25 DE NOVIEMBRE DE 1985. SAN SEBASTIÁN, RAFAEL MELCHOR GARCÍA, CABO PRIMERO RADIOTELEGRAFISTA DE LA ARMADA. JOSÉ MANUEL IBARZÁBAL DUQUE, MARINERO DE SEGUNDA DE LA ARMADA.
Cabo Primero de la Armada Rafael Melchor García.
Un cabo primero radiotelegrafista de la Armada RAFAEL MELCHOR GARCÍA, y un marinero, JOSÉ MANUEL IBARZÁBAL DUQUE, de 26 y 20 años de edad, respectivamente, que realizaban el servicio militar, resultaron muertos en un atentado perpetrado por la banda terrorista ETA, sufrido a las 8,38 horas por una furgoneta de la Armada dedicada al traslado de personal militar, cuando transitaba por el barrio donostiarra de La Paz.
Marinero José Manuel Ibarzábal Duque.
Resultaron también heridos el cabo de Infantería de Marina Luis Ángel Carvallo Bahamonde y el alférez médico, Manuel Secundino Rodríguez Sanesteban, los dos naturales de Galicia, que también viajaban en la furgoneta, y que fueron trasladados al hospital de San Sebastián y al centro hospitalario de la Cruz Roja. El asesinato de los dos militares de la Armada ponía fin a un período de 72 días in atentados de ETA en Vascongadas.
El atentado se produjo, a las 8,38 horas del 25 de noviembre, cuando la furgoneta de la Marina, de color gris, matrícula SS- 9240-V, acababa de salir de la residencia que la Armada tenía situada en el barrio de La Paz, para llevar al personal a sus destinos.
A doscientos metros de la residencia, en la calle de Serapio Mágica, dos individuos armados con metralletas abrieron fuego contra el vehículo militar, desde donde alguno de los integrantes del convoy repelió el ataque, pues se encontraron casquillos de pistola dentro de la furgoneta de la Armada. José Manuel Ibarzábal, que conducía el microbús, salió corriendo, pero fue perseguido por uno de los terroristas, que lo acribilló a tiros hasta acabar con su vida. E cabo primero Rafael Melchor García intentó repeler la agresión utilizando varias veces su pistola antes de ser alcanzado mortalmente. El vehículo oficial tras el ametrallamiento, se estrelló contra un árbol.
En el lugar del atentado se recogieron un total de 26 casquillos del calibre 9 milímetros «Parabellum», que, fueron disparados, al menos, por dos armas distintas, una pistola y una metralleta,
Los agresores, tras realizar el atentado, huyeron en un Seat 131, de color beige, al que se subieron con total tranquilidad, según testigos presenciales, donde les esperaba un cuarto miembro de la banda. El coche había sido robado a punta de pistola en Rentería en torno a los ocho de la mañana. Su propietario, que permaneció en el maletero todo el tiempo, consiguió liberarse cuando los terroristas abandonaron el vehículo en el barrio donostiarra de Bidebieta gracias a una llave fija que se encontraba en el interior.
Momentos después se presentaron en el lugar de los hechos unidades de la policía municipal, Policía Nacional, Guardia Civil, bomberos y asistencias de la asociación de ayuda en carretera DYA y Cruz Roja, que trasladaron a los muertos y a los heridos a centros médicos de la capital donostiarra
Los funerales por los dos marinos fueron oficiados al día siguiente del atentado en la basílica de Santa María del Coro, en la parte vieja donostiarra, por decisión de los familiares de las víctimas. La capilla ardiente del conductor José María Ibarzábal Duque y del cabo de la Armada Melchor García, quedaría instalada en la Comandancia de Marina de Pasajes.
Con la presencia del ministro de Defensa, Narcís Serra, así como diversas autoridades civiles y militares, los funerales por los dos marineros de la Armada española y el guardia civil asesinados en la capital donostiarra. Una vez concluida la emotiva ceremonia, los féretros partieron hacia los lugares de origen de las víctimas, donde recibirán sepultura. Las exequias por las tres víctimas de los dos atentados cometidos el lunes 25 en San Sebastián, los marinos José María Ibarzábal Duque, de 20 años, y Rafael Melchor García; y el guardia civil Isidoro Diez Ratón, comenzaron pasada la una de la tarde en la basílica de la Virgen del Coro, que desde horas antes se encontraba repleta de público.
La ceremonia fue concelebrada por nueve sacerdotes, uno de los cuales, el párroco, no pudo dejar de llorar porque una de las víctimas, José María Ibarzábal, de 20 años, solía trabajar en la parroquia donde se celebró el funeral. En la homilía, José María Gorría, el oficiante, hizo referencia a la carta que había escrito durante la noche a las tres víctimas y en la que el comentario final era: "Padre, perdónales porque no saben lo que hacen".
Los cadáveres de los marineros y del guardia civil fueron trasladados a hombros de sus compañeros de cuerpo desde los furgones fúnebres hasta el templo, en medio de un impresionante silencio y acompañados por la unidad de música del Regimiento de Infantería "Sicilia". Los tres féretros, con las iniciales de las víctimas, iban cubiertos por sendas banderas de España, que fueron retiradas al entrar en el templo; sobre ellos descansaban el tricornio del guardia civil, la gorra de plato del cabo de la Armada y el lepanto del marinero.
Soldados de la Marina y guardias civiles transportaban 21 coronas de flores que diversas instituciones, cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado dedicaron a las víctimas. El cortejo estaba formado por los familiares de las víctimas, situadas detrás de cada féretro, el ministro de Defensa, Narcis Serra, al que acompañaban el delegado del Gobierno, Ramón Jáuregui; el general inspector de la Guardia Civil, Sáenz de Santamaría; el capitán general del Departamento marítimo del Cantábrico Almirante Álvarez Arenas y el almirante jefe del Estado Mayor de la Armada, Guillermo Salas. En el tempo aguardaban el consejero de Interior del Gobierno vasco, Luis María de Retolaza; el alcalde de la ciudad, mandos del Ejército, Armada, Guardia Civil, Policía Nacional y otras autoridades locales y provinciales.
A la salida del funeral, los féretros fueron muy ovacionados por el numeroso público concentrado, que profirió gritos contra Eta y vivas a España Una compañía del regimiento de Infantería Sicilia, de guarnición en San Sebastián, rindió honores de ordenanza, interpretando la marcha “La Muerte no es el Final y los himnos de la Armada, Guardia Civil y Nacional.
En 1990 la Audiencia Nacional condenó a Ignacio Erro Zazu, alias Pelos, y Estanislao Echaburu Solabarrieta, alias Iván, a sendas penas de 58 años de reclusión mayor por el asesinato de los dos militares, y a 25 años de prisión mayor por los cuatros delitos de asesinato en grado de frustración, además de a otros 10 años por un delito de detención ilegal.
Ignacio Erro Zazu Pelos fue condenado a 947 años, 9 meses y 14 días por cuatro asesinatos, 22 asesinatos frustrados y seis atentados con muerte, entre otros delitos relacionados con el terrorismo. Tras su salida de prisión en 2013, tan sólo cumplió veintiséis.
Echaburu Solabarrieta, alias Iván, también fue excarcelado al dejarse de aplicar la doctrina Parot en 20113.
Otro miembro de Eta, en este caso Ángel María Galarraga Mendizábal, alias Pototo, que participaría también en el ametrallamiento de la furgoneta de la Armada donde cayeron asesinados Rafael Melchor García y José Manuel Ibarzábal Duque, fallecería el 14 de marzo de 1986, en un enfrentamiento con fuerzas de la Policía Nacional cuando, junto a Erro Zazu, Pelos, preparaban un coche bomba en el paseo de La Concha de San Sebastián. En la acción también resultarían muertos el Policía Nacional José Antonio Álvarez Díez y la terrorista Lucía Urigoitia Ajuria.
El cabo primero de la Armada Rafael Melchor García, de 26 años, era natural de Castillo de Val (Burgos), aunque desde hacía seis años su familia vivía en Córdoba, ciudad a la que había sido trasladado su padre, José Melchor Tubina, practicante de profesión. Antes de ser trasladado a San Sebastián el cabo asesinado había prestado servicio en San Fernando y Vigo. Estaba casado con María del Carmen Guillermo y tenía dos hijos. Sus restos mortales fueron enterrados en el cementerio de San Rafael de su ciudad natal el 27 de noviembre, tras el funeral que se celebró en el Hospital Militar de Córdoba, donde se había instalado la capilla ardiente.
José Manuel Ibarzábal Duque tenía 20 años. Natural de San Sebastián, estaba cumpliendo el servicio militar en su ciudad natal. Gran deportista, había ganado el campeonato autonómico de bateles.
De acuerdo con el Real Decreto 1404/2000, con fecha 19 de julio de 2000, se les concedió la Gran Cruz de la Real Orden de Reconocimiento Civil a las Víctimas del Terrorismo a título póstumo. Además, en resolución fechada el 18 de marzo de 2005 (Real Decreto 308/2005), el Ministerio del Interior le concedía también el ascenso de empleo, con carácter honorífico y a título póstumo.
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