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HOY 5 DE MAYO: ASESINADOS POR EL TERRORISMO MARXISTA. ¡ESPAÑOL RECUERDA Y NO OLVIDES!

5 DE MAYO DE 1982: BILBAO. ÁNGEL PASCUAL MÚGICA. DIRECTOR DE PROYECTOS DE LA CENTRAL NUCLEAR DE LEMONIZ.

Ángel Pascual Múgica.

A las ocho de la mañana del 5 de mayo de 1982, ETA asesinaba en el barrio bilbaíno de Begoña al ingeniero ÁNGEL PASCUAL MÚGICA, director de proyectos de la Central nuclear de Lemóniz. Había sucedido en el puesto a José María Ryan, secuestrado y asesinado por ETA quince meses antes. Después de los diferentes atentados contra la central, la empresa había reforzado la protección, pero eso no impidió que los terroristas, situados estratégicamente, consiguiesen su objetivo.


El 5 de mayo Ángel salió conduciendo su propio vehículo para dirigirse a las oficinas centrales de Iberduero. En el asiento del copiloto iba su hijo Íñigo, de dieciocho años, al que llevaba a la parada del autobús escolar. Detrás del coche del ingeniero iban dos vehículos con dos escoltas cada uno.


La densidad del tráfico hizo que Ángel circulase muy despacio. Al llegar a la altura del número 5 de la calle Virgen de Begoña, dos terroristas se situaron en el lateral del coche, por el lado del conductor, y abrieron fuego contra él. Los escoltas, pertenecientes a una empresa privada contratada por Iberduero, repelieron la agresión disparando contra los etarras, pero éstos consiguieron huir en un automóvil que les esperaba con un tercer terrorista en su interior. Ángel recibió varios disparos mortales, mientras su hijo Íñigo sufrió heridas leves en una mano. El coche, alcanzado en la parte trasera y costado izquierdo, y con las ventanillas destrozadas, chocó contra una tapia. En el lugar de los hechos se encontraron 35 casquillos de bala 9 milímetros parabellum, de las marcas Geco y SF..


El vehículo utilizado por los terroristas fue localizado poco después por la Policía en el barrio bilbaíno de La Cruz. Había sido robado media hora antes de cometer el atentado, en torno a las 7:30 horas. Tanto en el coche usado por los etarras como en la calle por la que iniciaron la huida, la Policía encontró restos de sangre, lo que significa que alguno de los terroristas fue alcanzado por los disparos de los escoltas.


Los trabajadores de la central de Lemóniz suspendieron su trabajo nada más tener noticia del atentado, al igual que los empleados de las oficinas centrales de Iberduero en Bilbao, donde tenía su despacho Ángel Pascual, y se manifestaron por el centro de la ciudad a media mañana. Además, los técnicos se negaron a volver a sus puestos de trabajo mientras continuase esa insoportable situación. El 13 de mayo la empresa rescindió los contratos de ejecución de obras, suministros y servicios con sus contratas en la central y sólo mantuvieron unos mínimos por seguridad y mantenimiento.


La central de Lemóniz ha quedado para la historia de España como un monumento a la cobarde claudicación de un Estado ante la banda asesina marxista y antiespañola ETA, una cesión vergonzosa ante una siniestra banda que había hecho suya la falaz causa antinuclear de aquellos que se paseaban por diferentes lugares de Vascongadas con los carteles de "ETA, mátalos". Y lo que es peor aún: alentada por esta victoria a base de asesinatos, la banda terrorista utilizó su falsa sensibilidad ecologista para oponerse, también violentamente, a la autovía de Leizarán, entre Pamplona y San Sebastián, logrando con la complicidad del partido nacionalista Vasco que se variase su trazado. Un auténtico despropósito y una enorme VERGÜENZA


Ángel Pascual Múgica tenía 45 años. Había nacido en la localidad francesa de Mecon. Estaba casado y tenía cuatro hijos: el mayor, de 18, víctima con él del atentado, y tres chicas. Dos de ellas estudiaban en un colegio de San Juan de Luz, en el País Vasco-Francés, y la menor, en el Colegio Francés de Bilbao. El ingeniero de Iberduero había entrado a trabajar en la empresa como delineante, veinticinco años antes de su asesinato. Era jefe del proyecto de Lemóniz y uno de los más firmes candidatos del Gobierno vasco para dirigir la central de Lemóniz.


De acuerdo con el Real Decreto 1404/2000, con fecha 19 de julio de 2000, se le concedió la Gran Cruz de la Real Orden de Reconocimiento Civil a las Víctimas del Terrorismo a título póstumo.

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