Publicado en ÑTV el 22 de abril de 2023.
La fea costumbre del tiranicidio (que de ninguna manera debe proponer un cristiano como primera solución a la opresión de un pueblo) tuvo siempre una justificación moral, defendida incluso, en ciertos casos y durante algún tiempo, por la Iglesia Católica. El gobernante tiene una exigencia de honradez e integridad moral, y cuando esa exigencia no sólo no se cumple sino que se desprecia, cayendo en el más despiadado totalitarismo, el pueblo tiene un derecho legítimo a defenderse. Ojalá en unas urnas…, pero no sólo en ellas.
El pueblo español es experto en soportar a los peores tiranuelos, y no me refiero precisamente a aquellos que hoy califican como tales los «libros de texto» o de Historia. Nos libramos, por ejemplo, de la opresión musulmana y de la gabacha, mostrando a Abderramán y a Napoleón de qué piel estábamos hechos por estos lares. Pero desgraciadamente, ni conservamos ya ese sentido natural de lo que significa verse privado de dignidad, ni desde luego quedan sobre la piel de toro los redaños que tenían Don Pelayo o Manuela Malasaña.
Si hubiese en España una idea clara de lo que significa verse oprimido por un gobierno despótico, jamás se hubiese permitido la profanación (aberrante e ignominiosa) de un Jefe de Estado, fuese cual fuese la opinión particular que se tuviera de él. Tampoco se permitiría que este lunes fuese profanado el cuerpo de José Antonio Primo de Rivera, víctima del odio marxista en noviembre de 1936 y en abril de 2023. Asesinado y profanado por el mismo partido político.
Lejos de ser esto parte de la «resignificación» del Valle de los Caídos (como pregonan Sánchez y sus adláteres), este nuevo acto de profanación pública de un inocente tiene una interpretación evidente: poner de manifiesto el poder omnímodo del gobierno socialista. Subrayar la ausencia total de contrapoderes. Evidenciar que Sánchez, con su mayoría de retales parlamentarios a cual más vergonzante, puede hacer ya lo que quiera, cualquier cosa. Incluso violentar el descanso eterno de un hombre asesinado injustamente por el Frente Popular marxista.
Los españoles, independientemente de las ideas políticas que tenga cada uno, no deberíamos permitir este crimen inaceptable. Insisto en esta idea: lo que se ha perdido, de manera colectiva, es el sentido de lo que es un gobierno totalitario, tiránico, capaz de atropellar aquello que es más íntimo y privado. Capaz de desenterrar muertos como quien escarba en la tierra para sacar una raíz, o una piedra. Yendo más allá de lo que las civilizaciones humanas más primitivas se atrevieron a superar en los momentos más oscuros y sangrientos de la Historia.
Los muertos no se tocan. Ésta es una ley natural de los humanos que cualquiera entiende, incluso sin tener estudios básicos. Loa muertos no se tocan. Y los gobiernos que profanan cadáveres son gobiernos ilegítimos que deben salir del poder urgentemente. Sí, urgentemente. Por las buenas o por las malas.
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