25 DE SEPTIEMBRE DE 1973. BARCELONA. SUBINSPECTOR DE POLICÍA, FRANCISCO ANGUAS BARRAGÁN.
Subinspector de Policía Francisco Anguas Barragán.
En la tarde del día 25 de septiembre de 1973, el subinspector de Policía FRANCISCO ANGUAS BARRAGAN era asesinado a tiros en un portal de la calle Gerona de la ciudad de Barcelona en el trascurso de un operativo para la detención de dos miembros del Movimiento Ibérico de Liberación, organización anarquista, Javier Garriga y Salvador Puig Antich, que habían perpetrado meses antes varios asaltos sucursales bancarias, entre ellos el banco Hispano Americano de Barcelona donde resultaría ametrallado y herido de extrema gravedad en la cabeza el contable de la sucursal bancaria Melquiades
Desde el año de 1972 la jefatura Superior de Policía de Barcelona, tenía constancia de la existencia de un peligroso grupo de atracadores de signo anarquista, que teniendo su base en Francia se trasladaba a Barcelona para cometer sus fechorías y actos vandálicos contra cajas de ahorro y entidades bancarias. Ya el día 5 del mes de septiembre la Guardia Civil había detenido en los bosques de Alp a unos de los atracadores miembros de un pretendido movimiento Ibérico de Liberación, Oriol Solé Sugrañés y José Luis Pons, huyendo un tercer miembro del grupo, Jorge Solé Sugrañés. Las fuerzas de la Benemérita habían recuperado en esa operación 458.000 y dos pistolas.
El día 25 de septiembre la Jefatura Superior de Policía de Barcelona, tuvo conocimiento de que varios miembros de la peligrosa banda se hallaban en la ciudad Condal montándose un operativo y consiguiendo detener a los atracadores Manuel Cañestro, Angustias Mateo, María Luisa Pinguillem, Emilio Pardiñas y Santiago Solé. Este individuo, Solé Amigo, tenía que encontrase, a la tarde de dicho día, en la calle Gerona en su confluencia con la calle Consejo de Ciento con otro atracador, se montó un dispositivo con un grupo de funcionarios de la Jefatura Superior a fin de conseguir la detención del atracador que faltaba cuya señas obedecían a Francisco Javier Garriga alias “El secretario”.
En un determinado momento de la tarde, “el secretario” apareció en la calle Gerona acompañado por otro elemento del grupo que resultó ser Salvador Puig Antich alias “el Metge”. Los funcionarios de servicio se abalanzaron sobre los dos atracadores a fin de detenerles y reducirles. Puig Antich y Garriga opusieron una tenaz resistencia. Ante ello los Policías lograron introducir a los atracadores en el portal marcado con el nº 70 de la calle Gerona donde continuó el forcejeo, consiguiendo uno de los funcionarios del orden, Francisco Anguas Barragán, arrebatar un pistola que había esgrimido “El Metje”. El policía y Puig Antich cayeron al suelo. De improviso y desde el suelo el atracador sacó de su cinturón otra pistola de calibre 9 largo, con la que efectuó varios disparos a quemarropa sobre el sub inspector de primera clase Anguas Barragán, entablándose entonces un nutrido tiroteo con los demás funcionarios y cayendo finalmente Puig Antich herido, esposado y reducido, mientras que Garriga intentaba darse a la fuga. El sub inspector y el atracador fueron trasladados en ambulancia al hospital clínico donde Francis Anguas Barragán ingresó cadáver.
Su capilla ardiente quedó instalada en el distrito policial de Universidad donde más de cinco mil personas pasaron para testimoniar su pésame y apoyo a la Policía. Ante de iniciarse el funeral por el alma de Francisco Anguas, el Director General de Seguridad Eduardo Blanco, en representación del Jefe del Estado, impuso la medalla de oro al mérito Policial que le había concedido el ministro de la gobernación.
El director genera! de Seguridad destacó el gesto heroico de1 subinspector caído en acto de servicio y dijo que con este tributo personal se quería honrar también a las fuerzas del Orden Público. Tuvo asimismo palabras de consuelo para los padres del señor Anguas Barragán, a quienes trasmitió, en nombre del Jefe del Estado y del Gobierno, el testimonio de pésame por la pérdida de su hijo. El director general de Segundad llegó a !a capilla ardiente poco después de las cinco de la tarde, acompañado del jefe, superior de Policía de Barcelona, señor Gómez Alba, y del inspector general de Personal y Servicios de la Dirección General de Seguridad, señor Martín Herrero. Después de orar unos momentos ante el féretro, hizo ofrenda da la Medalla de Oro al Mérito Policía!, cuya distinción depositó sobre el féretro, ante el que formaban, turnándose desde que fue instalada la capilla ardiente, miembros del Cuerpo General de Policía, de la Policía Armada, Guardia Civil y Policía Municipal.
El féretro estaba envuelto con la bandera nacional y en la capilla fueron colocándose las numerosas coronas que en recuerdo al subinspector fallecido habían enviado la Dirección General de Seguridad, las Brigadas Social y Criminal de Barcelona, diversas corporaciones barcelonesas, compañeros del fallecido y otras procedentes de Sevilla. En lugar preferente estaban las coronas de la familia, cuyo duelo presidían los padres del finado, don Diego Anguas Ventura y doña Dolores Barragán Pelayo.
Finalizada la emotiva ceremonia en la capilla ardiente, se formó la comitiva fúnebre, encabezada por motoristas de la Policía Municipal. Seguía el féretro, envuelto en la bandera Nacional, a hombros de Inspectores del Cuerpo General de Policía y representaciones de la Policía Armada y de la Guardia Civil. En la presidencia oficial del duelo figuraban, junto al director general de Seguridad, el gobernador civil, señor Pelayo Ros; Inspector general de Personal y Servicios de la Dirección General de Seguridad, señor Martín Herrero; fiscal general de la Audiencia, señor Ruiz de Luna; subjefe provincial del Movimiento señor Casas Ferrer; jefe superior de Policía, señor Gómez Alba y otras autoridades civiles y militares.
En la comitiva formaban, alrededor de cinco mil personas, entre las que figuraban 'numerosísimas representaciones del Cuerpo General de Policía y de las fuerzas d el Orden Público. A la llegada del cortejo fúnebre a la iglesia parroquial de Nuestra Señora de los Ángeles, en el cruce de las calles Balmes y Valencia, aguardaban el resto de las autoridades barcelonesas capitán general accidental y gobernador militar de la plaza, general Fullana Pons; presidente de la Diputación, señor Samaranch; presidente de la Audiencia, señor Obiols Taberner; primer teniente de alcalde, señor Gallardo; procurador en Cortes, señor Tarragona; delegado provincial de! Ministerio de Información y Turismo, señor Herrero Tejedor, y otras numerosas personalidades.
El funeral por el alma del servidor del orden se celebró en la Iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles donde más seis mil personas llenaron la iglesia y sus alrededores. En lugar preferente se situó el Director General de Seguridad, Eduardo Blanco Rodríguez, acompañado por familiares del inspector asesinado y las primeras autoridades civiles y militares de la Región,
Acto seguido se ofició una misa de «corpore insepulto». Una vez finalizado el oficio religioso, el féretro del sub inspector Anguas, fue sacado a hombros por compañeros del Cuerpo General de Policía, Guardia Civil y Policía Armada, dándole escolta de honor escuadras de gastadores de la Policía Armada y Policía Municipal de Barcelona, para ser colocado en un furgón funerario, en el cual sería trasladado a Sevilla, donde sus restos mortales recibirían cristiana sepultura. Los padres del señor Anguas Barragán, que se habían trasladado a Barcelona para hacerse cargo del cadáver de su hijo, partieron asimismo, hacia la capital andaluza' por vía aérea.
Más de dos millares de personas de todas las clases sociales asistieron a las honras fúnebres y al traslado del cadáver al cementerio de San Fernando de Sevilla del subinspector del Cuerpo General' de Policía, don Francisco Anguas Barragán, de 24 años, muerto en Barcelona en acto de servicio Poco después de las cinco y media de la tarde llegó a la iglesia parroquial de San Joaquín, en la barriada de El Tardón, donde vivían los padres y hermanos del fallecido, el coche furgón con los restos mortales del policía muerto. Desde el límite de las provincias de Sevilla y Córdoba acompañaron al fúnebre cortejo el jefe de la Brigada Regional de Investigación Criminal de Sevilla, don Francisco Adame, y otros inspectores de la plantilla sevillana. Desde Barcelona acompañaron Igualmente el cadáver el jefe superior de Policía de la capital catalana y un grupo de compañeros del fallecido inspector.
En las puertas del templo de San Joaquín fue rezado un responso por el padre Martín Pérez, quien ofició seguidamente una misa de «corpore insepulto» ante el altar mayor de la iglesia. Finalizado el acto religioso el cadáver fue llevado a hombros por compañeros del desaparecido inspector de la Policía, desde el templo hasta la avenida de Alvar Núñez, escoltada la comitiva por el numeroso público agolpado en el trayecto. Desde dicho lugar, el féretro fue trasladado al cementerio de San Fernando donde recibieron cristiana sepultura los restos mortales dé Francisco Anguas Barragán. Hasta su última morada acompañaron al cadáver las primeras autoridades hispalenses, los familiares y compañeros y amigos así como una ingente cantidad de público
El padre de| infortunado subinspector pertenecía al Cuerpo de la Guardia Civil de Sevilla, donde prestaba sus servicios en la Sección de Radio, y donde era muy conocido y estimado su hijo, pues en la Guardia Civil, había prestado su servicio militar antes de ingresar en el Cuerpo General de Policía.
Francisco Anguas era natural de Sevilla, tenía 24 años de edad y había ingresado en el Cuerpo General en 1970. Era el mayor de cuatro hermanos. Los otros eran: Rosario, de 21 años; Ramón, de 17, y Juan Carlos, de 11. La noticia de su muerte causó profundo pesar entre los funcionarios de la plantilla de Sevilla, donde Anguas era muy apreciado por sus jefes y compañeros, pues antes de ser destinado a Barcelona estuvo agregado a la plantilla sevillana de Investigación criminal.
De acuerdo con el Real Decreto 1404/2000, con fecha 19 de julio de 2000, se le concedió la Real Orden de Reconocimiento Civil a las Víctimas del Terrorismo a título póstumo. Además, en resolución fechada el 18 de marzo de 2005 (Real Decreto 308/2005), el Ministerio del Interior le concedía también el ascenso de empleo, con carácter honorífico y a título póstumo.
25 DE SEPTIEMBRE DE 1978 SAN SEBASTIÁN GUARDIAS CIVILES, LORENZO SOTO SOTO, JOSÉ ZAFRA RÉGIL.
Guardia Civil Lorenzo Soto Soto.
El lunes 25 de septiembre de 1978 la banda terrorista ETA acribillaba a balazos en San Sebastián un Land Rover de la Guardia Civil, matando en el acto a LORENZO SOTO SOTO, conductor del vehículo, y a JOSÉ ZAFRA RÉGIL.
Guardia Civil José Zafra Regil.
A primera hora de la mañana, las dos víctimas, el conductor Lorenzo Soto Soto y su compañero. José Zafra Regil, que iban vestidos con monos azules de faena, adquirieron en el mercado de frutas y verduras de Atocha dieciocho bolsas y cajas de estos productos, que cargaron posteriormente en el «Land Rover» matrícula PGC - 0428- T. El vehículo estaba aparcado junto al muelle de carga correspondiente al número 8 de «Frutas Unión».
Ya se disponían a marcharse para salir del mercado, cuando aparecieron cuatro jóvenes armados que dispararon casi a bocajarro al interior del vehículo, sobre los dos guardias civiles. Tanto el conductor como su compañero resultaron mortalmente heridos, con veintiún orificios de bala José Zafra Regil y diecisiete el conductor, Lorenzo Soto Soto, sin tener tiempo de utilizar sus armas, que aparecieron en los asientos del automóvil.
Los dos guardias civiles estaban destinados en el economato de la Comandancia de la Guardia Civil de San Sebastián, y una de sus funciones era el aprovisionamiento de alimentos.
Los asesinos iban con las cabezas cubiertas con medias negras, y uno de ellos, probablemente en un rebote de bala, resultó herido, como pudo comprobarse más tarde por el rastro de sangre dejado. Una vez cometido el atentado, se dieron a la fuga a pie parte de ellos, para dirigirse a un «R- 8» matricula SS - 7.846 - D, de color amarillo, aparcado a unos cien metros del lugar, y a poca distancia de una de las salidas del mercado. El vehículo había sido robado previamente a punta de pistola a un vecino del barrio de Alza, al que obligaron a subir al mismo, dejándolo atado y amordazado en el monte de Artikutza.
El coche en que huyeron los terrorista sufrió una avería mecánica, por lo que los cuatro etarras tuvieron que abandonarlo precipitadamente y parar a un taxi, obligando al conductor a trasladarlos hasta el barrio de Bidebieta, en la carretera de San Sebastián a Irún. Allí se bajó uno de los etarras, mientras que los tres restantes lo hicieron poco después, en la zona de Herrera.
Hora y media después del atentado los cuerpos sin vida de los dos guardias civiles llegaban al Hospital Militar, situado a pocos metros del lugar de los hechos. A primeras horas de la tarde se les practicó la autopsia y se instaló la capilla ardiente en el cuartel de la Guardia Civil del paseo de Heriz.
Al día siguiente, martes 26 de septiembre, se celebró el funeral por los dos guardias civiles asesinados en la parroquia de San Sebastián Mártir, en el barrio del Antiguo.
Los féretros, envueltos con Banderas nacionales fueron conducidos a hombros de compañeros del cuerpo desde la capilla ardiente, instalada en el cuartel del Paseo de Heriz, hasta la parroquia. Delante marchaban miembros de la Guardia Civil, Policía Armada y Policía Municipal, que portaban coronas de flores. Tras los féretros iban los familiares de las víctimas y las autoridades civiles y militares, que presidieron el funeral.
Al llegar los féretros al atrio del templo, se dieron gritos de «Caídos por Dios y por España», «ETA asesina», «Viva la Guardia Civil», «Hasta cuándo», así como frases ofensivas contra el gobernador civil de la provincia Ramón Oyarzábal.
Al ser introducidos los féretros en el templo, que se encontraba abarrotado de público, éste prorrumpió en aplausos, y se inició seguidamente la ceremonia fúnebre, oficiada por el párroco de la iglesia párroco que estos hechos no han de abrir el camino al odio. «Es difícil la serenidad y los impulsos del corazón pero son los momentos en que con gallardía cristiana hay que demostrar que, sin renunciar a la justicia y al amor, el perdón es mejor que el odio y la venganza».
Finalmente, afirmó que «no podemos volver a las cavernas, hemos de diferenciar a todo hombre como hermano y luchar por una sociedad en que el amor, la verdad y la justicia ha de imperar». En el transcurso de la homilía fue interrumpido por gritos de «Viva España», y «ETA asesina». La mujer del guardia civil José Zafra sufrió un desvanecimiento, teniendo que ser sacada de la iglesia a la sacristía, para incorporarse al final de la ceremonia a su sitio.
Terminado la Misa, y tras cantarse un responso y el Himno de la Guardia Civil, los féretros fueron transportados al atrio de la iglesia entre los aplausos de los asistentes, donde se encontraban loa furgones que conducirían a los cadáveres a sus localidades natales.
A la salida volvieron a repetirse gritos de “ETA asesina”, “Viva la Guardia Civil” ”Viva España” y el gobernador civil tuvo que ser protegido por fuerzas de la Policía Armada, ante los insultos y la gente que se intentó abalanzar sobre él. Cuando el gobernador civil se dirigió, hacia su automóvil, una persona intentó acercarse con ánimo de agredirle, siendo sujetada por las fuerzas de la Policía Armada.
Ese mismo día 26 de septiembre, ETA militar reivindicaba el asesinato de los dos guardias civiles, exigiendo en el comunicado la aceptación de la alternativa KAS (Coordinadora de Grupos Socialistas Abertzales) como única solución a los problemas del País Vasco.
Por aquel atentado fueron detenidos José Miguel Azurmendi Albizu y Miguel Sarasqueta Zubiarrementeria, miembros del grupo Goyerri Costa de ETA, que fueron condenados por la Audiencia Nacional en diciembre de 1979. Azurmendi Albizu fue encontrado culpable del asesinato de Lorenzo Soto y José Zafra, por lo que fue condenado a una pena de 30 años de prisión mayor. Sarasqueta, que había intervenido en la preparación del atentado, fue condenado por un delito de conspiración de terrorismo a 7 años de prisión mayor.
El guardia civil conductor del «Land - Rover», Lorenzo Soto Soto, de 24 años de edad, soltero, natural de Lorca, (Murcia), que había ingresado en el cuerpo en 1974 y prestaba servicio en Guipúzcoa desde 1975.
José Zafra Regil, de 30 años de edad, natural de Puigcerdá (Gerona), casado y padre de un niño de cuatro años, había ingresado en el cuerpo en 1968 y desde agosto de este año estaba destinado en la Comandancia de San Sebastián, Su familia residía en Granada.
De acuerdo con el Real Decreto 1404/2000, con fecha 19 de julio de 2000, se les concedió a ambos Guardias Civiles la Real Orden de Reconocimiento Civil a las Víctimas del Terrorismo a título póstumo. Además, en resolución fechada el 18 de marzo de 2005 (Real Decreto 308/2005), el Ministerio del Interior le concedía también el ascenso de empleo, con carácter honorífico y a título póstumo.
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