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Tal día como hoy. 1997. El Papa Juan Pablo Beatificaba a Ceferino Giménez Malla “El Pele”


Ceferino Giménez Malla.


4 de Mayo de 1997: el Papa San Juan Pablo II beatificaba por primera vez a un religioso español de origen gitano, llamado Ceferino Giménez Malla (1863-1936), más conocido por el apodo de "El Pele", un laico español perteneciente a la Tercera Orden de San Francisco, asesinado por milicianos marxistas revolucionarios en Barbastro (Huesca) las primeras semanas de la Guerra civil española, fue declarado mártir y beatificado por la Iglesia católica en 1997.


Al estallar la Guerra de liberación Española (1936-1939) e iniciarse la persecución religiosa, Barbastro cayó en manos de las milicias anarquistas. El sábado 18 de julio,, por la noche, se constituyó el Comité Antifascista. El 19 empezaron las detenciones de sacerdotes, católicos, y personas a los que los marxistas les colgaron el cartel de “derechas” o “fascistas”. A las once de la mañana, El Pelé vio cómo un grupo de milicianos se llevaban preso al cantor de la catedral tras golpearlo a culatazos. De forma valiente, Ceferino, reprochó a viva voz a los anarquistas aquella tropelía;

“¡Virgen Santísima! ¡Tantos hombres armados contra un sacerdote indefenso!”


De seguido los milicianos se le echaron encima y tras reducirlo y cachearlo le encontraron un rosario que llevaba encima. Inmediatamente fue detenido y encarcelado.


Uno de los jefes revolucionarios lo quiso salvar diciéndole” “¡Deja ese rosario y esas tonterías con tus fanatismos, y yo te saco de aquí!” El Pele, sin inmutarse contestó: “¡Gracias! Pero yo moriré con mi rosario”


Trasladado a la cárcel, en ella rezaba todos los días el rosario, sin separarse de él jamás pues para Ceferino “el rosario significaba la fe en Cristo”. El anarquista Eugenio Sopena, secretario del Comité, y su hija Pepita trataron de que les entregara el rosario. “Si no, lo pasará mal, pues le matarán”, a lo que él contestó: “Hija mía; me lo han quitado todo. Lo que no me quitarán es rezar”.


El día dos de agosto, a mitad de la noche, fue sacado de la cárcel, atado a un sacerdote, con un grupo de veinte presos más. Entre ellos, los tres Superiores del Seminario Claretiano, cuya iglesia frecuentaba. Ceferino lanzó por el camino el grito de ¡Viva Cristo Rey!, el mismo grito con que pocos días más tarde atronarán las calles los jóvenes Misioneros Claretianos también vilmente asesinados por las hordas rojas. Y gritando ¡Viva Cristo Rey! cayó bajo las balas, delante de las tapias del cementerio de Basbastro, muriendo gallardamente por la fe en la que había vivido.


Por la mañana un sobrino lo encontró en un charco de sangre y con el rosario entre sus dedos. En 1993 se inició su causa de beatificación, y el 4 de mayo de 1997 fue beatificado como mártir de la fe junto con el obispo de Barbastro, Florentino Asensio Barroso, a quien asesinarían el 9 de agosto de ese aña de 1936 tras someterle a tremendas amputaciones.


Ceferino Giménez Malla “El Pelé” había nacido en Benavent de Segriá (Lérida) en 1861

Ceferino vivió en Fraga donde se bautizaría, y en Alcolea de Cinca, donde dejó recuerdos de hombre de bien, gitano honesto y religioso. A comienzos de siglo se estableció en Barbastro, en el modesto barrio de San Hipólito. El Pelé llamó la atención enseguida por su honradez en los tratos con caballerías. A los dieciocho años, Ceferino se casó con la gitana Teresa Giménez Castro.


El Pelé no tuvo hijos en su matrimonio, aunque en 1909 o 1910 adoptaron una niña, Josefina Jiménez, la Pepita, sobrina de Teresa, nacida en Catarroja, (Valencia). Le dieron una educación esmerada. En 1912, El Pelé se casó por la Iglesia, en Lérida, para no llamar la atención. Por 1915 se empieza a advertir en Barbastro la profunda religiosidad del gitano (“Iba a misa cada día entre las seis y siete de la mañana”).


Un hecho cambió la fortuna del Pelé. Rafael Jordán, ex alcalde de Barbastro, estaba minado por la tuberculosis. Paseando por el Coso, “junto al abrevadero”, le acometió una hemoptisis, un vómito de sangre. La gente no se atrevía a acercársele, por temor al contagio. Lo vio El Pelé y se precipitó sobre él. Sacó su pañuelo limpio, lo mojó en un caño de la fuente y le limpió la cara y la boca de sangre. Luego, lo levantó con sus robustos brazos, lo animó y lo condujo a casa. Aquel gesto samaritano se divulgó por el vecindario. Simón, hermano de Rafael, que tenía negocios de vinos y licores, llamó un día al Pelé y le propuso en recompensa un negocio: traer de Francia un vagón de mulas que el Gobierno francés estaba liquidando, acabada la Guerra Europea, en 1918. Le dio dinero abundante y El Pelé compró en la frontera las mulas, que fue vendiendo por Jaca, Huesca y el Somontano. Quiso devolverle a Simón el préstamo y la mitad de las ganancias, pero él no se lo permitió. Habiendo pasado de pobre a rico, Ceferino compró la casa donde ya vivía, la embelleció, montó una cuadra por lo grande y decidió ser la providencia visible de los necesitados.


Se adhirió a la Adoración Nocturna y se inscribió en la Orden Tercera Franciscana. Rezaba el rosario hasta por la calle y se entregó a la catequesis de los niños. Los llevaba de excursión hacia la Boquera y les contaba historias de la Biblia y episodios nacionales. Tenía un don especial con los pequeños. Se ponía a su altura, se arrodillaba incluso para hablarles. Iba con sus nietas a la exposición del Santísimo y, al cantar, le veían correr las lágrimas.


(Información recogida de la Real Academia de la Historia)


Tras su Beatificación por el Papa San Juan Pablo II, Hermandad Sacramental de Los Gitanos, de Sevilla, unos días después, concretamente el 10 de mayo de 1997, organizó una salida extraordinaria de Nuestro Padre Jesús de la Salud a la Santa Iglesia Catedral de la ciudad hispalense, donde el Arzobispo Carlos Amigo Vallejo ofició una solemne eucaristía en acción de gracias por la Beatificación de Ceferino.

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