Articulo aparecido en El Español Digital el 12 de junio de 2023.
El pasado día 24 de abril de este 2023, el gobierno social comunista de Pedro Sánchez dio una vuelta de tuerca más en ese objetivo perfectamente planificado como es el acoso despiadado al conjunto monumental del Valle de los Caídos. Me estoy refiriendo a la exhumación de los restos de José Antonio Primo de Rivera, quinta exhumación que los restos de José Antonio han sufrido desde que las balas disparadas en el amanecer alicantino del 20 de noviembre de 1936 acabaran con su vida a los 33 años. Aquellos que dispararon entonces son los mismos que hoy le niegan el descanso en el Valle de los Caídos profanando sus restos.
Es, como decimos, un paso más en un plan perfectamente planificado de destrucción de lo que es el Valle y sobre todo lo que representa. pero no es de José Antonio, ni de su quinta exhumación de lo que quiero hablar.
En esta oportunidad quiero hablar sobre 113 mártires, reconocidos como tales por la Iglesia católica, que se encuentran inhumados en cualquiera de los 28 espacios de enterramientos de la Basílica del Valle de los Caídos y de los cuales no hemos escuchado –procedente de ninguna alta autoridad eclesiástica española– ni una sola declaración de alarma o de queja ante el más que incierto futuro de los resto de los mártires ante los ánimos profanadores de Sánchez, Bolaños (aquí tampoco estaba invitado) y los forenses de moda especialistas en remover –de pago– fosas por toda España.
De entre los 113 mártires –entre beatos y siervos de Dios– de la Basílica del Valle de los Caídos, todos ellos asesinados por su Fe y por no renegar de la misma, muchos de ellos víctimas de un ensañamiento atroz, tenemos siete monjas adoratrices asesinadas en Madrid en noviembre de 1936 en numero de 23, cerca de las tapias del cementerio de la Almudena. Siete de ellas fueron enterradas en una fosa común de la necrópolis y exhumadas en noviembre de 1961 para ser trasladadas al Valle, donde se encuentran bajo el concepto de una sola.
Jacinto Martínez Ayuela
La misma suerte corrieron las tres hermanas salesas, asesinadas en Madrid por milicianos anarquistas, también en ese fatídico mes de noviembre del 36. Eran Martina Olaizola, María Felicitas Cendoya y María del Carmen Barrera Izaguirre. Esta última tuvo el aplomo de decir a sus asesinos: «Si por derramar nuestra sangre se ha de salvar España, pedimos al Señor que sea cuanto antes».
Muy cerca del osario de las Salesas, en la cripta derecha, capilla del Santo Sepulcro de la Basílica del Valle se encuentran los beatos Jacinto Martínez Ayuela y Nicolás de Mier, asesinados en Cuenca el 22 de septiembre de 1936. Eran agustinos del monasterio de Uclés.
También se encuentran en el Valle 12 hermanos de las escuelas cristianas (La salle), asesinados por milicias socialistas en la Casa de Campo de Madrid en los primeros meses de la guerra y enterrados también en el cementerio de la Almudena entonces.
José Gafo Muñíz
Tampoco pudieron escapar a los odios a la Fe los redentoristas Antonio Girón González y Aniceto Lizasoaín Lizaso, asesinados en el barrio madrileño de Chamartín de la Rosa en agosto de 1936.
Una vez má procedentes del cementerio de la Almudena, fueron trasladados los restos de otros caídos, más tarde mártires de la Iglesia. Me refiero al dominico José Gafo Muñíz, considerado por alguno de sus biógrafos como el «beato sindicalista» y es que resulta cierto que este asturiano nacido en Campomanes en 1881 dedicó gran parte de su vida a defender los derechos de los trabajadores, pero lo hizo como cristiano y no como otra cosa. Con esa inquietud sindicalista casi tan arraigada en ël como su fe como sacerdote, llegó a presentarse a las elecciones de 1933 en una candidatura de derechas, saliendo elegido diputado por Navarra. Esto le sirvió para ganarse los más enconados odios de las izquierdas que no le perdonaron esa doble provocación, «cura y diputado». Así, una vez iniciada la contienda, fue objeto prioritario de los milicianos que aprovecharon la presencia en la capital del sacerdote para encarcelarlo, resultando detenido el 11 de agosto de 1936 por la temible «Brigada del Amanecer» del genocida Agapito García Atadell. El sacerdote, defensor de los trabajadores, fue asesinado los primeros días de octubre de 1936 en las puertas de la cárcel Modelo de Madrid, en el distrito de Moncloa.
Dimas Madariaga
Curiosamente otro de los más activos dirigentes obreros de la época, presidente de Acción Obrerista y diputado a Cortes por la CEDA por Toledo en las elecciones de febrero de 1936 también se encuentra en el Valle de los Caídos. Me refiero a Dimas Madariaga Almendros, asesinado en Piedralaves, Ávila, el 27 de julio de 1936 por unos milicianos llegados expresamente desde Talavera de la Reina, Toledo, para «darle caza». Madariaga, que aún no goza del reconocimiento oficial como mártir, murió dándose a conocer ante sus asesinados como: «Soy el que nunca reniega del Divino Maestro», momento en el que los milicianos abrieron fuego contra él.
Antonio Gaitán
La lista de los mártires del valle de los caídos se completa con dos sacerdotes de la diócesis de Granada asesinados en Vallecas (Madrid), tres hermanos de San Juan de Dios del sanatorio de Ciempozuelos, dos Marianistas de Ciudad Real, dos Pasionistas de Daimiel, 33 sacerdotes diocesanos, diecinueve presbíteros y dos laicos de Almería, un terciario capuchino (Amigoniano), diecinueve laicos, entre ellos cuatro mujeres, y entre los que quiero destacar al beato Antonio Gaitán Perabad, quien fue asesinado en El Carpio (Córdoba) con tan sólo quince años porque no quiso nunca dejar solo a su padre a quien unos milicianos del pueblo, de nuevo socialistas, sacaban del domicilio familiar, ya sabemos con qué intenciones. Padre e hijo comparten sepultura en el Valle desde el 24 de marzo de 1959 tras ser trasladados por petición familiar desde Córdoba.
En resumen, y como ya ha quedado dicho, son 113 mártires que –por el momento– se encuentran en la Basílica Pontificia del Valle de los Caídos. la Asociación Para la Defensa del valle de los Caídos representa legalmente a 262 familias que, teniendo acreditada la presencia de los restos de sus deudos en el Valle de los Caídos NO PERMITEN EXHUMACIÓN ALGUNA CON LOS RESTOS DE LOS SUYOS, NI SOMETIMIENTO DE ESTOS A PRUEBA FORENSE DE NINGÚN TIPO. Tres de estos caídos cuyas familias representamos son de beatos mártires de los 113 que hoy hemos recordado aquí.
Cualquier modo de proceder de la Iglesia Española contrario al respeto debido a la memoria y eterno descanso de los restos de los caídos del Valle y de un modo muy especial a las reliquias de estos 113 mártires sería difícilmente entendido por parte de cualquiera que se sienta concernido en la defensa del Valle de los Caídos, familiares de los caídos de modo especial.
Para terminar, traigo aquí las palabras de alguien muy próximo al Valle: «Los mártires son el mejor ejemplo de que la reconciliación es posible: no murieron por odio, sino por amor; no desearon la revancha, sino que perdonaron a sus verdugos en el mismo instante de ser asesinados; no anhelaron memorias vengativas, sino ser recibidos por Dios en el Cielo».
Ninguno de los mártires murió renegando de su Fe. Esperemos que los obispos españoles no renieguen de sus mártires.
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