HOY 27 DE JUNIO: ASESINADOS POR EL TERRORISMO MARXISTA. ¡ESPAÑOL RECUERDA Y NO OLVIDES!
- calinfernandezbara
- 26 jun 2024
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27 DE JUNIO DE 1978. SAN SEBASTIÁN. SARGENTO DE LA POLICÍA ARMADA FRANCISCO MARTÍN GONZÁLEZ.

Sargento de la Policía Armada Francisco Martín González.
A las nueve de la tarde del día 27 de junio de 1978, dos miembros de la banda terrorista, marxista y antiespañola ETA asesinaban en San Sebastián al Sargento de la Policía Armada FRANCISCO MARTÍN GONZÁLEZ.
El sargento Martín, junto a otros tres Policías, José Frado Carro, Francisco Sánchez Arcos y José Gutiérrez Díaz, todos ellos vestidos de uniforme, se encontraban a bordo de un Jeep del Cuerpo, que se encontraba parado en el paseo de Los Olmos del barrio de Bidebieta de la capital donostiarra, realizando un servicio de vigilancia, a la espera de realizar el relevo de las patrullas que recorrían las calles de San Sebastián a pie. Uno de los Policías se encontraba fuera del Jeep.
En ese momento se les acercó un vehículo taxi marca SEAT 132 de color blanco, del que se apeó un individuo, mientras otro terrorista lo esperaba al volante con el motor en marcha. Provisto de una ametralladora disparó a corta distancia, de forma indiscriminadas, varias trafagas contra el vehículo de la Policía Armada, alcanzado a los cuatro Policías que lo ocupaban.
El sargento resultó muerto en el acto, mientras que sus tres compañeros, resultaron heridos de gravedad. Los autores del atentado huyeron en el propio taxi en dirección al alto de Miracruz.
Alrededor del vehículo policial cayeron varios de sus miembros. El sargento Martín falleció en el acto y quedó sentado en el lugar del copiloto con la cabeza caída hacia atrás y un tiro que le había entrado por la nuca. El segundo de los Policías quedó sentado en la acera sangrando profusamente por una herida abierta a la altura de la sien. Otro policía herido en el abdomen, quedó tumbado en el suelo con los pies apoyados en la escalerilla de atrás del furgón sin poderlos bajar. El vehículo policial presentaba numerosos impactos de bala, así como los cristales rotos. En el lugar del atentado se encontraron numerosos casquillos del calibre 9 milímetros parabellum marca Geco.
Numerosos vecinos salieron en ayuda de los servidores del orden heridos. Con una puerta de madera a modo de camilla, se trasladó al vehículo de un vecino, al sargento Martín, en dirección al hospital Militar de San Sebastián al que llegó ya cadáver. Al lugar de los hechos llegaron tres coches de la Policía a toda velocidad. Uno de los policías, en plena crisis nerviosa, sacó la porra e intentó golpear a varios vecinos. Un de lo testigos presenciales que se hallaba realizado labores de ayuda le contó lo sucedido. “¡Han matado al sargento González!”, gritó uno. Otros dos policías armados se pusieron a llorar desconsoladamente.
La Policía Armada y las Guardia Civil, tras el atentado establecieron números controles con intención de detener a los asesinos. Sobre la una y media de la madrugada del día 28, otro comando de la banda disparó desde un monte, a larga distancia, contra uno de los controles, sin alcanzar a ninguno de los Policías que lo conformaban, que tuvieron que tirase al suelo y repeler la agresión. Al amanecer, aquella zona donde se produjo el tiroteo contra el control policial, fue inspeccionada y los servidores del orden encontrarían tres paquetes que contenían respectivamente un kilo de goma-2 cada uno adosados a una gran cantidad de metralla. La banda terrorista intentó, con aquellos lejanos disparos, tender una emboscada a los miembros del control policial a la espera de que los agentes tiroteados subieran al monte donde les esperaban los explosivos colocados como trampa. Afortunadamente la Policía no picó el anzuelo y esperó a que amaneciese el día.
A la mañana del día siguiente, tuvo lugar en el Hospital Militar de San Sebastián una Misa de corpore insepulto por el alma del sargento de la Policía Armada Francisco Martín, presidida por los gobernadores Civil y Militar de San Sebastián y en cuyo comienzo hubo una gran tensión, respecto a la presencia del gobernador Civil, para posteriormente calmarse los ánimos, desarrollándose la Santa Misa en medio de un profundo silencio.
Una vez finalizada la Misa, los restos mortales de Francisco Martín fueron trasladados a Madrid, y la capilla ardiente se instaló en la Academia de la Policía Armada de Canillas, donde tendría lugar el funeral oficial que presidieron el subsecretario de Orden Público, Julio Camuñas; el director general de Seguridad, Mariano Nicolás; el general inspector de la Policía Armada, Timón de Lara, gobernador civil de la provincia y numerosos jefes, oficiales, policías y alumnos del cuerpo. No asistió ningún miembro del Gobierno, que a esa hora se encontraba reunido en Consejo de Ministros extraordinario. La ceremonia fue oficiada por el capellán de la Policía Armada, quien hizo una semblanza del policía asesinado y condenó la violencia terrorista
Tras el funeral, el féretro del Sargento Martín, cubierto con la Bandera Nacional, fue sacado a hombros de sus compañeros al patio de la Academia donde se entonó el Himno del Cuerpo y se procedió a introducir el ataúd de Francisca Martín en un furgón funerario que lo trasladaría hacía el cementerio madrileño de Carabanchel donde recibió cristina sepultura.
En 1981 la Audiencia Nacional condenó a Miguel Sarasqueta Zubiarrementeria, miembro de ETA, a 30 años de prisión mayor por el asesinato del sargento Martín González. En la misma sentencia se condenó a José Manuel Olaizola Eizaguirre a 17 años de prisión en concepto de cómplice del asesinato. Dos años después, en 1983, se condenó a José Cruz Eizaguirre Mariscal a 30 años, también como autor material del atentado.
Miguel Sarasqueta Zubiarrementeria, sería excarcelado en 1998 por el gobierno de de José María Aznar, tras sufrir un derrame cerebral.
Francisco Martín González, de 32 años de edad, era natural de Umbrías (Ávila) y estaba casado con Cristina Domínguez. Había sido destinado a San Sebastián un mes antes de su asesinato, por lo que su residencia seguía estando en Madrid, donde vivía su mujer y donde fue enterrado. Su viuda Cristina contó que tras el asesinato se sintió muy sola, pues del Gobierno nunca tuvo una palabra de aliento, ni una llamada. Tan solo recibió la ayuda de los compañeros de su marido para hacer las gestiones que le permitiesen cobrar una pensión de viudedad.
De acuerdo con el Real Decreto 1404/2000, con fecha 19 de julio de 2000, se le concedió la Gran Cruz de la Real Orden de Reconocimiento Civil a las Víctimas del Terrorismo a título póstumo. Además, en resolución fechada el 18 de marzo de 2005 (Real Decreto 308/2005), el Ministerio del Interior le concedía también el ascenso de empleo, con carácter honorífico y a título póstumo.
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