27 DE SEPTIEMBRE DE 1977. MADRID. CAPITÁN DE LA POLICÍA ARMADA FLORENTINO HERGUEDAS CARRETERO.
Capitán de la Policía Armada Florentino Herguedas Carretero.
A primera hora de la mañana del día 27 de septiembre era asesinado en Madrid el capitán de la Policía Armada FLORENTINO HERGUEDAS CARRETERO, Jefe de la Unidad de Radio-Patrullas de la Brigada de Orden Público de la Jefatura Superior de Policía, cuando se dirigía a su destino de trabajo. El atentado coincidió con el segundo aniversario de los fusilamientos de tres militantes del F.R.A.P. y dos de E.T.A., condenados a muerte en Consejo de Guerra, en el año 1975.
Poco después de las siete de la mañana, el capitán Herguedas salió de su domicilio, sito en el número 158 de la calle de Nuestra Señora de Valvanera, en el barrio de Carabanchel, vestido con el uniforme reglamentario de la Policía Armada. Esta era la hora en que habitualmente se dirigía a su trabajo.
Al llegar a la calle de Camino de la Laguna en su confluencia con la Vía Carpetana, donde debía tomar el autobús, recibió un disparo por la espalda. La bala le entró por la nuca, le atravesó la cabeza y salló por la parte izquierda de la frente. Inmediatamente cayó sobre la acera. Eran exactamente las siete y veinte de la mañana cuando algunos vecinos oyeron la detonación.
Un joven de unos veinte años se acercó al capitán Herguedas por la espalda, disparándole con una pistola a bocajarro. Según algunas versiones, el muchacho le había pedido que le acompañara hasta un lugar donde se había producido un grave accidente, a lo que asintió la víctima. Llegados frente al número 39 de la calle Camino de la Laguna, el joven, inesperadamente, consumó el asesinato. Aunque al principio se pensó que el disparo había sido efectuado con una escopeta de cañones recortados, técnicos de la Policía confirmaron que fueron hechos por una pistola.
Unos diez minutos más tarde del atentado, una vecina de la finca, frente a la que cayó la víctima, abrió la ventana y vio el cuerpo del capitán Herguedas tendido sobre la acera. Inmediatamente, su marido dio aviso a la Comisaria de Los Cármenes, sita a unos 200 metros del lugar del suceso.
Un coche radio-patrulla recogía posteriormente al herido, que se encontraba en medio de un impresionante charco de sangre.
El capitán Herguedas Ingresó a las ocho menos veinte en el servicio de urgencias del hospital Gómez Ulla. Su estado era agónico, por lo que se decidió su Inmediato traslado a la unidad de vigilancia Intensiva, donde se preparó el instrumental necesario para realizar una intervención que fue en vano, porque instantes después fallecía.
El pistoletazo que acabó con 1a vida del capitán Herguedas, en Cambio de la Laguna, motivó una gran conmoción y de repulsa en la vida del país. Se trataba del primer asesinato de un miembro de las Fuerzas del Orden desde que los españoles acudieran a las urnas el pasado 15 de junio.
La noticia, difundida a primera hora do la mañana, trascendió rápidamente a todos los medios políticos y militares del país y provocó la suspensión de la reunión de Gobierno que se iba a celebrar en el palacio de la Moncloa y en la que, entre otros temas de especial importancia, se iba a hablar, una vez más, de la amnistía. Paralelamente se fueron extendiendo numerosos rumores que en ningún caso pudieron ser confirmados. Una hipotética reunión de capitanes en la antigua sede del Ministerio del Ejército fue totalmente desmentida por fuentes oficiales.
Dos miembros del Gobierno, los titulares de Defensa y Gobernación, acudieron al depósito de cadáveres del hospital Gómez Ulla para testimoniar su pésame a la familia del capitán Herguedas.
Mientras tanto, el presidente Suárez recibía a primeras horas de la noche al teniente general Gutiérrez Mellado para analizar la situación, después de haber despachado con los ministros de Seguridad Social y de Relaciones con las Cortes.
En la Dirección General de Seguridad se iniciaron rápidamente las investigaciones para la localización v la detención de los autores del asesinato.
El ministro de la Gobernación, Rodolfo Martín Villa, se personó en el depósito del hospital Gómez Ulla alrededor de !as nueve y media de la mañana, permaneciendo en sus dependencias alrededor de treinta minutos. Poco después comenzaron a llegar distintas personalidades de la vida militar, entre ellas, los directores generales de Seguridad y Guardia Civil y el General Inspector de la Policía Armada.
También acudieron a testimoniar el pésame a la familia, que había llegado al depósito del hospital alrededor de las once y media de la mañana, el vicario general castrense, monseñor Benavente; el gobernador civil de Madrid, Juan José Rosón, y altos jefes de las Fuerzas de Orden Público.
A primeras horas de la tarde, el vicepresidente primero del Gobierno y ministro de Defensa, teniente general Gutiérrez Mellado, acudió a velatorios del Gómez Ulla. Tras permanecer diez minutos en el Interior del edificio, manifestó a los periodistas su ”Indignación total” por el suceso. Entre las personalidades que acudieron al centro médico existía una gran indignación por el asesinato.
El cadáver del capitán Florentino Herguedas fue trasladado, sobre las cinco de la tarde, a la Academia Especial de la Policía Armada, sita en la carretera de Canillas, donde se instaló la capilla ardiente. Tanto en el Hospital Gómez Ulla como en la Academia Especial de la Policía Armada, los dos lugares a los que fue trasladado el cuerpo sin vida del capitán Herguedas se produjeron escenas de dolor y emoción. Numerosas Comisiones de las Fuerzas Armadas desfilaron por la capilla ardiente. Cabe destacar la presencia ante el túmulo del teniente general González Vidaurreta y del gobernador civil de Madrid, señor Rosón.
A las diez y media de la mañana del día siguiente, en la explanada central de la Academia Especial de la Policía Armada de Canillas, con la presidencia oficial del vicepresidente del Gobierno para Asuntos de la Defensa y del ministro del Interior, se celebró un funeral corpore insepulto por el alma del capitán Herguedas, al que asistieron, además de los familiares del policía, numerosas personalidades.
La misa, presidida por el Vicario General Castrense, monseñor Emilio Benavent y concelebrada por varios capellanes militares, comenzó poco después de las diez y media de la mañana. Durante toda la noche, miembros de la Policía Armada, Guardia Civil y Cuerpo General de Policía habían velado el cadáver del capitán Hergedas. El patio central de la Academia Especial de la Policía Armada se hallaba engalanado con estandartes, reposteros y gallardetes. Junto al teniente general Gutiérrez Mellado y el señor Martín Villa se hallaban, en la presidencia oficial, el subsecretario de Orden Público, los directores generales de Política Interior, de Seguridad y de la Guardia Civil, el gobernador civil de Madrid, el general inspector de la Policía Armada y el alcalde de Madrid. Numerosos generales, jefes y oficiales de los tres Ejércitos, de la Policía Armada y de la Guardia Civil se encontraban asimismo entre los asistentes al acto.
Entre los primeros, el teniente general Iniesta Cano, que llegó a la ceremonia acompañado de José Antonio Girón de Velasco, los cuales rehusaron abiertamente saludar al ministro del Interior y demás autoridades, acomodándose directamente en las filas de sillas que la Academia Especial de Policía Armada había previsto -con letreros que decían Diputados y Senadores- ante la posible asistencia de parlamentarios. De estos últimos sólo acudió el senador electo por Madrid, Joaquín Satrústegui.
Otras personas presentes en el acto fueron los tenientes generales Castañón de Mena, Sifre Carbonell, González Vidaurreta y Garicano Goñi, así como Raimundo Fernández Cuesta y Manuel Valdés Larrañaga. En una especie de tribuna para el público, situada detrás de la de familiares y compañeros del capitán asesinado, se hallaban el marqués de Villaverde, Mariano Sánchez Covisa y Pilar Primo de Rivera, rodeados en su mayor parte por policías y guardias civiles de paisano, francos de servicio.
En su homilía, monseñor Benavent solicitó de los responsables del orden público allí presentes, después de condenar el “vil atentado terrorista en la persona de nuestro hermano” que se cuestionasen si hacían todo lo posible para defender a la sociedad del terrorismo, “porque el orden público y la libertad auténtica están amenazados”. La banda de música de la Academia interpretó durante la misa varias marchas fúnebres, así como la obertura Tanhauser, de Wagner.
Al término de la ceremonia, mientras el teniente general Gutiérrez Mellado y el señor Martín Villa imponían sobre el féretro las medallas de Oro al Mérito Policial y al Mérito de la Guardia Civil, concedidas a título póstumo, se produjeron algunos incidentes cuando grupos de personas situadas en la tribuna del público rompieron el silencio para gritar “menos medallas y más justicia”. Otras voces pidieron la dimisión del Gobierno y algunas insultaron a los dos ministros presentes. El general inspector de la Policía Armada ordenó a sus oficiales que se acallasen las voces. El acto terminó con la interpretación del himno de la Policía Armada.
Poco después de las once y media, el furgón que conducía los restos mortales del capitán Herguedas, así como otros seis que contenían coronas de flores, se pusieron en marcha hacia el cementerio de Carabanchel Alto. Un grupo de quinientas personas, entre las que se encontraban el alcalde de Madrid y el general inspector de la Policía Armada, así como numerosos oficiales y suboficiales de la Policía Armada dijeron su último adiós al capitán Herguedas. Tras un breve responso, oficiado por un capellán de la Policía Armada, el féretro fue introducido en un sencillo nicho de la parte sur del cementerio. Después de que el alcalde y varios jefes y oficiales de la Policía Armada abandonaran el cementerio se produjo un conato de manifestación, por parte de unas mil personas, dentro del recinto del cementerio, a los gritos de “Abajo el Gobierno”, “Ejército al poder”, “Martín Villa, dimisión”, “Viva la Policía Armada”, y otros contra los partidos socialista y comunista. Estas personas, que portaban, la mayoría de ellas, banderas de España, entonaron el Cara al sol, brazo en alto, tras lo cual abandonaron sin incidentes el cementerio.
Florentino Herguedas Carretero que tenía 55 años, había nacido en Torrescárcela (Valladolid) el 11 de abril de 1922. Ingresó en las Fuerzas de la Policía Armada el día 1 de diciembre de 1945, ascendiendo al empleo de capitán en julio de 1975. Estaba casado con María Lorenzo Robledo, y el matrimonio tenía un hijo, Miguel Ángel, de veintidós años, que se encontraba cumpliendo el servicio militar en el Regimiento de Infantería Mallorca número 13, con base en Lorca (Murcia). Estaba en posesión de tres cruces a la Constancia del Servicio y una Cruz al Mérito Policial con distintivo rojo y otra blanca, cruz roja y blanca a al mérito Militar, cruz roja al merito de la Guardia Civil, constando en su hoja de servicios 14 felicitaciones públicas por su abnegación en el cumplimiento del deber. Debido a su carácter afable y humano, su gran espíritu de servicio, su patriotismo, el capitán Herguedas era muy apreciado y valorado entre sus compañeros tanto a nivel de mandos como de subordinados. De una acrisolada honradez, a pesar de tener bajo su mando los vehículos radio patrullas -de Madrid, jamás los utilizó para- su servicio personal, tomando todas las mañanas el autobús para dirigirse a su puesto de trabajo.
A las dos de la tarde del día 28 se recibió una llamada telefónica en las delegaciones de agencias informativas en Barcelona, en las que una voz masculina facilitó el siguiente comunicado: “En nombre de la Organización Revolucionarla de España Antifascista (O.R.E.A.) reivindicamos el atentado efectuado contra el capitán de la Policía Armada en Madrid.” Según fuentes de la Dirección General de Seguridad, esta era la primera acción de ese grupo terrorista, desconocido hasta la fecha. Tras minuciosas investigaciones se conoció que los asesinos del capitán pertenecían a la siniestra organización GRAPO.
De acuerdo con el Real Decreto 1404/2000, con fecha 19 de julio de 2000, se concedió al Capitán de la Policía Armada Florentino Herguedas Carretero la Gran Cruz de la Real Orden de Reconocimiento Civil a las Víctimas del Terrorismo a título póstumo. Además, en resolución fechada el 18 de marzo de 2005 (Real Decreto 308/2005), el Ministerio del Interior le concedía también el ascenso de empleo, con carácter honorífico y a título póstumo.
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