29 DE SEPTIEMBRE DE 1975. BARCELONA. POLICÍA ARMADO DIEGO DEL RÍO MARTÍN.
Policía Armado Diego del Río Martín.
El día 29 de septiembre a las 8,45 de la mañana, el Policía Armado DIEGO DEL RÍO MARTÍN prestaba servicio de vigilancia en las dependencias de la pagaduría de la Residencia de la Seguridad Social Francisco Franco, de Barcelona. Cinco miembros del grupo terrorista FRAP, tres hombres y dos mujeres, mezclados con el personal que guardaba cola para el cobro de sus haberes, vestidos con batas blancas y mascarillas, armado uno con una pistola y los restantes con metralletas, asaltaron las oficinas para robar los 21 millones de pesetas que había en ellas. Para lograrlo y sin mediar palabra abrieron fuego con pistolas y metralletas contra la pareja de Policías Armadas que se encontraban en el local de vigilancia, alcanzado mortalmente al policía Diego del Río e hiriendo a su compañero, Enrique Camacho Jiménez, que prestaba servicio con él. Estos cayeron al suelo gravísimamente heridos y a continuación los asaltantes se apoderaron del dinero y huyeron del lugar de los hechos.
Diego del Río Martín recibió cinco impactos de bala en el estómago y un sexto en la cabeza, El funcionario de Policía fue trasladado al Hospital Militar donde fallecería; Diego del Río era natural de Algeciras, de veinticuatro años de edad, estaba destinado en la V compañía de la 45 Bandera Móvil, en cuyo acuartelamiento de la barriada de la Verneda, quedó instalada la capilla ardiente por la que pasaron para testimoniar sus condolencias gran número de personas.
A las cinco de la tarde del día siguiente llegó al cuartel de la Policía Armada, situado en la Verneda, el Capitán General de la IV Región MIlitar que recibió los honores de ordenanza y pasó revista a la segunda compañía de la 45 Bandera móvil. Seguidamente tuvo lugar el funeral de corpore in sepulto por el alma del policía asesinado. La celebración eucarística se realizó en la capilla del cuartel con la asistencia del Capitán General de la IV Región Militar Teniente General Bañulls Navarro, Gobernador Civil Martín Villa, presidente de la Diputación Samaranch, alcalde de Barcelona Joaquín Viola y otras autoridades civiles y militares. En lugar preferente se halaba la viuda del malogrado servidor del orden, Magdalena Perinan, sus padres y otros familiares. El oficiante padre Gaspar Cardona pronunció una sentida homilía donde puso de manifiesto el origen humilde del policía Diego del Río.
Finalizada la ceremonia religiosa, el Gobernador Civil de Barcelona, Rodolfo Martín Villa, en nombre del ministro de la Gobernación José García Hernández, impuso a título póstumo sobre el féretro del policía asesinado la Medalla de Oro del Mérito Policial.
A continuación el féretro con los restos mortales del Policía Diego del Río, cubierto con la Bandera Nacional, fue bajado al patio del acuartelamiento, donde junto a representaciones del Ejército, Guardia Civil y Policía se arremolinaron alrededor de ochocientos policías vestidos de paisano, los únicos a los que se les habían permitido la entrada en el cuartel. Posteriormente, ante las autoridades presentes, desfiló la segunda compañía de la Bandera Móvil, que había rendido los honores de ordenanza y se entonó el Himno del Cuerpo. En las afueras del cuartel se dieron cita más de dos mil personas que prorrumpieron en vítores a España, Franco, al Ejército, a la Policía Armada y Guardia Civil.
Los momentos fueron de gran emoción pues con los gritos de los ciudadanos se mezclaron los lamentos y lloros de los familiares. Los asistentes rompieron entonces el cordón policial y se acercaron al féretro con intención de sacarlo a hombros del cuartel. El gobernador civil, Martín Villa, pronunció unas palabras indicando que serían los compañeros de Diego del Río quienes sacasen a hombros su ataúd hasta el exterior del acuartelamiento, como así se hizo, siendo colocado en una ambulancia que le trasladó por carretera a su ciudad natal de Algeciras donde recibiría cristina sepultura.
Seguidamente y una vez que la ambulancia, que contenía los restos mortales del servidor del orden asesinado, se alejó del cuartel, se formo una manifestación espontanea que recorrió diversas calles de Barcelona hasta llegar a la Vía Layetana, donde se hallaba situada la Jefatura Superior de Policía y donde los manifestantes entonaron el himno de la Policía Armada, vitoreando al coronel Apestegui cuando este se asomó a un balcón del edificio. Los manifestantes que portaban diversas pancartas donde se podía leer:” Viudas y Huérfanos NO, justicia Si”; “ETA al paredón” y “El extranjero nos bloquea, Justicia contra el terrorismo”; “Comunismo NO” y “España unida, jamás será vencida”, realizaron paradas en la Plaza de San Jaime, ante el Ayuntamiento de la Ciudad y la Diputación. Una vez descendidas las Ramblas, en el paseo de Colón, ante el edificio de Capitanía, los manifestantes entonaron el “Cara al Sol” y se dieron vivas a España, Franco, Ejército, Policía Armada y Guardia Civil. La manifestación finalizaría ante el edificio del Gobierno Civil en donde de nuevo entonaron el “Cara al Sol” y corearon gritos a favor de la Unidad de España, para disolverse, posteriormente, de forma pacífica.
Diego del Río estaba casado y era padre de un niño de un año de edad. Su compañero Enrique Camacho, al que le fue extirpado el bazo, evolucionó satisfactoriamente.
De acuerdo con el Real Decreto 1404/2000, con fecha 19 de julio de 2000, se le concedió a Diego del Río la Gran Cruz de la Real Orden de Reconocimiento Civil a las Víctimas del Terrorismo a título póstumo. Además, en resolución fechada el 18 de marzo de 2005 (Real Decreto 308/2005), el Ministerio del Interior le concedía también el ascenso de empleo, con carácter honorífico y a título póstumo.
Diego del Río Martín sería la última víctima de los siniestros FRAP, que dos días después se verían reemplazados por otra banda mafiosa y extorsionadora de asesinos marxistas y antiespañoles, el GRAPO (Grupos revolucionarios antifascistas primero de octubre).
El asesinato de Diego del Río nunca fue juzgado. Sus asesinos y sus cómplices se beneficiaron de aquella injusta y aborrecible amnistía de 1977 que, no serviría para nada pues ETA no dejaría de matar. Eso sí engordó de nuevo las filas etarras muy quebrantadas por las detenciones que se habían realizado durante el periodo 1968-1976, saldado la responsabilidad penal de 258 individuos vinculados a varios grupos terroristas marxistas y de izquierdas, muchos de los cuales volverían a asesinar.
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