Durante la II República, como consecuencia de las elecciones de 1934 que ganó la derecha y con la excusa de la entrada en el gobierno de tres ministros de la CEDA, la izquierda había preparado un golpe de estado –organizado, financiado y promovido por el Partido Socialista Obrero Español- con la intención de provocar un movimiento revolucionario en todo el país, que solamente triunfó en Asturias y durante unas horas en Cataluña con la declaración de independencia del estado catalán.
Numerosas iglesias y conventos fueron asaltados, saqueados e incendiados durante los primeros días de octubre en toda España, con un resultado de 17 sacerdotes asesinados. En Asturias ascendieron a 34 el número de sacerdotes y religiosos ejecutados con motivo de la Revolución.
El grupo de los mártires de Turón, canonizados en 1999, está formado por un padre Pasionista y ocho hermanos de las Escuelas Cristianas, también llamados Hermanos de La Salle.
Padre Inocencio de la Inmaculada, pasionista, de 47 años.
Hermano Aniceto Adolfo, de 22 años.
Hermano Benito de Jesús, de 23 años.
Hermano Augusto Andrés, de 24 años.
Hermano Benjamín Julián, de 25 años.
Hermano Victoriano Pío, de 29 años.
Hermano Julián Alfredo, de 31 años.
Hermano Marciano José, de 33 años.
Hermano Cirilo Beltrán, de 47 años.
Los Antecedentes
El martirio no les llegó de sorpresa. En España se vivía una complicada situación social y política: el marxismo y la masonería querían hacerse con el poder con el objetivo de instaurar un nuevo orden social y hacer desaparecer la religión católica de nuestro país, con lo que inició una campaña de odio y violencia, que triunfó durante dos semanas en Asturias con un balance de víctimas que superó el millar de muertos.
Turón es una localidad próxima a Mieres donde la sociedad Hulleras del Turón, empleaba a unas 5.000 obreros en 1934, la mayoría de ellos trabajando en el interior de la mina. Esta empresa había decidido crear, a principios del siglo XX, un colegio para escolarizar a los niños de los habitantes de Turón y su valle. Este centro educativo fue confiado a los hermanos de las Escuelas Cristianas.
En 1933 había sido publicada la Ley de Confesiones Religiosas, que prohibía la enseñanza a las instituciones religiosas y decretaba el cierre de colegios religiosos. Por lo que a los religiosos españoles se les presentaban dos alternativas: marchar a otros países o tratar de burlar una ley tan injusta.
Los Hermanos de las Escuelas Cristianas decidieron seguir ejerciendo la docencia sin vestir el hábito religioso y haciéndose llamar por su nombre civil. De este modo, la escuela de Turón pudo continuar con otros nuevos “maestros” que en realidad eran religiosos que vestían de seglares.
Un día antes de iniciarse la revolución, había llegado a Turón, procedente de Mondoñedo (Lugo) el padre Inocencio de la Inmaculada, capellán del colegio, para confesar y decir la misa al día siguiente a los alumnos.
Inicio de la Revolución
El 5 de octubre de 1934 el cuartel de la Guardia Civil de Turón fue rodeado por una multitud de rebeldes pertenecientes a las milicias de las Juventudes Socialistas. Este grupo de revolucionarios estuvo dirigido por el alcalde de la localidad, Manuel Fernández Suárez, Presidente del Comité Revolucionario y perteneciente a la Agrupación Socialista de Turón y que había desviado dinero de las arcas municipales para la compra de armamento para los mineros que se habían sublevado contra el gobierno. Tras una breve resistencia que provocó la muerte de tres guardias, los revolucionarios tomaron el cuartel y desde ese momento la única autoridad local era la del Comité, que había decidido utilizar como sede la Escuela de los Hermanos.
La detención
Ese mismo día, los religiosos mientras asistían en la capilla del colegio a la Santa Misa escucharon gritos y golpes en la puerta por parte de un numeroso grupo de revolucionarios que allanaron el edificio con la pretexto de encontrar las armas que, supuestamente, las Juventudes Católicas habían escondido en la escuela. Tras una infructuosa búsqueda, detuvieron a los hermanos y los dejaron custodiados en la Casa del Pueblo, junto a otras personas de derechas, varios altos cargos de las minas y otros sacerdotes, donde los tuvieron encerrados durante cuatro días, no sin antes obligar al Padre Inocencio a quitarse la sotana y vestir traje de civil.
Conviene recordar que Casa del Pueblo era el nombre que se había dado a las sedes de la agrupación política PSOE y que en su mayor parte fueron utilizadas como checas o centros de detención durante la revolución de Asturias y la guerra civil.
Silverio Castañón Rodríguez, miembro de las Juventudes Socialistas y del Sindicato de Obreros Mineros de la UGT de Asturias y Jefe del Comité Revolucionario de Turón.
Durante el encierro, donde los dos primeros días no recibieron ningún tipo de alimento ni bebida, los religiosos ocupaban el tiempo dedicándose a la oración. Al tercer día, se confesaron intuyendo que serían fusilados. Estaba encargado de su custodia el Jefe del Comité Revolucionario de Turón, Silverio Castañón Rodríguez –miembro de las Juventudes Socialistas y del Sindicato de Obreros Mineros de la UGT de Asturias- que había participado en el alijo de armas y en el asalto del cuartel de la Guardia Civil de Turón.
La ejecución
Se discutió en el Comité Revolucionario la conveniencia de fusilar o no a los sacerdotes y religiosos, como escarmiento en Turón y resto de localidades próximas. Pese a que había revolucionarios que no deseaban la muerte de los religiosos, finalmente se impuso el criterio de Silverio Castañón, apoyado por Fermín García “El Casín” y un grupo de exaltados izquierdistas.
Sin embargo, no encontraron voluntarios suficientes para formar el pelotón de fusilamiento, por lo que Silverio Castañón tuvo que reclutarlos de otras localidades colindantes. Finalmente, en la madrugada del 9 de octubre de 1934, Castañón y el “Casín” con otros dos hombres armados, fueron a la Casa del Pueblo a comunicarles la sentencia a los religiosos detenidos y acompañarles al cementerio. Durante el breve trayecto llamaba la atención la firmeza y serenidad con que los hermanos afrontaban la muerte.
La orden de ¡Fuego! lanzada por Silverio hizo derribar a los religiosos tras dos descargas, siendo rematados por él mismo y por el “Casín” con un tiro de gracia, poniendo final a todo un proceso de crueldad repugnante e inútil. Su asesinato tuvo mucho eco en España y otros países, pues habían sido fusilados por ser maestros católicos y por odio a la fe. Inmediatamente se reconoció a nivel popular el carácter martirial de su muerte. El 19 de octubre el ejército y la Guardia Civil lograron recuperar el control de la zona, recorriendo el valle de Turón sin la menor resistencia.
El juicio a los asesinos
Por los sucesos acaecidos en Turón, todos los miembros del Comité fueron detenidos durante los días siguientes al fin de la revolución. Se dictaron cuatro sentencias de muerte que incluían a Silverio Castañón y a Fermín López “El Casín” y treinta y siete condenas a cadena perpetua.
No obstante, ninguna sentencia de muerte se cumplió al negarse a firmar la aplicación de la sentencia el Presidente de la República, Alcalá Zamora. Todos saldrían en libertad tras el fraudulento triunfo del Frente Popular en las elecciones de 1936.
Estatua de Indalecio Prieto. Zona de Nuevos Ministerios de Madrid.
Memoria Histórica
Tras rememorar este pequeño episodio de los dramáticos acontecimientos sucedidos con la Revolución de Asturias, en la que los dirigentes del PSOE a nivel nacional y provincial tuvieron un papel destacado, causa estupor al viandante que pasea en la zona de Nuevos Ministerios de Madrid encontrarse con las estatuas de Largo Caballero e Indalecio Prieto, principales instigadores de la Revolución del 34, ambos presentados como adalides de una democracia y libertad que personalmente ellos mismos se encargaron de destruir para tratar de imponer en España su ideología marxista, provocando finalmente una trágica guerra civil.
Comments