Publicado en El Español Digital el día 25 de abril de 2023.
Recientemente El Español Digital ha publicado un durísimo artículo sobre la Guardia Civil, firmado por Francisco B. Ayuso cuyo título ya es provocador: Hay que disolver la Benemérita, hoy, y desde hace mucho, en realidad Malamérita (AQUÍ).
2023. Homenaje al Col. Antonio Escobar
Nada de extraño tiene la multitud de comentarios que ha suscitado, unos a favor y otros en contra. Es cierto que el título del artículo, los motivos aducidos e incluso la solución que se propone, es provocadora. Posiblemente esa era la intención del autor y en cierta medida resulta lógico ante la vergüenza que ha supuesto el homenaje político al coronel Escobar, con intervención oficial de componentes de la Guardia civil -mandos y números como puede apreciarse en las fotos- así como también con la presencia de cuadros de mando del Ejército de uniforme.
Y esto resulta una indecencia política, cuando se están profanando otras sepulturas como la de Franco, Queipo de Llano, se va a producir la de José Antonio Primo de Rivera y se pretende hacer lo mismo con las de los héroes que defendieron el Alcázar de Toledo. Se evidencia de esta manera que el espíritu de reconciliación y concordia, y de respeto al pluralismo político y a la defensa de todas las ideas que guió la Transición que cínicamente se proclama en la exposición de motivos de la infame Ley 52/2007 “perfeccionado” posteriormente en la no menos abyecta Ley 20/2022 de memoria democrática, es una indecente milonga. Y por ello los mandos de la Guardia Civil y del Ejército deberían negarse a ser utilizados en actos como el protagonizado ante el sepulcro del coronel Escobar. Ascendido a general precisamente por los asesinos de tantos Guardias Civiles. En una palabra, que el poder político debería dejar de utilizar a los mandos de las Fuerzas Armadas para hacer de D. Tancredo en sus charlotadas.
Yo también dejé un comentario al artículo, explicando que lo que era preciso disolver, no era la Guardia Civil, sino un sistema político que la había degradado hasta tales extremos. No es disolverla lo que procede, sino sanearla. Librándola de las lacras políticas que han contaminado sus escalafones. Al igual que ha sucedido con el Ejército.
Por ello quiero traer hoy a esta página, la lección de disciplina que siendo yo un joven teniente de Infantería me dio una pareja de la Guardia Civil.
En 1977 era teniente y estaba destinado en la Compañía de Operaciones Especiales Nº 81 (COE 81 de Orense) Entre el 17 y el 28 de mayo de 1977 en una de nuestras salidas mensuales de prácticas en el campo, estábamos vivaqueando en la antigua estación de ferrocarril abandonada de La Mezquita-Villavieja próxima a La Gudiña en la provincia de Orense.
Serían sobre las tres de la madrugada de una noche fría y desapacible. Estaba practicando con los “guerrilleros” de mi sección patrullas nocturnas, para lo que les había señalado en el plano una serie de largos recorridos donde pusieran en práctica la instrucción relativa al imprescindible desplazamiento con sigilo. Unos deberían desplazarse por “binomios” y otros en patrullas de entidad escuadra. Me disponía pues a comprobar que se observaban las enseñanzas de las “teóricas” en lo relativo a los procedimientos para agudizar la vista y evitar los ruidos en la marcha, así de las pisadas como del equipo. Y por supuesto la prohibición absoluta de fumar y utilizar linternas. Excepto en el caso de tener que consultar el plano para lo cual, tras abandonar el itinerario e internarse en el bosque, deberían hacer cuerpo a tierra y cubiertos con el “poncho” impermeable de los componentes de la patrulla consultar brevemente el plano con una linterna de luz atenuada mediante el oportuno dispositivo.
El caso es que yo me desplazaba sólo a lo largo del itinerario para comprobar, al paso de las patrullas, que se cumplían las prevenciones marcadas en la instrucción. Marchaba como es preceptivo por el lindero del bosque, tanto buscando las sombra que siempre -unas veces más y otras menos según la hora, fase y posición de la luna- proporcionan los árboles. También para la necesaria rapidez en salirse del camino e internarse en el bosque. Escuché unos pasos que se acercaban, venían en silencio no se oía hablar. Otra de las cosas taxativamente prohibidas en la instrucción nocturna. Nada de charlas ni parloteos. Cuando es necesario dar una orden en la noche, también hay un procedimiento sigiloso, como lo hay para consultar el plano. De forma que nadie, ni estando próximo, pueda escucharlo.
Una constante adherida a la peculiaridad de la España de los siglos XIX y XX: La Pareja de la Guardia Civil.
El caso es que al oír los pasos abandoné el camino, y tras internarme en el lidero del bosque hice cuerpo a tierra en lugar desde donde podía seguir viendo el camino. Al cabo de segundos, tal vez no llegaría al medio minuto, vi pasar la silueta inconfundible de una pareja de la Guardia Civil. Tras dejarme rebasar unos metros me puse en pie y con voz “clara y audible” en tono cortés di las buenas noches. Pararon y se volvieron de inmediato sorprendidos mientras me acercaba a ellos despacio para que tuvieran tiempo de identificar mi uniforme militar. Reconozco que mi actuación tuvo un componente, si se quiere, algo fatuo. Que los guardias vieran que los había detectado yo antes a ellos que ellos a mí. Una actitud creo que disculpable en un joven boina verde teniente de Infantería.
Charlamos unos minutos, lógicamente les explique la razón de mi presencia en aquellos lugares y a aquellas horas. No habían visto ni oído a ninguno de mis guerrilleros, lo que también me produjo satisfacción. Al preguntarles por el servicio que estaban cubriendo, quedaron un momento en silencio, pero uno de ellos luego manifestó: Estamos patrullando la frontera para que no entre Santiago Carrillo (es preciso decir que en esta zona de la provincia de Orense la frontera portuguesa está muy cerca) Quedé sorprendido y respondí: pues lo tienen ustedes muy difícil, porque en esta zona la frontera es muy permeable y se puede cruzar por cualquier parte. Ambos asintieron… y a continuación, tras otra pausa, el que había manifestado la razón del servicio que cumplían dijo: pero si ya sabemos que Santiago Carrillo está en Madrid en tratos con las autoridades… pero esta es la orden que tenemos y es la orden que estamos cumpliendo. Me ofrecieron tabaco, pero yo no fumo…. ¡y además estaba en instrucción nocturna! Tras darles la mano, me despidieron con un marcial saludo militar, al que correspondí añadiendo la fórmula de cortesía: ¡buen servicio! Y seguí mi camino, aunque pronto me di cuenta de que tal fórmula, en aquellas circunstancias, no dejaba de ser un sarcasmo.
Mientras seguía andando, pensaba en el hecho de que no habían manifestado ni una queja. No habían dejado traslucir ni un reproche por aquel absurdo servicio que, una noche desapacible, los había sacado de sus hogares.
Adolfo Suárez, Cardenal Enrique y Tarancón y Santiago Carrillo.
Ya de amanecida en el vivac de la estación de Villavieja, tuve ocasión de meditar sobre la lección de disciplina que me habían dado aquellos dos guardias civiles. Tras una noche de instrucción, el desayuno se retrasaba tres horas para permitir un pequeño descanso antes de iniciar el programa de adiestramiento de ese día. Dentro de mi saco de dormir no pude conciliar el sueño. Pensaba en el ejemplo de disciplina que aquellos guardias me habían dado. Había anunciado la prensa que el Gobierno había ordenado impermeabilizar las fronteras para evitar la infiltración de Santiago Carrillo y aquellos admirables beneméritos cumplían la orden, vigilando la frontera con Portugal en la demarcación de su puesto. Y la cumplían cabalmente, aún sabiendo que era inútil, pues la persona a la que debían impedir que entrara en España, se hallaba ya en Madrid en tratos con las autoridades políticas.
Ello me hizo comprender, pasado el tiempo, que había comenzado el chalaneo de la Transacción. El “mamoneo político” de un acuerdo entre tahúres. Mediante el cual, los que habían sido vigilados e investigados por las Fuerzas de Orden Público, pasaban a ser quienes daban las órdenes. Muy pronto también en los Ejércitos.
Ciertamente el comportamiento de aquellos guardias civiles era admirable y ejemplar. No tanto el de los mandos superiores que se prestaban a tal paripé.
Ello me llevó a meditar sobre la mejor definición que de la disciplina se ha hecho en todos los tiempos. Y que yo obviamente conocía. Definición hecha precisamente por Franco, el primero de mis capitanes. Muerto hacía tan solo un año y medio:
¡Disciplina!…, nunca bien definida y comprendida. ¡Disciplina!…, que no encierra mérito cuando la condición del mando nos es grata y llevadera. ¡Disciplina!…, que reviste su verdadero valor cuando el pensamiento aconseja lo contrario de lo que se nos manda, cuando el corazón pugna por levantarse en íntima rebeldía…, o cuando la arbitrariedad o el error van unidos a la acción del mando. Esta es la disciplina que os inculcamos, esta es la disciplina que practicamos. Este es el ejemplo que os ofrecemos.
Detalle de la Muerte de Daoiz y defensa del Parque de Monteleon de Manuel Castellano 1862.
Hoy, mientras escribo esto, a punto de cumplirse cuarenta y seis años de aquella lección de disciplina que me dieron dos guardias civiles, no puedo evitar (a la vista de los acontecimientos que están teniendo lugar en España, y de los que si no se pone pronto remedio sucederán) meditar sobre algo tan delicado para los miembros de las Fuerzas Armadas como es la disciplina. Cierto es que Franco, autor de su magistral definición, aparentemente la quebró al sublevarse uniéndose al Alzamiento Nacional del 18 de julio de 1936. Como lo hicieran también los capitanes Daoíz y Velarde y el teniente Ruiz el 2 de mayo de 1808 cuyas efemérides están próximas a cumplirse.
Y si digo que en el caso de Franco, alzándose en armas contra el desgobierno del Frente Popular aparentemente quebró la disciplina, es porque si nos fijamos en la definición que dejó para la historia, en la situación en que se encontraba España el 18 de julio de 1936 no es que el error y la arbitrariedad fueran unidos a la acción del mando, es que el MANDO estaba en manos del enemigo. Y que la disciplina, la obediencia al enemigo, se llama traición.
Franco, que había salvado a la República en la revolución de octubre de 1934, acatando disciplinadamente las órdenes recibidas, comprendió que al ser suplantado el Gobierno de la República por el de un Frente Popular ya no había “error o arbitrariedad en la acción de mando” sino que los enemigos de España habían suplantado al mando. Y consecuentemente, sujetarse a su obediencia, no era disciplina: Era traición. Traición y cobardía… o cobardía y traición.
1936. 1 de octubre. Exaltación de Francisco franco a la Jefatura del Estado en Salamanca.
Esto, que tan claro lo tuvieron los guardias civiles que se sumaron al Alzamiento Nacional y protagonizaron junto al Ejército las gestas de los asedios, No fue el caso del coronel Escobar en Barcelona. Y precisamente esa obediencia al enemigo, que además le hacía cómplice de los desmanes y asesinatos cometidos por el enemigo, fue lo que pagó con la vida tras un consejo de guerra.
En unos momentos en que un nuevo Frente Popular en el Gobierno, sigue empeñado en resucitar el enfrentamiento entre españoles con sus infames leyes de memoria sectarias y parciales, todos los que tienen encomendada la defensa de España y de un ordenamiento legal -ordenamiento que se conculca de forma permanente al ser imprescindible la alianza con los enemigos de España para gobernar- deben meditar sobre estos extremos. Para determinar cuando la disciplina deja de ser una virtud militar y pasa a ser una traición. Por prestar obediencia al enemigo.
Un vaso de agua se colma gota a gota. Y nunca se puede saber con exactitud en el momento en que se desbordará. La historia enseña que muchas veces en el Ejército, en las Fuerzas Armadas esa última gota ha sido de índole moral: “Todo lo sufren en cualquier asalto, solo no toleran que les hablen alto” (que les falten el respeto)
Pero vemos que siguen las profanaciones de unas sepulturas mientras que se rinden homenajes oficiales a otras, en virtud de una falsa voluntad de “reconciliación nacional” que de forma indecente proclaman leyes parciales y sectarias…. ¿Cabe mayor desvergüenza? ¿Cabe mayor cinismo? ¿Es posible mayor humillación a quienes están obligados a obedecer?
El dos de mayo de 1808 la última gota fue el intento de llevarse a los infantes a Francia. El 18 de julio el asesinato de Calvo Sotelo… ¿será la próxima el desenterrar a los héroes del Alcázar de Toledo?
Zapatero le puso la mecha al barril de pólvora. Pedro Sánchez continúa soplando para que el fuego corra más rápido por el polvorín. ¿Cuándo llegará el fuego al barril?
No es posible saberlo. Pero sin duda llegará. Si es que quienes pueden y deben cortar la mecha no lo hacen.
Rey don Sancho, Rey don Sancho… no dirás que no te aviso. Nos recuerda el romancero.
José Antonio Primo de Rivera.
Leamos ahora la carta a los militares de España (AQUÍ) escrita por José Antonio desde la cárcel. Sin duda nos estremecerá por la similitud de las situaciones que denuncia, y por las responsabilidades en que incurren quienes pueden y deben evitar que el fuego siga corriendo de forma inexorable hacia el barril de pólvora. Todavía es posible evitar el cataclismo de forma pacífica. Y por supuesto dentro de la legislación vigente. Sólo es necesario ante una nueva humillación del poder político, poner los atributos de mando -y los viriles- sobre la mesa que corresponda… En lugar de seguir “tragando” humillación tras humillación, so excusa de una supuesta disciplina. Cuando los enemigos de España -quienes propugnan su destrucción- son imprescindibles para que un Gobierno gobierne. Cuando el destino de España lo decide un nuevo Frente Popular (conjunción rojo-separatista entonces como ahora) la obediencia no es disciplina. Es traición.
Finalmente, tras comparar la situación descrita por José Antonio Primo de Rivera y la actual, veremos que solamente hay dos diferencias esenciales. Es la primera que entonces la destrucción de España la propugnaba la URSS, y ahora que ya no existe, tras haber caído el comunismo en Rusia, la propugnan los mismos que promovieron la revolución de 1917, la financiaron desde el otro lado del Atlántico y utilizaron un marxismo que ha mutado a “globalismo” del NOM con idénticos fines. Pero utilizando ahora un “procedimiento” para las “sociedades avanzadas” y dejando el viejo y desacreditado marxismo para las que se encuentran en vías de desarrollo. En definitiva; las mismas manos moviendo los hilos de diferentes marionetas.
Víctor del Invicto caudillo de España Francisco Franco.
La otra diferencia es que en España, aprendida la lección, los amos del guiñol han considerado más eficaz para alcanzar los objetivos buscados un golpe de estado institucional y legislativo, en lugar de otro violento y revolucionario. Y por supuesto que deberían dejar transcurrir cincuenta años, dos generaciones, (1975-2025) para que mediante la infiltración -sin prisa pero sin pausa- y el adoctrinamiento televisivo (Cuéntame cómo pasó) se pudiera cambiar la historia.
Un pueblo al que por razón de su edad se le puede engañar, falseando la historia al no haberla vivido. Y que por ello la conoce solamente a través de unos planes de estudios de contenido tan sectario y falso como las leyes de memoria. Leyes con las que además se pretende impedir el conocimiento de la irrefutable verdad histórica:
Que el Alzamiento Nacional y la Guerra de Liberación, fueron inevitables.
Que el Frente Popular la buscó, la provocó y finalmente la perdió. Queriendo ahora ganarla, ochenta y cuatro años después. Buscando la venganza por los fracasos de octubre de 1934 y abril de 1939.
Y que la victoria de Franco fue providencial. Pues además de salvar a España, la redimió de un atraso multisecular. Que la había llevado de ser el imperio donde no se ponía el sol, a un ocaso permanente. Resurgiendo así de sus cenizas, cual Ave Fénix, por el nuevo amanecer de Una España Grande y Libre.
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