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1936. LA CHECA DE LA CALLE DEL MARQUÉS DE RISCAL DE MADRID.


La madrileña calle del Marqués de Riscal e la actualidad, Fue donde estuvo instalada una siniestra checa socialista.


De aquel circuito canallesco, asesino y sangriento, que significó el establecimiento de las siniestras Checas en Madrid, a partir del agosto de 1936, una de las más “activas e ignominiosas”, situada en la Calle del Marqués de Riscal nº 1, fue constituida por unas milicias del Circulo socialista del Sur, con la colaboración de otras fracciones del Frente Popular, principalmente de Izquierda Republicana, y que quedó bajo la dependencia, a partir del mes de septiembre del propio 36, del ministro de la Gobernación Ángel Galarza. Estas milicias convertidas posteriormente en la 1ª Compañía de Enlace de la Inspección General de Milicias Populares, se dedicaron al servicio de escolta personal del propio ministro y a la protección del edificio del Ministerio de la Gobernación. Incluso cuando las tropas Nacionales llegaron en noviembre a los arrabales de Madrid, ocupando el cerro de Garabitas, la Casa de Campo, y situándose en la ciudad universitaria, Galarza, junto a todo el gobierno huyó de Madrid con destino a Valencia, siendo acompañado por militantes de aquella checa, que le sirvieron de guardia personal


La infamante checa, al mando de un militante del partido Izquierda republicana, llamado Alberto Vázquez, junto a dos de sus hermanos, estableció dos filiales en las calles de Madrid, de Fernández de la Hoz número 7, y de Caracas número 17. Las milicias de estas checas, después de torturar salvajemente a sus víctimas, elegían la Pradera de San Isidro o los altos del Hipódromo, para perpetrar sus asesinatos, siempre en horas de doce a dos de la madrugada.


En aquella siniestra checa se distinguieron también el astorgano Tomás Durán, un agente del Decide (Departamento Especial de Información del Estado) y miembro de la Brigada Especial del SIM (Servicio de Investigación Militar), especializado en introducirse en grupos de la quinta columna falangista, que operaban en el Madrid rojo, para delatar y detener a sus componentes, Durán tuvo mucho que ver con la desaparición de la joven falangista Carmen Cabezuelo, de la que nos ocuparemos en próximas entregas. Otro miembro muy destacado de la perversa checa de la calle Marqués de Riscal fue Ticiano García Echeverría, de profesión pintor y que luego sería Miembro de las Milicias de Vigilancia de Retaguardia, destinado en el Comité Provincial de Investigación Pública en la checa de Fomento.

Un grupo de milicianos posa con el botín de sus fechorías y desmanes criminales.


Los milicianos de esta checa, se dedicaron a expoliar, además de casas, chalets y apartamentos, iglesias, capillas y conventos, por los que sentían una especial “debilidad” y donde fueron obteniendo un botín muy considerable.


Todo lo que obtenían, alhajas, joyas, cálices u otros objetos de culto de incalculable valor, en sus diarios asaltos y requisas, era entregado a un fundidor dependiente del Círculo Socialista del Sur, el cual hacía después entrega del metal fundido al Director General de Seguridad, Manuel Muñoz.

A tal extremo llegó el latrocinio que el “capitán” Vázquez, transportó de Madrid a Barcelona, con el conocimiento del ministro Galarza, unas grandes maletas llenas de una valiosa carga, Y en el colmo de la más esperpéntica y grotesca situación, el capitán Vázquez, al llegar a Barcelona, fue despojado de las maletas por unas patrullas de la C.N.T., haciendo bueno el refrán del “que roba a un ladrón, tiene cien años de perdón”.


En estos abominables lugares se emplearon crueles métodos para hacer confesar a las víctimas. Y desde meter a los detenidos completamente desnudos en unos pequeños habitáculos, donde recibían duchas de agua helada a mantenerlos en cuclillas durante largo tiempo, con las manos pasadas por debajo de las piernas, algo muy habitual en la mayoría de checas madrileñas. Arrancar la uñas, meter palillos en ellas, propinar unas descomunales palizas, e incluso violar, con así hicieron, con unas monjas del Servicio Doméstico, que para mayor escarnio fueron realizadas delante de otros sacerdotes detenidos.


Numerosas religiosas cayeron asesinadas y torturadas en la checa de Marqués de Riscal y sus conexiones. Por ejemplo el día 15 de agosto de 1936, sería asesinada la carmelita descalza nacida en Lillo, Toledo en 1881, Elvira Moragas Cantarero. Elvira cuyo nombre religioso era Sor María Sagrario de San Luis Gonzaga, fue una de las primeras mujeres universitarias, logrando el título de licenciada en farmacia. Asaltado y tiroteado su convento, el Monasterio de las Carmelitas Descalzas de Santa Ana y San José, situado en la antigua calle de Torrijos, 73, hoy calle de Conde de Peñalver de Madrid, el día 20 de julio, Sor María Sagrario y sus compañeras fueron llevadas detenidas a la Dirección General de Seguridad del gobierno de la República por el único delito de ser monjas.

Beata Sor María del Sagrario.


Varias quedaron en libertad, entre ellas Sor María Sagrario, que se refugió en casa de otra monja, en la calle de Santa Catalina 3, muy cerca de la carrera de San Jerónimo. Allí permaneció unos días, hasta que la denuncia de la criada de la casa donde estaban otras monjas, fue detenida nuevamente por milicianos de la checa de Marqués de Riscal nº 1.


Vejada y maltratada en la checa, despojada de siete mil pesetas que llevaba encima y donde intentaron por todos los medios obtener información sobre el dinero y las propiedades de la orden y los nombres de quienes guardaban los títulos de propiedad y la orfebrería del convento, Sor María Sagrario no claudicó y en actitud gallarda y valerosa, gritando incluso ¡Viva Cristo Rey! se negó, a pesar de las torturas que recibió, a delatar a alguien, tragándose incluso un papel comprometedor que portaba encima.


Ante tal situación, sobre las once y media de la noche, fue arrancada de la checa y asesinada alrededor de la una de la madrugada, en la Pradera de San Isidro, dejando su cuerpo, sin enterrar, bajo el cielo madrileño, con un nombre en el pecho, algo que habitualmente hacían los siniestros asesinos de la checa de Riscal, cuando perpetraban sus fechorías.

Imagen de Sor María del Sagrario en el depósito de cadáveres del cementerio de Madrid.


Pero en esta ocasión a Sor María Sagrario le pusieron por error el nombre de Sor María Jesús, otra monja detenida en la checa y también asesinada. Sor María del Sagrario logró conservar puesto hasta su muerte un escapulario de la Virgen del Carmen, por el cual sería identificada. Fue enterrada tres días después en una fosa común en el cementerio de la Almudena junto con otros 20 asesinados. En la actualidad sus restos mortales están en el convento de las Carmelitas Descalzas de la calle del General Aranaz, 58. Es la primera farmacéutica que subió a los altares, con el nombre de Beata Sor María Sagrario de San Luis Gonzaga.


Unos días después, los chequistas de Riscal asesinaron a las monjas de la congregación de los Ángeles Custodios Sor Mercedes Magro Candela y María Dolores de la Riva Torices, así como a la colegiala Rosa Adanero Carrasco. Abandonaron el colegio que atendían y se refugiaron en un piso de la calle Cervantes nº 34, hasta que unos milicianos se las llevaron al nº1 de la calle Marqués de Riscal. Sus cadáveres aparecieron en la carretera de Andalucía.


Sería prolijo contar todos y cada uno de los asesinatos cometidos por aquellas bestias socialistas. Pero entre otros fueron identificados: Ricardo Blanco Muguerza, Fernando Campuzano Horma, Tomás Jiménez García, Apolinar Marcos Clemente, Antonio Alonso Sánchez, Edelmiro Feliú Vicent, Bernardo del Amo Díez, Pedro Monge Vilches, Eduardo López Ordas, Felipe Arana Vivanco, Arturo Gutiérrez de Terán, Martín Rosales González y su hijo Martín Rosales y Rodríguez de Rivera, Nicolás Alcalá Espinosa, Alfonso Abad Zayas, Anselma Valdeolmillos Abril, Juan y Rafael Baíllo Manso, Valentín Céspedes Mac-Crohon, Luis Gutiérrez Cobos, José Gordón Pinos, Constancio Alonso Ruano, Vicente Gargallo Angla, Genaro Juanes Abascal, Francisco Baró Reina, Javier Leiva Olano, Luis Moctezuma Gómez de Arteche (Duque de Moctezuma), Julio González Valerio, Leoncio González de Gregorio y su hijo Pedro María González de Gregorio, Juan Velasco Nieto, Francisco Sendín Navarro Villoslados. Luis Tauler Esmenota, Ignacio de Velasco y Nieto y Victoriano Roger. La mayoría de estos asesinados eran sacerdotes.

Convento de Santa Úrsula en Valencia, donde los chekistas de Riscal instalaron otro sangriento y abominable lugar de tortura y crimen.


Finalizada la Guerra de Liberación, La Causa General. La Dominación Roja en España, editada por el Ministerio de Justicia en 1943, recogió en sus páginas la declaración del Ingeniero Alfredo Fernando Langa, que contó con toda clase de detalles como en la noche del 26 de agosto de 1936, fue sacado de la checa del Marqués de Riscal, tras haber sido brutalmente golpeado y torturado y adónde había sido llevado en calidad de detenido, por el único delito de votar a los partidos derechistas y ser católico. En unión de otros detenidos Felipe Arana Vivanco, José María Rodríguez Alcalá, Pablo Cáceres, Teodoro Menéndez y un religioso capuchino conocido por el Padre Gregorio fueron trasladados en automóvil hasta los altos del Hipódromo. Una vez allí, apeados de los vehículos, fueron puestos en fila, dando el padre Gregorio la absolución a los infelices reos. En ese instante un gran trepidar de motores se hizo sonido en el cielo de Madrid. Aviones Nacionales pasaron en vuelo sobre aquel lugar a fin de bombardear Madrid. El miedo y el terror se apoderaron de los milicianos asesinos y para huir de aquel lugar fusilaron con rapidez y casi sin puntería a los detenidos. El señor Fernández Langa no fue alcanzado por los disparos que si causarían la muerte de sus compañeros, y tras grandes esfuerzos consiguió huir y ponerse a salvo. El padre Gregorio, que había hecho de su vida una obra de apostolado en pro de los humildes, no pudo salvarse.

Una de las celdas de la checa valenciana de Santa Úrsula.


Aquella cuadrilla de asesinos, amedrentados por la inminente llegada de las tropas Nacionales a Madrid, huyó a Valencia y allí, a instancias del ministro de la Gobernación, Ángel Galarza, y dependiendo de las milicias populares del comandante Barceló, instalaron una nueva checa en lo que fuera convento de Santa Úrsula y que se convertiría en la checa más conocida y siniestra, con amplias ramificaciones en los pueblos de la provincia valenciana. Además formaron una Policía política que funcionó hasta 1938, bajo el nombre de Departamento Especial de Información del Estado (D.E.D.I.D.E.).


En aquella checa valenciana, por la pasarían innumerables hombres y mujeres, acusados por su catolicismo, por votar a los partidos de derechas, militares, falangistas, tradicionalistas, miembros de acción católica o simplemente por llevar sombrero, el “capitán” Vázquez y sus hermanos, contarían con la inestimable ayuda de Loreto Apellaniz García, jefe del SIM (Servicio de Investigación Militar) de Valencia; el comisario de policía Juan Cobo; el comandante Justiniano García y los “técnicos “ extranjeros el ruso Peter Sonis y su mujer, Berta. En la checa se distinguieron también por su extremada crueldad y maldad los tenientes de milicias Julio y Peiró, un cabo llamado Pedro, un tal Conde y el cocinero y portero apellidado Vidal y su esposa, quien era la encargada de desvalijar con brutalidad a las mujeres detenidas.


Algunos métodos utilizados por aquellos sádicos marxistas fueron, además de propinar brutales palizas, encerrar a los detenidos en unos armarios o meterlos en cajones muy pequeños de 1 m de ancho por 2 de alto, pasando en ellos encorvados y sin poderse mover, semanas, sin casi alimentación y trasladándoles luego a otros de dimensiones más pequeñas.


Igualmente les martirizaban usando una especie de torniquete que colocaban en los pies de los detenidos, aprisionándolos con unos tornillos para hacerles declarar lo que ellos deseaban. Quema de los dedos de los pies, en los cuales introducían cerillas entre al uña y el dedo. Golpes brutales en los genitales, nariz y oídos. Se llegó a colgar por los pies del techo a algunos de los detenidos, a los que golpeaban con palos y otros objetos contundentes. Los detenidos sufrían quemaduras y cortes en los pies con vidrios y de esa forma eran obligados a introducirse en unos pequeños habitáculos donde los ladrillos del suelo estaban levantados y colocados de forma vertical. Allí tenían que colocar, los detenidos, sus pies magullados, ensangrentados y doloridos.


Otro de los castigos era encerrar completamente desnudos a los detenidos en la cripta de las monjas entre los cadáveres de estas, un lugar en el que por la ventana entraba un aire muy frío y se paseaban, por el infecto lugar, grandes ratas. No había camas ni colchones, por lo que para combatir la humedad,los que podían, usaban unas esteras de espartos de la iglesia. En dichas habitaciones había una orza común para las necesidades físicas con lo que un desagradable olor impregnaba la estancia, ya que no podía salir a otro lugar para efectuar ese tipo de necesidades. Muchas mujeres presas en aquella abominable checa fueron objeto de todo tipo de tocamientos sexuales, obligándoles a realizar felaciones, masturbaciones y llegando incluso a la violación.


Uno de los asesinatos más recordados, acontecido en aquella checa de Santa Úrsula, fue el de las hermanas María y Pepita Chabas, de diecinueve y veinte años de edad.

Hermanas Vicenta y María Chabas, las jóvenes falangistas, torturadas y asesinadas en la checa valenciana de Santa Úrsula.


Las hermanas Chabas eran militantes de Falange Española y de las JONS. En la región valenciana fracasaría el Alzamiento militar en contra del frente popular Por ese delito, fueron detenidos y enviados a la checa de Santa Úrsula numerosos militares, falangistas, miembros de partidos de derechas, religiosos y religiosas. Entre aquellos detenidos se encontraban las hermanas Chabas y su padre Vicente, que poco tiempo después sería puesto en libertad. Desde ese instante, Vicente, abogado de profesión, acude a visitar a todas sus amistades, con intención de liberar de aquella checa a sus dos hijas.


Durante quince días Vicenta y María fueron torturadas con la intención de que delatasen a camaradas de la Falange valenciana, algo que no pudieron lograr, ya que las hermanas Chabas, con una insuperable valentía, se negaron a ello en todo instante. En la madrugada del 6 de octubre son sacadas de la checa y asesinadas sin piedad de un tiro en la nuca, en las inmediaciones de la Cruz de Paterna. Vicente y María murieron gritando ¡Arriba España!


Los cadáveres de las dos hermanas fueron abandonados en el cementerio, adonde acudió su padre Vicente, acompañado de su amigo el doctor Paris, que pudo comprobar como Vicenta y María presentaban heridas de trayectoria muy parecida y que iban de la nuca a uno de los pómulos en el caso de María y en la base derecha del cráneo en Vicenta. Las heridas habían sido producidas por arma de fuego de pequeño calibre y a corta distancia, Imposible de superar tanto dolor y ahogado por el pesar, Vicente. el padre de las Chabás, falleció a los dos meses del asesinato de sus hijas.


Carlos Fernández Barallobre.

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