducidos en diferentes furgones que trasladarían  los restos mortales de las víctimas a sus localidades natales, mientras se entonaba el himno de la Guardia Civil. Numerosas  personas profirieron gritos en contra del Gobierno. ETA, dando vivas a España, la Guardia Civil y la Policía Nacional.


Antonio García Argente, de 20 años de edad estaba soltero y  era natural de Manises (Valencia). Destinado en la III Compañía Móvil de Barcelona, su compañía,  temporalmente se encontraba agregada a Vascongadas. Antonio fue enterrado en valencia, tras celebrarse un funeral por su alma en el cuartel de la Guardia Civil la capital el Turia al que  asistieron más de mil personas. 


Mariano González Huergo, de 25 años y soltero, era natural de Santander. Se encontraba en Vascongadas destinado temporalmente como refuerzo de la guarnición. Su destino era la 551 Comandancia de Santander. La tarde del domingo 21 de septiembre fueron enterrados en Santander sus restos mortales, tras la misa funeral a la que asistieron unas mil personas.


Miguel Hernández Espigares, de 23 años, estaba tambien soltero y  era natural de Guadix (Granada). Pertenecía al igual que Antonio García a la III Compañía Móvil de Barcelona, que se encontraba temporalmente desplegada en Vascongadas, como refuerzo de las guarniciones del Benemérito Instituto  de la zona. El funeral por Miguel Hernández Espigares se celebró el lunes 22 de septiembre en Alamedilla (Granada), donde también fue enterrado. En diciembre de 2007, la corporación municipal de Guadix acordó por unanimidad en sesión extraordinaria dar el nombre de Hernández Espigares a una calle de la localidad.


Alfonso Martínez Bellas, de 22 años, era natural de La Coruña. Estaba casado y tenía un hijo; su mujer estaba embarazada del segundo. Su destino era la 111 Comandancia de Madrid pero, al igual que sus compañeros, se encontraba en  Vascongadas desplegado con su compañía  como refuerzo.


A las once y media del lunes 22 de septiembre se celebró en el cementerio de Serantes (El Ferrol) el sepelio de Alfonso Martínez Bellas. Tras su llegada a la ciudad departamental, la capilla ardiente de Alfonso Martínez Bellas, quedó instalada en el cuartel de la Guardia Civil ferrolana. Fue visitada por numerosas personas. En la misa de “córpore insepulto”, el párroco de Serantes, Isidro Cabido, prefirió no pronunciar homilía, debido a su estado emocional. Más de dos mil personas acompañaron el cadáver, precedido de una veintena de coronas de flores.


Jóvenes militantes de Fuerza Nueva de El Ferrol, cuya delegación enviaría una corona de laurel, colocaron  banderas con crespones negros a lo largo del recorrido del furgón funerario. Al entierro del Guardia Civil asistieron el capitán general de la Zona Marítima del Cantábrico, almirante José María de la Guardia y Oya;  capitán general de la VIII Región Militar, teniente general Manuel Fernández Posse;  general de la VI Zona de la Guardia Civil, Diego Taza; gobernador militar de Ferrol, general Javier Manso Pedrosa;  gobernador civil de La Coruña, Pedro Gómez Aguerre;  jefe superior de Policía de Galicia, Javier García Carpintero; presidente de la Diputación Provincial, Enrique Marfany Oanes; comandante general del Arsenal de la Zona Marítima, almirante Francisco Gil de Sola Caballero; almirante jefe del Estado Mayor de la Zona, Antonio Nalda y Díaz de Tuesta; alcalde de Ferrol, Celestino Llano Cotrofe; diputada de Coalición Democrática, María Victoria Fernández-España y Fernández-Latorre, otras autoridades civiles y nutridas representaciones de jefes, oficiales, suboficiales y tropa de la Guardia Civil, Ejército de Tierra, Armada y Policía Nacional con numerosos efectivos de la Reserva general de la Policía Nacional de La Coruña, desplazados a Ferrol  en varios vehículos para asistir al entierro.


En la explanada situada entre las viviendas sindicales de Serantes y la Escuela de Formación Náutico Pesquera el ataúd, envuelto en la Bandera Nacional, fue tomado a hombros por familiares de Alfonso Martínez, portándolo unos trescientos metros hasta la iglesia. Les precedían una veintena de coronas. Los padres del guardia civil  Alfonso Martínez Aneiros y Herminia Bellas Armada, permanecieron a la espera de la llegada de la comitiva, sentados en el primer banco de la iglesia parroquial de Serantes.


A las doce en punto, tres parejas de Guardias civiles, familiares y Policía Nacional condujeron el féretro hasta el cementerio parroquial. Los momentos de mayor tensión emocional se produjeron cuando el ataúd era Introducido en la urna, y la viuda tuvo que ser asistida y retirada unos metros debido a su estado de excitación nerviosa. Olga Martínez, a pesar de todo, gritó: “Sois lo más grande que tiene España, lo mejor que tiene”, dirigiéndose a los miembros de las Fuerzas de Orden Público, en medio de un tenso silencio.


Una voz femenina gritó a continuación “Viva la Guardia Civil”, y seguidamente inició la entonación del “Cara al Sol”, que fue seguido por numerosos asistentes al entierro. Cuando estos abandonaban el camposanto, se oyeron numerosos gritos de “ETA asesina”, “Gobierno dimisión”  y “Gobierno culpable”, así como vivas a España, al Ejército, la Guardia Civil y la Policía Nacional.


Por el asesinato de los cuatro guardias civiles que todavía continua impune, fueron sólo condenados tres colaboradores de la banda terrorista, pero no los autores materiales del mismo. Uno de los cómplices  José Ramón Foruria Zubialdea, alias Foru, dibujó  el croquis del restaurante donde se cometió el atentado.  Huyó a Venezuela , siendo extraditado veintitrés años después. En diciembre de 2004 la Audiencia Nacional lo condenó como cómplice de aquel atentado a 40 años de prisión mayor por cada uno de los cuatro asesinatos. En mayo de 2020 la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias autorizaba el tercer grado o régimen de semi libertad a José Ramón Foruria Zubialdea debido a un cáncer de vejiga que padecía.


Otro de los cómplices juzgados fue Jaime Rementería Beotegui, alias Zapatillas, quien se encargaba  de realizar labores de vigilancia y de suministrar la información a los dirigentes de la banda terrorista ETA en Francia. Detenido en 1983, fue condenado por la Audiencia Nacional en 1985 a cuatro penas de 17 años de prisión mayor. Fue puesto en libertad en enero de 2004, tras cumplir 19 años de prisión. El tercero de los cómplices del comando asesino, fue Fidel González García, quien prestó su automóvil a los autores materiales para trasladarse al lugar del atentado y los alojó durante varios días en su domicilio, no sólo antes de cometer el cuádruple asesinato, sino la misma noche del atentado, recibió la misma pena carcelaria. En septiembre del año 2000, salió en libertad.


Las fuerzas de Seguridad mantuvieron siempre la creencia de que también en aquellos asesinatos había participado  Juan Oyarbide Aramburu, alias Txiribita, muerto en septiembre de 1989 en un enfrentamiento con la Guardia Civil en el peaje de la autopista Bilbao-Behovia de Irún, en el que también perdió la vida el etarra Manuel Urionabarrenechea Betanzos, alias Manu.


De acuerdo con el Real Decreto 1404/2000, con fecha 19 de julio de 2000, se les concedió a los cuatro Guardias Civiles la Real Orden de Reconocimiento Civil a las Víctimas del Terrorismo a título póstumo Además, en resolución fechada el 18 de marzo de 2005 (Real Decreto 308/2005), el Ministerio del Interior le concedía también el ascenso de empleo, con carácter honorífico y a título póstumo.

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