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1936. LA CHECA DE LA CALLE DEL MARQUÉS DE CUBAS.MADRID.


Calle del Marqués de Cubas, Madrid. En la actualidad.


Corría el mes de septiembre de 1936, en plena vorágine de terror, sangre, asesinato y latrocino en que se vio envuelto el Madrid rojo, una llamada “Brigada de Servicios especiales, que dependía de forma directa del subdirector general de Seguridad, el socialista Carlos de Juan, se incautaba de una casa marcada con el número 19 de la calle Marqués de Cubas, una vía del distrito centro de Madrid, que se inicia en la carrera de San Jerónimo. En aquella calle, que recibirá en junio de 1900, el nombre del marqués de Cubas, en honor al arquitecto y político Francisco Cubas y González-Montes, que no sólo intervino en las obras de construcción de la catedral de la Almudena, sino que en la calle que en la actualidad lleva su nombre, antes llamada del Turco, Cubas se encargaría de la reforma del antiguo palacio de Alcañices, que se hallaba situado en el solar que había ocupado, entre la calle del Turco y el paseo del Prado, un corral de comedias con entrada por la calle de Alcalá, propiedad de la compañía italiana de teatro Los Trufaldines, antes de trasladarse al Teatro de los Caños del Peral, en lo que luego se convertiría en la plaza de Isabel II, donde en 1817 se alzaría el Teatro Real, junto precisamente a los lavaderos de la fuente de los Caños del Peral.


Un suceso acaecido en esa calle madrileña cambiaría para siempre la historia de España. Sobre las 19:30 horas del 27 de diciembre de 1870, víspera de la llegada prevista a España del nuevo Rey Amadeo I, el general Juan Prim y Prats, presidente del Consejo de Ministros y ministro de la guerra, era tiroteado por tres individuos que salieron al paso de la berlina donde viajaba el presidente, causándole diversas heridas a resultas de las cuales fallecería tres días después.

Allí en esa calle, aquella Brigada de Servicios especiales instalaría una atroz checa. Al mando de la misma, quedaría un sujeto llamado Elviro Ferret Obrador, afiliado al partido sindicalista creado por el anarquista Ángel Pestaña. El partido de Pestaña se puso incondicionalmente disposición del ministro de la Gobernación, Ángel Galarza, para la creación y organización de las Milicias de Vigilancia de la Retaguardia, creadas el 17 de septiembre de 1936 para encargarse de la seguridad de Madrid. Pestaña participó en la comisión que asesoró al ministro y llegó a elaborar un esquema de funcionamiento destinado a frenar los "paseos" y aquellos descontrolados asesinatos y abusos que se producían en la retaguardia. La propuesta fue rechazada por tibia.

1936. Milicias de Vigilancia y Retaguardia en el Madrid rojo.


Elviro Ferret, junto a varios agentes de policía y guardias de asalto, sembró el terror en aquella checa de Marqués de Cubas, que llegó a tener una sucursal en una casa señalada con el número 22 de la calle de La Montera. Además, el Partido Sindicalista tenía a su cargo la vigilancia de la prisión madrileña de San Antón.


La checa, debido a sus numerosísimas detenciones, adquirió gran fama y notoriedad por lo numerosos asesinatos y diversos tormentos que allí se infligieron a los detenidos, así como a la enorme rapiña y latrocinio que mantuvieron aquellos indeseables chequistas, Quiso rivalizar con la ya famosa checa de la calle de Fomento.


La checa de marqués de Cubas, tras su dependencia de la Dirección General de Seguridad, pasó a formar parte de las Milicias Populares a las órdenes del comandante Barceló. Las actividades de esta checa del Marqués de Cubas se extendieron también a los pueblos próximos a Madrid, siendo numerosas las detenciones llevadas a cabo en el pueblo y zona de Navalcarnero, en donde cientos de vecinos sufrieron tormento y fueron asesinados.


En los sótanos de la checa de la calle Marqués de Cubas, se emplearon métodos de tortura e interrogación, verdaderamente malvados y abominables. Uno de ellos era introducir al detenido en un pequeño espacio lleno de agua, donde con unas anillas le sujetaban los pies y manos, obligándole a permanecer encadenado, sin poder moverse, dentro del agua, por un dilatado espacio de tiempo. En otra celda, donde no se apagaba la luz, ni de noche ni de día, eran obligados a hacinarse varios de los presos, que apenas podían moverse. Era un cuartucho sin ventanas, ni ventilación, cerrada con un puerta de hierro con una chapa, -por la que se observaba a los presos- y donde había una pieza de cemento construida por dobles tabiques separados por 5 cm. En el techo había un depósito de agua desde el cual, por un sistema de vasos comunicantes, se infiltraba, el líquido a presión, en las celdas, impregnándolas de una humedad continua. Aquellas celdas se conocieron con el de “neveras” donde los detenidos sufrían los de la terrible humedad. O aquella otra celda de forma esférica de unos 4 metros. En ella era obligado a entrar el detenido, que una vez dentro, quedaba complemente desorientado. A la oscuridad completa de la celda, se unía un ensordecedor estruendo, un ruido chirriante y continuado de un rodillo mecánico, colocado sobre el techo de la celda que le hacía insoportable.


Exhaustos, terriblemente heridos y maltratados, los detenidos, eran finalmente trasladados, -sino morían en los sótanos de la siniestra checa-, a las afueras de Madrid donde, tras recibir un tiro en la nuca, allí quedaban abandonados. Cuando en la checa del Marqués de Cubas se precisaba ayuda para las matanzas nocturnas, el recado telefónico, enviado casi siempre a la checa de la calle de Fomento era el siguiente: “Pasad a recoger unos cuantos paquetes que son vuestros”. Entre otros muchos serían asesinados en aquella checa, Emilio Llopis Roig, Manuel Lagunillo Bonilla, Juan Vázquez Armero, Carlos Pajares Bectas y José Sureda Hernández. Incluso el día 18 de septiembre “eliminaron” a Manuel Espasandín Bouza, un vigilante nocturno, militante del Frente Popular, que acudió a la checa de la calle de marqués de Cubas, a interesarse por otro detenido en la misma, con objeto de darle noticias a su familia que por ello también fue asesinado.


El desgraciado hombre que, llevado de su buena voluntad, llegó a la siniestra casa, fue recibido con los peores insultos, por este solo “delito” de interesarse por un amigo. Después, y debido a su calidad de vigilante, supusieron que conocería detalles de los vecinos de su demarcación y, para conseguir la deseada información, sometieron al infortunado vigilante a toda clase de tormentos, asesinándole posteriormente.


Ferret y aquellos sicarios tendrían una importante participación en el asalto y posterior matanza que se hizo en el patio de la citada cárcel Modelo de Madrid el día 22 de agosto de 1936. Dirigida entre otros por un sujeto despreciable llamado Felipe Sandoval, jefe de la checa del Cinema Europa de Cuatro Caminos. A ese grupo de facinerosos, donde destacaban el socialista Enrique Puente y los miembros de aquella Checa , Santiago Aliques Bermúdez, Pablo González Cubillo, Máximo Belloso Barbado, Miguel Cantalapiedra Martín, Alberto Chenel de la Cal, Antonio Martínez Rojas, Antonio y Narciso Segura Germán, se uniría Elviro Ferret y sus hombres.


Ya el día 8 de agosto de 1936, el diario de Madrid Política, órgano del Partido de Izquierda Republicana, publicaba en su página cuarta una información sobre la Cárcel Modelo, insultante y despectiva para los presos, hacia los cuales reclamaba por este medio la atención pública. Entre otros párrafos de la malintencionada información, sobresalía este” varios curas, castrenses o civiles, y como cumple a su oficio, gordos y lustrosos, salvo rara excepción... Sin afeitar la mayoría, no se diferencian gran cosa de los presos vulgares. El aire distinguido se lo daba la ropa o el uniforme... Hablan poco, meditan mucho y sollozan bastante... En otras galerías... albergan más fascistas de los comprometidos en la rebelión y otros que fueron apresados antes de que aquélla estallase, como los directivos falangistas Ruiz de Alda y Sánchez Mazas. Y existen, por fin, los presos políticos. Antiguos y recientes. Los más notorios, de los últimos, son el Dr. Albiñana, Melquíades Álvarez y Martínez de Velasco. El tercero sólo ha pasado—con la de hoy—tres noches en el «abanico». ¡Lástima que Lerroux y Gil Robles no les puedan hacer compañía!...”.


El día 21 de agosto de 1936, ante el rumor, aireado por el periódico Claridad, de que varios presos de ideología falangista planeaban una fuga carcelaria, el Comité Provincial de Investigación Publica, con la autorización del Director General de Seguridad Manuel Muñoz, el mencionado “heroico” grupo de milicianos y chequistas se dirigió a la cárcel Modelo a fin de interrogar a los presos.


El día 22 de agosto, se inició la matanza. Y tras subir los milicianos a los tejados del recinto penitenciario y colocarse en estratégicas posiciones, provocaron un incendio en el interior de la Modelo, obligando a los reclusos a salir a los patios, donde los ametrallarían sin piedad, provocando la muerte de un gran número de ellos. Tras ello, asaltaron los archivos y tras una selección fueron buscando, celda por celda, a diferente y conocidos políticos a los que asesinaron sin contemplaciones ni piedad, de ningún tipo.

1936. Asesinato de Julio Ruiz de Alda en la cárcel Modelo de Madrid.


Entre los asesinados se encontraron Melquíades Álvarez, antiguo presidente de las Cortes Españolas, decano del Colegio de Abogados de Madrid y presidente del partido Republicano Liberal Demócrata,; Jesús Martínez de Velasco, Ministro de Estado de octubre a diciembre de 1935 en el gobierno presidido por Joaquín Chapaprieta y jefe del Partido Agrario; Julio Ruiz de Alda, capitán aviador militar, héroe del Vuelo Plus Ultra, junto al Comandante Ramón Franco, el Teniente de Navío Juan Manuel Duran y el mecánico Pablo Rada, al lograr la gran hazaña de cruzar el océano Atlántico sur en 1926 y posteriormente uno de los fundadores de Falange Española; Fernando Primo de Rivera, médico militar, hermano de José Antonio y militante de Falange Española; Manuel Rico Avelló, exministro y antiguo alto comisario de España en Marruecos; el ex ministro republicano Ramón Álvarez Valdés que ocupó la cartera de Justicia entre diciembre de 1933 y abril de 1934, en los gabinetes presididos Alejandro Lerroux; José María Albiñana, médico y político; los generales Rafael Villegas, sublevado en Madrid en julio de 1936 y Fernando Oswaldo Capaz, primer militar español que ocupó el territorio de Sid Ifni en abril de 1934, así como el Teniente Fanjul Sedeño, hijo del general Joaquín Fanjul Goñi, detenido en el asalto al Cuartel de la Montana el día 20 de julio de 1936 y posteriormente fusilado; el comisario Santiago Martín Báguenas, que había sido comisario-jefe del Cuerpo de Investigación y Vigilancia y el Falangista, antiguo miembro del PCE, Enrique Matorras, entre otros.

Carnet de la dirección General de Seguridad de Elviro Ferret Obrador.


Según quedó constancia en declaración testificada, ante la Causa General, instruida al finalizar la guerra de Liberación Española 1936-39, por el Ministerio de Justicia, el mallorquín Elviro Ferret, jefe y fundador de la referida checa de marqués de Cubas, sacó de sus celdas al general Capaz, y al ex ministro republicano, señor Rico Abello, y les asesinó él mismo. La brutalidad, la sed de sangre, el odio desenfrenado, que emplearon aquellos asesinos en el asalto a la cárcel Modelo, hizo exclamar al líder socialista Indalecio Prieto, tras visitar la Modelo después de las ejecuciones y comprobar que muchas autoridades frente populistas allí presentes, entre ellas el Director General de Seguridad y prisiones, Manuel Muñoz, y el ministro de gobernación, general Sebastián Pozas, que no tomaron ninguna medida por impedir la matanza: “La brutalidad de lo que aquí acaba de ocurrir significa, nada menos, que con esto hemos perdido la guerra”.


Regresando a la Checa de la calle Marqués de Cubas, el grupo integrante de la checa de la calle del Marqués de Cubas, acompañaría al socialista Carlos de Juan, que ya era en esos momentos Director General de Seguridad, en su huida a Barcelona, donde instalarían otra checa, en la casa señalada con número 54 del Paseo de Gracia, que se dedicó especialmente al robo y expolio de manera preferente. Incluso el latrocinio alcanzó a ciudadanos extranjeros como el perpetrado al súbdito francés Alberto Gabriel Laffite, que fue despojado de todas cuantas alhajas y objetos de valor tenía en su poder, lo que motivó una reclamación formulada por Lafitte, ante el gobierno francés, tan pronto se vio salvo en Francia. El gobierno galo solicitaría información al gobierno del frente popular, no recibiendo respuesta.


En los primeros días del mes de abril de 1938, Elviro Ferret, acompañado de su mujer, Francisca Cruells Terrerols, y de un abogado de Barcelona llamado José María Xammar Salas, eran detenido por los servicios rojos de la frontera catalana en el pueblo de Llansá, cuando trataba de escapar hacia territorio francés. En la detención les fue ocupado un botín con importante cantidad en dinero, alrededor de tres millones de francos, así como doce cuadros que, según manifestó Xammar, estaban valorados en dos millones de francos.


Elviro Ferret llevaba consigo un documento de libre circulación, expedido a su favor por el Director General de Seguridad, Carlos de Juan, encontrándose en posesión el abogado Xammar de otro salvoconducto y licencia de armas, firmada por el propio Carlos de Juan, que expresaba que el tal José María Xammar prestaba sus servicios en la Dirección General de Seguridad.


En otro documento, que llevaban consigo los detenidos, suscrito también por el mencionado Director General de Seguridad rojo, Carlos de Juan, se consignaba: “El coche B. 944 P., conducido por Antonio Soler Riau, y en el que viaja D. José María Xammar Sala, va hasta la frontera y continúa luego su viaje a Francia, efectuando un servicio especial interesado por esta Dirección. Ordeno a todas las Autoridades y fuerzas a mi mando no le pongan obstáculo alguno y le den facilidades para el cumplimiento de su misión.”


Las autoridades rojas de Cataluña, procesaron a Ferret, su mujer y el abogado Xammar, por espionaje y alta traición. En el proceso declaró el director general de Seguridad el socialista Carlos de Juan, que afirmaría: “Que, a su juicio, Elviro Ferret es un antifascista probado y que, como deja dicho, ha prestado grandes servicios a la Causa, no comprendiendo su supuesta evasión.”

Una vez finalizada la guerra de liberación, Elviro Ferret, consiguió ocultarse al adquirir el nombre falso de un comerciante de La Coruña.


Carlos Fernández Barallobre.





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