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HOY 31 DE JULIO:ASESINADOS POR EL TERRORISMO MARXISTA. ¡ESPAÑOL RECUERDA Y NO OLVIDES!

31 DE JULIO DE 1983. GUETARIA (GUIPÚZCOA) GUARDIAS CIVILES RAFAEL GIL MARÍN Y ENRIQUE RÚA DÍAZ.

Guardias Civiles Rafael Gil Marín y Enrique Rúa Díaz.


Sobre las cinco de la tarde del domingo 31 de julio de 1983, dos  individuos pertenecientes a los Comandos Autónomos Anticapitalistas, asesinaban a tiros en el puerto de la localidad  guipuzcoana de Guetaria, a los Guardias Civiles RAFAEL GIL MARÍN y ENRIQUE RÚA DÍAZ.

Guardia Civil Rafael Gil Marín.


Los dos guardias civiles, pertenecientes al puesto de Zarauz, vigilaban en el puerto de Guetaria, vestidos de paisano, dos lanchas rápidas apresadas hacía cinco semanas con contrabando de tabaco, después de que, por esas fechas, miembros pertenecientes al servicio de información fiscal de la Guardia Civil aprehendieran un importante alijo en la localidad de Deva.


Guardia Civil Enrique Rúa Díaz.


En el momento del atentado, el Guardia Civil Enrique Rúa, se encontraba en traje de baño junto a las lanchas, Su compañero Rafael Gil  estaba sentado dentro de un "SEAT 131”, de color granate.


De repente, dos individuos jóvenes se acercaron uno a cada Guardia civil. El primero se aproximó al que estaba en traje de baño, Enrique Rúa y disparó, contra él con una escopeta, a quemarropa. Al mismo tiempo, el otro lo hacía contra el guardia civil Rafael Gil, que se encontraba en el interior del coche, efectuando contra él, dos disparos de pistola que lo alcanzaron en la mejilla y el tórax. Tanto Rafael como Enrique fallecieron en el acto.


La zona del puerto estaba muy concurrida. Sin embargo nadie quiso colaborar con la Guardia Civil, aportado datos del atentado, a fin de identificar a los autores. Fuerzas de la Policía Nacional y de la Guardia Civil establecieron de forma inmediata, controles en las carreteras de acceso a San Sebastián, así como en la autopista Bilbao-Behobia.


Los cadáveres, fueron recogidos por la funeraria de Zarauz, tras cuatro horas de espera a la llegada del juez de guardia. Fueron trasladados al Gobierno Civil de Guipúzcoa donde quedó instalada la capilla ardiente.


El funeral por Rafael Gil Marín y Enrique Rúa Díaz,  a los que asistió el ministro del Interior, José Barrionuevo, se celebraron al día siguiente, a las doce del mediodía,  en un ambiente de una enorme emoción y rabia contenida. Los féretros de ambos Guardias Civiles, cubiertos con la Bandera Nacional, fueron trasladados a hombros por compañeros desde el cuartel hasta la Iglesia por el centro de Zarauz. La Misa fue muy emotiva produciéndose escenas de mucho dolor por parte de las familias de los Guardias asesinados.


A la salida de los féretros del templo, para ser trasladados a sus localidades de origen, donde recibirían cristiana sepultura, y tras ser entonado el Himno de la Guardia Civil,  varios centenares de personas, que habían asistido al oficio religioso, profirieron numerosos gritos contra ETA, pidiendo justicia y mano dura al gobierno y dando vivas a España, a la Guardia Civil y la Policía Nacional.  La viuda de una de las víctimas, se dirigió al ministro pidiéndole entre sollozos: "Haga algo, señor; o habrá más muertos". Un grupo grande de personas  increpó con dureza  a las autoridades sobre todo a Carlos Garaicoechea, presidente del Gobierno vasco, con insultos por no haberse dignado  a asistir al funeral.


Los restos de Rafael Gil Marín, fueron inhumados por la tarde en el cementerio de la localidad valenciana de Masamagrell. El cadáver había llegado al aeropuerto de Manises a las cinco de la tarde, y desde allí una caravana de vehículos con familiares, miembros de la Guardia Civil y de la policía Nacional siguieron al furgón mortuorio hasta Masamagrell.


La misa de cuerpo presente se celebró en la iglesia de San Juan Apóstol, con asistencia del capitán general de la III Región Militar, teniente general Manuel Vallespín, y de altos cargos de las fuerzas de seguridad del Estado y de las instituciones valencianas.


Tanto a la llegada de los restos mortales a la iglesia de San Juan Apóstol, como a su salida, las personas presentes prorrumpieron en aplausos y en gritos de «Viva España» y «Viva la Guardia Civil». Posteriormente, el féretro fue trasladado a hombros desde la iglesia hasta el cementerio de la localidad, en donde se dio cristiana sepultura a los restos mortales de Rafael Gil Marín.


Por su parte, los restos mortales de Enrique Rúa, llegaron a Verín pasadas las siete y media de la tarde. Acompañaban al cadáver una nutrida escolta formada por compañeros del joven guardia asesinado. Con la comitiva fúnebre llegó también a Verín el gobernador civil de la provincia, Mariano Sanz Pech.


Dos  centenares de personas aguardaban a dicha hora ante la casa de los padres de Neomisa Parada, esposa del guardia civil, que había viajado a Vascongadas para asistir a los funerales por su esposo y regresó acompañando al furgón fúnebre. En dicha residencia familiar, situada en el verinense barrio de San Roque, se instaló la capilla ardiente, comenzando un incesante desfile de personas que testimoniaron su condolencia a los familiares del joven Enrique Rúa, muchos de cuyos familiares residían en el pueblo de A Pousa,


A las doce de la mañana del día siguiente, se inició la comitiva fúnebre. El féretro había partido de la casa de los suegros de Enrique Rúa, donde se habían congregado más de mil personas, y las primeras autoridades regionales, provinciales y locales con el presidente de la Xunta de Galicia Gerardo Fernández Albor, delegado del Gobierno en Galicia, Domingo García Sabell; general Jefe de la Vi zona de la Guardia Civil general Álvaro Casado. En medio de un absoluto .silencio, sólo roto por los sollozos de la viuda del Guardia civil asesinado, Neomisa Parada, se formó la comitiva que encabezaban miembros de la Benemérita con más de treinta coronas de flores e innumerables ramos enviados desde distintos lugares de la provincia, así como de Guipúzcoa.


La iglesia parroquial de Santa María la Mayor, de Verín, estaba completamente llena de fieles con únicamente libres los lugares reservados para los familiares y autoridades.


El párroco de Verín, Jorge Sulleiro Martínez, en unión de otros siete sacerdotes de la comarca ofició las honras litúrgicas. En la homilía señaló el dolor que el asesinato produjo en una comarca “tan vinculada por tantos motivos a la Benemérita y que hasta el momento no había sufrido el impacto del terrorismo”. Finalizó su plática dirigiéndose a  los Guardias civiles, a quienes el sacerdote dijo; “Que Dios os dé fortaleza y honradez para todos vosotros, que estáis todos los días, jugándoos la vida precisamente por defender la de los demás y a España”.


Con varios números de la Guardia Civil formando pasillo a la salida del templo, el féretro fue introducido en un furgón fúnebre para su posterior traslado al panteón familiar. Cuando estaba abandonando el templo, una señora dio vivas a la Guardia Civil, que coreó la mayoría de las personas que todavía quedaban dentro de la iglesia. En el exterior, los vivas arreciaron, así como los aplausos dirigidos a la Benemérita.  «Vivan las Fuerzas Armadas», «Viva España», «Viva la Guardia Civil», «Queremos un Gobierno digno para España», «Muera ETA» y «Asesinos, asesinos».


La comitiva emprendió rápidamente la marcha hacia el cementerio, sito en las inmediaciones del castillo de Monterrei, próximo a la capitalidad del municipio. El camposanto, utilizado únicamente por los vecinos de A Pousa, pueblo natal de Enrique Rúa, presentaba un lamentable estado, con hierba de gran tamaño que fue preciso segar para llegar hasta la tumba donde se realizó el enterramiento. Las escenas en este lugar resultaron desgarradoras. Al abandonar el cementerio las autoridades, que estuvieron presentes hasta el último momento, se reprodujeron los gritos dirigidos por la misma persona y respondidos por un amplio grupo, en el que se encontraban varios números de la Benemérita.


Rafael Gil Marín tenía de 30 años y era natural de Valencia de las Torres (Badajoz). Estaba casado y era padre de tres hijos, dos niños y una niña. Llevaba destinado en el cuartel de Zarauz desde el 31 de marzo de 1983.


Enrique Rúa Díaz tenía 27 años, era natural de Verín (Orense). Estaba casado y era padre de una niña. Estuvo destinado en Pamplona hasta el 1 de julio de 1982, cuando pasó a la Agrupación de Tráfico de Guipúzcoa. Posteriormente fue trasladado a Zarauz.


De acuerdo con el Real Decreto 1404/2000, con fecha 19 de julio de 2000, se les concedió la Gran Cruz de la Real Orden de Reconocimiento Civil a las Víctimas del Terrorismo a título póstumo. Además, en resolución fechada el 18 de marzo de 2005 (Real Decreto 308/2005), el Ministerio del Interior le concedía también el ascenso de empleo, con carácter honorífico y a título póstumo.


Los asesinatos de los Guardias Civiles Rafael Gil y Enrique Rúa, continúan, a día de hoy, impunes y sin ser juzgados.

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