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HOY DÍA 5 DE JUNIO. ASESINADOS POR EL TERRORISMO MARXISTA. ¡ESPAÑOL RECUERDA Y NO OLVIDES!


5 DE JUNIO DE 1975. SAN SEBASTIÁN: GUARDIA CIVIL MARIANO ROMÁN MADROÑAL.

Guardia Civil Mariano Román Madroñal.


En la mañana del 5 de junio de 1975, el Guardia Civil MARIANO ROMÁN MADROÑAL fallecía a consecuencia del accidente sufrido mientras prestaba servicio de escolta en un tren correo durante una operación de detención de dos etarras.


A las siete de esa mañana, la pareja de la Guardia Civil formada por Mariano Román Madroñal e Higinio Martín Domínguez estaba de servicio en el tren correo número 14 de los Ferrocarriles Vascongados, que efectuaba normalmente el recorrido San Sebastián-Bilbao. En la estación de Añorga (Guipúzcoa) subieron al tren dos personas que, por su vestimenta pues llevaban gabardinas en una mañana muy soleada del mes de junio, les infundieron sospechas.


Higinio Martín Domínguez, que iba sentado en el centro del vagón frente a su compañero, fue quien se percató de esa circunstancia, por lo que desenfundó su pistola y se acercó a ellos con el objeto de identificarlos. Los sospechosos retrocedieron, agachándose el primero y haciendo fuego con una metralleta sobre el guardia civil el otro sospechoso. Una de las balas se estrelló contra un cristal del vagón y uno de los trozos de cristal se incrustó en uno de los ojos de Higinio, momento que aprovecharon los dos terroristas para pasar al vagón siguiente.


Los guardias civiles, al sospechar que fueran a apearse del tren en la estación de Recalde del barrio donostiarra del mismo nombre, cubrieron desde las puertas ambos lados del convoy. En ese momento Román Madroñal tuvo la mala suerte de salir despedido del tren en marcha, fracturándose la base del cráneo en la caída, lo que le causó la muerte en el acto. Los terroristas aprovecharon la caída y la conmoción que causó para huir en el automóvil que les estaba esperando con el motor en marcha y las puertas abiertas en la estación de Recalde. Nunca se identificó a los etarras, pero el 6 de junio la banda terrorista reivindicó la muerte de Román Madroñal en Radio Montecarlo, presentándolo no como una acción casual, sino como un atentado.


Higinio Martín Domínguez, que resultó herido, tenía 37 años, estaba casado y era padre de una niña de 10 años. Era natural de La Pesga (Cáceres) y llevaba 14 años en la Comandancia de la Guardia Civil San Sebastián.


Mariano Román Madroñal era natural de Algodonales (Cádiz). Estaba casado y tenía cinco hijos (tres niños y dos niñas), el mayor de 11 años. Llevaba veinte años destinado en la Comandancia de la Guardia Civil de San Sebastián.


El funeral por el Guardia Civil muerto en acto de servicio se celebró en la catedral del Buen Pastor de la capital donostiarra, concelebrado por seis sacerdotes, presididos por el párroco y canónigo arciprestal del templo, Jaime Sáenz Goyenechea. Desde el coro de la catedral asistía el deán del cabildo catedralicio, José Cruz Serrupe y presidieron el duelo oficial el general jefe de la Quinta Zona de la Guardia Civil y el gobernador civil de Guipúzcoa, acompañados por jefes y oficiales de la Guardia Civil, representaciones de los tres Ejércitos y de las fuerzas del orden público y numerosos fieles que llenaban las tres amplias naves del templo.


En su homilía, el párroco del Buen Pastor hizo un llamamiento a la oración y al perdón ante la dolorosa muerte de otro fiel servidor del orden público, condenó la violencia, el terrorismo y todos los actos que llevaban a involucrar el odio, a veces desde la juventud, e incluso desde la infancia.

Concluida la Misa de “córpore insepulto”, y antes de que el féretro fuese depositado en el furgón mortuorio, el numeroso público situado en el atrio de la catedral entonó el “Cara al Sol” y se dieron vivas a España y a la Guardia Civil y a la Policía Armada.


A las dos y cuarto de la tarde, los restos mortales del Guardia Civil Mariano Román Madroñal eran inhumados en el cementerio de Polloe de San Sebastián.


De acuerdo con el Real Decreto 1404/2000, con fecha 19 de julio de 2000, se le concedió la Gran Cruz de la Real Orden de Reconocimiento Civil a las Víctimas del Terrorismo a título póstumo. Además, en resolución fechada el 18 de marzo de 2005 (Real Decreto 308/2005), el Ministerio del Interior le concedía también el ascenso de empleo, con carácter honorífico y a título póstumo.


5 DE JUNIO DE 1981. SAN SEBASTIÁN. CABO PRIMERO DE LA POLICÍA NACIONAL ESTEBAN ÁLVAREZ MERAYO.

Cabo primero de la Policía Nacional Esteban Álvarez Merayo.


Minutos después de las once de la noche del 5 de junio de 1981, la banda terrorista ETA asesinaba en San Sebastián al cabo primero de la Policía Nacional ESTEBAN ÁLVAREZ MERAYO, mediante la explosión de un potente artefacto al paso de una furgoneta policial en la que regresaba a su acuartelamiento. Los otros cuatro policías que integraban la dotación del vehículo, sufrieron heridas de diversa consideración.


La furgoneta “Avia”, en la que viajaban los Policías Nacionales, pertenecía a la Compañía de Reserva General de la Policía Nacional con sede en La Coruña. El vehículo formaba parte de un convoy de seis furgonetas del Cuerpo que se dirigía al cuartel de Loyola. Los agentes habían participado en un extenso operativo de seguridad en San Sebastián y otras localidades de la provincia, puesto en marcha por los disturbios y manifestaciones que se estaban produciendo debido a que las autoridades francesas estaban debatiendo sobre la posible extradición a España del etarra Tomás Linaza. Una vez concluida la jornada y finalizado el despliegue especial de los efectivos de la Policía Nacional, estos regresaban al cuartel de Loyola, donde tenían establecida su base.


Cuando circulaban por la autovía que une los barrios de Amara y Loyola hizo explosión el potente artefacto que alcanzó de lleno a la furgoneta de la Policía Nacional. El artefacto explosivo era del tipo hornillo, preparado para concentrar la onda expansiva en una dirección determinada, y estaba colocado en el lado derecho de la autovía. Contenía una cantidad considerable de Goma 2, además de ocho o diez kilos de tornillos y tuercas de gran tamaño, a modo de metralla. Fue accionado por un cebo eléctrico que alimentaban seis pilas, desde una distancia superior a los doscientos metros. El estallido abrió un enorme agujero en la chapa de la carrocería del vehículo policial y alcanzó de lleno al cabo primero Álvarez Merayo, que ocupaba el asiento delantero junto al conductor.


Esteban Álvarez Merayo murió casi en el acto y, aunque fue trasladado de inmediato al Hospital Nuestra Señora de Aránzazu, no pudo hacerse nada por salvar su vida.


Los otros cuatro policías que iban en el mismo vehículo, José María Villar Iglesias, natural de Lugo y Vicente Segundo Cachuza Basante, natural de El Ferrol, resultaron heridos y tuvieron que recibir asistencia sanitaria, quedando hospitalizados después de haber sido intervenidos quirúrgicamente El primero de los Policías ingresó con pronóstico grave en la UVI, habiendo sufriendo hundimiento óseo en región temporal derecha, con contusión y hemorragia local cerebral. El estado del segundo era menos grave, padecía fractura de fémur y herida occipital. Por su parte los policías Fermín López Espino y Julio Salgado Mendoza, eran dados de alta de madrugada tras ser atendidos de heridas leves.


Los restos mortales del cabo primero Esteban Álvarez Merayo, fueron instalados de madrugada en la capilla ardiente situada en una sala del Gobierno Civil de Guipúzcoa, donde permanecieron hasta el momento de ser oficiado el funeral, que tuvo lugar a primera hora de la tarde en el propio Gobierno Civil de Guipúzcoa y al que asistieron, entre otras personalidades, el delegado general del Gobierno en el País Vasco; director general de la Policía; gobernadores Civil y Militar, y otras representaciones de diversos partidos políticos, Terminada la ceremonia, el féretro, cubierto por la bandera española, y portado por compañeros de la víctima, fue conducido a la explanada del Gobierno Civil de Guipúzcoa, donde rindió honores la compañía de la reserva general con base en La Coruña, a la que pertenecía la víctima, formada al efecto y a la que acompañaba la música del Regimiento de Infantería de Sicilia. Entre el numeroso público concentrado en la plaza, hubo gritos de Viva España” y “viva la Policía Nacional”. Seguidamente sonó el Himno Nacional y se entonó el himno de la Policía Nacional, dando el señor Oreja Aguirre vivas a España, al Rey, y a la Policía Nacional, respondidos unánimemente por los asistentes Tras el funeral se procedió al traslado del cadáver de Esteban Álvarez Merayo hasta su localidad natal en tierras leonesas, donde recibiría cristiana sepultura.


Por medio de una llamada recibida en la redacción del diario “Egin”, ETA militar se confesó responsable del asesinato de Esteban. Las investigaciones policiales para tratar de localizar a los autores del atentado comenzaron en el mismo instante de producirse la explosión de la bomba, con férreos controles en el barrio de Loyola y sus proximidades, reforzándose de manera severa la vigilancia de los cuarteles cercanos. Los controles policiales ubicados en toda la zona fueron levantados a la mañana, si bien la vigilancia continuó durante varios días en el lugar y aledaños donde se produjo la mortal trampa terrorista.


Esteban Álvarez Merayo, de 33 años, estaba soltero, pero tenía pensado casarse con una joven de Narón (La Coruña). Era natural de la localidad de Albares de la Sierra (León). Pertenecía a la Compañía de la Reserva General con base en La Coruña que había sido enviada temporalmente a Guipúzcoa para reforzar las dotaciones policiales de esa provincia.


De acuerdo con el Real Decreto 1404/2000, con fecha 19 de julio de 2000, se le concedió la Gran Cruz de la Real Orden de Reconocimiento Civil a las Víctimas del Terrorismo a título póstumo. Además, en resolución fechada el 18 de marzo de 2005 (Real Decreto 308/2005), el Ministerio del Interior le concedía también el ascenso de empleo, con carácter honorífico y a título póstumo.


En el año de 2009 el ayuntamiento de Ponferrada inauguraba en el nuevo mirador del Sil, un enclave privilegiado sobre el río con vistas a la fachada lateral del Castillo, el Monumento por la Libertad para rendir homenaje a todas las víctimas de la barbarie terrorista y de la sinrazón humana, sin distinción de raza, sexo o condición política, un conjunto formado por una réplica en bronce de la Victoria de Samotracia, acompañada por una llama eterna y una fuente.


El acto de inauguración contó con la presencia del subdelegado del Gobierno en León, Francisco Álvarez; alcalde de Ponferrada, Carlos López Riesco; la presidenta de la Diputación, Isabel Carrasco; el presidente del Consejo Comarcal del Bierzo, José Luis Ramón y el delegado territorial de la Junta de Castilla y León, Eduardo Fernández, así como numerosos concejales de todos los partidos con representación en el Ayuntamiento de Ponferrada, diputados provinciales, parlamentarios y miembros del Cuerpo Nacional de Policía, Guardia Civil y Ejercito.


El momento más emotivo del acto lo protagonizó Evangelina Merayo, la madre del Policía Nacional Esteban Álvarez Merayo, asesinado por ETA en San Sebastián en 1981. La mujer no titubeó a la hora de agradecer el homenaje del Ayuntamiento de Ponferrada a todas las víctimas y tampoco lo hizo al reconocer lo sola que se había quedado tras perder a su hijo. Evangelina Merayo, subió a recoger la medalla de la Gran Cruz, concedida a título póstumo, a su hijo Esteban y con voz entrecortada y muy emocionada, recordó que hacía “30 años que murió mi hijo y aún no sé quién lo mato porque no han cogido a los culpables”. Su serena presencia en el acto de homenaje y su testimonio emocionó a todos los presentes.


5 DE JUNIO DE 1982. SANTURCE (VIZCAYA) RAFAEL VEGA GIL. EMPRESARIO.

Rafael Vega Gil.


El 5 de junio de 1982, la banda terrorista ETA asesinaba a tiros en Santurce (Vizcaya) al empresario y vinatero riojano RAFAEL VEGA GIL.


En torno a las ocho de la mañana, y acompañado por uno de sus hijos, la víctima había abierto su almacén de vinos y licores “La Gloria de La Rioja”, en el número 22 de la calle del Doctor Fleming, de Santurce. Una hora después, y cuando se encontraba en el interior de la pequeña oficina acristalada situada a la entrada del almacén, dos encapuchados se apearon de un vehículo, se acercaron al empresario y, sin mediar palabra, efectuaron contra él varios disparos de pistola. La víctima fue alcanzada por seis impactos de bala, cuatro de ellos en la cabeza. En el lugar de los hechos se encontraron nueve casquillos de bala marca SF, calibre 9 milímetros parabellum.


Los dos terroristas, sin quitarse la capucha, subieron casi de inmediato al automóvil, donde aguardaban otros dos cómplices, al parecer también encapuchados. El coche, un Renault 16 color blanco, había sido robado a primera hora de la mañana en la vecina localidad de Portugalete. Su propietario fue introducido en el portamaletas del vehículo, donde permaneció hasta el hallazgo del mismo, minutos después del atentado, en el mismo Santurce, junto al antiguo cuartel de la Guardia Civil.


El primero en acudir a socorrer a Rafael fue su hijo Luis María, de 17 años, que trabajaba con la víctima y se encontraba en un extremo del almacén cuando se produjo el atentado, por lo que no pudo ver a los terroristas. Enseguida llegaron vecinos del lugar que se encontraron con la dramática escena de Rafael en mitad de un gran charco de sangre y su hijo de rodillas junto a él. Al advertir que el empresario todavía se movía, los vecinos llamaron a una ambulancia de la Cruz Roja, que lo trasladó a la Residencia Sanitaria de Cruces, en cuyo quirófano falleció poco antes de las diez de la mañana.


Familiares y amigos de Rafael Vega indicaron que "sólo se dedicaba a trabajar y nunca se había metido en nada", por lo que no se explicaban los móviles del asesinato. Asimismo manifestaron que la familia nunca había recibido amenazas. Sin embargo, otras fuentes indicaron que Rafael, próximo a Alianza Popular, se había negado a ceder a la extorsión económica conocida como "impuesto revolucionario".


En 1984 la Audiencia Nacional condenó a Ricardo Prieto Vicente y José Antonio Hernández Hernando, miembros del grupo Poeta de la banda terrorista ETA, a 26 años, 8 meses y 1 día por un delito de asesinato. El jefe del grupo, Pedro Viles Escobar, alias Kepa, no fue juzgado y fue uno de los 11 etarras expulsados de Argel a Venezuela. En 2004 Hugo Chávez le concedió la nacionalidad venezolana, a la vez que a Arturo Cubillas y a María Asunción Arana Altuna, alias Olivia, viuda del histórico etarra asesinado José Miguel Beñarán Ordeñana, Argala.


En Venezuela el terrorista Viles se convirtió en un próspero empresario de la localidad de Güiria donde creó la factoría de comercialización de pescado Deusto Mar, en la que trabajó el etarra Cubillas. Posteriormente regentó Sotera, beneficiándose de cuantiosas subvenciones del Estado venezolano. Viles Escobar dio cobijo a otros etarras, como Miguel Ángel Aldana Barrena o José Lorenzo Ayestarán. El etarra tiene dos causas pendientes con la justicia española, pero no se ha pedido su extradición y, aunque se sospecha que no está desvinculado del todo de la banda terrorista ETA, no se esconde y hace vida absolutamente normal en Venezuela.


Rafael Vega Gil, de 48 años, estaba casado con María Dolores Berisa Martínez. Tenía cuatro hijos: José, de 22 años; Víctoria, de 19; Luis María, de 17 y Rafael, de 12. Vega Gil era natural de Tudelilla (La Rioja), aunque desde veinte años antes de su asesinato vivía en Santurce, donde regentaba el almacén de venta de vinos. La desgracia de la familia Vega Berisa no terminó con el asesinato de Rafael, porque pocos meses después, el 8 de septiembre del mismo año, su viuda se suicidó tirándose desde un sexto piso al no ser capaz de superar la depresión que le causó la pérdida de su marido.


De acuerdo con el Real Decreto 1404/2000, con fecha 19 de julio de 2000, se le concedió la Gran Cruz de la Real Orden de Reconocimiento Civil a las Víctimas del Terrorismo a título póstumo.


5 DE JUNIO DE 1991.MADRID. TENIENTE DEL EJÉRCITO DEL AIRE ENRIQUE AGUILAR PRIETO.

Teniente del ejército del Aire Enrique Aguilar Prieto.


El 5 de junio de 1991 la banda terrorista ETA asesinaba en Madrid al Teniente del Ejército del Aire ENRIQUE AGUILAR PRIETO. El método utilizado fue una bomba-lapa adosada a los bajos de su coche. La explosión, que tuvo lugar frente al número 115 de la calle del General Romero Basart, en el barrio madrileño de Aluche, hirió también a cuatro adolescentes que esperaban en la parada del autobús. Dos de ellas, Elena Navarro e Isabel Calle Moreno, ambas de 15 años, sufrieron fracturas en las piernas producto del impacto de la metralla, y fueron ingresadas en el Hospital Doce de Octubre. Las otras dos fueron dadas de alta poco después del atentado.


Un agente de la Policía Municipal que presenció la explosión explicó que vio "un hongo, como si fuera una bomba atómica. El coche pegó un salto y se detuvo un poco más lejos entre el humo". Como consecuencia de la explosión, el techo del Mercedes se abrió hacia arriba como si fuese una lata de sardinas, y el capó también saltó por los aires. El cuerpo del militar quedó destrozado.


La capilla ardiente con los restos mortales del militar asesinado se instaló en el Hospital del Aire pasadas las cinco de la tarde. Sobre las 19:30 horas, unas 4.000 personas se manifestaron por las calles del barrio de Aluche en repulsa por el atentado. La marcha concluyó en el lugar del atentado.


Enrique Aguilar Prieto, de 52 años, era cartógrafo y Teniente del Ejército del Aire. Trabajaba en el Servicio Cartográfico de la Escuela de Transmisiones en la base militar aérea de Cuatro Vientos. Enrique era natural de Palencia. Estaba casado y tenía tres hijos: Enrique, de 19 años, que hacía el servicio militar como voluntario en la Policía Militar del Aire, en la base de Torrejón de Ardoz; Arturo, de 17 años, que trabajaba en una zapatería en la calle Goya; y Susana, que había muerto enferma de leucemia un año antes del atentado.


El Teniente Aguilar, que acababa de ser ascendido, estuvo destinado anteriormente en Canarias, pero la familia regresó a la Península tres años antes para atender lo mejor posible la enfermedad de su hija. Desde entonces, vivían en la colonia de Aviación, en el barrio de Aluche, una zona de viviendas de suboficiales del Ejército del Aire que, en su mayoría, trabajan en Cuatro Vientos. Sus restos fueron incinerados en el crematorio de La Almudena en Madrid, y sus cenizas depositadas en el panteón de la familia en Palencia.


De acuerdo con el Real Decreto 1404/2000, con fecha 19 de julio de 2000, se le concedió la Gran Cruz de la Real Orden de Reconocimiento Civil a las Víctimas del Terrorismo a título póstumo. Además, en resolución fechada el 18 de marzo de 2005 (Real Decreto 308/2005), el Ministerio del Interior le concedía también el ascenso de empleo, con carácter honorífico y a título póstumo.

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