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HOY DÍA 16 DE JUNIO. ASESINADOS POR EL TERRORISMO MARXISTA. ¡ESPAÑOL RECUERDA Y NO OLVIDES!

16 DE JUNIO DE 1981. ZARAUZ (GUIPÚZCOA), INSPECTORA DEL CUERPO SUPERIOR DE POLICÍA, MARÍA JOSÉ GARCÍA SÁNCHEZ.

Inspectora del Cuerpo Superior de Policía María José García Sánchez.

En la noche del día 16 de junio de 1981 en las afueras de Zarauz (Guipúzcoa), moría, en un enfrentamiento armado con miembros de la banda terrorista ETA, la joven inspectora del Cuerpo Superior de Policía, MARÍA JOSÉ GARCÍA SÁNCHEZ. Se trataba de la primera mujer policía fallecida en España en acto de servicio.


Los hechos se produjeron, a últimas horas de la noche. María José García formaba parte de un grupo de inspectores de la Brigada Central de Información que establecieron un operativo a fin de detener a un comando de ETA. María José, en compañía de otros funcionarios del Cuerpo Superior de Policía, se personaron en el inmueble número 4 de la calle de Allemendi, de la urbanización Vista Alegre en las afueras de Zarauz, para proceder al registro y comprobación de un piso, en el que se sospechaba se alojaban varios miembros del grupo Goierri de la organización etarra.


Después de unos momentos de espera forzaron la puerta de acceso al portal, y mientras un grupo subía en el ascensor hasta el sexto piso, donde se presumía que podía haberse refugiado los terroristas, otros policías, entre los que se encontraba María José García, quedaron en el portal cubriendo una posible retirada.


Los terroristas, acosados por la Policía, decidieron emprender la huida. Alertada la inspectora, al escuchar algo que le resultó sospechoso en la escalera, comenzó a subir a pie. Al alcanzar un descansillo, entre el portal y el primer piso, se encontró con los fugitivos, que abrieron fuego a quemarropa contra ella, dejándola mortalmente herida antes de darse a la fuga.


El proyectil que alcanzó a María José García le atravesó el occipital, con trayectoria lateral, y le destrozó la parte posterior de la cabeza. La herida resultó mortal de necesidad y la joven ingresó cadáver a la 1.20 horas en el hospital de la Cruz Roja de San Sebastián. Al oír los disparos, sus compañeros acudieron en su ayuda, pensando que la inspectora se había puesto a salvo del tiroteo. El panorama fue desolador al encontrar a María José tendida en el suelo sin vida. Unos de su compañeros declararía a los medios informativos:”Sentí un infinito dolor, una amargura intensa, una enorme desesperación e impotencia y me puse a llorar como un niño”.


Los miembros del comando lograron huir por la parte posterior del inmueble, reventando a tiros la cerradura del piso primero A, desde una de cuyas habitaciones saltaron los fugitivos hacia el monte Santa Bárbara, situado en la parte trasera del edificio, al tiempo que lanzaban dos bombas de fabricación ETA. Los integrantes del comando terrorista, lograron huir por el bosque y no pudieron ser localizados y detenidos a pesar de que haber sido rastreado el lugar de forma exhaustiva, con una gran operación de rastreo donde participaron varios perros policías.


El sexto piso del inmueble, donde los inspectores encontraron información sobre los terroristas huidos, estaba ocupado por Ernesto Arrondo, que fue detenido poco más tarde.


Ernesto Arrondo, de profesión representante comercial y simpatizante de la coalición Herri Batasuna, sufrió lesiones sobre las que no se emitió ningún parte médico en la residencia de la Seguridad Social, donde fue trasladado. Arrondo.


En el operativo de la acción los funcionarios de policía realizaron otras detenciones, la de una joven, llamada Karmele Urkola, amiga de Arrondo, y que se encontraba en su piso. Otros dos detenidos eran matrimonio, arrestados en un piso que la policía registró en el polígono Zelay, de Zarauz, poco después de los incidentes, y cuyo propietario se encontraba ausente. Otro de los detenidos en un control era un joven llamado Ignacio Echave, que había abandonado el domicilio de un amigo a la 1.30 horas y se dirigía a su casa sin documentación.


A la una de la tarde del día 17 se oficiaron los funerales por el alma de la inspectora fallecida, celebrados en el salón del trono del Gobierno Civil de Guipúzcoa. Aunque se permitió el acceso al público, se impidió la entrada a los periodistas que fueron reconocidos como tales, por expreso deseo del padre de la víctima, según informaron medios del Gobierno Civil. Asistieron al acto el director general de la Seguridad del Estado, Francisco Laina; el delegado del Gobierno en el País Vasco Marcelino Oreja; los gobernadores civiles de las provincias vascas; Gobernador Militar de San Sebastián, y diversas autoridades policiales y militares, así como representantes de varios partidos políticos.


El edificio estaba fuertemente acordonado y se observaba en las inmediaciones y en el propio edificio, un clima de gran tensión. En su homilía el oficiante señaló “que la muerte sigue siendo una sorpresa para el hombre y más cuando ocurre en plena juventud y cuando las circunstancias que la acarrean es el terrorismo”. “Ninguno de los que estamos aquí comprendemos este asesinato”. “Estamos doloridos, avergonzados, con una congoja de impotencia y asco”. “El terrorismo es la lacra que va a destrozar a nuestra Patria”


Al finalizar la ceremonia, el padre de María José García, guardia civil en situación de retiro, que estuvo destinado hacía años en San Sebastián, en estado de gran excitación y nerviosismo, protagonizó un incidente al dirigirse a varios informadores al grito de “vosotros, fuera de aquí”. Una persona que no se identificó exigió también a un cámara de televisión que dejara de filmar la salida de la comitiva.


A la salida de los restos mortales de María José, llevados a hombros por compañeros y que iban envueltos en la bandera Nacional, una compañía de la Policía Nacional y la Unidad de Música del Regimiento de Infantería de Sicilia, le rindieron honores interpretando el toque de oración y el Himno Nacional. De seguido el director general de la Seguridad de Estado dio vivas a España, al Rey y la Policía que fueron coreados por los presentes. De seguido el féretro de María José García fue trasladado a un furgón que lo conduciría a Madrid, entre vivas a España y la Policía y gritos de ¡ETA asesina! y ¡gobierno cobarde! por parte del público presente.


Pasadas las ocho y media de la tarde llegaban a la Dirección General de Seguridad de Madrid los restos mortales de la inspectora de Policía María José Sánchez García, quedando la capilla ardiente instalada en el salón Canalejas del edificio de la Puerta del Sol. Un convoy de coches de la policía, unos venidos desde San Sebastián y otros que esperaron a la entrada de Madrid a la comitiva, hicieron sonar sus sirenas a su paso por diferentes calles de la capital de España.


En los alrededores de la Puerta del Sol se habían congregado unas quinientas personas que aplaudieron con calor la llegada del furgón fúnebre. El féretro, envuelto en la bandera Nacional fue subido a hombros de compañeros hasta el salón Canalejas, produciéndose entre familiares y compañeros momentos de intensa emoción y gran dolor.


Una vez instalada la capilla ardiente se rezó un responso. En el salón se colocaron numerosas coronas de flores y durante la noche el cadáver de María José fue velado por miembros de la Policía Gubernativa, Nacional y Guardia Civil. Durante la noche diversas personalidades pasaron por la capilla ardiente, entre otras, el director de la seguridad del Estado, Francisco Laina; Capitán General de Madrid, Teniente General Quintana Lacaci; director de la Policía Nacional, Teniente General Sáenz de Santamaría; sub director de la Guardia Civil General Laclaustra, varios generales del Ejército y otras autoridades civiles, militares y municipales.


Entre un emocionado silencio y contenida rabia, tenía lugar, al día siguiente, en el salón de Canalejas de la Dirección General de Seguridad el funeral por el alma de la Inspectora de Policía María José Sánchez García. Al oficio religioso asistieron el Ministro del Interior, Juan José Rosón; gobernador Civil de Madrid Mariano Nicolás; Capitán General de Madrid Teniente General Quintana Lacaci; Jefe Superior de Policía de Madrid, García Gallego, altos mandos de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y numerosos compañeros de la víctima, Policía Nacional, Guardia Civil y una nutrida representación del Ejercito.


El capellán que ofició el funeral que se unió al dolor de los familiares y compañeros, aseverando “el gran dolor que sentís vosotros compañeros de María José que tenéis que continuar el servicio por España y que espero y deseo no tengáis que compartir su sacrificio”.


Finalizado el funeral el féretro de María José, cubierto con la bandera Nacional, fue sacado a hombros de compañeras de la inspectora muerta, hasta la Puerta del Sol, donde se habían congregado más de dos mil personas que recibieron con un gran aplauso a la comitiva fúnebre, que continuó hasta la plaza de Canalejas, donde el ataúd fue introducido en un furgón fúnebre. En ese momento un nutrido grupo de personas dio vivas a España, a la Policía gritos de “ETA asesina”, y entonó el Cara al sol, algo que molestó al antiguo falangista, el gobernador civil de Madrid Mariano de Nicolás, que se dirigió a un oficial y a varios agentes de la Policía Nacional para que alejasen de allí a aquellas personas, lo que no se produjo, recibiendo el ministro del Interior y el Gobernador Civil numerosos insultos por su proceder.


El furgón partió en dirección al pueblo toledano de Ciruelos, donde, en la intimidad, seria cristianamente sepultada, la inspectora María José Sánchez García.


La primera mujer policía que moría en acto de servicio, María José García Sánchez era natural de Madrid, tenía 23 años y estaba soltera. Ingresó en la Escuela Superior de Policía en febrero de 1979. Pertenecía a la primera promoción de mujeres que accedió al Cuerpo Superior de Policía, en junio de 1979, y su primer destino fue la Brigada de Estupefacientes de Sevilla. Era hija de un guardia civil. Desde el pasado mes de mayo formaba parte de la Brigada Central de Información y prestaba servicio en Vascongadas en calidad de agregada. María José era considerada dentro de los medios policiales como una funcionaria sumamente eficiente. En dos años de servicio había recibido diez menciones oficiales de felicitación. Además de ser la primera mujer policía que moría en acto de servicio, era el primer miembro de la Brigada Central de Información que perdía la vida en un enfrentamiento con terroristas.


En febrero de 2017 el miembro huido de ETA Ángel María Tellería Uriarte, alias 'Antxoka', era detenido en la localidad mexicana de León-Guanajuato, en una operación conjunta desarrollada por el Centro de Investigación y Seguridad Nacional (CISEN) de México y la Comisaría General de Información de la Policía Nacional española.


“Antxoka'” o “Koldo”, permanecía residiendo de forma ilegal en México desde los años 80. Su detención se consiguió realizar cuando quedaba un mes para que los delitos por los que era buscado por la Justicia española prescribieran, uno de ellos el asesinato, de la inspectora de la Policía Nacional María Josefa García Sánchez, acaecido en junio de 1981 por un comando etarra del que Tellería formaba parte, junto a Juan María Tapia Irujo alias Jon y Zapatones, que fue condenado en 1987 a 7 años prisión mayor por encubrimiento, al ocultar a los terroristas que acabaron con la vida de la inspectora de Policía y José Luis Eciolaza Galán, alias “Dienteputo“, que se encuentra en la actualidad en Venezuela desde 2010 y que fue el autor material del disparo que acabó con la vida de la inspectora Sánchez. El grupo Goierri estaba comandado por Mikel Goikoechea, alias “Txapela”, que fue asesinado en diciembre de 1983 por los GAL en San Juan de Luz


Almudena Sánchez, hermana de María José y funcionaria de policía como ella, con motivo de la detención de Tellería Uriarte, declaró a la prensa: “Tenía solo 18 cuando mi hermana María Josefa fue asesinada. Yo estaba preparando la oposición a la Policía cuando nos contaron que mi hermana había sido asesinada. Mis padres me decían que hiciera otra cosa y yo dije que policía o nada. Lo que pasó me dio fuerzas para seguir y aumentó mi amor por el Cuerpo".


“Conocer la detención de uno de los asesinos de mi hermana, el etarra Tellería Uriarte, me produce una sensación agridulce”. "Por una parte sientes alegría por la detención y agradecimiento hacia los compañeros que han estado años persiguiendo a sus asesinos. Han dedicado su vida a hacer justicia con la muerte de mi hermana. Por otro, sientes tristeza y te vienen a la memoria muchos recuerdos, revives todo más intensamente y eso te hacer estar mal”. “Lo que más pena me da es que mi padre, que falleció hace dos años, no haya podido ver esto".


De acuerdo con el Real Decreto 1404/2000, con fecha 19 de julio de 2000, se le concedió a María José la Gran Cruz de la Real Orden de Reconocimiento Civil a las Víctimas del Terrorismo a título póstumo. Además, en resolución fechada el 18 de marzo de 2005 (Real Decreto 308/2005), el Ministerio del Interior le concedía también el ascenso de empleo, con carácter honorífico y a título póstumo.


16 DE JUNIO DE 1983. BILBAO. EDUARDO VADILLO VADILLO.

Eduardo Vadillo Vadillo.


El 16 de junio de 1983 fallecía EDUARDO VADILLO VADILLO, incapaz de superar las graves heridas sufridas por la explosión de una bomba dos días antes. A las once de la mañana del martes 14 de junio de 1983, Eduardo fue alcanzado por la metralla de una bomba colocada por ETA, que explosionó en el momento en que adelantaba con su vehículo a otro vehículo de la Guardia Civil, en el que iba el teniente coronel José Lull Catalá, objetivo del atentado, y cuyos ocupantes resultaron ilesos.


El atentado ocurrió en el Alto de Trabacúa, en una angosta carretera entre Durango y Marquina. El lugar, boscoso y con numerosas curvas, ya había sido escenario de otras emboscadas de la banda terrorista contra miembros de las Fuerzas de Seguridad del Estado. Hacía justamente un año, el 8 de junio de 1982, dos guardias civiles resultaron heridos, uno de ellos muy grave, en un atentado prácticamente idéntico, registrado en un paraje próximo al del Alto de Trabacúa.


El 14 de junio el teniente coronel de la Guardia Civil, y jefe de la 512 Comandancia de Vizcaya, circulaba en su vehículo oficial por esa carretera. Durante todos los años que estuvo al frente de esa Comandancia, José Lull Catalá tenía por costumbre acompañar a las patrullas de sus agentes cuando tenían que hacer itinerarios regulares que les exponían a ser objetivo de atentados terroristas. De esa forma compartía el riesgo con los guardias civiles bajo su mando y mantenía alta su moral. Sabedores de esta circunstancia, la banda terrorista ETA había intentado atentar varias veces contra él.


Miembros del grupo Gorrochategui de ETA habían colocado en un arcén de la carretera una bomba del tipo conocido como hornillo. Se trata de un tipo de bomba en el que la carga es colocada adosada a los laterales de un recipiente metálico de forma cónica, que luego es rellenado con la metralla. El efecto es que, al estallar, el explosivo concentra la onda expansiva en el vértice del cono, proyectando la metralla en un ángulo de unos 45 grados. Es uno de los artefactos más mortíferos, pues la metralla así proyectada es capaz de perforar superficies muy duras. La bomba había sido colocada hacía algún tiempo, pues la banda terrorista sabía que, tarde o temprano, pasaría por la carretera algún vehículo de la Guardia Civil. La vegetación del lugar dificultaba la visión de los etarras, situados a unos setenta y cinco metros.


En torno a las 11:30 horas del 14 de junio, cuando el coche del teniente coronel Lull estaba a punto de llegar al lugar en el que estaba colocado el artefacto explosivo, fue adelantado por otro vehículo, conducido por Eduardo Vadillo. Los etarras confundieron ese coche con el de la Guardia Civil, y activaron la bomba. La potencia de la explosión desplazó el vehículo, acribillado por los diez kilos de metralla, a unos veinte metros de la carretera.


Eduardo Vadillo, alcanzado por la metralla en la cabeza, el pecho y un brazo, fue recogido gravemente herido y trasladado al Hospital de Basurto. El parte hospitalario precisó que el herido presentaba "heridas por metralla, orificio de entrada en parietal derecho, que provoca fractura con estallido de bóveda craneal y pérdida ósea, por entrada de una tuerca que aparece alojada debajo del parietal contralateral y produce salida de masa encefálica y signos de afectación neurológica muy importantes. Fractura abierta de húmero derecho. Herida incisa a nivel del tercio medio del esternón, no penetrante". Dos días después, el jueves 16 de junio, Eduardo fallecía en el hospital.


Sus compañeros de trabajo hicieron público un comunicado en el que expresaron su indignación por una situación en la que "son los más inocentes quienes pagan siempre las consecuencias de actos tan salvajes. Queremos que, de una vez por todas, nos dejen en paz, ya que lo único que pretendemos es vivir y trabajar en un clima de tranquilidad, pues estamos hartos de atentados y secuestros, que sólo conducen a destruir nuestra querida Vizcaya".


Tras la explosión de la carga, el conductor del vehículo del teniente coronel Lull Catalá, el guardia civil José González Rodríguez, se apeó del automóvil y repelió la agresión a tiros, subiendo monte arriba en busca de los autores del atentado. Éstos habían emprendido la huida, pero dejaron indicios y pistas que condujeron a la detención, a los pocos días, de Larrinaga Celaya.


En 1984 la Audiencia Nacional condenó al etarra José Ramón Larrinaga Celaya como autor material del atentado a una pena de 9 años de prisión mayor por un delito de atentado contra un miembro de las Fuerzas de Seguridad del Estado, y a 29 años de reclusión mayor por el asesinato de Eduardo Vadillo. En 2002 fue condenada por este atentado a 23 años Carmen Guisasola Solozábal.


Según el relato de hechos de la sentencia, Guisasola integraba el grupo Gorrochategui de ETA junto con José Ramón Larrinaga y José Francisco Rementería Barruetabeña, alias Patxi Rementería (fallecido en 2000 cuando explotó el artefacto preparado para cometer un atentado que transportaba en un vehículo). Los tres eran de Marquina y residían en esa localidad. En 1983 planearon causar la muerte del teniente coronel de la Guardia Civil José Luis Lull Catalá, de quien sabían que solía viajar de Bilbao a Marquina cada cierto tiempo en un vehículo de color negro. Tras seguir a su objetivo durante un tiempo planearon colocar una carga explosiva en un talud de la carretera local B-140, para hacerlo explotar al paso del vehículo del teniente coronel. Para ello, prepararon un artefacto compuesto por 4 kilos de explosivo Goma 2 y 8 kilos de tornillería. En febrero de 1983 los tres terroristas se desplazaron hasta el lugar señalado y excavaron un agujero en el talud para introducir la bomba, encargándose Guisasola de extender un cable que uniría el artefacto con el dispositivo de activación. Durante varios meses se dirigieron al lugar para esperar el paso del automóvil oficial, lo que no ocurrió al seguir el teniente coronel un recorrido distinto al previsto por los terroristas.


El 14 de junio los terroristas se enteraron de que su víctima iba a pasar nuevamente por la carretera, por lo que se reunieron en el lugar donde estaba oculto el explosivo. Larrinaga retrocedió unos kilómetros atrás y esperó a que apareciera el automóvil de la Guardia Civil, para entonces ponerse delante y avisar con dos bocinazos de claxon. El adelanto del coche oficial por el vehículo conducido por Eduardo Vadillo frustró sus planes de acabar con la vida del teniente coronel. Tras el atentado, Guisasola escribió de su puño y letra una nota a la dirección de la banda terrorista en la que explicaba el error y señalaba que el teniente coronel se "había escapado varias veces" y, en letras mayúsculas: "ERA NUESTRO GRAN SUEÑO".


El grupo Gorrochategui de ETA había intentado asesinar a Lull Catalá en, al menos, tres ocasiones anteriores. El 29 de enero de 1982, cuando la Guardia Civil consiguió desactivar una carga con 5 kilos de Goma 2 y 16 kilos de tornillería en las proximidades de Marquina. El 8 de junio 1982, atentado en el Alto de Trabacúa, en el que resultaron heridos gravemente dos guardias civiles. Este segundo intento fue prácticamente idéntico al de un año después. Ese día el teniente coronel Lull iba con la patrulla, pero la dejó en Amorebieta para dirigirse a Guernica, cambiando de planes de forma imprevista. Por último, el 13 de octubre de 1982, los etarras Guisasola, Larrinaga y Rementería hacen estallar otra carga de 5 kilos de Goma 2 y 15 de tornillería, otra vez en las proximidades del Alto de Trabacúa. El teniente coronel había pasado por la zona cinco minutos antes, por lo que la explosión no le afectó a él, pero sí a dos de sus subordinados. Resultaron heridos dos guardias civiles, uno de ellos de gravedad.


El teniente coronel Lull Catalá, el "gran sueño" de la etarra Guisasola, luchó siempre contra la ETA cumpliendo estrictamente la ley. La banda terrorista ETA intentó, infructuosamente, acabar con su vida una y otra vez. Otro dato a tener en cuenta es la información con la que contaban los miembros del grupo Gorrochategui para cometer el atentado. Por un lado, Patxi Rementería trabajaba en la fábrica de armas de Marquina, por lo que tenía información exacta en cuanto a días de transportes y, con toda seguridad, en cuanto al vehículo oficial utilizado por Lull Catalá. Por otra parte, los etarras también habrían tenido acceso a documentos oficiales. De ahí que Guisasola utilizase correctamente la abreviatura de "teniente coronel" en la nota manuscrita que remitió a la dirección de la banda.


ETA no consiguió acabar con la vida de Lull Catalá, aunque por el camino quedaron varios guardias civiles gravemente heridos y la vida de Eduardo Vadillo.


Eduardo Vadillo Vadillo era natural de Villalba de Losa (Burgos), aunque estaba domiciliado en Bilbao. Tenía 58 años, estaba casado y era padre de dos hijas. Trabajaba como jefe de ventas de la delegación de la empresa Land Rover Santana en Bilbao. El 14 de junio, día del atentado, se dirigía por la carretera de Durango a formalizar un contrato con un cliente.


De acuerdo con el Real Decreto 1404/2000, con fecha 19 de julio de 2000, se le concedió a María José la Gran Cruz de la Real Orden de Reconocimiento Civil a las Víctimas del Terrorismo a título póstumo.


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