22 DE ENERO DE 1993. SAN SEBASTIÁN. FUNCIONARIO DE PRISIONES JOSÉ RAMÓN DOMÍNGUEZ BURILLO.
José Ramón Domínguez Burillo.
Aproximadamente las 7:45 horas de la mañana del 22 de enero de 1993, la banda terrorista, marxista y antiespañola ETA asesinaba en San Sebastián al funcionario de Prisiones JOSÉ RAMÓN DOMÍNGUEZ BURILLO.
El atentado se produjo hacia las ocho de la mañana en la plaza del Pilar, del barrio de Martutene, de San Sebastián, fue perpetrado por dos individuos, que estaban esperándole, uno de los cuales le efectuó dos disparos por la espalda que alcanzaron al funcionario en la cabeza cuando, tras salir de su domicilio, se disponía a subirse a su coche para ir al trabajo en la prisión donostiarra de Martutene donde prestaba sus servicios.
El funcionario, cayó al suelo herido de gravedad, desangrándose durante casi veinte minutos hasta que fue descubierto, en un gran charco de sangre, por un niño que se encaminaba al colegio. Fue trasladado por una ambulancia al hospital de Cruz Roja de San Sebastián en situación de parada cardio-respiratoria, pero ingresó ya cadáver. En el lugar del atentado se encontraron dos casquillos, calibre 9 milímetros parabellum, de la marca SBP.
En 2007 la Audiencia Nacional consideraba probado en su sentencia que “sobre las ocho y cuarto de la mañana del 22 de enero de 1993, Olarra Guridi, “Jokin”, junto a José María Iguerategui, fallecido en una explosión en Vitoria, realizó, con ánimo de matarlo, dos disparos contra el funcionario de prisiones José Ramón Domínguez Burillo, cuando salía de su domicilio en el barrio de Martutene de San Sebastián. El disparo se realizó a una distancia aproximada de cuarenta centímetros, alcanzándole en la sien derecha con orificio de salida, que provocó su muerte inmediata”.
A Olarra le condenó a 28 años de prisión por el asesinato José Ramón Domínguez. José María Iguerategui, el segundo asesino de Domínguez Burillo, murió en marzo de 1994 en Vitoria, tras explotarle una bomba que portaba en una mochila.
José Ramón Domínguez Burillo era natural de Burgos, tenía 35 años y estaba soltero. Psicólogo de profesión, llevaba ocho años trabajando en la prisión de Martutene, los dos últimos como educador. El director de la prisión, Jaime Hernández, definió al funcionario como un hombre bonachón, aficionado a pasear por San Sebastián, ciudad en la que estaba encantado y de la que no quiso marcharse.
De acuerdo con el Real Decreto 1404/2000, con fecha 19 de julio de 2000, se le concedió la Gran Cruz de la Real Orden de Reconocimiento Civil a las Víctimas del Terrorismo a título póstumo.
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