6 DE AGOSTO DE 1987. VITORIA. POLICÍAS NACIONALES ANTONIO LIGERO HEC Y RAFAEL MUCIENTES SANZ.
Policías Nacionales Antonio Ligero Hec y Rafael Mucientes Sanz.
Alrededor de las cuatro de la tarde del 6 de agosto de 1987, la banda terrorista ETA asesinaba en Vitoria a los Policías Nacionales ANTONIO LIGERO HEC Y RAFAEL MUCIENTES SANZ por medio de la explosión de una bomba accionada a distancia al paso de unos vehículos “Z” de la Brigada de Seguridad Ciudadana. Los agentes formaban parte de una patrulla de rutina compuesta por dos coches de la Policía Nacional que transitaban por el Alto de Armentia hacia el paseo de San Prudencio de la capital alavesa.
Policía Nacional Antonio Ligero Hec.
La bomba, colocada junto a unos contenedores de basura oculta por unas matas, estaba compuesta por treinta kilos de amonal y cuarenta de rodamientos de acero utilizados como metralla y el estampido pudo escucharse a varios kilómetros de distancia, según manifestaron numerosos vecinos.
Policía Nacional Rafael Mucientes Sanz.
En el momento en el que los coches se pusieron a la altura de la bomba, uno de los terroristas accionó el detonador a distancia haciendo esta explosión, alcanzando de lleno al vehículo que circulaba en segundo lugar. Los dos Policías, que recibieron el impacto de lleno en la cabeza, fueron trasladados al hospital Santiago Apóstol, donde ingresaron cadáveres.
El director del centro sanitario informó que ambos presentaban fracturas de cráneo con salida de masa encefálica. Uno de ellos tenía el cuerpo destrozado por los impactos de la tornillería utilizada como metralla en la elaboración de la bomba. La zona donde se produjo estaba situada a la salida de Vitoria, junto a la ermita de Armentia, y era uno de los lugares de esparcimiento de la capital alavesa.
La onda expansiva y la metralla alcanzaron también a algunos edificios, cuyos cristales y puertas quedaron completamente destrozados. El atentado se producía en pIenas fiestas de la Virgen Blanca de Vitoria y ocurrió a una hora en que numerosos vitorianos paseaban por la zona.
En las cercanías del lugar donde tuvo lugar la explosión había una zona ajardinada, de esparcimiento y allí estaban situadas dos conocidas sidrerías, que en el momento de la explosión tenían una numerosa clientela.
En las proximidades del lugar se encontraban también numerosas viviendas unifamiliares, entre ellas la conocida como «Los Olivos”, residencia oficial del Delegado del Gobierno en el País Vasco. Algunos de los testigos del suceso, así como los policías que viajaban en el vehículo que no fue alcanzado, acudieron a auxiliar inmediatamente a los dos policías heridos, pero no pudieron hacer nada para salvar sus vidas.
Según uno de los vecinos, la patrulla policial acostumbraba a pasar diariamente por la carretera donde se produjo el atentado e incluso, en numerosas ocasiones, los agentes se detenían en alguno de los establecimientos de la zona para tomar café, algo que le salvó la vida al tercer policía que viajaba en el vehículo siniestrado pues minutos ante de la explosión se había apeado del mismo. La vía por la que circulaban los vehículos policiales era muy estrecha y obligaba a marchar a una velocidad moderada, lo que facilitó que la explosión alcanzara de lleno al vehículo policial.
La capilla ardiente de los dos Policías Nacionales se instaló en las dependencias del Gobierno Civil de Álava. a primeras horas de la mañana del día siguiente, ya que, según el gobernador civil, César Milano, la realización de la autopsia iba a retrasar bastante el traslado, por lo que se decidió acondicionarla, una vez que se hubiesen preparado convenientemente los cadáveres.
El funeral por el Policía Nacional Antonio Ligero, se desarrolló a las doce de la mañana en la capilla del Desamparo de Vitoria en medio del dolor y la emoción de los familiares y con varios incidentes al finalizar la ceremonia, cuando policías de paisano intentaron acercarse a las autoridades del ministerio del Interior para reclamar mayor seguridad en Vascongadas, lo que fue impedido por policías de uniforme.
Miles de personas se dieron cita en la Plaza de la Virgen Blanca para dar el último adiós a los Policías Nacionales asesinados en Armentia, en un ambiente de enorme tensión, dolor, indignación y rabia contenida, en una ciudad que guardó un día de luto por el atentado, manteniendo todas las Banderas a media asta. El féretro del Policía Antonio Ligero, envuelto en la Bandera de España, llegó a hombros de compañeros en medio de vivas a España y gritos en favor de las Fuerzas del Orden y contra los asesinos.
Su compañero Rafael Mucientes, testigo de Jehová, fue conducido desde la capilla ardiente del Gobierno Civil de Álava en dirección a Logroño, donde fue enterrado conforme a sus creencias y ritos.
La Misa de funeral por el alma de Antonio Ligero, estuvo presidido por el vice lendakari del gobierno vasco, Ramón Jáuregui, y el subsecretario de Interior, José Luis Martín Pálacín, que llegó de Madrid acompañado por el director general de la Policía, José María Rodríguez Colorado. También estaban presentes el gobernador civil de Álava, César Milano, el presidente de la Diputación Foral de Álava, Fernando Buesa, Gobernador Militar, el alcalde de la ciudad, José Ángel Cuerda, así como mandos policiales, del Ejército y Guardia Civil. El Obispo de la diócesis Monseñor Larrauri recordó “que una vez más con mayor sadismo dos hermanos nuestros, dos Policías Nacionales que cumplían con su deber de vigilar la ciudad, alegre y confiada, han encontrado la muerte preparada por asesinos, si no a sueldo, si al servicio de ideologías de muerte y destrucción”.
Finalizado el funeral, el ataúd con el de Antonio Ligero Hec, salió al atrio de la Iglesia a hombros de cuatro Policías Nacionales y dos Guardias Civiles mientras que la banda de Música de la Guardia Civil interpretaba la Marcha la Muerte no es el Final y el toque de oración. Varios policías vestidos de paisano intentaron acercarse hacia el féretro, a la vez que gritaban numerosas consignas contra las autoridades, increpándoles por la muerte de sus compañeros y por la situación que padecían en Vascongadas, reclamando sus traslados hacia otros puntos de España. Policías uniformados impidieron que representantes del SUP se acercaran a los mandos de la policía y del ministerio del Interior, a quienes estos policías dijeron, a voz en grito: “Sí, y ahora, los de siempre se irán a dar una buena comida al Portalón”. Los aplausos y los gritos de apoyo a la Policía y a la Guardia Civil arreciaron en esos instantes.
Por este motivo, la Dirección General de la Policía abrió expediente a una docena de policías. En esa época eran frecuentes las protestas sindicales por las pésimas condiciones y la deficiente calidad de los acuartelamientos que albergaban a los policías destinados en Vascongadas, unido a que muchos agentes sufrían el denominado síndrome del Norte, derivado de la alta tensión que padecían las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad por el despiadado ataque terrorista y el rechazo social. En los días posteriores al asesinato de Antonio Ligero y Rafael Mucientes el Ministerio del Interior anunció la puesta en marcha de gabinetes psicológicos para atender a los miembros de las Fuerzas de Seguridad del Estado destinados en el País Vasco y en Navarra.
Finalizado el acto religioso, el féretro con el cuerpo sin vida del Policía Nacional fue trasladado por vía aérea a su localidad natal en la provincia de Cádiz para recibir cristiana sepultura.
En 1991 la Audiencia Nacional condenó a 57 años de reclusión mayor a Juan Carlos Arruti Azpitarte,” Paterra”, además de a otras penas de reclusión menor. En la misma sentencia fueron condenados a las mismas penas Ignacio Fernández de Larrinoa y Miren Gotzone López de Luzuriaga porque "ayudaron a huir a Francia y alojaron en su domicilio”, según consta en la sentencia, “a los miembros del comando en los preparativos de los asesinatos de los Policías Nacionales Rafael Mucientes y Antonio Ligero". En enero de 2008 fue condenado por el mismo delito, José Javier Arizkuren Ruiz, alias “Kantauri”, a 82 años de cárcel.
En febrero de 2010, la Audiencia Nacional impidió que Arruti Azpitarte, “Paterra”, saliese de prisión -en la que estaba desde 1989 cumpliendo penas que sumaban un total de 403 años- al aplicarle la doctrina Parot. Sin embargo en noviembre de 2013 Arruti abandonó la cárcel de Alcolea en la provincia de Córdoba, después de que la Audiencia Nacional acordase su liberación tras la derogación de la conocida como doctrina Parot por parte del Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH).
El 24 de septiembre de 2010 el Consejo de Ministros aprobó continuar con el procedimiento de solicitud a Francia de la ampliación de extradición activa de Soledad Iparraguirre, encausándola, concretamente, por el atentado que costó la vida a los Policías Nacionales Ligero y Mucientes
María Soledad Iparraguirre Guenechea, alias Anboto, fue detenida en Francia en octubre de 2004. Con un currículum espeluznante de acciones terroristas como miembro de los grupos Araba y Madrid de ETA, entre ellas la orden de matar al Rey, volar el museo Guggenheim de Bilbao y catorce asesinatos, ha sido la etarra que más lejos ha llegado en la cúpula de la banda, después de María Dolores González Katarain, “Yoyes”. Estaba huida desde 1981. La etarra, entregada por Francia, en 2019, se encuentra actualmente cumpliendo condena en la prisión de Álava.
En 2024, se negó a declarar ante el Juez Manuel García Castellón, que trata de esclarecer la presunta participación de la entonces cúpula de ETA, concretamente de la propia "Anboto", de José Javier Arizkuren Ruiz, "Kantauri"; Ignacio Miguel Gracia Arregui, "Iñaki de Rentería"; y Miguel Albisu, "Mikel Antza" en el asesinato de Miguel Ángel Blanco Garrido.
Arizcuren Ruiz “Kantauri” fue detenido en París en 1999, Cumplió seis años de condena en cárceles francesas y fue extraditado a España. Ingresó en prisión el 17 de diciembre de 200, siendo el primer etarra entregado por Francia en virtud del mecanismo de entrega temporal, Cumple una condena de 30 años por los delitos de asesinato, atentado, secuestro, depósito de armas, detención ilegal y falsificación. Cumplirá las tres cuartas partes de la pena en junio de 2025.
En 2020, tras sufrir un infarto de miocardio, el etarra José Javier Arizkuren Ruiz, "Kantauri", fue trasladado a la cárcel de Pamplona, donde se encuentra en la actualidad.
En julio de 2023, la Audiencia Nacional frenó los beneficios que Instituciones Penitenciarias había otorgado al etarra Javier Arizkuren, "Kantauri". Durante un año y medio, el condenado por una veintena de asesinatos e investigado por la muerte de Miguel Ángel Blanco, estuvo saliendo de la cárcel sin control policial, bajo el amparo de citas médicas diarias. En junio de 2021, la dirección de la cárcel de Pamplona, que sigue dependiendo del Ministerio del Interior, le comunicó que se le iba a aplicar una medida extraordinaria, de manera que podría salir cada día de siete de la mañana a cinco de la tarde para someterse a controles médicos.
Antonio Ligero Hec, natural de Conil de la Frontera (Cádiz), donde una calle lleva su nombre. Tenía 30 años y Estaba casado y tenía dos hijos. Había ingresado en 1979 en el Cuerpo Nacional de Policía. Pertenecía al IV compañía de la 56ª Bandera de la Policía Nacional En marzo de 1984 le fue asignado el destino de Vitoria. Antes de incorporarse a la Policía Nacional había sido mecánico naval.
Rafael Mucientes Sanz, de 37 años, era natural de la localidad vallisoletana de Mojados. Estaba casado y tenía dos hijas. Había ingresado en 1971 en el Cuerpo Nacional de Policía. Desde 1982 prestaba servicio en la IV Compañía de la 56ª Bandera de la Policía Nacional, con sede en Vitoria.
De acuerdo con el Real Decreto 1404/2000, con fecha 19 de julio de 2000, se concedió a los Policías Nacionales Rafael Mucientes y Antonio Ligero la Gran Cruz de la Real Orden de Reconocimiento Civil a las Víctimas del Terrorismo a título póstumo. Además, en resolución fechada el 18 de marzo de 2005 (Real Decreto 308/2005), el Ministerio del Interior les concedió también el ascenso de empleo, con carácter honorífico y a título póstumo
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