9 DE JULIO DE 1985. SAN SEBASTIÁN. GUARDIAS CIVILES ANTONIO JESÚS TRUJILLO COMINO Y JUAN MERINO ANTÚNEZ.
Guardias Civiles Juan Merino Antúnez y Antonio Trujillo Comino.
En la mañana del 9 de julio de 1985, dos guardias civiles vestidos de paisano, JUAN MERINO ANTÚNEZ y ANTONIO TRUJILLO COMINO, eran asesinados en pleno-centro de San Sebastián por dos miembros de ETA.
Guardia Civil Juan Merino Antúnez.
Ambos agentes estaban montando guardia frente a la delegación de Hacienda, en el interior de un Seat 131, de color marrón y matrícula GE-6779-I, que se encontraba aparcado en la calle Camino, en el centro de la ciudad.
Guardia Civil Antonio Trujillo Comino.
Pasadas las 8,15 horas, fueron abordados por dos jóvenes que realizaron cinco disparos con pistolas contra los miembros de la Benemérita. Un empleado de las oficinas que Renfe tenía en las proximidades del lugar señaló que había oído los disparos y que vio a dos jóvenes correr hacia un aparcamiento subterráneo cercano. Uno de ellos vestía mono azul y un pañuelo rojo dé San Fermín al cuello y el otro, cazadora y pantalón claro.
Los guardias civiles quedaron en el interior del vehículo, donde fueron tapados con una manta hasta que, pasadas las diez, sus cadáveres fueron levantados por orden del juez. El conductor, que vestía chaqueta blanca y pantalones de pana azul, quedó tendido encima de su compañero. Este, con chaqueta azul y vaqueros, permaneció sentado en el asiento delantero tras los disparos. Uno de los Guardias Civiles, presentaba un orificio de bala en el cuello y el otro dos impactos en cuello y maxilar.
Los autores del atentado robaron poco antes de las ocho y media de la mañana un coche Renault - 7 de color verde, a punta de pistola y obligaron a su propietario a introducirse en el maletero, Una voz anónima que dijo pertenecer a ETA, llamó por teléfono a la Asociación de Ayuda en Carretera (DYA) de Guipúzcoa y comunicó que en el coche se encontraba abandonado en la cochera de los autobuses urbanos de San Sebastián con su conductor maniatado dentro del maletero. Allí, el dueño del vehículo, Domingo Alunda, vecino de Pasajes, sería rescatado por la Policía.
En el lugar del atentado, la Policía Nacional encontraría cuatro casquillos de bala calibre 9 milímetros Parabellum, tres de la marca Geco y uno de la marca SF.
Los cadáveres de los dos Guardia Civiles fueron llevados al Cementerio de Polloe donde se les practicó la autopsia. La capilla ardiente quedó instalada en el edificio del Gobierno Civil.
El funeral tuvo lugar a las seis de la tarde en la Iglesia de la Sagrada Familia, en el barrio de Amara con la presencia del ministro del Interior, José Barrionuevo. Quien había visitado con anterioridad la capilla ardiente, acompañado por el director general de la Guardia Civil, Teniente general Sáenz de Santamaría, el delegado del Gobierno en el País Vasco, Ramón Jáuregui, el capitán general de la VI Región Militar, Teniente general Miguel Iñíguez, y otras personalidades civiles y militares.
Tras dar el pésame a los familiares de Antonio Trujillo y Juan Merino, el ministro acompañó a la comitiva que, encabezada por los féretros, envueltos en la bandera Nacional y portados por miembros de la Policía Nacional y Guardia Civil, se dirigió a la parroquia de la Sagrada Familia, donde se oficiaron los funerales.
Durante el trayecto, los restos mortales de los guardias civiles asesinados fueron aplaudidos por los presentes mientras la unidad de música del colegio de Guardias Jóvenes de Valdemoro (Madrid), donde se formaron las víctimas, interpretaba marchas fúnebres.
A la llegada de los féretros, en el exterior de la iglesia, varias mujeres profirieron gritos a favor de España y de la Guardia Civil, y en contra de ETA.
En las proximidades del templo, así como en otros puntos de la ciudad, aparecieron numerosas octavillas con el texto “fuera ETA, asesinos” escritas en vascuence y español.
El oficiante pidió, en su homilía, que “Dios, en su bondad, no permita que se haya derramado esta sangre en vano”, y aseguró que “la sangre de nuestros hermanos pide justicia y paz para esta vida”.
Los padres de ambas víctimas y la esposa de Juan Merino se mostraron, durante toda la ceremonia, visiblemente emocionados.
A la salida del templo, tras ser entonado el Himno de la Guardia Civil, el ministro Barrionuevo dio vivas a España, al pueblo vasco, a la Constitución y a la Guardia Civil, que fueron coreados por los presentes, algunos de los cuales profirieron insultos contra el ministro y el gobierno.
Antonio Trujillo Comino, fue enterrado en la localidad de Priego de Córdoba (Córdoba), y el cuerpo de Juan Merino Antúnez, fue inhumado en el cementerio municipal de Cáceres.
Todo el pueblo de Priego de Córdoba, de más de 20.000 habitantes, encabezado por el padre de la víctima, también guardia civil que prestaba sus servicios en la localidad cordobesa de Pozoblanco, la madre y los tres hermanos de Antonio Trujillo, asistió al funeral.
En medio de un intenso calor, miles de personas siguieron la Misa “córpore insepulto” celebrada en la iglesia de la Asunción y que fue oficiada por el párroco Manuel Cobos Risquez, que pidió que la Virgen del Pilar acogiese el alma de Antonio Trujillo, así como la de su compañero Juan Merino Antúnez, asesinado en la misma acción terrorista, acompañando posteriormente al féretro hasta el cementerio de la localidad, donde los restos mortales del guardia civil asesinado recibieron cristiana sepultura.
Durante el funeral y el traslado del cuerpo al cementerio, todos los comercios de Priego permanecieron cerrados en señal de duelo. Cuando el féretro con los restos del guardia civil era introducido en un nicho del cementerio se oyó un fuerte «¡Viva la Guardia Civil!” que de forma unánime fue respondido por los presentes con otro viva.
El nicho en el que fue enterrado Antonio Trujillo, fue cedido a perpetuidad por el Ayuntamiento a la familia Trujillo Comino.
En Cáceres, el sacerdote Fausto Iglesias recordaría durante el funeral del guardia civil Juan Merino Antúnez, que sólo hacía cuatro meses que había oficiado la ceremonia matrimonial del joven asesinado. El féretro que portaba los restos de Juan Merino había llegado por vía aérea a la base militar de Talavera la Real (Badajoz) de donde fue trasladado a Cáceres por carretera. La capilla ardiente quedó instalada en la 123 Comandancia de la Guardia Civil. El funeral, presidido por la viuda del guardia civil, Antonia López García, fue oficiado en la catedral de Santa María, a donde el féretro, envuelto en la bandera Nacional, llegó a hombros de miembros de la Guardia Civil. Al término del funeral, cuando el féretro era cargado en un furgón funerario, se produjeron momentos de tensión entre aplausos y vivas a España, a la Guardia Civil y a las Fuerzas de Orden Público.
Juan Merino Antúnez, había nacido en la localidad asturiana de Llanes. Tenía 21 años, estaba casado y sin hijos, estaba destinado en el cuartel de Inchaurrondo de San Sebastián desde el 1 de mayo de 1985.
Antonio Jesús Trujillo Comino, natural de la localidad cordobesa de Priego, tenía de 22 años, estaba soltero, con novia con a que tenía pensado contraer matrimonio en el mes de agosto. Al igual que Juan, había llegado a San Sebastián el 1 de mayo último, procedentes del Colegio de Guardias Jóvenes de Valdemoro (Madrid), donde habían ingresado en septiembre del 80.
De acuerdo con el Real Decreto 1404/2000, con fecha 19 de julio de 2000, se les concedió la Gran Cruz de la Real Orden de Reconocimiento Civil a las Víctimas del Terrorismo a título póstumo. Además, en resolución fechada el 18 de marzo de 2005 (Real Decreto 308/2005), el Ministerio del Interior les concedía también el ascenso de empleo, con carácter honorífico y a título póstumo.
Los asesinatos de los Guardias Civiles Juan Merino Antúnez y Antonio Jesús Trujillo Comino, a día de hoy, continúan impunes.
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