28 DE OCTUBRE DE 1986. BILBAO. CABO PRIMERO DE LA POLICÍA NACIONAL JULIO CÉSAR SÁNCHEZ RODRÍGUEZ.
El cabo primero de la Policía Nacional JULIO CÉSAR SÁNCHEZ RODRÍGUEZ, de 31 años de edad, era asesinado en la tarde del día 28 de octubre de 1986 en el barrio bilbaíno de San Adrián por un individuo que le disparó un tiro en la nuca cuando el miembro del Cuerpo Nacional de Policía se disponía a entrar en su domicilio acompañado de sus cuatro hijos. El atentado se produjo a las 5.15 de la tarde en la calle Alto de Camparas, cercana a la calle Goikotorre, donde vivía el agente, una zona de bajo nivel de vida y escaso acondicionamiento urbano.
Julio Sánchez Rodríguez se dirigía a su domicilio acompañado de sus hijos a los que acababa de recoger en la puerta del colegio “Matilde Orbegozo”. Para cometer el asesinato tres miembros del grupo Vizcaya de ETA secuestraron en Bilbao a un taxista. A bordo del taxi, conducido por uno de los terroristas, se acercaron hasta donde se encontraba Julio César Sánchez, a escasos metros del portal de su domicilio, con sus cuatro niños, dos de ellos agarrados de la mano. Uno de los terroristas se apeó del vehículo y le disparó un único tiro en la cabeza, provocándole la muerte en el acto. Los niños, horrorizados, se echaron sobre el cuerpo de su padre gritando "¡Mi aita, mi aita!". Clientes de los bares próximos al lugar del crimen creyeron escuchar la explosión de un globo o de un cohete, hasta que observaron al Policía Nacional tendido en el suelo sobre un gran charco de sangre.
Una vez perpetrado el asesinato, el terrorista se dirigió hacia el taxi, un Seat 131 de color blanco, matrícula Bl-7 l09—Z, en el que le esperaban dos cómplices —un hombre y una mujer jóvenes— y se dieron a la fuga. Una ambulancia de la DYA recogió al agente todavía con vida y lo condujo al hospital de Basurto, pero cuando el vehículo sanitario llegó al centro hospitalario Julio César había ya fallecido. La esposa del Policía Nacional, María Dolores Fuentes, oyó el ruido del disparo desde el interior de la vivienda y se asomó al balcón. Acto seguido bajó afectada por un estado de gran tensión nerviosa y fue retirada y consolada por algunos vecinos.
El autor del disparo iba vestido con un polo de color blanco que fue hallado poco después en una calle próxima a donde se había producido el atentado. En el lugar del suceso fue hallado un casquillo de bala marca “Geco” de 9 milímetros parabellum. La Policía inició la búsqueda del vehículo que sirvió al comando para perpetrar su acción. Poco después, el taxi utilizado por los terroristas fue localizado en un aparcamiento próximo al lugar de los hechos.
El funeral de Julio César Sánchez se ofició al día siguiente a las 13.45 en la parroquia de Nuestra Señora de Lourdes, en el mismo barrio donde vivía el servidor del orden y contó con la asistencia de su viuda, que no pudo contener el llanto durante toda la ceremonia; del secretario de Estado para la Seguridad, Rafael Vera; del director general de Policía, José María Rodríguez Colorado; delegado del Gobierno en el país Vasco Ramón Jáuregui, Gobernadores civiles de Vizcaya y Guipúzcoa, Gobernador Militar de Vizcaya y otras autoridades civiles y militares, así como miembros de la Policía Nacional, Ejercito y Guardia Civil.
El féretro llegó a la Iglesia donde, a sus puertas, fue recibido por la Unidad de Música de la Policía Nacional, una compañía de la Policía Nacional y otra de la Guardia Civil que rindieron honores, interpretándose La Muerte no es el Final y el Toque de Oración. El sacerdote que ofició el funeral resaltó en su homilía la vinculación del policía asesinado con la vida de la parroquia y del barrio, destacó sus cualidades personales y reveló que la esposa del policía asesinado le había dicho antes de iniciarse el funeral que: “Perdono pero no más balas, no más dolor”.
Finalizado el acto religioso, y una vez que el secretario de Estado para la Seguridad Rafael Vera, prendiese en el ataúd de Julio César la medalla de oro al mérito policial a título póstumo concedida por el Ministro del Interior, el féretro salió de la Iglesia a hombros de compañeros, cubierto con la Bandera Nacional, a los acordes del Himno Nacional y entre grandes aplausos de las más de dos mil personas congregadas en las inmediaciones del templo. En un determinado momento y cuando se procedía a retirar la Bandera Nacional que cubría el ataúd, un nutrido grupo de personas pidió a voces que no fuese retirada, dando vivas a España, a la Policía Nacional y a la Guardia Civil y gritos contra los asesinos etarras. La bandera quedó en su sitio y el ataúd de Julio César Sánchez fue introducido en un furgón fúnebre que lo condujo al aeropuerto de Sondica desde donde, embarcados en un Aviocar del Ejército del Aire, salieron con destino a su pueblo natal de Salamanca para recibir cristiana sepultura.
Un segundo funeral por el alma del Cabo Primero de la Policía Nacional se celebró en la parroquia del Nombre de María de Salamanca, que fue insuficiente para dar cabida a los centenares de personas que quisieron rendir un último homenaje al policía asesinado. Después del funeral, los restos mortales de Julio César Sánchez fueron enterrados en el cementerio de la capital charra.
En 2002 la Audiencia Nacional condenó a Julián Achurra Egurola, alias Pototo, entregado temporalmente por Francia al efecto, como coautor del delito de asesinato en la persona del Policía Nacional Julio Cesar Sánchez Rodríguez a la pena de 28 años de reclusión mayor. Achurra Egurola, fue detenido el 23 de julio de 1996 en una granja de la localidad francesa de Lasseube, en los Pirineos, y se encontraba en el momento de su extradición a España en la prisión de La Santé, cerca de París Ese etarra, cuyas huellas dactilares fueron encontradas durante las investigaciones policiales a fin de esclarecer el asesinato del también Policía Nacional Manuel Fuentes Pedreira acaecido en el frontón de Arrigorriaga (Vizcaya) el 20 de mayo de ese mismo año 86, estaba también acusado de participar, entre otras acciones, en el frustrado intento de atentado contra el rey Juan Carlos I, que la organización terrorista intentó llevar a cabo en agosto de 1995, siendo procesado en agosto de 1997 como inductor del secuestro del funcionario de prisiones José Antonio Ortega Lara y en noviembre de 1997 por el secuestro del industrial Julio Iglesias Zamora. Sin embargo no pudo ser probado que fuese el autor material de los disparos que acabaron con la vida de Julio César Sánchez.
Errores cometidos por los tribunales españoles en la tramitación de las solicitudes de extradición impidieron que la liberada etarra Carmen Guisasola Solozabal, alias Carmen y Lourdes, fuese juzgada por el asesinato de Julio César Sánchez. La justicia francesa rechazó la petición de extradición para que fuese juzgada en España al alegar que la orden de detención presentada por las autoridades españolas ante las francesas era una fotocopia y no una orden original. El tercer autor del atentado, junto a Pototo y Carmen Guisasola, fue, según la información recabada por la Policía, el también liberado de la banda (a sueldo de la organización terrorista) Armando Ribeiro Tormo, alias Erreka. A día de hoy se desconoce quién asesinó a Julio Cesar Sánchez.
El cabo primero de la Policía Nacional Julio César Sánchez Rodríguez era natural de Salamanca: estaba casado y era padre de cuatro hijos, el mayor de los cuales tenía ocho años. Según informaron compañeros de la Policía Nacional estaba destinado en Vascongadas desde hacía ocho años. Había ingresado en el Cuerpo el 1 de julio de 1977. En el instante de ser asesinado prestaba sus servicios en la Inspección de Guardia de la Jefatura Superior de Policía de Bilbao.
De acuerdo con el Real Decreto 1404/2000, con fecha 19 de julio de 2000, se concedió al Cabo Primero de la Policía Nacional Julio César Sánchez Rodríguez la Gran Cruz de la Real Orden de Reconocimiento Civil a las Víctimas del Terrorismo a título póstumo. Además, en resolución fechada el 18 de marzo de 2005 (Real Decreto 308/2005), el Ministerio del Interior le concedió también el ascenso de empleo, con carácter honorífico y a título póstumo.
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